Héctor de la Cueva*
Una ola de pánico recorre
al mundo tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados
Unidos. Pero hay de pánicos a pánicos. Sería un grave error subestimar
los peligros que representa la política de supremacía
nacionalistade Trump. El
nacionalismode un imperio es de una naturaleza muy diferente al nacionalismo de un país colonizado. Si se le añade que cuenta con una amplia base social dentro de EU, se puede medir el alcance que colinda con la matriz fascista sin caer en el abuso que se hace comúnmente de esta palabra.
Pero en medio del pánico se pretende amalgamar temores que tienen
sustentos sociales, razones y motivos muy diferentes. Es necesario
deslindar campos, pues defenderse de un peligro desde el lado equivocado
puede tener peores consecuencias.
Desde distintos ámbitos se habla con alarma, y hasta con nostalgia, del
fin de la globalizacióny, frente a Trump, pareciera diluirse la barrera entre
globalifóbicosy
globalifílicos. Pero no hay que olvidar que la globalización neoliberal ha sido el domo bajo el cual el capital ha impuesto una nueva era de saqueo, colonización, destrucción del ambiente, y la precarización del trabajo y de la vida a escala planetaria.
Se alerta contra el regreso del
proteccionismodesde las metrópolis imperiales que han usado
el libre comerciocomo instrumento de penetración y saqueo, pero increíblemente también desde las naciones que, como México, viven en el desastre después de haber renunciado a proteger sus recursos naturales y estratégicos, y a sus pueblos.
Sí, por si fueran pocas las calamidades que azotan a México, la
llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos añade graves
peligros, que no hay que subestimar. Son tan burdas las amenazas que el
propio gobierno de Peña Nieto y adláteres se visten de un postizo
patriotismo y aprovechan para llamar a la
unidad nacionalen momentos en que atraviesan por su peor ilegitimidad. Pero no faltan quienes desde la sociedad civil o desde la
izquierdase suman a defender frente a Trump lo indefendible.
Es el caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN), después de que Trump anunció su renegociación. Habría que tener
cuidado de, en un acto reflejo anti-Trump, hacerse eco de quienes desde
el gobierno y los empresarios se han escandalizado e intentan
transmitir a la opinión pública la preocupación por el
peligroque corre el TLCAN, como si se fuera a perder la maravilla del desarrollo y la tierra de las grandes oportunidades.
En realidad, más de 20 años de TLCAN han dejado al país sumido en un
gran desastre económico y social. “El tratado significa más empleo y
mejor pagado para los mexicanos […] En palabras sencillas, podremos
crecer más rápido y entonces concentrar mejor nuestra atención para
beneficiar a quienes menos tienen”, decía Salinas de Gortari en 1992 al
finalizar las negociaciones del TLCAN. Pero cada una de las promesas que
nos hicieron se convirtió exactamente en su contrario.
Nos prometieron que con el TLCAN México iría al
primer mundoy hoy estamos en el cuarto o en el quinto, o en algunas zonas de plano en el inframundo. El desarrollo económico profetizado contrasta con el hecho irrefutable de que durante el TLCAN México ha tenido el menor crecimiento de su PIB en un siglo: comparado con el crecimiento de la población, apenas por arriba de cero por ciento.
Cierto, el crecimiento de las exportaciones se cumplió, según
las estadísticas que nos ofrece el gobierno. El problema es que las
exportaciones crecieron, por ejemplo, desde las maquiladoras, que ocupan
sólo 3 por ciento de insumos nacionales. Por supuesto, no ha habido
arrastre en las cadenas productivas, a propósito de la defensa que está
haciendo de éstas Peña Nieto. En realidad, lo que vemos es que las
trasnacionales se importan y exportan entre ellas mismas. Por ejemplo,
en los primeros 10 años de este siglo el comercio intrafirma
multinacional fue de 63 mil 525 millones de dólares. México se ha ido
convirtiendo en un simple territorio desde donde exportar con todo tipo
de facilidades y fuerza de trabajo cada vez más barata. Eso no es
desarrollo, se llama simplemente neocolonialismo.
¿Inversiones? Habría que contrastar las inversiones extranjeras con
la salida de capitales del país. En los primeros 10 años de este siglo,
el traslado de ganancias de las firmas multinacionales se calcula en 32
mil millones de dólares. Para acabarla, está la fuga de capitales
mexicanos, que ronda los 250 mil millones de dólares. México es un auténtico exportador, pero de capitales.
En todo caso, el incremento de las inversiones se ha dado bajo el
amparo de un TLCAN que ha otorgado superderechos a las grandes
corporaciones. Ahí está, por ejemplo, el artículo 1110, en que se
establece el principio de la
expropiación indirecta. Resulta que antes de invertir un centavo, en caso de que por alguna razón se impida una inversión, ¡las compañías pueden reclamar indemnizaciones por impedirles una ganancia esperada!
Otra joya del TLCAN es el principio de
trato nacionalpara las corporaciones de los países
socios. Si se
favorecea un productor nacional ¡se les está discriminando! Resulta, por ejemplo, que el pequeño productor agrícola mexicano no puede ser protegido de las grandes corporaciones alimentarias estadunidenses, pero de eso no se habla cuando se simula proteger a los migrantes expulsados por la crisis del campo. Ya se sabe: trato igual entre desiguales sólo puede ser igual a más desigualdad.
En fin, que nos prometieron mejores salarios y hoy tenemos mucho
peores. Así podríamos continuar. Pero el punto es que los primeros que
quisiéramos que desapareciera el TLCAN somos los mexicanos. ¡Que se lo
lleve la trumpada! Desde que entró en vigor, las redes sociales
estuvimos por su renegociación radical o de plano por su anulación.
Después de 20 años esto es aún más claro.
Desde luego, el peligro es que México entre a la renegociación como
lo hizo cuando se firmó, descobijado y de rodillas. Meade dice que el
único problema son los aranceles y eso puede querer decir que aceptarán
las desventajas que incluían el fallido TPP o el TISA, aún peores que el
TLCAN.
La verdadera amenaza para México no es tanto Trump, sino los Santa Annas que tenemos en el gobierno.
*Coordinador del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical (Cilas)
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