Como el PRD ha
dejado de ser una opción singular, es decir, ya no aspira a hacerse
cargo del poder político de la República, se ha instalado plenamente en
el mercado político mexicano. Al hacerlo, cada vez que va a haber una
elección se analizan en sede perredista las posibilidades de formar
parte de algún esquema político de los adversarios. Así hemos visto las
alianzas electorales con Acción Nacional y, ahora, las candidaturas
propias con el propósito de ayudar a derrotar a Morena.
Según los
ofrecimientos de las fuerzas contrarias –los dos partidos relevantes de
la derecha mexicana (PRI y PAN)–, la dirección del PRD toma sus
decisiones. Siempre se discute si es mejor aliarse con el PAN o
desempeñar el papel de palero, es decir, tener candidatura sin
opción real de gobierno pero tampoco discurso propio, definido, crítico,
fuerte, convocante: ambos elementos ya se han perdido lastimosamente.
El
mercado funciona mediante pactos públicos o en la oscuridad, pero de
acuerdo con las ofertas que hacen otros. Por ejemplo, en Nayarit, el PRD
apoyaba al alcalde panista de Tepic, más la lucha interna en el PAN
arrojó otro candidato de ese mismo partido, al cual decidieron respaldar
los perredistas después de ponerse de acuerdo, superficial y
lastimeramente, con éste más no con el PAN. Lo que siempre se descartó
fue buscar la alianza de las izquierdas.
Por otro lado, en el
Estado de México, luego de que un grupo de perredistas (Nueva Izquierda)
fracasó en la búsqueda de una alianza con el PAN, el otro grupo, el que
resultó victorioso en el lance (ADN), logró postular un candidato, lo
cual no estaría nada mal si no fuera porque no pocos tienen el propósito
de dividir el voto popular de la izquierda, lo que le daría el triunfo
al PRI o al PAN. En realidad, la izquierda en su conjunto es ahora
mayoría electoral relativa en el Estado de México.
Como parte del
mismo fenómeno, hay estados donde el PRD mantiene la conducta de
permitir que el gobernador en turno dirija más o menos al partido. Tres
ejemplos: en Veracruz, Javier Duarte (PRI) manejó al PRD durante varios
años y hoy lo hace el nuevo gobernador, Miguel Ángel Yunes (PAN); en
Chiapas, el gobernador Manuel Velasco (PVEM) tiene comprados a varios de
los principales dirigentes perredistas.
Miguel Ángel Mancera
maneja a su gusto al presidente del PRD en la CDMX y a otros líderes y
legisladores quienes ya le han postulado formalmente como precandidato a
presidente, lo cual ayuda al esclarecimiento político, pero ese
abrumador manejo es ilegítimo en tanto que el jefe de gobierno no es
miembro del partido. Las operaciones político-mercantiles se realizan
casi siempre con poderes públicos.
He dicho antes que el PRD
siempre está en venta, más eso requiere una aclaración. Nadie lo compra
para siempre y en todos niveles y lugares. El sistema no funcionaría de
esa manera. En realidad se trata de ventas sucesivas o simultáneas en
las que el servicio brindado y el comprador pueden ser cambiados o
modificados según el lugar, la coyuntura, las contraprestaciones,
etcétera.
Frente a la elección presidencial de 2018, el plan de la
dirección nacional del PRD consiste en esperar a que las ofertas
políticas adquieran mayor claridad para decidir qué hacer. Una alianza
con el PAN no está descartada en absoluto si acaso hubiera algo de
suerte. La candidatura de Mancera o de Aureoles, el palerismo,
es un posible escenario si hubiera un buen convenio con el gobierno
actual (PRI) para combatir a López Obrador. Apoyar a un candidato
independiente podría ser una variante del palerismo. Lo menos
grato para los actuales líderes perredistas sería una alianza con Morena
si se estrecharan las posibilidades de otras salidas o los
acontecimientos no dejaran otra opción.
El PRD puede hacer cualquier cosa con cualquiera, pero siempre de acuerdo con el mercado político nacional.
¿Es útil a su país un partido así?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario