9/27/2011

Son los bancos

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Samuel Schmidt



Cuando discutí el tema de la hegemonía en mi tesis doctoral definí que las clases sociales son heterogéneas, no es que solamente una clase explote a otra, según el reduccionismo marxista, sino que las divisiones en las clases están determinadas por sus intereses primordiales. De esta manera la burguesía se divide en cuatro fracciones: Industrial, agropecuaria, de servicios y telecomunicaciones y financiera. Todas estas fracciones se complementan, para que la industrial pueda funcionar con salarios bajos, la agropecuaria tiene que producir alimentos con precios accesibles, la de servicios debe contar con un aparato comercial que facilite la distribución de mercancías y la financiera debe refaccionar con créditos eficientes a todas ellas.

La relación entre las fracciones dista mucho de ser armónico porque cada empresa intenta concentrar más, generándose un estrato pro-monopólico y al predominar el egoísmo, cada una lucha para someter a las demás a su propio proyecto.

La hegemonía es el proceso por medio del cual una fracción se impone a las demás y a las otras clases sociales. En nuestra época la fracción hegemónica es la financiera, o sea que los bancos e instituciones del dinero subordinan los intereses de toda la sociedad a los suyos propios.

Si todo fuera simplemente que alguien se apropia de recursos y que obliga a los gobiernos a manejar a la sociedad para su beneficio, estaríamos frente a una cierta armonía, pero no es así en virtud de estar ante un sistema lleno de imperfecciones, donde el egoísmo parece prevalecer.

Hace unos días el Fondo Monetario Internacional hizo un llamado a Europa para que refuerce a los bancos, solamente que estos son justamente los que desataron la crisis actual, porque entró en juego el interés particular que se impuso por sobre el de las instituciones y la sociedad en general.
Son las financieras las que crearon un mercado de préstamos “tóxicos” (les dicen en Estados Unidos), que estaban llenos de irregularidades, bajo el supuesto de que el sistema creciera por siempre para diluirlos, de otra manera tendrían que reventar.

Ahora son las financieras las que precipitan una nueva crisis al tener fortunas en sus caudales que buscan ganar dinero traficando con bonos de los Estados en lugar de invertirlos en las actividades de las demás fracciones de la burguesía. Y de esta manera han creado un círculo vicioso.

Al dirigir los fondos fuera del sector productivo, logran frenarlo y por ende que se reduzcan sus contribuciones para financiar el gasto público, como los gobiernos que tienen que continuar prestando servicios como educación y salud, y mantener gastos de administración y defensa, necesitan endeudarse con esos mismos bancos, negocio redondo para el capital financiero, que tiene que terminar por tronar como está sucediendo en Grecia, caso que corre el riesgo de arrastrar a otros países (España e Italia) haciendo que por primera vez funcione la mal llamada teoría del dómino.

Las sociedades se van diferenciando, lo que resulta en instituciones y roles específicos, por ejemplo, han surgido como negocio empresas que califican la capacidad de endeudamiento de otras empresas y su espacio de acción se ha ampliado a los gobiernos, esto ha alimentado la especulación y beneficiado a los bancos, si una “calificadora” (hoy investigadas por por lo menos un gobierno) reduce la calificación de un gobierno, los bancos que generaron el problema le prestan, pero MÁS CARO.

Luego viene la ambición desmedida. Los banqueros se pagan fortunas mientras que van hundiendo a la sociedad, en Estados Unidos se dio el caso de bancos que otorgaban bonos con los fondos públicos destinados para su rescate a los banqueros que habían propiciado los “préstamos tóxicos”. Esta es una de las caras de la hegemonía, en lugar que los gobiernos rescaten a los ciudadanos, a la sociedad que sufre el impacto del egoísmo de los bancos, rescatan a éstos últimos. Y como vimos, las instituciones financieras mundiales, llaman a gritos a seguir salvando a los bancos aunque esto termine hundiendo a la sociedad.

Surge de esa parte de la sociedad el reclamo para que los gobiernos eliminen las regulaciones, pero éstas –aunque en ciertos casos llegan a niveles absurdos- responden a la acción de los gobiernos para que éstas dinámicas no destruyan al sistema. Las leyes anti-monopolio deben prevenir que una sola empresa determine la economía en su rama económica, aunque con el capital financiero, las instituciones funcionan como un cartel, porque sus conductas parecen copiarse de una institución a otra, y hasta la fecha no parece haber poder político terreno que las limite u obligue a servir a la sociedad, o que las deje sucumbir como respuesta a su propia voracidad.

Hay que ubicar muy bien el origen del problema actual, son los bancos.

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