Hace unas semanas, el dirigente nacional del PRI, René Juárez
Cisneros, aseguró que su candidato, Meade Kuribreña, llegaría al segundo
lugar en torno al 10 de junio y aproximándose al puntero, lo que hacía
prever que sólo embistiendo a Ricardo Anaya Cortés y a Andrés Manuel
López Obrador, podían conseguir su objetivo.
Tras las declaraciones de Juárez Cisneros, apareció en diferentes
plataformas “Caso Anaya”, para difundir videos que muestran a uno de los
Barreiro revelando su relación con Anaya. A lo anterior, se sumó la
denuncia interpuesta por el senador panista, Ernesto Cordero que, con
inusual prontitud, atrajo la fiscalía de delincuencia organizada.
Como sincronizado, la campaña negra arreció con las llamadas
telefónicas de encuestas simuladas, que mediante barridos geográficos
llegaron a todo el país, reproduciendo los ejes que apuntalan el
cuestionamiento de Meade a López Obrador en discursos y spots: amnistía,
impresentables, “peligro” económico y reforma educativa.
Y sin embargo, en el debate no hubo nada relevante como para modificar preferencias electorales.
El mal sabor que deja el debate, es porque a los candidatos –excluiré
de esto a Rodríguez Calderón, porque su postulación es mala y olvidable
anécdota– no les gusta explicar acciones dudosas; por su inhabilidad
para responder cuestionamientos legítimos; por la forma en que se
contradicen o son insuficientes al explicar propuestas y la facilidad
que tienen para mentir.
López Obrador, por ejemplo, exasperado le dice corrupto a Anaya
cuando este lo confronta por un contratista. Anaya mostró fotografías
donde aparece con él en los terrenos del nuevo aeropuerto (por cierto,
sin revelación, pues fueron tomadas de las redes sociales del propio
López Obrador) y señala que obtuvo contratos por adjudicación directa
que alcanzaron 170 millones de pesos durante su gestión. Era fácil
explicar pero el puntero no quiso o no pudo.
Anaya, arrancó acusando una “campaña brutal” en su contra, algo en lo
que ha sido reiterativo y que es relativamente cierto, aunque
insuficiente para justificar su riqueza y sus operaciones.
Meade, que es señalado por su implicación en el escándalo Odebrecht
–por cierto, publicado en Proceso por Mathieu Tourliere, en
participación con Mexico Leaks, el 3 de junio— termina revirando que la
relación con la trasnacional brasileña es de López Obrador, debido a que
propone como secretario de Comunicaciones y Transportes, a Javier
Jiménez Espriú, cuya familia política es propietaria de Grupo Idesa, la
empresa asociada con Odebrecht en México –una historia que publiqué en
enero– pero que no aclara su propia implicación en ese escándalo.
Siembra la duda sobre el fundador de Morena, quien no tiene qué ver con
los contratos.
Nadie expone con claridad suficiente para considerar viable cómo
financiar lo mucho que prometen. Todos dicen combate a la corrupción, no
subir impuestos, aumentar de un modo u otro el ingreso y la inversión.
Así podemos seguir con las mentiras: López Obrador afirma hay
funcionarios que ganan más de medio millón mensual sin pruebas; Anaya
afirma hay relación de López Obrador con Peña Nieto y saca una
fotografía editada del debate 2012; Meade miente en el mismo asunto
Idesa-Odebrecht.
Los escenarios previstos en las encuestas no cambiaron con el tercer y
último debate, pero dejan un lamentable retrato de los candidatos
presidenciales, una sensación de que en política falta mucho por
madurar.
Visita www.notassinpauta.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario