3/12/2017

Toni Erdmann



Carlos Bonfil
Las irrupciones salvajes. El sexagenario alemán Winfried Conradi (Peter Simonischeck), divorciado y maestro de música, deseoso de recuperar el cariño de su hija Inés (Sandra Hüller), una joven ejecutiva en consultorías para organizar despidos laborales en países en desarrollo, hace lo posible por transmitirle su buen humor y su hedonismo, al tiempo que le sacude, de modo provocador e ingenioso, toda la rigidez de sus certidumbres éticas y profesionales.
Tony Erdmann, tercer largometraje de la realizadora germana Maren Ade (Alle anderen/Todos los demás, 2009), ha sido un enorme éxito en los festivales de cine europeos y una fuerte nominada al Óscar a la mejor película en lengua extranjera este año. Para quienes imaginan que el cine alemán está irremediablemente volcado a explorar sólo dramas existenciales o catárticas revisiones históricas para reconciliarse con su pasado reciente, la cinta de Maren Ade será una revelación enorme. Se trata de una comedia agridulce, con vigorosos momentos de sátira social, que pone de manifiesto, a través de la conflictiva relación de un padre con su hija, la crisis y las contradicciones de un sistema neoliberal agotado, incapaz de ofrecer incentivos morales y dosis mínimas de confianza a quienes por décadas confiaron en su invulnerabilidad y en su eficacia.
Desde la primera escena del filme, en la que el proteico y bonachón bromista Winfried Conradi se hace pasar por un hermano ficticio para provocar y perturbar a un cartero temeroso de estar entregándole un paquete potencialmente explosivo, hasta las irrupciones salvajes con las que, con disfraces diversos (peluca y dientes postizos) e identidades fantasiosas (embajador, magnate, amigo de los poderosos), se entromete en las actividades laborales de su hija, saboteándole sus posibles éxitos, frustrando su impulso arribista, o reduciendo al ridículo sus solemnes pretensiones de solvencia administrativa, el hombre gasta a todo mundo todo tipo de bromas. Seduce a los clientes a quienes su hija apenas convence, y es exitosamente irreverente con los ejecutivos a quienes la joven corteja con penosos resultados. Lo suyo es derribar, con ánimo anarquista, las pretendidas conquistas de ese empresariado neoliberal que con tanto celo representa y defiende su hija, y demostrarle, mediante el humor y la parodia, la triste vanidad de sus empeños.
Entre sus múltiples parodias figura, precisamente, la identidad inventada de un Toni Erdmann que será consultor, como su hija, y participará al lado suyo en sus sucios trabajos para promover las prácticas de outsourcing (subcontratación de servicios) en Rumania, país ex comunista volcado a un capitalismo a la vez dependiente y salvaje. Esta suplantación de personalidades, tan cómica y parecida a las que practicara Jerry Lewis (El profesor chiflado, Lewis, 1963) en sus caprichosas transfiguraciones (incluida la dentadura falsa y las demoledoras burlas a las solemnidades de su entorno), es el polo opuesto de esa monótona existencia de Inés, con sus excesos en drogas recreativas y en una abyección sexual, convertida en ritual indistinguible de sus rutinas laborales.
Imagine ahora el lector la manera en que un personaje tan irreverente y políticamente incorrecto como Winfried Conradi, alias Toni Erdmann, puede exacerbar la suma de frustraciones de su hija, ejecutiva modelo, y llevarla hasta un punto de implosión que la comedia recupera con enorme astucia. Pocas cintas en el cine alemán reciente, desde Doris Dörrie con sus planteamientos de género hasta Fatih Akin con sus intensas radiografías sociales, habían logrado la síntesis explosiva de una escena como la de una hilarante fiesta, un brunch laboral, a la que todos los tiesos invitados de la empresa de Inés deben asistir totalmente desnudos. O el surrealista toque de un Toni Erdmann enfundado en un disfraz de fantasioso monstruo peludo de las estepas irrumpiendo por última vez en la vida ordenada de su hija, con el llamado más angustiante y silencioso –el más conmovedor, sin duda–, que una generación de la vieja escuela puede todavía lanzar a una generación más nueva para evitarle, en lo posible, precipitarse de lleno en el vacío.
Una muestra de las posibilidades subversivas del humor, una cinta emblemática para los tiempos aciagos de la Europa actual.
Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional a las 15:45 horas.
Twitter: CarlosBonfil1

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