En su libro, ‘Hacia una nueva política sexual’, Rosa Cobo explica algunos procesos que alimentan la actual reacción patriarcal contra las mujeres
Madrid, 29 mayo. 14. Pikara Magazine / AmecoPress. En
su último libro, ‘Hacia una nueva política sexual’, Rosa Cobo explica
algunos procesos que alimentan la actual reacción patriarcal contra las
mujeres. Para ella, “el nuevo capitalismo neoliberal, las servidumbres
provocadas por la reinvención de algunas tradiciones “culturales” y la
violencia sexual son los pilares fundamentales sobre los que se asienta
este intenso rearme ideológico masculino”.
Profesora de
Sociología del Género de la Universidad de A Coruña, Cobo considera que
la conquista de derechos y las luchas de muchas mujeres y la influencia
de las ideologías de la igualdad de género y de los derechos humanos han
puesto en situación de alerta a los patriarcados contemporáneos. “Estos
sistemas de dominio han reaccionado con violencia, desde los
feminicidios hasta el tráfico de mujeres y niñas para la prostitución”.
Para Cobo, el
movimiento feminista debe reflexionar sobre su nuevo papel, identificar
nuevas estructuras de poder patriarcal que se están creando y producir
estrategias para conceptualizar y desactivar esos nuevos núcleos de
dominio masculino. Según su visión, es necesario aparcar momentáneamente
las disputas intrafeministas y concentrarse en la creación de
solidaridades, vínculos y pactos políticos entre mujeres para
neutralizar a esos “nuevos bárbaros del patriarcado” y conquistar
espacios de libertad, autonomía e igualdad para las mujeres.
Rosa Cobo fundó
y fue la primera directora del Seminario Interdisciplinar de Estudios
Feministas. Además, ha dirigido también el Máster sobre Género y
Políticas de Igualdad de la Universidad de A Coruña y ha sido miembra
del Equipo Asesor de la Unidad de Mujeres y Ciencia (UMYC), del
Ministerio de Educación y Ciencia y en 2008 fue asesora del Ministerio
de Igualdad.
Hablas de estrategias frente al patriarcado, ¿A cuáles te refieres?
En los años
setenta del siglo XX, con la explosión del feminismo radical, se cambió
por completo el imaginario de las mujeres. Ese momento marcó el comienzo
de conquistas de derechos y de politización del espacio que hasta
entonces se había considerado privado. Las mujeres nos colocamos a la
ofensiva, reivindicamos derechos y politizamos nuestra opresión. Ese
momento histórico, en el que por segunda vez en la historia el feminismo
se convirtió en un movimiento de masas, fue el principio de un periodo
de avances para las mujeres en muchas partes del mundo. Sin embargo,
desde hace casi dos décadas estamos asistiendo a un retroceso que nos ha
colocado en una posición de defender y no perder lo que conquistamos en
ese periodo. Ante esta reacción patriarcal se necesitan estrategias
feministas que deben pasar por establecer pactos entre mujeres. Y
también por que el feminismo tome conciencia de que juntas podemos parar
esto que está comprometiendo los derechos de varias generaciones.
Apuestas por el desarrollo de alianzas entre mujeres. ¿Puedes poner un ejemplo?
La historia
demuestra que cuando hacemos pactos sobre la base de determinadas
afinidades políticas, obtenemos mejores resultados. Cuando los grupos
oprimidos están disgregados y separados, la dominación sobre ellos se
ejerce con más facilidad. Tenemos delante el desafío de establecer
alianzas políticas entre las feministas y a la vez seguir con nuestros
discursos y nuestras prácticas específicas. Proteger la singularidad de
los diversos feminismos y crear las condiciones para hacer pactos
políticos es posible y necesario en estos momentos. El caso del aborto
es el más claro que tenemos en estos momentos. Todas las feministas
estamos comprometidas contra el recorte de este derecho civil y hemos
sido capaces de articularnos en torno a este objetivo estratégico. Y los
resultados en términos de movilización social están siendo muy buenos.
Hemos sabido estar a la altura de las circunstancias. Las feministas
tenemos una responsabilidad histórica con las mujeres y por ello no sólo
tenemos que mirar hacia dentro, hacia las discusiones intrafeministas,
sino que tenemos que mirar hacia afuera y poner encima de la mesa
propuestas, alternativas y luchas que les resulten beneficiosas a
mujeres que no están en el feminismo.
Los
desencuentros en temas como la prostitución explican la fragmentación
del feminismo. A las abolicionistas las otras corrientes del feminismo
las acusan de victimizar a las trabajadoras del sexo.
Mi punto de
vista es que la prostitución es un efecto de la estructura patriarcal de
la sociedad y, por ello, no es una forma deseable de vida. Si los
varones no tuviesen el dominio sobre las mujeres, las personas que
ejercen la prostitución no serían casi en exclusiva, como lo son ahora,
mujeres. Pero también la prostitución en esta época marcada por la
globalización neoliberal es una gran industria que proporciona grandes
beneficios a quienes mercantilizan los cuerpos de las mujeres. Sobre los
cuerpos de las mujeres prostituidas se cruzan dos dominios: el
patriarcal y el de clase. Como feminista, soy muy crítica con esta
práctica social que es la prostitución, pero me siento muy solidaria con
las mujeres que tienen que ejercerla.
Es fundamental
separar las prácticas sociales de las personas que están inscritas en
esas prácticas. Se puede ser crítica con la prostitución como práctica
social y muy solidaria con las mujeres que la ejercen. Se puede ser
solidaria con los trabajadores y trabajadoras y muy crítica con el
capitalismo. Se puede ser crítica con las religiones que se tornan
fundamentalistas y muy solidaria con las mujeres que son creyentes. Si
analizamos como idénticas la prostitución y las prostitutas, el
capitalismo y la clase obrera y las religiones fundamentalistas y las
mujeres creyentes, entonces no podríamos hacer pensamiento crítico.
¿Pensar que no llevan una forma deseable de vida no es juzgarlas, no implica cierto paternalismo?
Criticar una
práctica social no es juzgar a las personas que están en el marco de esa
práctica. La crítica al trabajo infantil no implica juzgar a los niños y
niñas que realizan trabajos para las multinacionales. La crítica a las
maquilas nunca podría ser juzgar negativamente a las mujeres y hombres
que trabajan en esas zonas francas. No es una forma deseable de vida la
prostitución, pero tampoco lo es trabajar 12 horas diarias en una
maquila. La cuestión de fondo es el escaso margen de maniobra que tienen
muchos seres humanos para poder vivir en sociedades presididas por
estructuras patriarcales y neoliberales. De hecho, las dos grandes
metáforas que dan cuenta de la globalización neoliberal son la
prostitución y la maquila. Ambas prácticas ejemplifican la alianza entre
patriarcado y capitalismo neoliberal.
Las
feministas islámicas también han expresado sentirse cuestionadas por
teóricas reconocidas del feminismo español. ¿Cuál es tu postura?
No es fácil que
crezca el feminismo en religiones de la salvación que en este momento
son tan fuertemente fundamentalistas como el islam o el cristianismo. O
por lo menos no es fácil vincular el feminismo a religiones que apuestan
por el mantenimiento de los roles de género y de las estructuras
patriarcales de la sociedad, como tampoco es fácil el vínculo entre los
movimientos LGTB y estas religiones que son tan fuertemente homófobas.
Ahora bien, creo posible que germine el feminismo en las bases críticas
de estas religiones, como sucede, por ejemplo, con Católicas por el
Derecho a Decidir. El laicismo favorece el pensamiento crítico y las
religiones fundamentalistas tienen como objetivo imponer su moral, que
siempre apuesta por el poder masculino y la familia patriarcal.
Cualquier resquicio que abra posibilidades de luchas de las mujeres por
sus derechos debe aprovecharse.
¿Incluye por tanto al feminismo islámico y a las trabajadoras sexuales en ese pacto entre mujeres?
Los pactos que
hagamos los tenemos que hacer sobre objetivos políticos concretos, no
sobre grupos o colectivos. Si pactamos, como lo estamos haciendo ahora,
contra el anteproyecto de ley del aborto de Ruíz Gallardón, cuántas más
seamos, mejor.
¿Qué piensas de Femen?
El día que vi a
las Femen subidas a la barandilla del Congreso con el lema ‘El aborto
es sagrado’ pintado en su cuerpo, me sentí reivindicada frente a esta
derecha ultramontana que tenemos. Fue una alegría política inmensa. Las
acciones políticas que están haciendo las mujeres de Femen se inscriben
en la tradición de las luchas feministas. Y la utilización del cuerpo
como una herramienta política crítica también forma parte de la
tradición de las luchas feministas.
¿Debemos seguir peleando en el ámbito institucional ahora que el PP está en todas partes?
Para la derecha
las políticas públicas de igualdad son innecesarias porque cuestan
dinero y los recursos que tiene que distribuir el gobierno prefiere
dárselo a las rentas del capital. Estas políticas de igualdad son
políticas de redistribución y han estado en la agenda de los gobiernos
socialdemócratas. Cuando son diseñadas por feministas y tienen
suficientes recursos benefician a las mujeres y en tanto que derechos
sociales, amplían la democracia. La cuestión es que en estos momentos no
me parece lo más importante a nivel estratégico seguir luchando por las
políticas públicas. Creo que nuestra lucha ahora debe concentrarse en
la sociedad civil, en las calle, con movilizaciones sociales. Es el
único lenguaje que entiende la derecha y quizá lo único que puede parar
esa misoginia institucional que habita en el corazón del PP. El
movimiento feminista quizá perdió demasiada energía en las políticas
públicas y desatendió el papel del feminismo como movimiento social. Y
el movimiento es el origen y la base sobre la que se sustenta la
conquista de derechos. Por otra parte, los movimientos sociales
politizan la sociedad y contribuyen decisivamente a crear una cultura
política crítica. Y, desde luego, necesitamos una cultura política
feminista sólidamente anclada en nuestra sociedad.
¿Entonces hay que priorizar la lucha en las calles?
El sistema de
dominio patriarcal, que expropia los recursos y derechos de las mujeres,
debe ser combatido desde todas las instancias sociales sin exclusión.
Frente a la dominación, todos los espacios son potencialmente lugares de
lucha y de resistencia. Sin embargo, creo que ésta es la hora de la
sociedad civil. Es la hora de las movilizaciones sociales, de la
politización de la sociedad, de la reconstrucción del feminismo como un
sujeto político colectivo fuerte y de la creación de una cultura
política feminista que tenga la fuerza suficiente para entrar en el
imaginario colectivo. Y en esta dirección, creo que las feministas
tenemos que volver a poner en el centro de la agenda política feminista
la cuestión de la coeducación. La educación es una fuente inagotable de
ensanchamiento de la subjetividad, de ahí que la coeducación en las
aulas sea un poderoso instrumento contra la subordinación de las
mujeres.
¿El feminismo debe cuestionar también el capitalismo?
A lo largo de
los tres siglos de historia del feminismo, como movimiento social y como
tradición intelectual, se puede rastrear la existencia de una corriente
de feminismo liberal. Y eso está bien porque las mujeres feministas
debemos estar presentes en todos los espacios y en todas las teorías.
Sin embargo, un pensamiento y una práctica feminista que arraigue en la
sociedad, es decir, que tenga la capacidad de dar respuestas a los
problemas sociales de las mujeres, solo puede ser de izquierdas. El
feminismo no puede cerrar los ojos ante las políticas económicas
neoliberales, ni ante la feminización de la pobreza, ni ante las
maquilas, porque el capitalismo neoliberal es hoy una de las principales
fuentes de opresión para las mujeres. Si el feminismo no hiciera una
crítica política del capitalismo se quedaría fuera de la historia. Creo
que la lucha contra la desigualdad económica debe estar ahora mismo en
el centro de la agenda política feminista. Las políticas económicas
neoliberales son, en este momento, el principal obstáculo para la
emancipación de las mujeres. El feminismo debe identificar
analíticamente y combatir políticamente la política sexual del
neoliberalismo, que empobrece a la mayoría de las mujeres del mundo y se
aprovecha de las opresiones específicas marcadas por la raza, la
cultura, etc. para precarizar sus condiciones de vida y bajar sus
salarios.
Si digo Gallardón, ¿qué se te viene a la cabeza? ¿Qué hacemos con él?
Hace algún
tiempo denominé a Ruíz Gallardón ‘el hombre que no amaba a las mujeres’ y
sigo pensando que está bien definido con el título del libro del
escritor sueco, pero creo que hay que completar esa definición: es uno
de los nuevos bárbaros del patriarcado. Es insólito recortar un derecho
civil en un contexto como el europeo, en el que los derechos sexuales y
reproductivos parecían estar sólidamente anclados. La acción de este
bárbaro del patriarcado es un aviso para navegantes: en cualquier
momento, incluso en los espacios políticos más avanzados, las mujeres
podemos ser expropiadas de nuestros derechos, siempre hay payasos como
Ruíz Gallardón que se prestan a esa operación misógina. El subtexto de
este anteproyecto de ley es la negación de la autonomía y libertad de
las mujeres y, al mismo tiempo, nos envía el mensaje de que nuestros
cuerpos no nos pertenecen.
¿Qué hacer? Lo
que estamos haciendo: aparcar nuestras diferencias y concentrarnos en
paralizar este anteproyecto. Y hacer de la calle el escenario político
prioritario de las luchas feministas, sin desdeñar, desde luego, otros
espacios que también nos son útiles. El aborto se puede convertir en un
elemento clave en el rearme ideológico del feminismo.
Foto: archivo Amecopress, cedida por Pikara Magazine; autora Trini Moreno
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