En la edición número 2l71, del semanario Proceso,
actualmente en circulación, se informa que el pasado viernes 8 de
junio, el establo de José Antonio Tricio Haro, congregó a unos 500
trabajadores para transmitirles un video sobre el populismo, y escuchar
los argumentos del torreonense, Ricardo Segura Montaña, presidente de la
organización PC 29, sobre el peligro de acabar como Venezuela si gana
López Obrador.
José Antonio es hermano de Eduardo Tricio, que preside Grupo Lala.
Los Tricio son también accionistas mayoritarios de Aeromexico, empresa
en cuyo consejo de administración ocupan cinco de los 15 lugares.
Eduardo se ha convertido en una voz importante entre el grupo del CMN,
que se ha revelado más activo en política en los últimos meses.
La determinación es tal que José Antonio –apodado en las rancherías
laguneras como “El Güero”, mote que lo distingue de su hermano Eduardo,
que es de tez morena—fungió como anfitrión de tractoristas, regadores,
ordeñadores y veladores, en su establo cercano al ejido Monte Alegre, en
Matamoros Coahuila. Sirvieron barbacoa y tacos al pastor, hubo
refrescos y pantallas para transmitir un documental de hora y media,
sobre el populismo en América Latina.
Las características del video –descrito por campesinos de la zona que
el mismo viernes me dieron pormenores del encuentro– coinciden con
aquella serie polémica que no encontró televisora para su transmisión,
pero que fue anunciada en autobuses con millonario despliegue de
recursos anónimos.
Pero sobretodo coincide con el plan que fue acordado en torno al
segundo debate entre candidatos presidenciales, publicado en la edición
2170 de Proceso,
en el que también se informó del fallido acuerdo con el presidente
Enrique Peña Nieto, durante la reunión que sostuvieron varios
empresarios, entre ellos Eduardo Tricio, el 17 de mayo.
El plan, acordado en torno al 22 de mayo, consistía en una operación
similar a la de los partidos políticos con sus bases, es decir, tomar la
estructura accionaria, la planta laboral, la cartera de clientes y
proveedores, como si fuera una pirámide clientelar, alertando sobre el
peligro del populismo, difundir comparativos entre Luis Echeverría y
José López Portillo con López Obrador, así como con el venezolano Hugo
Chávez. El adoctrinamiento se propone que la estructura se ensanche,
explícitamente, pidiéndoles que informen a sus familias y amigos del
“peligro para México”.
Eduardo Tricio, fue uno de los cinco magnates que operaron
políticamente para posicionar a Ricardo Anaya, identificados por López
Obrador en la declaración del 1 de mayo en Zongolica, Veracruz, junto
con Claudio X González, Alberto Bailleres, Germán Larrea Mota Velasco y
el presidente del CMN, Alejandro Ramírez Magaña. No están solos, pues
como se ha hecho público, hay otros magnates que sostienen la misma
postura y acatamiento del plan.
En Grupo Bal, que incluye El Palacio de Hierro, Peñoles y Petrobal,
además de las reuniones, hay seguimiento de información a través de
grupo de Whatsapp. Además, entre otros gigantes con puntos de venta
–como Oxxo, subsidiaria de Femsa, presidida por José Antonio Fernández
Carvajal o los supermercados Chedraui–, se espera la colocación de
carteles, impresiones en tickets de compra y volantes. En tanto, la
paternidad de un barrido geográfico con llamadas de campaña negra con
formato de encuesta, no es algo que vaya a esclarecerse ni siquiera
después de la jornada del 1 de julio, pero necesariamente pasa por
alguno de los gigantes de la telefonía, como lo son Telmex, de Carlos
Slim; Axtel, de Tomás Milmo, o Megacable, de Javier Robinson Bours.
Contra la idea de la distensión, la injerencia de los magnates en la
elección es vigente. No parecen preocupados por el tema de legalidad por
eso se han colocado al límite –como ya les advirtió el INE cuyas
investigaciones son lentas e ineficaces– hasta enturbiar las elecciones
como nadie.
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