5/31/2020

Boris Vian: jazz y literatura

Tumbando caña
Ernesto Márquez

Toda su vida, desde los comienzos de la juventud y hasta sus últimos instantes, Boris Vian exploró el universo del jazz, primero como músico, luego como escritor. En el primer caso fue un trompetista cumplidor que aprendió de manera autodidacta y se desarrolló como tal en bandas informales de la época. En el segundo plano, como crítico y novelista, defendió el género y su desarrollo contra ortodoxos, simuladores y plagiarios.
Formado en el ambiente más iconoclasta de la bohemia parisina de posguerra, Vian se paseaba de boite en boite, participando en grandes saraos en condición de intérprete o como simple observador de las actuaciones de otros. Dados su interés y pasión, le dio por escribir sobre todo lo que veía, escuchaba o entendía del jazz, logrando una abundante literatura bajo diversas formas: crítica, cuento, poesía, novelas, teatro, ensayos y retratos de músicos.
Muchos de estos textos fueron reunidos en Escritos sobre jazz, dos libros compilatorios en los que se descubre a un apasionado aficionado a la música sincopada, quien, más allá de su pasión musical, demuestra ser un extraordinario conocedor del género.
El primer tomo recoge los artículos cedidos a Jazz Hot y a Combat, la revista de su mentor Albert Camus. Además de la revista de prensa que llevó durante 10 años con regularidad desconcertante, si tenemos en cuenta la multiplicidad de sus actividades. El segundo volumen agrupa algunos textos publicados en el sorprendente y rarísimo Jazz News (1949-1950), del que fue jefe de redacción, las publicaciones Arts, Radio 49, Spectacles, una selección de reseñas de discos y otros textos diseminados en periódicos desaparecidos e ilocalizables.
Publicados en la versión en español por Ediciones Grech de España (1984), con motivo del 25 aniversario de su fallecimiento, estos compilatorios marcaron una ruta a seguir en la crítica musical, resultando, además, obras de estudio en el universo Vian.
La aportación de Vian a la crítica de jazz consistió esencialmente en el rigor escritural y la toma de conciencia de que el jazz no debe ser considerado en sentido absoluto, sino en relación con su contexto, es decir, en función de su época. Vian sostuvo y defendió con toda su fuerza y vasto conocimiento las formas evolutivas, progresistas del jazz, ofreciendo así oportunidades a los estilos nacientes, a las formas nuevas y audaces. “El bop, un arte nuevo del que se empieza a hablar mal. Que tome la palabra Charlie Parker, él sabe de esto, él lo inventó”.
Vian vivió el jazz con intensidad y propugnó incansablemente la crítica imparcial, tolerante e instruida a los problemas técnicos que planteaba la música. Como músico, lograba escudriñar las entretelas y descifrar las aplicaciones y tendencias. Así pudo decir que un trombonista suena como suena porque se ha tragado una cabra mal criada o sostener que el orquestador Stan Kenton tiene tanta alma como un abrelatas.
La mayoría de las réplicas de Vian tiene un humor irresistible, incluso para un lector no iniciado en las cosas del jazz. Las cabezas de notas son curiosas: El Jazz es peligroso, Por qué detestamos el jazz, No escupas sobre la música negra, El racismo no ha muerto… Hay quien dice, al leer estos textos, que por medio de ellos se descubre al verdadero Vian, al jazzista-escritor, al escritor-jazzista. Y en eso hay razón. Si avanzamos en su literatura, en la obra puramente literaria de Boris Vian, la presencia del jazz es notada casi en cada momento por los lectores, al menos por aquellos que son capaces de escuchar su música.
En cada frase, en cada trazo escritural, Vian propone una utilización específica del jazz. Varcoquin y el Plancton es narrativa en jazz, insistente y omnipresente. En Escupiré sobre vuestras tumbas y Todos los muertos tienen la misma piel, el tempo narrativo es jazz puro. En La espumas de los días, la aproximación al jazz nos lo dice desde el prólogo: “ (En la vida)…Existen sólo dos cosas: el amor en todas sus manifestaciones, con chicas guapas y la música de Nueva Orleáns o la de Duke Ellington. El resto debería de desaparecer, porque el resto es feo”.
(continuará)

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