Vemos varios indicios que implican baja en la producción, en relación con el comercio exterior.
Samsung, empresa de Corea del Sur, evalúa mudar parte de producción
de México a Estados Unidos. Esto va en sentido opuesto a tendencias
históricas anteriores. Ya hubo por lo menos un hecho anterior: la
suspensión de la construcción de una planta de la Ford en México que
exportaría productos a Estados Unidos. Estos casos parecen ser resultado
de la política del nuevo presidente del país del norte.
Otro caso es la caída de la balanza comercial de México con Colombia.
Primero bajó ligeramente de 4 mil 808 millones de dólares en 2011 a 4
mil 715 en 2012. Ya en el actual sexenio, bajó más, hasta mil 968 en
2016. La baja total fue de casi 60 por ciento.
Estos y otros ejemplos configuran un panorama económico que
contradice el discurso oficial, que considera la gloria a un posible 2
por ciento de crecimiento, cuando que incluso ese monto, que en
producción por habitante se ve casi anulado, debería compararse con el
crecimiento de alrededor de 6 por ciento anual que tuvimos desde el fin
del cardenismo hasta 1982.
Después de este último año tuvimos una política económica de
privatización gradual de los principales bienes, de reducción de
salarios reales y prestaciones, y de mayor entrega al imperio. En
diferentes momentos, se fueron liquidando anteriores conquistas, como
los ejidos, en especial los ejidos colectivos, y otras formas que
tuvieron su mayor peso durante el cardenismo.
Lo que ahora vemos es la decadencia de esa política económica que nos
fue impuesta principalmente desde 1983. Ya el régimen actual ha
unificado cada vez más a la población, incluso a sectores empresariales,
pero en su contra.
El régimen actual no ha sido sólo del PRI. Durante 12 años
gobernó el PAN, y mostró que seguía la misma política, y en especial la
misma política económica. Ahora que el PRI muestra que va de bajada, una
parte del sistema busca el regreso del PAN. Sería la continuidad de un
régimen cada vez más podrido, cada vez más corrupto.
Ya lo hemos dicho, es precisa la coordinación de las fuerzas
progresistas, de fuerzas sindicales, políticas, agrarias, democráticas,
con un programa común de izquierda.
Ese programa debe contener, entre otras cosas, lo mejor de nuestras experiencias históricas:
En el medio económico, la recuperación y desarrollo de los bienes
públicos que fueron entregados a privados y en especial a
trasnacionales.
En el medio sindical, el derecho al trabajo para todos, la democracia
sindical, la participación en la orientación de las principales ramas,
las estratégicas. El mejoramiento salarial en términos reales.
En el medio rural, el restablecimiento de ejidos, en especial ejidos
colectivos, y con ellos la participación campesina en la agricultura y
en general en el trabajo rural.
El derecho a la salud pública, gratuita para todos.
El derecho a la vivienda en condiciones accesibles y saludables.
La posibilidad de realización de estas y otras demandas ha sido comprobada a partir de varias revoluciones.
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