“En el proceso de sensibilización, motivamos a las personas para que reconozcan la violencia -muy naturalizada-, y esa empiece a ser una preocupación del ser humano: ese tipo de comportamiento que se vive a nivel de familia, institucional, vecinal o barrial y que, a veces, ni se dan cuenta que existe”
La
Habana, 02 jun. 14. AmecoPress.- Aunque sin las cifras alarmantes de
otras naciones, ni las noticias espeluznantes de mujeres asesinadas por
sus parejas, Cuba no escapa de la violencia, ya sea del solapado
maltrato psicológico hasta las humillaciones verbales o los chantajes
sexuales y económicos.
Hace
unos años, la cubana Zulema Hidalgo, como parte de su trabajo
comunitario, dedicó muchas horas a dialogar con mujeres sobre autoestima
en el Taller de Transformación Integral del Barrio Atarés-El Pilar, uno
de los proyectos de desarrollo comunitario que funcionan en la capital
cubana, de 2,2 millones de habitantes. Lo aprendido allí, en la
sensibilización y capacitación sobre la violencia, lo compartió con
quien quiso escucharla y con personas que reclamaron su ayuda para
llevar esas experiencias a otras comunidades, donde la violencia clava
su garra.
Ahora lo sigue
haciendo como coordinadora del Programa de Género y Violencia, del Grupo
de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR), organización de
inspiración cristiana, sin ánimo de lucro ni proselitismo religioso, que
tiene como objetivo esencial contribuir al desarrollo social sostenible
y promover una cultura de paz basada en la participación, la
solidaridad, el respeto a la diferencia y a la integración social.
Hidalgo ha
saltado las fronteras de la ciudad y va por el país dialogando,
reflexionando, compartiendo ideas, conceptos y vivencias que contribuyan
a mejorar la vida de las personas con un principio que defiende el
grupo: propiciar la comprensión de los problemas y sus soluciones desde
las propias capacidades de las personas involucradas.
¿Por qué crees tan importante el trabajo en la comunidad?
Para OAR son
muy valiosas las iniciativas que se generan en los procesos de
capacitación y sensibilización. En primer lugar, recogen las necesidades
sentidas de las comunidades; en segundo, son una manera de que estos
grupos humanos protagonicen sus procesos; y tercero, porque es la única
forma de que se noten la preparación para el cambio, el entrenamiento
para vivir mejor, la capacidad de la comunidad de gestionar su
desarrollo y transformación, que parte tanto desde el elemento
individual como de la colectividad.
Es importante
iniciar procesos desde la base, que involucren a los gobiernos locales, a
las instituciones, la escuela y los centros de cultura. Eso significa
que hay una integralidad y nos estamos acercando a la articulación
deseada para que la ciudadanía aprenda a resolver sus problemas y se
haga partícipe de las soluciones, con el acompañamiento de varias
organizaciones.
¿Cómo trabajar la violencia?
En el proceso
de sensibilización, motivamos a las personas para que reconozcan la
violencia -muy naturalizada-, y esa empiece a ser una preocupación del
ser humano: ese tipo de comportamiento que se vive a nivel de familia,
institucional, vecinal o barrial y que, a veces, ni se dan cuenta que
existe. Un segundo momento es la capacitación.
OAR aporta
herramientas que contribuyen a la multiplicación y a apropiarse de una
metodología, pero el sentido es que las personas, desde esa mirada
consciente de que existe el problema, hagan propuestas de cambio, que
algunas veces surgen espontáneamente y otras, parten de sus líderes.
¿Se perciben los resultados del trabajo en las comunidades?
En el trabajo
que desarrolla el grupo desde hace años se ven muestras del cambio de
actitud, de la vida de la gente. Por ejemplo: ¿cómo las mujeres han
experimentado crecimiento personal en ese tema que tanto las azota?
Hacen un despertar sobre la violencia doméstica e intrafamiliar y en
cómo involucran a su familia en esos procesos.
También se ve
en los hombres. Ellos se sienten parte del problema, hacen propuestas,
se les ve deseos de cambiar algo que han vivido toda la vida. Eso
cuesta, pero se ven los esfuerzos: el solo hecho de que participen
frente al público es ya indicador. Además, cuando vas al medio familiar,
cuentan: "antes todo lo resolvíamos lanzándonos las cosas, ahora no…"
¿Los avances se notan también en otros aspectos?
Sí, en algunas
comunidades se ven cambios en la disciplina escolar de estudiantes de
enseñanza primaria y secundaria que han mejorado su conducta dentro de
la escuela, a partir de un proyecto de artes plásticas.
Seguimos de
cerca los casos de mujeres que retiraban las acusaciones cuando eran
víctimas de la violencia, y ahora las mantienen. Eso significa que hay
un cambio en la conducta, que se ve también en el incremento de las que
se acercan a las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia buscando
apoyo y consejos y haciendo denuncias de la violencia silenciada.
Las mujeres
acuden a los espacios que se han creado para trabajar la autoestima y
otras actividades preventivas y esos son indicadores que hablan de que
hay un despertar, un interés. Mientras tú no tienes conciencia y estás
viendo que es natural para ti y hay alguien que te dice: "eso no es
natural", es suficiente para darnos cuenta de que el trabajo que se hace
vale la pena.
Foto: Archivo AmecoPress.
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