5/31/2015

La burla como norma de gobierno


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Cuando un régimen carece de ideología, de rumbo y de proyecto de país, lo único que se puede esperar es un total divorcio de la sociedad, aunque se cuente con todo el apoyo de la oligarquía, de los poderes fácticos y de las instituciones. Así lo constatamos en México, sin que haya visos de que las cosas vayan a cambiar. Lo que está ocurriendo es una acelerada descomposición en todos los ámbitos de la vida nacional, porque la brecha entre gobernantes y gobernados se acrecienta cada día que pasa, y más se agravará esta situación porque el “gobierno” de Enrique Peña Nieto está empeñado en no tomar en serio su responsabilidad.

La mejor prueba de tal aserto es la promulgación de la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información, que el inquilino de Los Pinos presumió como un logro propio, sin que haya tenido necesidad de decirlo. La realidad es que se trata de un “ordenamiento” que no satisfizo ni siquiera a connotados miembros de la clase política, porque “el avance fue muy marginal”, como afirmó el senador panista y ex secretario de Hacienda en el sexenio pasado, Ernesto Cordero. Se trata de una “ley” inútil, como tantas que se han hecho al paso de los sexenios tan solo para burlarse del pueblo.

En las condiciones actuales del país, no cabe esperar nada favorable a la sociedad mayoritaria, porque el régimen está estructurado firmemente para servirse de la población con una finalidad patrimonialista. Los hechos son muy contundentes al respecto. ¿Cómo creer en la eficacia de una ley que no va a las causas del flagelo que más nos está dañando? No nos engañemos, mientras el régimen tecnocrático tenga el control de las instituciones no habrá ninguna posibilidad de apuntalar el Estado de derecho.

La descomposición social es lo único que crece exponencialmente, no la economía como lo reconoce incluso el Banco de México y lo confirma el Inegi. A este paso no podremos resistir mucho tiempo las consecuencias que cabe esperar, aunque no hay justificación para que la sociedad sobreviva en tan dramática realidad, de la que no parecen darse cuenta los responsables del Ejecutivo, mucho menos los miembros de los otros dos poderes. Con su modo de actuar demuestran no sólo una voracidad sin freno, sino una irresponsabilidad inconcebible en personas que lideran una nación con más de 120 millones de personas.

La polarización social en México es de las más profundas en América Latina, como lo demuestra el aumento de la pobreza y del desempleo, motores de la violencia extrema que está acabando con la vida y los sueños de miles de mexicanos, en su gran mayoría jóvenes no mayores de treinta años. Ellos nacieron ya en un país dominado por la rapacidad de una élite gobernante, en un entorno de crisis permanente, lo que justifica su desesperanza y la pérdida creciente de valores, como la honestidad, el patriotismo, la civilidad como principio ineludible. Estos valores no los conocieron quienes nacieron después de 1983 y no alcanzaron a vivir lo suficiente para ver el desenlace de esta lamentable realidad que estamos viviendo.

Esta triste dinámica habrán de sufrirla (la están sufriendo ya), los adultos mayores de 65 años, quienes están condenados a no tener una vejez digna, como lo acepta el presidente de la Asociación Mexicana de Administradoras de Fondos para el Retiro (Amafore), Carlos Noriega. Afirmó que el país “corre el riesgo, cada vez más cercano, de tener una población adulta sin recursos para una vejez digna”. Señaló que “es preocupante que 72 por ciento de mexicanos no ha hecho planes para su retiro”. Precisó que 49 por ciento de los trabajadores y 65 por ciento de los universitarios espera que sus hijos se hagan cargo (económicamente) de ellos.

Son las terribles consecuencias de un régimen voraz que justifica sus actos en el fundamentalismo del mercado al que están sujetos, tanto ideológica como inmoralmente. Lo que le ocurre a la sociedad, los problemas tan graves que la aquejan, consideran que son culpa de la propia sociedad, sin parar mientes en que para resolver los problemas sociales, económicos y políticos, incluso prevenirlos, se fundaron las instituciones democráticas. De ahí que se vea como una burla más la promulgación de leyes como la que dizque combatirá la corrupción.

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