El Salón Rojo
Por
Al inicio de Gloria -la
biopic sobre la cantante Gloria Trevi dirigida por el suizo Christian
Keller-, vemos como la jovencísima, atrabancada y ambiciosa Gloria de
los Ángeles Treviño (Sofía Espinoza) hace larga fila para tener una
audición con el entonces muy prestigiado compositor y productor Sergio
Andrade. Luego de aquel encuentro (imaginado por el guión de Sabina
Berman como frío y tenso) el director hace un salto en el tiempo para
ver cómo, años después, la pareja termina confinada en alguna cárcel de
Brasil.
Esta secuencia resume el sentir de la guionista y el director sobre
la Trevi: el conocer a Andrade significó para Gloria el ascenso a la
fama a la vez que el descenso al infierno, y ambas cosas quedaron
escritas en aquella primera audición. Para Berman, Gloria es una
víctima más, una adolescente precoz pero enamorada de un ser tan
deslumbrante en su arte como obscuro en sus obsesiones.
Con esa atinada elección en el manejo de los tiempos y el ritmo es que Gloria tiene
uno de sus primeros aciertos. Y hay que decirlo claro, si bien la
historia de la Trevi es una que se alimenta del morbo y el peor
periodismo de espectáculos que puede haber, sorprende gratamente que
esta cinta se aleje de todo ello, tome una postura y sea consecuente
con ella, haciendo gala de una narrativa audaz, lírica, no sin excesos
estilísticos pero tampoco sin negar los episodios escabrosos de esta
truculenta historia.
Requisito fundamental de toda biopic es tener un gran actor que
soporte y de credibilidad a la película, aquí tenemos dos. La debutante
Sofía Espinoza, cuya excelente actuación va más allá del parecido
físico, haciendo suyo el tono de voz, los ademanes, los bailes, la
sensualidad y el franco desmadre que era la Trevi arriba del escenario.
Además, es Espinoza -y no Trevi- la que interpreta todos los temas que
se escuchan en la película.
Este relato necesitaba un gran villano y lo encontró en la actuación
de un solvente Marco Pérez cuya interpretación de Sergio Andrade
-siempre al borde de la caricatura, pero con la destreza necesaria para
nunca convertirse en una simple botarga- entrega un personaje
multidimensional, indudablemente talentoso, con un amor profuso por la
música, pero atrapado en su retorcido gusto por las jovencitas a las
que seducía aprovechando su desmedida ambición (y la de sus padres) por
volverse artistas de la televisión.
El caso Trevi-Andrade es también un asunto de medios, de cómo la
televisión terminó lucrando no sólo con su éxito sino con su caída. En
ese sentido (y a diferencia de otras cintas como la muy reciente Dictadura Perfecta)
no tiene miedo en hacer una crítica directa a Televisa y TV Azteca
referente a lo que -en su momento de mayor lucidez- el grupo Molotov
llamaría “El Carnal de las Estrellas”: aquella estupenda secuencia
donde una muy joven Gloria Trevi rompe el esquema anquilosado del
programa de variedades fundamental de la televisora, Siempre en Domingo,
y comienza a moverse cual teibolera en crisis nerviosa, rasgándose las
medias, enseñando los chones y metiéndose con el público, todo ello
ante la ira de un “Tigre” Azcárraga que la manda vetar.
La cinta no está exenta de problemas: algunas secuencias musicales
resultan en excesivo artificio para acelerar la historia, los cameos
terminan en humor ¿involuntario? (Paty Chapoy y Raúl Velasco son de
risa loca), y algunos diálogos no son del todo bien cuidados, pero
estamos ante un trabajo con una narrativa eficaz, grandes momentos,
buenas actuaciones y que -de pilón- resulta infinitamente más
interesante y mucho mejor lograda que aquel penoso fracaso llamado Cantinflas.
Gloria (Dir. Christian Keller)
3.5 de 5 estrellas.
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