MÉXICO,
D.F. (Proceso).- Los primeros 18 meses de la presente administración se
han caracterizado por un alud de reformas constitucionales que no se
consolidan, no convencen o pueden revertirse. Acostumbrados a la
debilidad de un estado de derecho que tampoco acaba de afianzarse, los
ciudadanos ven crecer su escepticismo sobre la efectividad de las
nuevas leyes y de su eventual cumplimiento en beneficio de la sociedad.
Si a ello sumamos la falta de un avance certero en el combate a la
inseguridad, se explica que el nivel de popularidad del presidente sea
inferior al de sus antecesores, a pesar del gasto multimillonario en
publicidad gubernamental personalizada. Además de reformar, es
necesario reformarse.
Caso
paradigmático es el de la reforma fiscal, que al parecer reclama ser
reformada a fondo. En lugar de ser sustento de la energética, la
hacendaria se malogró desde antes de nacer con una transformación
radical al verse que el IVA a alimentos y medicinas no transitaría en
el Congreso, lo cual ponía en riesgo la aprobación de la energética.
Del apresuramiento, la presión y la improvisación surgió un engendro
que no satisfizo a nadie y tampoco ha promovido la inversión ni el
consumo ni la productividad; lo cual ha provocado que las expectativas
de crecimiento para este año se hayan reducido más de un punto
porcentual. Después de un prolongado optimismo forzado, el secretario
de Hacienda tuvo que reconocer que su expectativa de crecimiento del
producto interno bruto (PIB) en 2014 no será de 3.9, sino de 2.7%.
Días
más tarde, el presidente Peña Nieto anunció seis medidas emergentes
para acelerar el mejoramiento de la economía: 1. Reducir el impacto
negativo que ha tenido la restricción del uso de dólares en efectivo en
la frontera. 2. Facilitar el comercio y eliminar las barreras a la
exportación. 3. Mayor financiamiento a las micro, pequeñas y medianas
empresas. 4. Modernizar las reglas de operación de los Gabinetes de
México Próspero y México Influyente, con el fin (presunto) de fomentar
la productividad. 5. Acelerar el desarrollo de la infraestrucutra. 6.
Asegurar que la reforma energética beneficie la inversión y el
crecimiento de la industria nacional en dicho sector. Finalmente, en
jerga futbolera, el mandatario expresó: “Con la camiseta bien puesta,
juguemos en equipo y ganemos como nación”.
El exhorto
presidencial fue agradecido por el recién reelegido presidente del
Consejo Coordinador Empresarial (CCE) mediante un severo
condicionamiento, del cual destaco tres puntos medulares:
En
primer lugar, la abierta oposición de los empresarios a la reforma
fiscal emprendida por el actual gobierno. Sin ambages, el dirigente
empresarial expresó el desacuerdo con el marco fiscal vigente, debido a
que no promueve un mayor dinamismo en el mercado interno. Y, por si no
hubiera quedado claro, enfatizó la necesidad de “impulsar una reforma
hacendaria integral en el futuro, que nos permita tener un régimen
tributario y de gasto público más eficiente, equitativo y justo, que
promueva unas finanzas públicas realmente sólidas y sustentables, y que
al mismo tiempo sea un potente promotor de la inversión, el
crecimiento, el empleo y la formalización económica”. Aunque en primera
instancia se pudiera estar de acuerdo con la proposición del sector
privado, no olvidemos que los empresarios no tienen ideas, sino
intereses (Octavio Paz dixit).
En segundo término, el
tono crítico y demandante del discurso del presidente del CCE:
“Reformar las leyes es indispensable pero insuficiente. Hay que
reformar la voluntad y la capacidad para cumplirlas”. Se ha renovado la
Constitución, pero para transformar al país es necesario cumplir con
una agenda formada por cinco ejes rectores: estado de derecho,
seguridad, justicia, combate a la corrupción y gobernabilidad
democrática. (El presidente de los empresarios fijándole la dirección
del gobierno al presidente de la República. O exigiéndole que cumpla lo
ofrecido.)
En tercer lugar, el énfasis del líder
empresarial en el combate a la corrupción, fenómeno del cual miembros
de su sector son parte activa. No obstante, coincido con su
diagnóstico: “El combate a la corrupción tiene que ser la bandera del
México nuevo, (es) el gran tema pendiente, prioridad estratégica de la
sociedad, de las empresas y del gobierno. La corrupción debe abordarse
como un asunto de seguridad nacional”. Asimismo, exigió al Ejecutivo no
olvidar ni “congelar” la iniciativa de crear una comisión
anticorrupción ciudadana y autónoma. Bravo, siempre y cuando la
corrupción se combata también en los bueyes propios, no sólo en los del
compadre.
Vuelvo a las medidas que impulsará el
gobierno del presidente Peña. Me detengo en la cuarta, mediante la cual
se pretende estimular la productividad. De acuerdo con la revista The
Economist, la principal razón del mediocre desempeño económico del
país es la baja productividad, y el gobierno mexicano no está haciendo
lo necesario para fomentarla. Por el contrario, señala con razón el
semanario británico, la promesa de crear un nuevo Sistema de Seguridad
Social Universal se ha esfumado de la agenda presidencial, con lo cual
se promueve el peor enemigo de la productividad: la economía informal.
En
ella trabajan tres de cada cinco mexicanos, lo que equivale a 28
millones de trabajadores. El gobierno se ha propuesto incorporar a la
formalidad a 200 mil por semestre. Ello significa que en 70 años se
acabaría con la informalidad laboral. Si, en cambio, fuera creado el
mencionado sistema de seguridad social que diseñó Santiago Levy,
creador de Oportunidades y actualmente funcionario del Banco
Interamericano de Desarrollo, sería financiado por fondos públicos
recaudados de los trabajadores formales, y ello propiciaría un aumento
de dos puntos porcentuales en el crecimiento anual del PIB. (Un motivo
de atraso, Proceso 1918, 6/8/13.)
¿Por qué desechó el
presidente Peña ese proyecto que apoyó inicialmente?, se pregunta The
Economist. Acaso porque el incremento de la productividad y su impacto
en el crecimiento económico del país está íntimamente vinculado a la
sucesión presidencial. La revista inglesa advirtió: Si el presidente
Peña no logra un crecimiento de 5 o 6%, lo perseguirá “el fracaso”. Y
agregó: No sólo a él, sino al principal de sus posibles sucesores.
Reformar y reformarse.
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