Carlos Bonfil
Fotograma de la cinta Melancolía, de Lars von Trier, que aparece en la portada del libro El cine actual, confines temáticos, de Jorge Ayala Blanco
En El cine actual, confines temáticos (UNAM,
2014), nueva aventu- ra intelectual de Jorge Ayala Blanco, se reúnen
350 críticas, vistas y analizadas en un lapso de tres años. El metódico
crítico de cine organiza el contenido en nueve apartados temáticos y
lanza una interrogante sólo en apariencia sencilla: ¿de qué manera el
cine actual intuye, aborda y expone los temas que le interesan, cómo
los sacude, subvierte, remodela y transforma desde su concepción
original hasta el producto que finalmente llega a las pantallas? Y en
el prólogo del libro señala la pertinencia de esa inquietud:
A estas alturas del derrumbe y la desaparición de los valores estéticos, lo menos relevante es si te gustó o no la película. Lo que importa es cómo fundamentas tu gusto y tu emoción, cómo los argumentas, cómo los demuestras. Lo importante es lo que viste en la película y cómo lo expresas. Cómo te han afectado los confines temáticos, cada confín temático en particular. El juicio evaluador va implícito en el tono, en los conceptos manejados, en los adjetivos, en el extrañamiento.
Ayala Blanco, quien durante largos periodos encauzó su labor crítica
por dos rutas distintas y aparentemente opuestas, casi excluyentes
entre sí, la del llamado cine popular y la de una cinefilia exquisita,
concentrando su interés actual en la segunda categoría, conoce mejor
que nadie que no existe un solo público para todas las películas ni
tampoco una película particular para todos los públicos. Que tarde o
temprano el crítico que en principio contemplaba llegar a todos los
lectores posibles, e incidir en categorías muy variadas de espectadores
potenciales, termina dirigiéndose, en su medio de elección, a un lector
muy específico, un lector diríase cautivo, que será a la postre su
interlocutor virtual, su receptor privilegiado.
Jorge Ayala Blanco es, de modo pleno, un crítico de cine y un gran
maestro, el formador de varias generaciones de cinéfilos. O en palabras
del sociólogo francés Jacques Rancière: un maestro emancipador y un
crítico emancipado. Si dejamos de lado sus legendarias fobias (que
muchos podemos también tener, pero que a muy poca gente interesan), y
concentramos nuestra atención en sus múltiples filias (tan
deliciosamente compartibles), la virtud cardinal del crítico Ayala
Blanco es su disponibilidad para ser un interlocutor abierto y
generoso, un maestro del entusiasmo cotidiano.
Apunta Rancière:
Emancipar al alumno es enseñarle a usar su propia inteligencia, ya que el maestro
no les enseña a sus alumnos su saber, sino les pide que se aventuren en la selva de las cosas y los signos, que digan lo que han visto y lo que piensan de lo que han visto, que lo verifiquen y lo hagan verificar. Lo que ese maestro ignora, en definitiva, es la desigualdad de las inteligencias(El espectador emancipado, 2008).
Cabe
suponer que algo similar debe practicar Ayala Blanco en sus clases, si
nos atenemos a la calidad de esas lecciones informales que son siempre
sus pláticas con los amigos. Y a esa virtud de maestro emancipador que
con tanta justeza define Rancière, cabe añadir la virtud del crítico
emancipado, esa categoría a la que él pertenece y que describe de esta
manera: “El espectador emancipado (en especial el crítico) sólo
participa en la performance fílmica rehaciéndola a su manera,
sustituyéndose por ejemplo a la energía vital que se supone ésta debe
transmitir para hacer de ella una pura imagen y asociar esa pura imagen
a una historia que ha leído o soñado, vivido o inventado”.
En estos días en que buena parte de la crítica de cine padece en
México los embates de la censura más velada que pueda uno imaginar, y
que consiste en reducir o suprimir los espacios reservados a ese oficio
en diarios y revistas, a doblegar el ejercicio crítico orillándolo a la
rutina de recomendaciones al vapor, o a descalificaciones sumarias sin
mayores elementos de análisis, la noción de crítico emancipado adquiere
una relevancia inusitada.
No se trata ya sólo de emancipar la imaginación al momento de ver
una película, y ofrecer luego a los lectores una recreación literaria y
crítica de lo visto, sino de romper con los yugos de un mercantilismo
voraz que hace de muchos medios meras vitrinas de la cultura más
elemental de la distracción y el entretenimiento.
Jorge Ayala Blanco ha debido apostar, con la resolución de siempre y
obligado también por las circunstancias, por resguardar y mantener viva
su labor crítica en ese espacio que es el mundo de los libros, y que
sólo por el momento parece un poco más confiable. Paralelamente ha
optado por difundir sus escritos a través de su blog de cinefilia
exquisita o de la página de Face-book que han diseñado para él sus
seguidores más fieles. Su estrategia de supervivencia crítica señala lo
que bien pudiera ser en un futuro cercano una opción para cualquier
otro periodista de cine interesado en rechazar la docilidad impuesta.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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