6/14/2014

El “escándalo” de un sexo femenino desnudo


Un sexo femenino desnudo, en primer plano. Inquietante y provocador. Un cuerpo femenino sin rostro, tendido, con una sábana que cubre sólo un seno.



La pintura “El origen del mundo”, en la sala dedicada a Gustave Courbet en el Museo d’Orsay en París.  Un sexo que se muestra y que se oculta, en ese doble juego de la anatomía femenina. Salomé sabía, a la hora de su danza, que la sensualidad es –sobre todo- un juego de imaginarios, el tiempo de los siete velos que caen. ¿Qué sucede entonces ante un objeto de arte que  muestra un sexo femenino sin velo alguno? ¿Por qué no es crudo, sino bello? ¿Qué es lo que logró Courbet en su pintura para hacernos sentir que el misterio comienza –justo- donde se devela? La abismal diferencia entre el arte, y la imagen de pasquín. Entre el arte y la vulgaridad.


El cuadro creado en 1866 llegó al Museo d’Orsay en 1995, como parte del pago por derechos de sucesión de los herederos del psicoanalista Jacques Lacan y  de su esposa Sylvie Bataille. Sylvie, la inolvidable actriz en el columpio en la película. “Una partida en el campo”, de Jean Renoir, su anterior esposo fue Georges Bataille. Esa historia  (Bataille-Sylvie-Lacan) me encanta, pero me desbalago; vuelvo al cuadro.  A la zaga de una pintura a la que cada propietario soñó y amó,  y a la que cada propietario mantuvo oculta. Ocultar el sexo femenino develado, que pudo ser –por fin- admirado en un espacio público, más de cien años después de su creación. Hacia la zaga voy, pero me detengo antes en el más reciente “escándalo”, alrededor del cuadro.

La artista Deborah de Robertis, entró a la sala Courbet en Orsay, caminó hasta colocarse de espaldas al cuadro, levantó su vestido de lentejuelitas, se sentó en el piso, separó las piernas y mostró –durante un buen rato- su sexo desnudo. De fondo se escucha el Ave María de Schubert.  La guardia del Museo le pidió que se retirara, una persona del público gritó: “Noooooo”. La sala se llenó, se escuchan aplausos. Los guardias se agitan en un video que los asistentes y sus “cómplices”, suben a you tube y alguien lo borra, y alguien lo vuelve a subir. Y antes de entrar a algunas reproducciones aparece la advertencia como en los videos que muestra cuerpos torturados y desmembrados: “Hay imágenes que pueden chocar”.

Al lado de la música una voz femenina repite como en una letanía: “Soy el origen, soy todas las mujeres, no me has visto, quiero que me reconozcas…”  Una guardia se coloca frente a ella en el loco intento de ocultarla con su cuerpo uniformado.  Insisten en invitarla a salir. Se queda allí más o menos hasta que se le da la gana. Luego sale, la artista cuenta que afuera los alcanzó el director del Museo preguntando qué pasaba, los guardias le explicaron y el señor respondió: “Tendrían que haberle dado las gracias”. También dice Deborah que lo que hizo no es un “performance”, porque la palabra no le gusta, sino “un gesto”.

La desnudez femenina se exhibe en todos los medios de comunicación, vende desde perfumes y bolsas hasta tractores. Y sin embargo, no se equivocó Deborah al imaginar lo disruptivo y perturbador de su “gesto”. Interesante.


Antes de Deborah, el año pasado, “El origen del Mundo” fue todo un tema cuando  Jean-Jacques Fernier, especialista en Courbet, sacó a la luz su hipótesis: la pintura de Courbet que se expone en Orsay, es solo una parte de una obra más grande que muestra a una mujer que sí tuvo rostro. Sólo que alguien cortó la obra en el camino.  Paris-Match publicó la “exclusiva” de la descubierta de “la cabeza” del Courbet.  El Museo d’Orsay se apresuró a desmentir: “’El origen del mundo no perdió la cabeza…una certeza es confirmada por todos los testimonios del siglo XIX: El cuadro visible en la casa del diplomático Khalil Bey, su primer propietario , era ‘una mujer desnuda, sin pies y sin cabeza’”. 

Parte de lo que acá cuento, es narrado en la investigación y documental de Jean-Paul Fargier y en el texto de Philippe Sollers: “El origen del delirio”. Con el diplomático turco comienza la historia fascinante de la errancia de la mujer “sin pies ni cabeza’”.  Por décadas se pensó que la obra había sido destruida. Existían dos testimonios que la describían: Maxime du Camp en 1876, escribió haberla visto oculta detrás de una cortina, en la casa de Khalil Bey.  En el baño. Edmond de Goncourt aseguró haberla visto con un marchante de arte que la ocultaba detrás de otra pintura de Courbet que algunos afirman era una iglesia, y Sollers afirma que era un pequeño castillo.  En 1967 una foto de la pintura (dicen que muy mala) apareció en el libro: “El sexo femenino”, nadie pudo/quiso decir de dónde salía la foto, pero la prueba circuló: “El origen del mundo” estaba a salvo.  ¿Dónde? ¿En qué ciudad? ¿En qué país? Alguien era su dueño e insistía en guardar el secreto.  Se especulaba que si Budapest, que si París.

Khalil Bey era propietario de una colección de arte espectacular. Parece ser que escuchó hablar de una pintura erótica de Courbet y  fue a buscarlo: el pintor ya había vendido “Venus y psique”. Habrá tenido su patatús el coleccionista. Se cuenta –a ciencia incierta- que el diplomático sugirió a Courbet que pintara para él: “El sexo de una mujer después del orgasmo”. Quizá fue Courbet quien lo pensó solito, el erotismo era muy suyo.  A Bey le gustaban los juegos der azar y de mesa en mesa y pérdida en pérdida tuvo que separarse de la pintura.  Se sabe que en 1913, “El origen del mundo”, estaba en venta en una galería de París, allí la compró el barón Hatvany y la trasladó a Budapest en donde la “mujer sin pies ni cabeza”, cohabitó durante 30 años con pinturas de Picasso, Cézanne, Manet.

En 1944,  los nazis ocuparon el palacio,  Hatvany era judío, huyó dejando la pintura protegida en un banco. Los nazis huyeron, llegaron los rusos, encontraron el cuadro.  Hatvany ya exiliado en París (1948), recibió una propuesta: volver a comprar una parte de su colección saqueada. Recuperó “El origen del mundo”, que fue transportado hasta sus brazos nostálgicos por valija diplomática. No sé desde dónde, el vendedor fue un oficial de la Armada Roja.  Y de la mujer lánguida se perdieron los Museos de Moscú o de San Petesburgo.

En 1955 Sylvie Bataille ve la obra, y arrastra a su esposo a verla. La compran (un millón y medio de francos) y la llevan a su casa de campo en Guitrancourt. Dicen que Sylvie consideró que había que cubrirla de alguna manera: “Los vecinos y la señora de la limpieza no comprenderían”.  ¿De veras una mujer como ella habría dicho una frase semejante?  Extraño para creer, en una tan cercana lectora de Georges Bataille. ¿Y si lo dijo Lacan mismo? Ni manera de saber, pero cierto que atribuirle esas palabras a uno de los más grandes Maestros del psicoanálisis, podría parecer en su descrédito. A mí me encanta pensar que fue él quien decidió esconderla. Algo así como: “Querida, me encanta la belleza de mi recién adquirido sexo femenino, pero, ¿qué te parece si lo oculto?”.  Esta versión calumniadora me parece un homenaje a esa maravillosa especie de histeria del personaje Lacan.

Sylvie era cuñada del pintor André Masson, y fue a él a quien solicitó (hay quien dice que fue Lacan) que creara una pintura que pudiera ser una reminiscencia de “El origen del mundo”, pero menos perturbadora. Una vez más, a taparla. Primero la cortina de baño, luego la pintura-iglesia o castillo, y para la época de Lacan: “Tierra erótica”, pintada por Masson. Se corría un panelito –sólo a la vista de privilegiados- y aparecía el sexo femenino desnudo.  Sollers nos dice los nombres de algunos de los invitados a admirar la obra: el antropólogo Lévi Strauss, la escritora Marguerite Duras, la fotógrafa surrealista Dora Maar,  el pintor Picasso, el filósofo Pontalis,  el etnógrafo y escritor Michel Leiris.  El minúsculo mundo del “Todo París”.  Y Lacan, ¿se fumaba su puro frente a la imagen? Tal vez.  ¿Uno o cuántos? Allí en su biblioteca, entre la sensualidad femenina y su colección de incunables.

A la muerte de Lacan en  1981, Sylvie conservó el cuadro y –por primera vez en la historia de esta pintura- lo prestó para dos exposiciones: Brooklyn y Ornans. Después Orsay. Sollers recrea la ironía involuntaria de la circunstancia: la “recepción” del cuadro estuvo a cargo del Ministro conservador Douste-Blazy, nacido en Lourdes, y Sollers jura que el Ministro evitó meticulosamente cualquier cercanía con la pintura, para no aterrar a su electorado.

La apertura. El público. Las imágenes. El mundo entero puede mirar a la mujer que yace sobre una sábana blanca, la tarjeta postal más vendida del Museo d’Orsay. Nadie conoce el nombre de la modelo. ¿Quién es? ¿Qué significó en la vida de Courbet? “Quizá la inquietud no es sólo por el cuerpo, que podría ser  el de cualquier mujer, sino su posición gozosa, que rompe el mito que asocia la intensidad del orgasmo de la mujer al tamaño del amor que guarda por su amante. El origen del mundo nos muestra a una mujer solitaria, arrojada a un placer que trasciende al coprotagonista del acalorado encuentro, no es una escena romántica, es una representación del más puro erotismo”, escribe el psicoanalista Juan Pablo Brandt.

Es muy interesante la reflexión de  Brandt,  pero para mí – y en lo demás coincido- que “la mujer sin pies ni cabeza”, estaba perdida de amor por su amante, un poeta gitano de cabellos largos y con ricitos. Invento. O un trapecista ruso, también  con ricitos. Invento.  O un escritor mexicano. Y yace allí Ella, después de la tormenta romántica, (jugando acá con el nombre del movimiento alemán precursor del romanticismo “Tormenta e ímpetu”, Sturm und Drang ) Y a cada quien sus palabras, sus emociones, sus interpretaciones y sus historias por inventar. “Una mujer después del orgasmo”, un homenaje a los modos del placer femenino.  Eso. Lo explícito y lo oculto, como en el enigmático discurso lacaniano.  

2014. Museo d’Orsay. Deborah expone su sexo desnudo y una voz femenina repite: “Soy el origen, soy todas las mujeres, no me has visto, quiero que me reconozcas…” Ímpetu y tormenta.

En otro tema… no tan distinto

El Museo Nacional de Arte (INBA) y qué pena que se hayan visto obligados a hacerlo, subió la siguiente disculpa en su página de Facebook:

“Pedimos una disculpa a todas las personas que se han incomodado por los desnudos artísticos que hemos compartido con motivo de la exposición 'El hombre al desnudo' en esta red social, sin embargo les suplicamos que no denuncien las imágenes que subimos porque Facebook puede cerrar definitivamente esta página, que ha servido como vía de comunicación directa con todos ustedes. En el Museo Nacional de Arte esperamos contar con su amable comprensión”.

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