Este desenlace es inaceptable para quienes manejan las redes de impunidad y de saqueo. Quien no sabe “aceptar la derrota” no es el tabasqueño, sino el sistema de corrupción y violencia institucionalizada que ha malgobernado desde hace 71 años, a partir de la creación del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1946. La llegada a Los Pinos de alguien honesto, digno y cercano al pueblo implicaría la pérdida de enormes negocios, e incluso posible responsabilidad penal, para una gran cantidad de individuos que hoy viven como simples parásitos del sistema.
Las estrategias para la defraudación de la voluntad popular se modernizan y actualizan con cada elección presidencial. En 1988, simplemente “se cayó el sistema” y se reacomodaron las cifras desde la Secretaría de Gobernación para garantizar el “triunfo” de Carlos Salinas, con 51% de la votación. Posteriormente, la flamante alianza entre el PRI y el PAN, articulada por medio de la voz de Diego Fernández de Cevallos, ordenaría la destrucción de las boletas electorales para evitar cualquier cuestionamiento futuro de la legitimidad de Salinas.
En 2006, el instituto electoral supuestamente “autónomo” utilizó técnicas un poco más sutiles de manipulación informativa para hacer lo mismo que Gobernación en 1988. Todos recordamos cómo el entonces presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), Luis Carlos Ugalde, quien había llegado a su puesto gracias a su cercanía con Elba Esther Gordillo, ordenó a los consejos distritales del instituto limitar al máximo el recuento de los votos. Posteriormente, tanto el IFE como el Tribunal Electoral se negaron a permitir el escrutinio ciudadano de las boletas electorales y finalmente las mandaron destruir utilizando los mismos argumentos que en 1988.
En 2012, se modernizó el sistema de fraude electoral complementando las viejas estrategias con algunas novedades. Nunca antes en la historia de México había fluido tanto dinero irregular en una campaña electoral. La Comisión Especial Monex, de la Cámara de Diputados, estimó que Peña Nieto había rebasado por lo menos 14 veces el tope de gastos establecido por la ley. En 2012 el enorme flujo de dinero ilegal desbordó todos los ríos, financiando cobertura mediática sesgada, encuestas cuchareadas, hackeo y manipulación digital, acarreos enormes a los actos de campaña del PRI y el operativo de compra y coacción de voto más grande en la historia de México.
Estamos obligados a preguntarnos respecto de las fuentes de este insultante gasto electoral. El IFE jamás investigó, pero periodistas independientes, como Carmen Aristegui, han revelado que por lo menos una parte del financiamiento para las tarjetas Monex provino de otra empresa, Grupo Comercializador Cónclave, que es manejado por uno de los operadores financieros más importantes del Cártel de Juárez (véase: http://ow.ly/xaPa309wdYa).
El régimen autoritario ya viene ensayando nuevas estrategias de fraude para complementar las ya utilizadas en 1988, 2006 y 2012, y así evitar tener que reconocer su inminente derrota en 2018. Uno de los mecanismos nuevos más importantes es la utilización de las redes sociales para sembrar pánico y miedo entre la población.
Por ejemplo, en las pasadas elecciones para gobernador de Veracruz, en 2016, circularon miles de mensajes apócrifos vía WhatsApp, SMS, Facebook y Twitter con “información” de posibles actos de violencia que pudieran ocurrir el día de las elecciones, con el fin de que los ciudadanos libres no salieran de sus casas para participar en los comicios. Simultáneamente, se protagonizaron algunos actos de violencia estériles –evidentemente provocados y que no “pondrían en riesgo la validez de las elecciones” desde un punto de vista legal– con el fin de generar notas periodísticas que validaran la histeria circulante vía redes sociales.
Esta estrategia del miedo se perfeccionó en el contexto de las protestas contra el gasolinazo a principios del año en curso. Tal y como ya hemos documentado en estas páginas, el gobierno de Estados Unidos y sus aliados en América Latina han aplicado sistemáticamente estrategias de “guerra psicológica” por lo menos desde el golpe de Estado orquestado por Washington en Guatemala en 1954 (véase: proceso.com.mx/469711/saqueadores).
¿Cómo derrotar la cuarta generación de fraude electoral que ya se viene preparando en los corrillos del poder?
Con una enorme alegría popular y una masiva participación ciudadana que no solamente retaca las urnas con votos dignos sino que también llena los espacios públicos y las redes sociales con una gran celebración nacional a favor del inicio de un nuevo régimen.
No podemos esperar que surja espontáneamente otro movimiento de dignidad juvenil, como el de #YoSoy132, en 2012, sino que tenemos que organizarlo e impulsarlo desde ahora. Y el día de las elecciones presidenciales no podemos limitarnos a solamente depositar nuestros votos, sino que también tenemos que reu­nirnos en todas las plazas públicas del país, pacíficamente y con gran alegría, para demostrar tanto al Instituto Nacional Electoral (INE) como al régimen de oprobio que ha llegado la hora para que mande el pueblo.
No podemos confiar en el INE, pero sí ha llegado la hora para confiar en nosotros mismos. Quienes se resisten al cambio son en realidad muy pocas personas, aunque cuentan con grandes recursos y buscarán infundir miedo y zozobra entre la población. Nosotros somos más y, si nos organizamos, podemos ahogar fácilmente el miedo y las mentiras con una enorme ola de alegría y participación ciudadana. Hasta la victoria, siempre. l
Este análisis se publicó en la edición 2105 de la revista Proceso del 5 de marzo de 2017.