Miguel Concha
La jornada
Según
el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo son
pueblos indígenas aquellos que descienden de poblaciones que habitaban
en una zona determinada del país en la época de la colonización o del
establecimiento de las actuales fronteras estatales, y que, cualquiera
que sea su situación jurídica, conservan sus propias instituciones
sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas.
Una condición fundamental para ser sujetos de los derechos indígenas
es que los pueblos y sus integrantes tengan plena conciencia de su
identidad. En este artículo abordaré dos derechos que considero básicos
para que los pueblos vivan en libertad el conjunto de derechos que les
han sido reconocidos: el derecho a la libre determinación y el derecho
al territorio. El primero reconoce a los pueblos indígenas su libertad
para decidir los caminos que les permitan continuar con su proyecto
histórico de vida. El segundo les reconoce la importancia especial que
reviste su relación con las tierras o territorios que ocupan y utilizan
de alguna u otra manera, en particular los aspectos colectivos de esa
relación.
Si hablamos de territorio, estamos tocando las relaciones que los
pueblos han tejido y continúan tejiendo en ese espacio vital en el que
desarrollan una vida cultural, espiritual, social, económica y política
que les da identidad. Sin embargo, ahora la reforma energética vuelve
legal la imposición de megaproyectos en territorios indígenas y
campesinos, aunque la comunidad no los quiera. Antes de la reforma su
estrategia era la de intimidar y amenazar para atemorizar a los
pobladores y obligarles a ceder derechos de servidumbre sobre sus
tierras, ignorando su voluntad y la de las asambleas comunitarias o del
pueblo, instituciones políticas que tienen plena vigencia en las
comunidades indígenas. Este tipo de acciones del Estado no están lejos
de la realidad que viven algunos pueblos de Tlaxcala, que se mantienen
en resistencia frente a la imposición del Gasoducto Morelos, pues esta
obra no representa beneficio para la población. Por el contrario, lo
que se pretende con este tipo de infraestructura es potencializar al
sector industrial, que necesita una gran cantidad de energía para poder
llevar a cabo sus operaciones.
La obra forma parte del Proyecto Integral Morelos, el cual consta de
una planta termoeléctrica de ciclo combinado, que funciona a base de
gas natural (gasoducto) y de vapor (acueducto) para producir energía
eléctrica que servirá para la instalación de nuevas ciudades
industriales a lo largo del ducto, por medio de ramales que distribuyan
la energía. Impacta en 29 municipios de tres estados, Morelos, Puebla y
Tlaxcala.
A pesar de conocer el impacto real de esta obra, la Comisión Federal
de Electricidad y los gobiernos federal, estatal, municipal y
comunitario actúan con artimañas y en complicidad para facilitar y
agilizar la construcción, ignorando así la voluntad de las asambleas
comunitarias que han dicho
No al paso del gasoducto, ni por sus territorios ni por otro lugar.
Los
comités comunitarios de las comunidades de San Vicente Xiloxochitla,
San Jorge Tezoquipan, San Damián Texoloc y La Trinidad Tenexyecac, en
Tlaxcala, dan claras muestras de una lucha emprendida en la defensa de
la voluntad de sus asambleas. Sin embargo, la decisión tomada
comunitariamente está siendo atropellada por el Estado mexicano en su
conjunto y por las empresas privadas trasnacionales Elecnor, Enagas y
Bonatti.
Aprobada la reforma energética, la
servidumbre legal de hidrocarburosconstituye la vía para despojar a los pueblos de su libertad para decidir qué proyectos se realizan en sus territorios, y para que les impongan otras formas de relacionarse con el agua, la tierra, la agricultura, sus tradiciones, sus ritos, fiestas, convivencia y el trabajo colectivo.
La servidumbre legal de hidrocarburos –según dicta la nueva Ley de
Hidrocarburos– se impondrá a la voluntad de los pueblos. Por lo que si
su decisión es no ceder sus territorios para que se instalen pozos
petroleros o de gas natural, gasoductos, oleoductos, hidroeléctricas o
parques eólicos, de cualquier manera el proyecto energético se llevará
a cabo. Para ello se asedia incluso a las comunidades desde diferentes
puntos de sus territorios con la maquinaria invasora de las compañías,
para hacer irreversibles las obras, sin importar los litigios
judiciales en curso o los derechos conculcados.
Ninguno de estos proyectos energéticos, impulsados por gobiernos y
empresas, están destinados a resolver necesidades propias de las
comunidades, sino a extender una urbanización e industrialización que
desplaza sus proyectos culturales de vida, y que ya muestra las
consecuencias devastadoras para sus territorios y pobladores.
No obstante, las comunidades siguen en pie, exigiendo que se
respeten los acuerdos generados en las asambleas de la comunidad, pues
se pretende atravesar los ductos por zonas densamente pobladas, como
San Vicente Xiloxoxitla, en el municipio de Nativitas; San Jorge
Tezoquipan, en Panotla, y la Trinidad Tenexyecac, en el municipio de
Ixtacuixtla. En la Trinidad Tenexyecac los pobladores se dedican a la
alfarería y para cocer el barro utilizan hornos que generan
temperaturas de 950 hasta 1050 grados centígrados; los ductos pasan a
escasos metros, colocando a sus habitantes en alto riesgo. Pasan,
asimismo, a 100 metros de la Telesecundaria Emiliano Zapata. Además, en
San Vicente Xiloxoxitla se dedican a la elaboración de tacos de
canasta, por lo que gran parte del día se mantienen hornillas
encendidas.
Todo esto representa un gran riesgo para las comunidades, a quienes
con la entrada de la maquinaria y de la fuerza pública se les quiere
cambiar su tranquilidad y sobre todo su cultura y su modo de vida. Por
eso están en resistencia y no desistirán frente a estos proyectos.
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