9/01/2019

Rescate imperativo



México ha sido pródigo en artistas sobresalientes, algunos han marcado rutas en el arte internacional. Uno de ellos es David Alfaro Siqueiros, quien fue también un apasionado y polémico luchador social, que integró su ideología a la actividad artística.
Recordemos algunos momentos de su vida: luchó con las fuerzas revolucionarias que dirigía Venustiano Carranza. En 1922 pintó su primer mural en el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Ingresó al Partido Comunista Mexicano y fundó el Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores. Fue expulsado por indisciplina. Participó en un atentado contra León Trotsky. Estuvo preso seis meses en la penitenciaría de la Ciudad de México.
Viajó a Nueva York donde estableció su Taller Experimental e inventó varios materiales sintéticos con los que innovó las artes plásticas, técnica que enseñó, al igual que su particular estilo, a pintores como Jackson Pollock.
En 1960 fue acusado de disolución social y recluido en la cárcel de Lecumberri, de donde salió cuatro años más tarde por un indulto del gobierno mexicano.
En 1965 estableció en Cuernavaca un taller de integración plástica, La Tallera, patrocinado por el industrial Manuel Suárez, quien le encargó la magna obra La Marcha de la Humanidad.
Se decidió que la obra se realizara en México, para lo que se diseñó un polyforum, anexo al que iba a ser el gran Hotel de México, que finalmente nunca fue concluido y actualmente aloja, entre otras, un centro de convenciones.
Por suerte ese lugar sí fue terminado e inaugurado en 1971 por el Presidente de la República, bautizado como Polyforum Cultural Siqueiros. El edificio fue proyectado como un diamante arquitectónico diseñado para integrarse con la pintura mural y conformar una unidad artística; así, el impacto comienza desde el exterior con 12 paneles que muestran figuras monumentales con la avasalladora fuerza de la pintura de Siqueiros.
Conjuntamente con la pintura del interior conforma el mural más grande del mundo con más de 8 mil metros cuadrados de pintura. La sala principal es deslumbrante: enorme, circular, toda cubierta con personajes en alto relieve que constituyen un mural-escultura, muestra la evolución de la humanidad del pasado al presente, así como una profética visión del futuro.
La planta del foro es un octágono irregular totalmente cubierto por el mural pintado con pintura acrílica y aerógrafo que cubre todas las caras. En el piso se localiza una plataforma giratoria de 24 metros de diámetro, que proyecta un espectáculo de luces y sonido narrado por el propio Siqueiros. Recientemente tuve la oportunidad de escucharlo e impresiona su actualidad; al hablar de los problemas del futuro destaca las migraciones.
Esta obra mayor de arte declarada Patrimonio Cultural Urbano de la Ciudad de México requiere con urgencia una profunda restauración. Desde hace tres décadas su dueño, Alfredo Suárez, hijo de Manuel Suárez quien encargó la obra a Siqueiros, ha realizado un esfuerzo titánico para mantenerla en buenas condiciones, pero el costo de mantenimiento aunado al impuesto predial, agua y luz lo han llevado a una situación crítica.
Para salvar el monumento se ha creado un fideicomiso en el que participan inversionistas privados, INBA, UNAM y la Secretaría de Cultura de la CDMX.
Se ha diseñado un proyecto que le va a dar una viabilidad de 100 años más: en el predio adyacente construirá una torre de oficinas y comercios cuyas rentas van a financiar la restauración del inmueble y de los murales; también se va a crear una plaza alrededor que permita apreciarlo y ser punto de encuentro de vecinos y visitantes. El diseño es del arquitecto Esteban Suárez, nieto de don Manuel, que realizó ese sueño con Siqueiros, que por fortuna mantienen vivo sus herederos.
Después de la visita fuimos a Puerto Getaria, en Dakota 159, a degustar buena comida española. Compartimos algunos platillos clásicos: chipirones, morcilla, chistorra, croquetas y el lechón al horno. El cierre: canutillos crujientes.

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