Carlos Fazio
La Jornada
Por alguna razón inconfesable, temprano en la mañana del
domingo 19 de junio, a plena luz del día, la comunidad de Nochixtlán,
en la Mixteca oaxaqueña, fue elegida como blanco de una operación de
guerra no convencional, irregular o asimétrica por mandos de los
aparatos de seguridad del Estado Mexicano, con el saldo conocido de 11
civiles ejecutados de manera arbitraria o sumaria y medio centenar de
heridos.
Apoyados por helicópteros y provistos con fusiles de asalto, pistolas
9 milímetros y equipo antimotines (bastones PR-24 y granadas de humo,
irritantes y lacrimógenas), en la operación intervinieron alrededor de
850 agentes uniformados y de civil (entre ellos presuntos
francotiradores que habrían accionado armas desde las azoteas de los
hoteles Juquila y Fandango) pertenecientes a tres divisiones de la
Policía Federal: la de Seguridad Regional, Fuerzas Federales y
Gendarmería, que responden al comisionado general, Enrique Galindo
Ceballos, quien, a su vez, por la cadena de mando, recibe órdenes del
comisionado nacional de Seguridad, Renato Sales Heredia, y el secretario
de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
A 15 días de los hechos, las iniciales declaraciones del comisionado
Galindo se desvanecieron por completo. El funcionario mintió una vez
más. Igual que en los hechos de Tanhuato, Michoacán, el 22 de mayo de
2015 −cuando un helicóptero Black Hawk artillado y más de 100 agentes de
la Policía Federal apoyados por el Ejército abatieron a 42 jornaleros
que se hallaban durmiendo en el rancho El Sol−, su teoría de un
enfrentamientoa tiros en Nochixtlán no se sustenta en datos firmes.
Su narrativa y las sucesivas rectificaciones sobre los hechos del 19
de junio son un insulto a la inteligencia de los mexicanos. En
Nochixtlán no se aplicó ningún protocolo de uso de la fuerza ni para el
traslado de detenidos (18 dolientes que participaban en un entierro en
el panteón local fueron trasladados como reses muertas en un camión de
la Policía Federal). Sus policías militarizados sí iban fuertemente
armados a temprana hora de la mañana, y no hay ninguna prueba ni una
sola imagen en la que aparezcan civiles portando cuernos de chivo,
como refirió la versión oficial. Hay, sí, testimonios de que policías
de civil cargaron garrafones de gasolina y prendieron fuego a varios
automóviles estacionados a los costados de la carretera.
Dada la indignada reacción de la población local, esta vez los
federales no tuvieron oportunidad de modificar el teatro de operaciones y
las escenas de los crímenes, ni de sembrar pruebas o evidencias para
incriminar a sus
extraños agresores, que Galindo definió como
un grupo de personas distintas del movimiento magisterial. Asimismo, la habitual coartada de la
legítima defensay la utilización del verbo
repeler, tan afines a los organismos de seguridad del Estado en sus tareas de gestión y control de población en el marco de la necropolítica aplicada por el régimen de Enrique Peña Nieto, no se sustentan en la realidad.
Los pobladores que respondieron el ataque de las fuerzas
gubernamentales utilizaron bombas molotov, cohetones y piedras, lo que
marca la asimetría del
enfrentamientocon las tropas de asalto federales altamente entrenadas y equipadas, según se había ufanado en varias ocasiones, antes de los hechos de Nochixtlán, el propio Galindo. Además, la versión del comisionado de que 2 mil lugareños realizaron una
emboscada estratégicaa los profesionales de la violencia que él comanda es una reverenda estupidez; de ser así, debió haber sido relevado de su cargo de inmediato.
Galindo sigue haciendo uso de una estrategia operacional que incluye
la guerra sicológica y el manejo mediático con fines diversionistas o de
distorsión informativa. Las imágenes captadas por Jorge Arturo Pérez,
fotógrafo de la agencia Cuartoscuro, quedaron grabadas en su cámara de
manera automática entre las 10:15 y las 10:30, y allí se observa a
policías federales accionando sus rifles AR-15 y pistolas calibre 9
milímetros. Pérez declaró a la prensa que trató de ubicar con su
teleobjetivo a algún civil armado y no logró ver ninguno (policías le
dijeron en el lugar de los hechos que ellos habían sido atacados con un
AK-47). A su vez, Luis Alberto Cruz, fotógrafo de la agencia
estadunidense Ap, captó la imagen donde se observa a un uniformado en
posición rodilla a tierra disparando su fusil de asalto contra la
barricada desde la Vulcanizadora Reyes; la imagen se convirtió en viral
en las redes sociales y dio la vuelta al mundo, desnudando a Galindo.
Enclavada en el corazón de la primera zona económica especial (ZEE,
el corredor industrial interoceánico del Istmo de Tehuantepec que
conectará el Golfo de México con el Pacífico oaxaqueño), Asunción de
Nochixtlán es una pequeña localidad que conecta la región mixteca con la
supercarretera Tehuacán-Oaxaca, una vía estratégica bloqueada con
barricadas desde el 13 de junio por maestros de la CNTE. Como tal, está
ubicada en una zona de gran importancia geoeconómica para las
corporaciones trasnacionales que impulsan la
economía de la muertey preparan el despojo en los ocho estados del sur-sureste de México que comprenden las ZEE.
Como antes en Tlatlaya, Iguala, Apatzingán y Tanhuato, la ofensiva
neocolonial de la maquinaria de guerra estatal en Nochixtlán representa
el lugar en el que la soberanía consiste, fundamentalmente, en el
ejercicio de un poder al margen de la ley y donde la
pazsuele tener el rostro de una
guerra sin fin(Mbembe). Como lo muestra el caso palestino, la ocupación colonial de la modernidad contemporánea es un encadenamiento de poderes múltiples: disciplinar, biopolítico y necropolítico. La combinación de esos tres poderes ha comenzado a desplegarse contra poblaciones de los territorios de las ZEE. Las tecnologías de destrucción de esta forma de gubernamentalidad consisten en inscribir los cuerpos −poblaciones enteras− en el orden de la economía máxima, representado hoy por la
masacre. Verbigracia, Nochixtlán.
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