3/17/2017

¿Martirizar la Constitución?



Gabriela Rodríguez
Ya son muchos los ataques contra la Constitución de la Ciudad de México, una de las más progresistas del mundo. La imagen me remite al martirio de San Sebastián: una lluvia de flechas atravesando el torso de una figura masculina, pintada por hombres: Botticelli, El Greco, Rafael, se considera la primera pintura de un desnudo masculino. Siempre representado como un joven imberbe, con expresión de placer y de dolor, el inherente homoerotismo de sus imágenes lo convirtió en el primer icono gay de la historia de occidente. Para Tennessee Williams, San Sebastián es el primer gay martirizado en occidente, Oscar Wilde utilizó el nombre Sebastián como su propio alias después de su liberación de prisión. Actualmente es patrono de las personas Queer o LGBTI.
Asaeteada por la Procuraduría General de la República, por la Presidencia de la República, por el Tribunal Superior de Justicia capitalino, por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, por el presidente del Senado, nuestra Constitución –siempre sustantivo femenino, como la ciudad– es blanco de instituciones federales, de verdugos que torturan a ciudadanos y ciudadanas con diversidad de identidades y de sueños. Nos atacan por querer forjar una nueva cultura política que reconozca la pluralidad y el sentido de vanguardia de la sociedad capitalina, por escribir un marco legal que permita cambiar las formas autoritarias de gobierno, por ciudadanizar un Poder Judicial que sólo ha reproducido la injusticia, por pretender enfrentar con seriedad la corrupción y por querer ampliar y hacer exigibles los derechos humanos.
Al supremo poder conservador no le gusta nada la Constitución de la ciudad, afirmaba en días pasados un desplegado de Morena. Como ocurrió hace unos días en el Congreso federal, cuando las diputadas de Morena, junto con las de MC y del PRD tuvieron que tomar la tribuna para exigir que en todo el país las mujeres decidan si optan por abortar en caso de violación. Las instituciones de la Federación no quieren la ampliación de derechos humanos ni reconocer la personalidad jurídica de individuos y comunidades locales en la Constitución de la Ciudad de México, se trata de una embestida retrógrada para negar los derechos de las mujeres y desconocer los logros del feminismo y del movimiento LGBTI; ataque que busca reducir a programas de planificación familiar los emergentes derechos sexuales y reproductivos.
Con flechas de tres tiros dan golpes contra la transparencia, la exigibilidad y la justiciabilidad de los derechos humanos; no quieren que haya Internet gratuito ni que los periodistas tengan derecho al secreto profesional, tampoco quieren la autonomía para pueblos originarios y comunidades indígenas. Se oponen a la libertad sindical, a la libre asociación y a la justicia laboral de las y los trabajadores. Se niegan a elevar a nivel constitucional el derecho a la pensión universal de adultos mayores, a la educación superior y a la cultura. Quieren privatizar el espacio público, el agua potable y su gestión. Como quieren aferrase al poder y sostener estilos ostentosos y corruptos de vida, tienen pánico a la revocación de mandato y a la autonomía del Poder Judicial, quisieran que los diputados sean relectos hasta por cuatro periodos, en vez de uno, como quedó estipulado.
Sin consultar a los miembros de ese cuerpo legislativo, el presidente del Senado objeta la autonomía de las alcaldías, el derecho a la salud, a la muerte digna y al uso terapéutico de la mariguana; también niega el tercero constitucional, al desconocer la laicidad del Estado y al considerar que impartir educación básica y reconocer el derecho a la educación superior de la ciudadanía capitalina es competencia exclusiva de la Federación.
A fin de fortalecer y legitimar más una constitución local que satisface en 80 por ciento la agenda de Morena, este partido presentó recurso ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) por la asignación de legisladores federales del Senado y del Congreso en la Asamblea Constituyente, recurso que probablemente retirará por extemporáneo; también presentó como recurso inconstitucional la paridad de diputados uninominales y plurinominales en la conformación del Congreso local, y objetó que no se sometiera a referendo.
Morena defenderá todos los derechos de la ciudadanía logrados en la Constitución capitalina, porque en la Asamblea Constituyente fue muy difícil romper las barreras que nos presentaban continuamente los diputados impuestos por el Ejecutivo y el Legislativo federal, esos mismos que fueron enviados por Enrique Peña Nieto y los partidos alineados, y quienes firmaron con alegría la Constitución de la Ciudad de México. Los mismos que ahora parecen arrepentidos y regañados por un furioso poder central que quiere opacar el brillo ejemplar de nuestra Constitución, que quiere anular un texto antineoliberal que contrasta con una Carta Magna federal parchada por 11 reformas fallidas.
Acribillada como San Sebastián, nuestra Constitución sobrevivirá al supremo poder conservador, porque esta lucha no es jurídica, sino electoral, y lejos de desdibujarse, es probable que el dictamen de la SCJN termine fortaleciéndola. Ante un enemigo común, la acción podría resultar unificadora de las izquierdas, de este lado en que hoy late un corazón que se está librando de las saetas.

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