Un
periodista oral o sea por su noticiero le regateó a la reportera Dolía
Estévez lo que fue su oportuna información respecto a la conversación
telefónica, entre el Calígula Donald Trump (Regis F Martin: Los doce césares,
traducción de José Miguel Parra Ortiz, Aldebarán Editores) y el
mexiquense de los gasolinazos sin perspectiva ni política histórica, de
Peña Nieto.
Y
estremeció, desde Washington al hoy sin capital estado de la Ciudad de
México, y a todo el mundo ante la nueva embestida de quien ya tomó a
México como su espacio para ejemplificar de lo que es capaz con su
proteccionismo económico y su expansionismo geopolítico (tal y como
empezó Hitler). La corresponsal Dolia Estévez (y no doy ideas, pero lo
será en ese país hasta que entre su estupidez contra la prensa
estadunidense, no se le ocurra arremeter contra los periodistas
extranjeros que cubren la información allá), se dio cuenta de que tenía
al millonario y al de la corrupción de la “casa blanca” de acá, como
coloquialmente se dice: por los pelos.
E hizo lo que debe hacer un reportero: publicar lo que le enteraba su fuente. Era “publicar o perecer” (Pedro J Ramírez, Prensa y libertad),
en el contexto de lo sostenido y ejercido por otra mujer: Rosa
Luxemburgo: “… sin una libertad de prensa y de reunión ilimitada, sin
una lucha de opinión pública libre, se marchita la vida de las
instituciones públicas, vegeta, y la burocracia queda como único
elemento activo”. La reportera de toda su vida periodística no titubeó
en redactar lo que sabía y enviarlo de inmediato al noticiero mexicano,
donde otra periodista como Carmen Aristegui, a su vez, se atrevió a
continuar con su periodismo de “vertebrar críticamente la democracia”
desde lo que es ahora su trinchera periodística. Peña ha negado, por
medio de su mediocre portavoz, Eduardo Sánchez, que Trump haya dicho
estar dispuesto a enviar a sus marines y soldados, intencionalmente
identificándolo con Santa Anna, para completar el muro, expulsar a
mexicanos, cobrar un impuesto a las remesas, deshacerse de los
estudiantes mexicanos y “ayudar” a combatir el narcotráfico.
Dolia
Estévez, mexicana sonorense y con criterio, formación intelectual y
dedicación internacional, no podía menos que cumplir con su deber de
reportera. Y acertó ya que el mismo Trump confesó que sí le dijo a Peña
estar más que dispuesto a mandar tropas. Y que el “bueno” de Peña se
quedó callado… “y el que calla otorga”. Además, la reportera alertó al
pueblo mexicano que está al tanto de las barbaridades neonazisfascistas
del césar a la Calígula, que éste mantiene su decisión de abusar del
poder para intervenir militarmente en México, adelantando su belicosidad
con las medidas económicas que quiere culminar con la cancelación del
Tratado de Libre Comercio.
Que Trump haga en su país lo que le
pegue la gana, que al fin y al cabo sus instituciones y sus adversarios
desde la ciudadanía, tienen medios para enfrentarlo y detenerlo. Pero
que, como le dijo a Peña y la reportera lo abortó, cumpliendo con su
tarea de informar oportunamente, invadir militarmente a México es ya una
potencial declaración de guerra. Esto está implícito en el monólogo de
Trump hacia su receptor que, con su favorito Videgaray, creyeron, por su
falta de formación y trayectoria políticas, ingenuamente en persuadir
al presidente antirrepublicano y antidemocrático (se burló de la
democracia directa, por lo que es un ilegítimo en el cargo).
La
periodista Dolia Estévez demostró, una vez más, su calidad para el
desempeño de su trabajo de no privar de una información veraz a la
opinión pública mexicana. John Adams, segundo presidente estadunidense,
escribió: “Las fauces del poder están siempre abiertas para devorar, si
se puede, la libertad de pensamiento y de palabra hablada y escrita”.
Las fauces de Trump y las de Peña quisieron tragarse su complicidad,
pero una reportera lo impidió contra viento y marea de quienes
intentaron desmentirla, para ser exhibidos, a su vez, de mentirosos y de
querer ocultar, para México, algo tan grave como una expedición militar
a nuestro país.
Pero Dolia Estévez supo cumplir con su deber de
reportera. Y de mexicana, tanto como de corresponsal para dar a conocer
esa conversación telefónica que pinta de cuerpo entero y mentalidad a la
Calígula al presidente 45 estadunidense, dispuesto a pasar por encima
de las instituciones mexicanas, de nuestra nación y de la paz como de lo
que es inspiración mexicana: “Entre los pueblos como entre las
naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Allá Trump. Acá Benito
Juárez. Y periodistas como Dolia Estévez.
Álvaro Cepeda Neri
[DEFENSOR DEL PERIODISTA]
Contralínea 529 / del 05 al 11 de Marzo 2017
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