Antonio Malacara
Aleph
Castañeda era otro de los grandes poliglotas musicales de nuestro país.
Su pulso en el contrabajo se desplegaba y tendía plataformas ya en la
música sinfónica, ya en la medieval, ya en la folclórica, aunque las
entrañas y el corazón y el núcleo del ser estuvieron siempre, lo
sabemos, al servicio del jazz.
De hecho, el pasado 29 de noviembre, después de que Son de Madera
alternara con Magos Herrera y Lila Downs en el Festival Vaniloquio de
Cholula, Puebla, Aleph se fue al Jazzatlán para convivir un rato con
los cuates; y ya en la madrugada, al salir del célebre club de jazz
cholulteca, lo sorprendió una fuerte crisis de asma que lo inmovilizó
hasta que una ambulancia lo recogió para trasladarlo al Hospital
General de Cholula.
Cuenta Rodrigo Moctezuma, amigo personal de Aleph y dueño del
Jazzatlán, que el maestro “se veía muy grave, aquí afuera; un doctor
que estaba entre el público lo empezó a atender, pero no abrían los
bronquios… se broncoaspiró y eso le dañó muy fuerte los pulmones. En la
ambulancia le dio un infarto y en el hospital otros dos”.
Pero inesperada y sorprendentemente, el joven maestro fue saliendo
de la crisis y empezó a recuperarse. Mes y medio después, los médicos
pensaron que estaba listo para ser dado de alta y regresar a Xalapa,
donde residía; sin embargo, el 16 de enero sufrió una nueva crisis
cardiaca y falleció en el hospital. Todavía no lo podemos creer.
Aleph Castañeda nació el 30 de julio de 1972 en la ciudad de México,
aunque desde muy pequeño su familia se mudó al puerto de Veracruz; ahí
estudió en la Escuela Libre de Música del Instituto Veracruzano de
Cultura (Ivec) y se tituló en dirección coral. Enseguida se vino a la
ciudad de México, estudió contrabajo con Agustín Bernal y se matriculó
un tiempo en la Escuela Nacional de Música. Finalmente, se fue a
Xalapa, se inscribió en la Facultad de Música de la Universidad
Veracruzana y ahí se tituló en contrabajo clásico.
Por aquellos años, el pianista Alejandro Corona, profesor de piano
en esa facultad jalapeña, abrió un taller de jazz y Aleph se inscribió
de inmediato, ahí armó sus primeros combos y poco a poco se convirtió
en uno de los contrabajistas de jazz más importantes de la ciudad y,
con el tiempo, del país en su conjunto. Yo recuerdo haberlo visto en el
escenario del Seminario y Festival de Jazz de Xalapa, en 2003, como
parte del trío de jazz de Édgar Dorantes.
Entonces
escribía: “… Aleph Castañeda en el contrabajo y Rodrigo Álvarez en la
batería son una muestra fehaciente y jazzeante de la calidad musical
jalapeña. Con Up and Down, pieza escrita originalmente para
cuatro trombones, el trío levanta al público de sus asientos. Al
despedirse con los felices compases de He’s coming, nos quedó claro que ésta es una de las mejores propuestas del jazz en México (La Jornada 17/8/2003).
En la clausura de ese mismo festival, en el Teatro del Estado,
aparecía Jazz Entre Tres, agrupación jalapeña integrada por el
guitarrista austriaco Estefan Oser, el baterista Adolfo Álvarez (quien
en la década de los 70 fundó, junto con Francisco Téllez, el legendario
Cuarteto Mexicano de Jazz) y por el propio Aleph. Ellos editaron dos
discos.
Pero Aleph Castañeda tenía también sus propias propuestas. Y en cada
una de ellas, convocaba a los músicos más talentosos de su entorno. A
principios de 2008, su quinteto estaba integrado por Édgar Dorantes al
piano, Raúl Gutiérrez en el saxofón alto, Christian Mendoza en el sax
tenor y Rolando Alarcón en la batería. Y para finalizar el año, había
restructurado la propuesta, ahora con un sexteto en el que Daniel López
Infanzón se hacía cargo del piano, Rey David Alejandre del trombón,
Pedro Jukio Avilés del sax, Giovanni Figueroa de la batería y Leo Muñoz
de las percusiones.
Y hay mucho mucho más. Parte de sus ires y venires profesionales en
los terrenos sinfónicos y populares se anota en la edición de ayer de
este diario; sólo habría que agregar que su última grabación fue con el
grupo Son de Madera, un disco titulado Caribe mar sincopado,
que merece un tiempo y un espacio aparte. Y que la afabilidad y la
sencillez de su presencia sólo eran comparables con la solidez y la
contundencia de su contrabajo. Descanse en paz.
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