Robert Fisk
La Jornada
Estadunidenses se manifestaron ayer frente a la Casa Blanca en protesta contra el nuevo decreto migratorio de Donald TrumpFoto Afp
Vancouver.
Es gracioso cuando
el odio sectario de una nación se filtra a través de la frontera
nacional con sus vecinos. México ahora lucha contra la manía del muro
del presidente estadunidense. La Canadá de Justin Trudeau parece
rechinar de limpia en comparación de Estados Unidos. Se le puede
perdonar su vanidad al primer ministro –Trudeau ahora posa al estilo Tom
Cruise; mira a su esposa con los ojos entornados de amor en su
vergonzosa fotografía en ocasión del Día de la Mujer. No hace mucho, la
pareja bendijo con su aparición la portada de Vanity Fair, pero
se trata de un tipo que avanza con la frente en alto en el tema de la
migración, da bienvenida afectuosa a refugiados sirios y les dice que
están
en su hogar, y en general hace que Trump parezca un costal de porquería en comparación.
Pero el contagio ya llegó a Canadá. En una actitud inspirada en el
racismo del régimen de Trump, ahora nos encontramos con que el liderazgo
del Partido Conservador Canadiense quiere aplicar un examen de valores a los migrantes recién llegados.
¿Son iguales los hombres y las mujeres ante la ley?, se les preguntará.
¿Es correcto usar la coerción o la violencia contra un individuo que está en contra de nuestras opiniones?,
¿Se da usted cuenta de que tiene una buena vida en Canadá y que tendrá que trabajar duro para mantenerse usted y su familia, y que no puede esperar que se le van a regalar las cosas que usted desea?
Esta bazofia es, desde luego, doblemente racista. Dado que se supone
que sólo los musulmanes consideran a las mujeres ciudadanos de segunda
clase, esta ofensiva pregunta obviamente está dirigida a ellos. Y esta
pregunta asume que un musulmán en verdad anunciará que no considera que
hombres y mujeres sean iguales. La pregunta también los trata de tontos.
La candidata al liderazgo conservador, Kellie Leitch, divulgó una serie
de
valores canadiensesel día en que el republicano de Oklahoma, John Bennet, publicó su cuestionario, que aplicará a ciudadanos musulmanes que quieran reunirse con él. Su primera pregunta era:
¿Golpea usted a su esposa?Mejor hubiera preguntado:
¿Miente usted?
Quizá todo esto es un poco pueril, si bien podríamos recordar que el
primer ministro conservador canadiense, del partido que Leitch quiere
liderar, estuvo muy cerca de producir unas leyes que servirían para
tipificar de crímenes de odio a las críticas a Israel. Leitch, por lo
visto, no sólo considera a los musulmanes unos misóginos, sino también
parásitos, de ahí la pregunta de si estaban conscientes de que debían
trabajar duroen Canadá y que no esperaran dádivas.
Pero el contagio no termina con Leitch, pues hace sólo unos días el derechista National Post,
de Toronto, publicó un impactante reportaje cuyo hilo sectario fue
objeto de primera plana, pero sin que su contenido racista fuera hecho
explícito por su autor. Las dos primeras oraciones, sin embargo,
alertarán a los lectores de The Independent sobre lo que pueden
esperar. Trump –anunció el periódico– “se ha mostrado de una pieza en
lo referente a la migración, y prometido mantener a ciertas personas
fuera, especialmente si provienen de México o de naciones musulmanas.
Pero un proyecto de ley bipartita propuesto por la Cámara de
Representantes… de hecho podría abrir más la puerta a un grupo:
canadienses mayores que pasan el invierno al sur de la frontera”.
Ante una avalancha de cancelaciones turísticas desde Canadá y Europa,
ahora que el régimen de Trump se dispone a aplicar una política
fronteriza racista, los congresistas esperan que el proyecto Promoción
del Turismo para Impulsar la Economía ayude a que el efectivo siga
fluyendo en Estados Unidos, porque uno de sus objetivos es permitir que
los canadienses de 55 años y mayores puedan comprar o rentar propiedades
en el país, y dejarlos quedarse dos meses más cada año. El límite
inferior de 55 años para compra o renta sugiere que ustedes, acaudalados
canadienses, son los turistas que los republicanos (y los demócratas,
cabe agregar) tienen en mente.
Y estarán en lo cierto, porque esta es la vil explicación para el
proyecto de ley que permitirá a ciertos canadienses pasar más tiempo del
año en Estados Unidos que en su tierra natal, tal como lo dijo otro
promotor de la ley, el republicano Ted Yoho de Florida:
Queremos que gente en buena situación venga y se quede todo el tiempo que quieran. Tenemos un origen similar y creemos en las mismas cosas. No es (necesaria) asimilación alguna. La moral y los valores que tenemos son muy similares, por lo que la transición será bastante fácil. Le he ahorrado a los lectores un interminable sic, que tendrían que estar regados por todo este párrafo, pero analicemos brevemente la semántica.
Origen similarno me suena a invitación a migrantes canadienses musulmanes de 55 años. En cuanto a que no es necesaria una asimilación, bueno, no la habría, ¿cierto?, debido a que esos amistosos, mayores y tan similares tendrían el mismo origen que los estadunidenses mayores que se retiran en Florida.
Esto significa que los canadienses musulmanes de 55 años o mayores no
son precisamente los cuates a los que el republicano Yoho quiere dar la
bienvenida en Florida.
Moral y valores, bueno, eso ya sabemos qué significa: gente que, en las palabras inmortales del republicano por Oklahoma, John Bennet, sobre si los musulmanes golpean a sus esposas... En cuanto a la transición fácil eso lo dice prácticamente todo. Mientras los canadienses no musulmanes son bienvenidos, los musulmanes canadienses de cualquier otro color no deben perder el tiempo en llegar a la frontera. De hecho, en días pasados, he conocido a muchos canadienses que visitan regularmente la frontera sur, quienes de momento no tienen intención de visitar Estados Unidos, ya sea porque son musulmanes o porque objetan profundamente la ideología racista y sectaria que vende el régimen de Trump. Éstos incluyen a un importante doctor, quien decidió no asistir a una conferencia de médicos en Estados Unidos, incluso cuando él es 100 por ciento ciudadano canadiense. Un ciudadano canadiense nacido en Quebec fue detenido por la autoridad migratoria estadunidense el mes pasado, y se le ordenó entregar su teléfono celular para revisar su página de Facebook. Era musulmán.
Esto funciona en ambos sentidos. Mientras las autoridades migratorias
canadienses tienen los recursos para documentar a cientos de refugiados
que cruzan desde Estados Unidos entre el hielo y la nieve en busca de
asilo sin pasar a través de los puntos de ingreso oficiales –pues si
tratan de cruzar por los pasos oficiales pueden ser rechazados con el
argumento de que Estados Unidos fue su primer lugar de refugio– y esto
podría cambiar en primavera. El clima cálido hace más fácil transitar
por bosques y pastizales.
Grupos de derechos civiles canadienses ahora temen que que su
gobierno presione de manera privada al titular de la estadunidense
Secretaría de Seguridad Nacional, John Kelly, a reforzar las
restricciones para migrantes que tratan de llegar a la frontera desde
Estados Unidos, y se espera que Kelly llegue a Ottawa en unos días para
discutir esa política.
Así es como un presidente sectario y antimusulmán puede en un país
infectar las vidas de miles afuera y adentro de sus fronteras. El que un
representante estadunidense trate de seducir a un grupo de canadienses
para que vacacionen en Estados Unidos mientras da a entender que ningún
otro grupo es bienvenido por ser de color, religión u origen étnico
equivocados.
Es una costumbre nada lejana en Medio Oriente. Cuando los sauditas
sunitas musulmanes decidieron llamar al ejército paquistaní –fieles
mercenarios del régimen saudita, cuando los propios soldados del reino
no pudieron dar una batalla– para ayudarles en su guerra con Yemen. Riad
pidió a Pakistán enviar sólo a soldados de la fe sunita musulmana. Los
chiítas no eran bienvenidos. El Parlamento paquistaní expresó su enojo
con toda razón, en el sentido de que una nación musulmana (Arabia
Saudita) no tenía por qué aplicar el sectarismo en las fuerzas armadas
paquistaníes.
Entonces, ¿cooperará el gobierno canadiense con cualquier intento de
Estados Unidos de impedir que los musulmanes crucen la frontera para
buscar asilo en Canadá? ¿Buscará Estados Unidos tal cooperación? Es una
pregunta muy seria. Canadá tiene todo el derecho de proteger su
soberanía. Pero si al hacerlo se ayuda a un malicioso y deshonesto
presidente estadunidense a continuar su política racista, se tendrá que
decidir si son la seguridad o la moralidad lo que gobierna los
intereses nacionalesde Canadá. Así, un contagio político se escurrió a través de una frontera nacional más sigilosamente que los refugiados que pasan por el hielo y la nieve.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
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