Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Maniobras navales conjuntas de Estados Unidos en Filipinas, hace una
semana. Grupos estadunidenses desarrollan posturas teóricas
militaristas como la
cuarta guerra mundialFoto Ap
Paul
Pillar, becario de la Brookings Institution y del Centro de Estudios de
Seguridad de la Universidad de Georgetown, plantea asombrosamente
La era del nacionalismo( The National Interest, 1/9/13).
The National Interest, fundada por el superhalcón israelí-estadunidense
Irvin Kristol, cuenta como presidente honorario a Henry Kissinger y es
publicada por The Center for the National Interest, anteriormente The
Nixon Center, cuya tendencia consiste en promover
la perspectiva realista(sic) de Estados Unidos en política exterior.
Cabe recordar que la tesis doctoral de Kissinger versó sobre el
orden mundial plasmado en el Congreso de Viena de 1814, como
continuación del orden del
Estado-nacióny su soberanía, establecidos en Westfalia en 1648.
Al perder sus dos guerras en Afganistán e Irak, ¿el grupo neoconservador straussiano de The National Interest adopta el
nacionalismocomo medida de protección del futuro de Estados Unidos?
Paul Pillar juzga que no ha sido sencillo definir
la era presente desde el colapso de la URSS y el comunismo en Europa oriental. Fustiga la
nomenclatura inherentemente insatisfactoriade la
cuarta (sic) guerra mundial (CGM)en contra del
Islam radicalpromovida por
algunos(sic) después del 11-S. El terrorismo
es solamente una tácticaque ha permeado durante milenios, mientras el
Islam radical es parte marginal de un fenómeno más amplio, insuficiente para
reconfigurar los asuntos globales.
Si se mira a la historia en retrospectiva, se decantan en las pasadas dos décadas las consecuencias del
fenómeno conocido como nacionalismo ahora en forma plena e irrestricta, cuando “tomó tres siglos y medio para que sus componentes básicos –el Estado soberano, la vinculación popular al Estado y su diseminación global– emergieran con plena fuerza”.
A su juicio,
los ingredientes del nacionalismo pueden ser añejos por siglos, pero su resultado combinado, visto globalmente, es nuevo. Vivimos hoy la era nacionalista.
Rememora que la parte más importante del concepto del
choque de civilizacionesde Samuel Huntington –que desarrolló las ideas de la CGM– abulta a la religión.
Desecha uno a uno los conceptos del
mundo unipolar, a la misma
multipolaridad(más desde el punto de vista económico), el G-2 (Estados Unidos y China), el G-8 o el G-20, y hasta la
no polaridadde Richard Haass (presidente del influyente Consejo de Relaciones Exteriores: CFR, por sus siglas en inglés), pero ninguno cumple la visión integral que acontece en el planeta.
Desmenuza el nacimiento del Estado nación en la Paz de Westfalia de
1648 que marcó el fin de la teológica Guerra de los 30 Años, lo cual
codificó el concepto de la soberanía del Estado: una
estructura política de Europa del siglo XX, que con
otros procesos permearía la fuerza del futuro nacionalismo.
Cita el libro Después del nacionalismo del historiador británico E. H. Carr, de
entonaciones marxistas, en el que aborda la
socialización de la naciónque incluye la
extensión de las franquicias y el creciente papel económico (¡supersic!) del Estado.
Paul Pillar admite que el paroxismo del nacionalismo deletéreo nutrió a la Primera Guerra Mundial y
dejó un considerable sentimiento nacionalista que alimentó la segunda vuelta de carnicería dos décadas más tarde.
A juicio de Paul Pillar, Carr creyó en forma idílica que las guerras del nacionalismo se desvanecerían con los
avances de tecnología militar, especialmente del poder aéreo, que
harían a las fronteras estratégicamente menos significativas que antes, mediante el
establecimiento de organizaciones regionales múltiples.
Según Pillar, Carr se equivocó sobre su pronóstico del nacionalismo.
Da el ejemplo del renacimiento nacionalista en un diminuto país como
Kosovo, ya no se diga en el mismo país de Carr: Gran Bretaña, que nunca
pudo acercarse lo suficiente a la Europa continental.
La descolonización del mundo en vías de desarrollo, que
llegó a su pico en los años 60 del siglo pasado y continuó mucho después, exhibió la equivocación conceptual de Carr. Pese a su sello europeo, el Estado westfaliano se ha expandido en todo el mundo.
Paul Pillar aduce que la
competencia entre izquierda y derecha se volvió una competencia entre Occidente y Orienteque
disfrazó muchas de las consecuencias del nacionalismo desde Alemania occidental hasta Yugoslavia y Checoslovaquia.
Argumenta que
el Estado nación es la realidad definitoria (sic) de nuestro tiempoy que
la era del nacionalismo hoy es producto de la condición humana(¡supersic!).
Se basa en el
imperativo territorialdel autor Robert Ardrey, donde la
posesión de un pedazo bien definido de la superficie terrestre constituye el rasgo dominante de muchas especies más cercanamente relacionadas a los humanosque desemboca en el Estado nación y sus imperativos institucionales que se agregan a
rasgos biológicos y evolutivos, a los que se suman los
mitos nacionales.
Aporta como ejemplo el nacionalismo en China y Japón. En efecto, el
noreste y sureste asiáticos viven un intenso y vibrante nacionalismo en
medio de sus regionalismos específicos y de su participación en lo que
les conviene en la globalización.
Aun
el magnificente experimento supranacional de Europamuestra serias fisuras balcanizadoras.
Ejemplos similares abundan desde América Latina, pasando por África
y Asia central hasta Rusia. Aun en el Medio Oriente, Paul Pillar
considera que el nacionalismo triunfa sobre la religión, lo cual, a mi
juicio, puede ser muy discutido en espera del resultado final de la
mezcla insólita de sus específicos conflictos teológicos-sectarios.
Bueno, siempre existen excepciones a las reglas.
Sostiene que Estados Unidos
exhibe mayor nacionalismo que cualquier otro paísy que denominan
excepcionalismo(nota: que el mismo presidente ruso Vlady Puttin fustigó en su célebre artículo a The New York Times, 11/9/13).
Sin duda, ningún país promueve, defiende y consolida su soberanía
nacionalista como Estados Unidos en todos los rubros de su vida
sin excepción; si no, que nos pregunten a los mexicanos, sus vecinos nacionalistas incómodos.
Una frase implacable de Paul Pillar:
La intensidad del nacionalismo de Estados Unidos apunta a las principales implicaciones prescriptivas de vivir en la era nacionalistacuando los hacedores de la política deberían estar
conscientesde los sentimientos nacionalistas ajenos.
Concluye que
ningún modelo único en el mundo puede generar una gran estrategia para todos los propósitos. Pero
el mejor ajuste para la era nacionalista es un realismo pragmático que toma como ingrediente básico de los asuntos globales los intereses paralelos algunas veces conflictivos de las naciones estado individuales, mientras reconoce el poder que puede ser generado por los sentimientos nacionalistas dentro de las naciones estado.
¿Podrá el
excepcionalismode Estados Unidos, un jingoísmo a carta cabal, reconocer el nacionalismo mexicano transhistórico para forjar una óptima vecindad?
A mi juicio, se asienta la desglobalización, concomitante al
regionalismo y al retorno de sus específicos nacionalismos de esencia
evolutiva sicobiológica.
Twitter: @AlfredoJalife
Facebook: AlfredoJalife
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