Tengo la impresión de que la mayoría
de los mexicanos no hemos entendido que es la 4T, yo mismo he tardado
en entender de qué se trata realmente y me he dado cuenta que muchos de
mis amigos a los que considero inteligentes, algunos de los cuales son
matemáticos, físicos y economistas, desafortunadamente tampoco la
entienden, de ellos hablaré más adelante, pero ahora me interesa conocer
qué piensan quienes son mis lectores. Si ustedes pudieran enviarme su
respuesta a la dirección electrónica que aparece al final de este
artículo se los agradecería sobre manera, aunque antes debo darles la
mía, para que ustedes la conozcan y me den su opinión. La iniciaré
diciéndoles que comencé pensando que sería algo similar a las otras
tres, adecuada a nuestra realidad actual, como en su tiempo lo buscaron
aquellas; superar los más graves problemas de la nación de manera
absoluta y total. La primera era lograr la independencia del imperio que
nos enviaba órdenes absurdas, sin entender la realidad de nuestro país,
buscando sólo cómo robar nuestras riquezas e imponiendo la esclavitud;
la segunda tuvo como objetivos, primero librarnos de los altos costos
que nos cobraban los curas por los servicios que nos daban y que ellos
mismos no sabían para qué y cómo los podían utilizar y luego quitar de
la cabeza de la clase dominante que veían al pueblo despectivamente como
la indiadade ignorantes que para salir de su pobreza necesitaban traer a un príncipe extranjero que seguramente nos gobernaría mejor que nosotros mismos; la tercera tuvo más objetivos aún: eliminar la pobreza y la ignorancia, instaurar la democracia, asegurar educación, trabajo, vivienda y servicios médicos para todos los mexicanos y por último dejar de depender de las compañías extranjeras, que lejos de servir a México nos robaban nuestro patrimonio y habían puesto en riesgo nuestra soberanía.
La Cuarta Transformación (4T) estaría basada en los mismos principios
fundamentales con una gran diferencia; en este caso, ella no debía
implicar nuevos derramamientos de sangre, ni de enfrentamientos
violentos y menos con alguna potencia extranjera. Los objetivos de esta
nueva transformación me quedaban claros, ellos debían ser el retorno a
los tiempos de seguridad y disminución de la violencia en la que ahora
vive la nación, eliminar la corrupción tanto en el gobierno como en las
grandes empresas privadas, salir de la crisis educativa generada por las
estupideces de Peña Nieto y su secretario de Educación, quien debería
estar ahora internado en una institución siquiátrica y, finalmente,
reducir el nivel de endeudamiento exterior al que nos llevaron más de
cinco de los gobiernos anteriores de manera irresponsable.
Ahora sé que estaba totalmente equivocado y de ello me di cuenta al
observar en el televisor de mi casa las celebraciones del Grito de la
Independencia y después el desfile del 16 de septiembre, que había
dejado de ver por muchos años, luego de que se habían convertido en
meros rituales monótonos y vacíos, pues qué se podía esperar de un
presidente como Felipe Calderón, celebrando el bicentenario de la
Independencia y la Revolución y de otro como Peña Nieto, carente de
conocimientos para entender siquiera algo de la historia de México, ni
su rol y responsabilidad como presidente de la nación. Las ceremonias de
este 15 y 16 de septiembre terminaron convirtiéndose para mí en una
epifanía que me llevó a comprender la esencia de la 4T: En primer lugar,
entendí que no se trataba de un programa de gobierno, ni de un
señalamiento de los principios que regirían la vida del país durante su
gobierno, con la idea de que ellos constituyeran un nuevo rumbo a seguir
para los gobernantes que lo siguieran. ¡No! Se trataba realmente de
algo totalmente diferente. De una convocatoria para todos los mexicanos,
para cambiar la nación, nuestro país que está formado por un territorio
y también por todos nosotros, y lo estará asimismo por nuestros hijos y
nuestros nietos, un país que desde ahora podamos todos sentirnos
orgullosos como alguna vez se sintieron nuestros ancestros, una nación
que vuelva a ser ejemplo para todos los países del mundo, como alguna
vez lo fue en los tiempos del presidente Lázaro Cárdenas. Una nación que
pueda llevar al mundo nuevamente su cultura, su arte pictórico y
literario, su música, sus bailes y sus artesanías, sus ideas y
esperanzas, su esencia misma. Un México totalmente diferente al que hoy
tenemos y que sólo podrá ser logrado con el esfuerzo de todos. Esta es
hoy para mí, la esencia de la Cuarta Transformación. La que sólo
nosotros, todos, tenemos como mandato de un nuevo gobierno y que aún con
todos sus recursos y sus instituciones no lo puede, ni lo podrá hacer.
Envió ahora este mensaje a mis amigos que piensan que la 4T es sólo
un eslogan vacío y que catalogan a nuestro Presidente como un demagogo o
como un falso mesías, sólo porque él no ha resuelto sus problemas; uno
de ellos porque despidieron a su hijo de un centro de investigación en
Guanajuato, otro porque en el Seguro Social no le han dado la jubilación
que le corresponde y una más porque en el Fondo Nacional de Artesanías,
no le han otorgado un crédito para financiar un proyecto artesanal en
alguna región pobre del estado de Puebla. ¿Cuántos ejemplos similares a
éstos podríamos mencionar? No tengo duda de que todos ellos tienen razón
para su enojo, pero ¿Acaso piensan que es el Presidente quien les debe
resolver estos problemas? Quizá debieran dirigir su enojo y protestas al
mismo Dios, que Él sí, todo lo puede.
*Director del Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE).
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