Leonardo García Tsao
Toronto, 12 de septiembre. Después
de un par de días de haber hecho selecciones equivocadas –ese elemento
de suerte es el chiste para pasarla bien o mal en el festival de
Toronto– uno ha recuperado el pulso con películas como Vi är bäst! (¡Somos las mejores!), realización con la que el sueco Lucas Moodyson recupera el tono celebratorio de su opera prima, Fucking Amal (1999),
al narrar las andanzas de tres preadolescentes en el Estocolmo de 1982
que, en su rechazo frontal del sistema, deciden formar un trío de punk
rock, aunque sólo una de ellas, Hedvig (Liv LeMoyne) sabe tocar la
guitarra. Las otras dos, Bobo (Mira Barkhammar) y Klara (Mira Grosin)
se ocupan de la batería y el bajo, respectivamente, con el pleno
espíritu punk del valemadrismo.
Hablando de conciertos de rock, el lunes pasado fue el estreno mundial de Metallica: Through the Never, película de concierto dirigida con habilidad por el realizador estadunidense de ascendencia húngara Nimród Antal. Como era de esperarse, el público asistente parecía componerse casi exclusivamente por fans rabiosos del metalero grupo –salvo quien esto escribe–, por lo que abundaban las camisetas negras, los tatuajes y las manos poniendo cuernos. Por ahí, hasta andaba un paisano ondeando la bandera tricolor que, cuando aparecieron los miembros de Metallica a presentar la película, lanzó el grito de
¡México los ama!
Exhibido
en 3D y en IMAX, el documental confirma el potencial de ese tipo de
recursos para hacer más vívida la experiencia. Eso y un sonido a
volumen de concierto, precisamente, funcionan de recreación virtual de
una presentación en vivo, por lo que sorprendió que el público no se
manifestara más vocalmente durante la proyección. Uno esperaba por lo
menos cantos gregorianos dentro de la sala para acompañar al cantante
James Hetfield, pero no. Hasta para eso, los canadienses son bien
portados.
Para hacer más entretenido el documental –y ejercitar su inventiva visual con su fotógrafo, el húngaro Gyula Pados– Antal y los integrantes de Metallica se han inventado un relato paralelo sobre un roadie (Dane DeHaan) que, en busca de un misterioso maletín, se enfrenta a un jinete apocalíptico en una ciudad desolada. Aunque uno hubiera querido ver más de ese asunto, los fanboys no lo hubieran perdonado.
Por su parte, el británico Ben Wheatley –conocido en México sólo en festivales, si acaso–ha hecho otra peculiar realización en A Field in England, sobre cuatro soldados que escapan del campo de batalla durante la guerra civil en 1648. Filmada en llamativo blanco y negro que le da a las imágenes la autenticidad de grabados de la época, la película es excéntrica aún para los estándares de Wheatley. Hay mucho alucine –producto de la ingesta de unos hongos– y una búsqueda incomprensible de un tesoro que acabará, claro, con un despliegue de violencia en cámara lenta. Este es el tipo de cine que sólo encuentra cabida en festivales tan eclécticos como el de Toronto.
Twitter: @walyder
Para hacer más entretenido el documental –y ejercitar su inventiva visual con su fotógrafo, el húngaro Gyula Pados– Antal y los integrantes de Metallica se han inventado un relato paralelo sobre un roadie (Dane DeHaan) que, en busca de un misterioso maletín, se enfrenta a un jinete apocalíptico en una ciudad desolada. Aunque uno hubiera querido ver más de ese asunto, los fanboys no lo hubieran perdonado.
Por su parte, el británico Ben Wheatley –conocido en México sólo en festivales, si acaso–ha hecho otra peculiar realización en A Field in England, sobre cuatro soldados que escapan del campo de batalla durante la guerra civil en 1648. Filmada en llamativo blanco y negro que le da a las imágenes la autenticidad de grabados de la época, la película es excéntrica aún para los estándares de Wheatley. Hay mucho alucine –producto de la ingesta de unos hongos– y una búsqueda incomprensible de un tesoro que acabará, claro, con un despliegue de violencia en cámara lenta. Este es el tipo de cine que sólo encuentra cabida en festivales tan eclécticos como el de Toronto.
Twitter: @walyder
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