El director general
del Banco de México (BdeM), Alejandro Díaz de León Carrillo, advirtió
ayer sobre el riesgo de una devaluación del peso debido a una evolución
desfavorable de la renegociación en curso del Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN); dijo que la economía nacional sigue
enfrentando riesgos en el corto y mediano plazos, y recomendó la
adopción de reformas profundas que se traduzcan en mejores condiciones
de seguridad pública, certeza jurídica y competencia económica. Por su
parte, Carlos Serrano, economista en jefe de BBVA Bancomer criticó la
política monetaria
negativa para el crédito y el consumo, en referencia a los
innecesariosincrementos a las tasas de interés aplicados por el BdeM (la tasa de referencia pasó de 3.5 a 7.5 por ciento en menos de dos años) para hacer frente a las medidas análogas dispuestas por la Reserva Federal estadunidense y para mantener a raya la inflación que se disparó a principios del año pasado debido a los aumentos en los precios de los combustibles impuestos por el gobierno federal. Una postura similar fue externada el 9 de febrero de este año por el Consejo Coordinador Empresarial, el cual manifestó su preocupación por el
costo sobre los proyectos de inversiónde las elevadas tasas de interés.
Con este telón de fondo, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, dijo ayer en Chihuahua que
el más grave riesgode una eventual cancelación del TLCAN es que, bajo el influjo de
grupos proteccionistas, México involucione a una economía cerrada. Tal declaración, formulada antes del viaje de Guajardo a Washington, en donde se reunió con el secretario estadunidense de Comercio, Wilbur Ross, denota claramente la falta de horizontes del grupo gobernante ante los obstáculos que enfrenta la renegociación del acuerdo comercial trinacional: se da por hecho que el único comercio internacional que puede tener México es con sus vecinos del norte y que no hay más alternativa a esos intercambios que el retorno a la economía cerrada; es decir, se razona como si el resto del mundo no existiera y como si el país fuera incapaz de diversificar sus importaciones y exportaciones hacia América Latina, Europa, Asia y África.
La pobreza de esas percepciones explica en parte la debilidad
de las autoridades mexicanas ante su contraparte estadunidense en el
contexto de la renegociación del TLCAN, así como el empecinamiento en
salvar a toda costa el instrumento comercial, como si éste fuera el
único cauce posible del comercio internacional del país. Por infundada
que resulte, esa idea no ha pasado inadvertida, ciertamente, para la
administración de Donald Trump, la cual la aprovecha para presionar y
chantajear a México a fin de obtener las mayores ventajas posibles de la
renegociación para modelar un acuerdo comercial aún más injusto y
asimétrico que el que entró en vigor en 1994.
Por otra parte, resulta insoslayable que, tanto por sus infortunios
en la relación con Trump como por encontrarse cerca de su término, el
actual gobierno mexicano no está en las mejores condiciones para hacerse
cargo de esa negociación. Es pertinente pues, reconsiderar el retiro de
los representantes nacionales de la mesa de negociaciones, incluso si
ello implicara el fin anticipado del tratado, y abrir un compás de
espera para reconstruirlo o elaborar uno del todo nuevo en
circunstancias más propicias.
Ello resulta tanto más necesario si se toma en cuenta que la
incertidumbre sobre el resultado de la renegociación se ha convertido en
un factor de inestabilidad para la economía, como lo indican claramente
las declaraciones del director del BdeM mencionadas al principio de
este editorial, y si se tiene en mente los riesgos que implica la
supeditación financiera y de política monetaria a las decisiones de
Washington.
En suma, sería saludable restar dramatismo a la posibilidad de un fin
anticipado del TLCAN y entender que, con o sin ese convenio, el país
saldrá adelante. Sólo a partir de esa certeza, y de la construcción de
un consenso (por hoy, inexistente) en torno a las modalidades de la
relación comercial con nuestros actuales socios regionales será posible
tener bases sólidas, firmes y constructivas para remodelar el actual
TLC, conformar un nuevo tratado a partir de cero o prescindir de un
acuerdo semejante sin que la economía nacional experimente quebrantos
graves.
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