3/16/2017

Educar para la libertad, pero sin concesiones políticas



Tatiana Coll
La Jornada 
El nuevo plan para la educación ambiciosamente denominado Modelo educativo para la enseñanza obligatoria: educar para la libertad y la creatividad, fue presentado como siempre en un reluciente acto en Palacio Nacional, en presencia, también como siempre, de todos los poderes institucionales y fácticos. Lo primero que ha recogido la prensa, en general, de las palabras del responsable mayor de dicho modelo, el secretario de la SEP, es que en la ruta de implementación del nuevo modelo educativo no habrá concesiones políticas. Salta a la vista que un modelo que pretende educar para la libertad, pero que debe ser impuesto sin concesiones políticas (mensaje típico-críptico-priísta para los maestros democráticos), representa una aberrante contradicción. Para Aurelio Nuño Mayer y los aplaudidores del nuevo modelo, la libertad consiste entonces en aceptar e impulsar la propuesta. La libertad como ejercicio unilateral de acuerdo.
En consecuencia, la comprensión del corrupto líder magisterial, Díaz de la Torre, sobre la implementación de este nuevo modelo va por el mismo camino y amenaza con que el SNTE tampoco permitirá que las propuestas para la formación y desarrollo profesional docente se conviertan en campos de batalla ideológicos, económicos o políticos. Si entendemos bien, la posibilidad de educar para la libertad y la creatividad y como dijo el propio presidente Peña Nieto la educación para formar un individuo libre, responsable y comprometido, ciudadano, pero también (sic) con las mejores causas de la humanidad consiste en cerrar paso al disenso, a la reflexión crítica, al análisis de las condiciones reales económicas, políticas y sociales, así como de ignorar los diferentes debates teórico-ideológicos. El modelo es tan perfecto y rotundo que debe ser aceptado sin rechistar.
Una vez más podemos comprobar que el espacio educativo sigue siendo el preferido por el gobierno y sus acompañantes empresariales y partidistas, para desplegar todas las armas demagógicas y tratar de convencernos de su enorme patriotismo y preocupación por todos los mexicanos y mexicanas sin distinción. Una vez fracasadas sus reformas, sobre toda la energética y su consecuente gasolinazo, vuelve presuroso al terreno educativo donde todo puede ser grandilocuente retórica vacía.
He venido entrecomillando el término nuevo modelo con toda intención. En el documento del modelo educativo se establece el nuevo eje curricular que guiará el trabajo docente: desarrollar aprendizajes claves, aprender a lo largo de la vida, aprender a aprender, dejar de lado las formas memorísticas, en fin, una verdadera revolución educativa. Para algunos que llevamos años de trabajo dedicados a analizar los problemas educativos, y gozamos aún de buena memoria, resulta risible y lamentable que se presente con tanto boato el nuevo modelo que repite lo que viene diciéndose desde hace más de 20 o 30 años.
Baste traer a la memoria el muy conocido libro de Aprender a ser, coordinado por Edgar Faure, quien presidió la Comisión designada en la Conferencia General de la Unesco que en febrero de 1971 encomendó la tarea de estudiar la situación de la educación en el mundo y las posibles estrategias a desarrollar, a un grupo importante de personajes comprometidos con la educación. Además de proporcionar un detallado estudio comparativo entre los sistemas educativos de los países desarrollados y los subdesarrollados, despliega un número importante de análisis y propuestas, entre ellas, las más conocidas son: la escuela no debe estar separada de la vida; se debe combinar la teoría, la técnica y la práctica, el trabajo intelectual y el manual; los conocimientos se colocan en un circuito continuo de acción y retroacción con la vida cotidiana; eliminar los aprendizajes exageradamente teóricos y memorísticos, la expresión escrita repetitiva y convencional; se aísla arbitrariamente las humanidades de las ciencias; la enseñanza debe consagrar un menor esfuerzo a la distribución y almacenamiento del saber adquirido y prestar una mayor atención al aprendizaje de los métodos de adquisición: aprender a aprender (Alianza Editorial, 1973). Años después, 1994, Jacques Delors condensó en tres grandes frases paradigmáticas este sentido innovador. Pero de tanto repetir y repetir esta propuesta sin implementarla y hacerla realidad, se ha convertido en mera consigna vacía.
Esta vuelta a lo trillado se acompaña de lo que la burocracia educativa ha acuñado como autonomía curricular, totalmente contradictoria con toda la parafernalia estandarizadora, clasificadora y medidora que han puesto en marcha a rajatabla, también, mediante las evaluaciones a todos los procesos y actores del sistema educativo. No puede practicar ninguna autonomía curricular quien será sometido a estas pruebas constantes donde se marcan con precisión los indicadores y parámetros que deben ser cumplidos para sostener su empleo y funciones docentes. Si la inalcanzable meta sigue siendo el examen PISA, cada vez estaremos más lejos.
Para desarrollar verdaderamente una propuesta de educación autónoma en la currícula y la gestión escolar, una propuesta para la libertad y la creatividad, habría que cambiar totalmente las condiciones políticas, económicas y sociales que operan en el sistema educativo nacional. Pero es precisamente lo que no quieren ni siquiera discutir, las concesiones que no darán.

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