Jazz
Antonio Malacara
La
segunda edición del Encuentro de Jazz en Jalisco, conocido también como
Festival Tónica, se inició el pasado 3 de julio con un emotivo, muy
emotivo homenaje a Rodolfo Popo Sánchez, una de las grandes
leyendas del jazz en este país, saxofonista de antología, que a los 75
años de edad luce más poderoso y vigente que nunca.
Durante el concierto inaugural, acompañado por la Big Band Jazz de
México, el maestro sacudió el teatro Degollado hasta sus cimientos
(metáforas aparte) y conmovió a más de medio millar de asistentes con
siete u ocho temas que iban de la célebre Caravan (de Juan Tizol) a Muchachas mexicanas, estupendo son donde Popo hace gala de la rítmica y el colorido del mariachi… De hecho, todas las piezas de esa noche, ya standards,
ya de su autoría, surgieron de una paleta mágica donde los colores
igual estallaban en el aire que se deslizaban con cautela y elegancia
hasta el último rincón del auditorio.
Una impecable exhibición de musicalidad y fuerza expresiva. Una
entrega absoluta que el público aplaudió de pie en repetidas ocasiones.
De buenas a primeras me descubro con la boca abierta tras
bambalinas; los dedos nerviosos buscan algún espumarajo en la boca y
los ojos asustados se aseguran de que nadie haya visto tal desfiguro.
Pero no hay ni baba ni testigos. Es sólo la emoción que ha soltado
amarras, mientras Popo y la big band siguen improvisando sobre la Granada de Agustín Lara.
Previamente, la big band había abierto la noche
con seis temas (incluyendo la estupenda voz de Fela Domínguez en tres
de ellos). Hubo después un intermedio para que Sara Valenzuela
(directora artística del festival) anunciara el homenaje y me invitara
a platicar de los cómos y los porqués estábamos ahí, agradeciendo y
rindiendo tributo a la música de Popo Sánchez.
Le pregunto entonces al micrófono qué hace sobresalir a este
saxofonista, qué lo ha elevado y distinguido entre todos los buenos
jazzistas que abundan en este país. El micrófono no me responde, pero
yo sigo preguntando: ¿Será que realmente existe un duende… ese chaneque
inquieto que se multiplica con las alforjas cargadas de milagros, de
hallazgos mágicos, que esparce polvo y simiente entre un reducido grupo
de elegidos, de aquellos que, como decía Silvio, no caben en la muerte?
Se
dijo también que Rodolfo había nacido en Uru
apan, Michoacán, el 29 de
mayo de 1939, que a los 10 años había empezado a estudiar clarinete y
saxofón con el maestro Chano Moreno, director de la orquesta Águilas de
San Pedro, donde su papá tocaba el trombón, y que a los 16 radicaba ya
en la ciudad de México tocando subsecuentemente en las orquestas de
Lupe López, Pepe Luis y Héctor Hallal.
A los 22 años entra al quinteto de Chucho Zarzosa y a partir de
entonces el jazz le transforma la vida y los conceptos. Paulatinamente,
toca también en los grupos de Mario Patrón, Chilo Morán, Tino
Contreras, hasta hacerse cargo de sus propios proyectos, en los que
sobresalen las bandas Lucifer y Yasú. Se afirmó que un recorrido por el
currículum de Rodolfo nos llevaría la noche entera, pero que no podía
dejar de apuntarse la creación y la dirección de las orquestas
Sagitario (en Toluca), Primavera (en Oaxaca) y Universitaria de Música
Popular (en Xalapa). Además de sus trabajos con la Orquesta Sinfónica
Nacional, la Sinfónica de la Universidad de Nuevo León y la Sinfónica
de Xalapa.
La gente seguía aplaudiendo la última pieza cuando Sara Valenzuela y
Joao Rodríguez (artista visual tapatío) salieron a escena para entregar
un grabado al maestro. El tiempo disponible en el Degollado se había
agotado, el sindicato presionaba para terminar el acto, pero el
respetable y excitado y exigente público no dejaba de aplaudir y
Rodolfo Popo Sánchez hizo un encore con un sintomático What are you doing the rest of your life?, de Michel Legrand.
El buqué del tinto argentino jugaba todavía en la boca y yo seguía
pensando en el porqué de ese homenaje, en el cómo consigue crear Popo Sánchez
tanta belleza en medio de unos códigos musicales tan visitados y
vueltos a visitar, tan de todos conocidos… y creo que la respuesta está
en el alma del maestro, en su ánima… en el ánimo, en la sensibilidad
del corazón. O en su complicidad con el duende aquél de los milagros.
Salud.
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