Ángeles González Gamio
La Jornada
México ha sido pródigo en
artistas sobresalientes, algunos han marcado rutas en el arte
internacional. Uno de ellos es David Alfaro Siqueiros, quien fue también
un apasionado y polémico luchador social, que integró su ideología a la
actividad artística.
Recordemos algunos momentos de su vida: luchó con las fuerzas
revolucionarias que dirigía Venustiano Carranza. En 1922 pintó su primer
mural en el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Ingresó al Partido
Comunista Mexicano y fundó el Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y
Escultores. Fue expulsado por indisciplina. Participó en un atentado
contra León Trotsky. Estuvo preso seis meses en la penitenciaría de la
Ciudad de México.
Viajó a Nueva York donde estableció su Taller Experimental e inventó
varios materiales sintéticos con los que innovó las artes plásticas,
técnica que enseñó, al igual que su particular estilo, a pintores como
Jackson Pollock.
En 1960 fue acusado de disolución social y recluido en la cárcel de
Lecumberri, de donde salió cuatro años más tarde por un indulto del
gobierno mexicano.
En 1965 estableció en Cuernavaca un taller de integración plástica,
La Tallera, patrocinado por el industrial Manuel Suárez, quien le
encargó la magna obra La Marcha de la Humanidad.
Se decidió que la obra se realizara en México, para lo que se diseñó
un polyforum, anexo al que iba a ser el gran Hotel de México, que
finalmente nunca fue concluido y actualmente aloja, entre otras, un
centro de convenciones.
Por suerte ese lugar sí fue terminado e inaugurado en 1971 por el
Presidente de la República, bautizado como Polyforum Cultural Siqueiros.
El edificio fue proyectado como un diamante arquitectónico diseñado
para integrarse con la pintura mural y conformar una unidad artística;
así, el impacto comienza desde el exterior con 12 paneles que muestran
figuras monumentales con la avasalladora fuerza de la pintura de
Siqueiros.
Conjuntamente con la pintura del interior conforma el mural más
grande del mundo con más de 8 mil metros cuadrados de pintura. La sala
principal es deslumbrante: enorme, circular, toda cubierta con
personajes en alto relieve que constituyen un mural-escultura, muestra
la evolución de la humanidad del pasado al presente, así como una
profética visión del futuro.
La planta del foro es un octágono irregular totalmente cubierto por
el mural pintado con pintura acrílica y aerógrafo que cubre todas las
caras. En el piso se localiza una plataforma giratoria de 24 metros de
diámetro, que proyecta un espectáculo de luces y sonido narrado por el
propio Siqueiros. Recientemente tuve la oportunidad de escucharlo e
impresiona su actualidad; al hablar de los problemas del futuro destaca
las migraciones.
Esta obra mayor de arte declarada Patrimonio Cultural Urbano de la
Ciudad de México requiere con urgencia una profunda restauración. Desde
hace tres décadas su dueño, Alfredo Suárez, hijo de Manuel Suárez quien
encargó la obra a Siqueiros, ha realizado un esfuerzo titánico para
mantenerla en buenas condiciones, pero el costo de mantenimiento aunado
al impuesto predial, agua y luz lo han llevado a una situación crítica.
Para salvar el monumento se ha creado un fideicomiso en el que
participan inversionistas privados, INBA, UNAM y la Secretaría de
Cultura de la CDMX.
Se ha diseñado un proyecto que le va a dar una viabilidad de 100 años
más: en el predio adyacente construirá una torre de oficinas y
comercios cuyas rentas van a financiar la restauración del inmueble y de
los murales; también se va a crear una plaza alrededor que permita
apreciarlo y ser punto de encuentro de vecinos y visitantes. El diseño
es del arquitecto Esteban Suárez, nieto de don Manuel, que realizó ese
sueño con Siqueiros, que por fortuna mantienen vivo sus herederos.
Después de la visita fuimos a Puerto Getaria, en Dakota 159, a
degustar buena comida española. Compartimos algunos platillos clásicos:
chipirones, morcilla, chistorra, croquetas y el lechón al horno. El
cierre: canutillos crujientes.
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