La Jornada
La Comisión Nacional de los
Derechos Humanos (CNDH) alertó sobre la crisis que enfrenta la
Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), la cual se encuentra
saturada de peticiones que no pueden ser resueltas, debido a una
falta de capacidad operativainexplicable e injustificable.
Lo cierto es que desde octubre pasado la Comar decidió suspender
los plazos y los términos de los procedimientosque realiza su coordinación general en Ciudad de México. A la fecha hay 7 mil 719 solicitudes de asilo que fueron presentadas en el curso del año pasado y, por ley, habrían debido ser respondidas en un plazo máximo de 45 días. Según la CNDH, la Comar recibió el año anterior 14 mil 595 solicitudes de refugio y 60 por ciento de éstas no han sido resueltas.
La falta de capacidad de la instancia nacional encargada de hacer
efectivo el derecho de asilo en el territorio nacional se traduce en una
situación desesperada y exasperante para miles de personas que
permanecen en condición de indocumentadas y se ven, por tanto,
incapacitadas para trabajar y reducidas a un grado de casi total
indefensión legal y económica.
Más allá del drama social que esto representa, la falta de respuestas
a las peticiones de asilo y refugio violentan el contexto jurídico del
país y los instrumentos internacionales de derechos humanos, y
contravienen una tradición nacional irrenunciable: en efecto, desde los
inicios de su vida independiente, México se ha caracterizado por ofrecer
refugio a personas perseguidas de todas las latitudes, con
independiencia de su origen, religión o filiación política, y ha
recibido a grupos de desplazados por guerras y otras catástrofes.
En la circunstancia internacional actual, la vigencia de esta
tradición, y la funcionalidad de los mecanismos institucionales y
legales para mantenerla viva, resultan particularmente necesarias, por
cuanto Latinoamérica experimenta un reajuste obligado de sus flujos
migratorios tradicionales debido a las posturas xenofóbicas del gobierno
estadunidense. Más aún, mantener esa tradición aporta a México una
autoridad moral indispensable para hacer frente a la persecución y las
agresiones racistas –que empiezan con los frecuentes exabruptos verbales
del presidente del país vecino– de que son víctimas nuestros
connacionales que viven al norte del río Bravo.
Resulta fundamental, pues, que las instancias más altas del gobierno
federal hagan acopio de voluntad política para remontar las dificultades
de la Comar –ya se trate de problemas presupuestales, de falta de
personal, de una torpeza burocrática inadmisible o de una combinación de
tales factores–, de modo que esa dependencia cumpla con eficiencia y
prontitud sus responsabilidades legales y el país retome, de esta
manera, la tradición ética y humanitaria que lo ha distinguido en la
comunidad internacional desde el siglo antepasado.
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