El Salón Rojo
Club Sándwich (Dir. Fernando Eimbcke)
Luego de ser nominada en la categoría de Mejor Película en la pasada entrega de los Arieles y con casi un año de retraso en su estreno comercial, llega finalmente a las carteleras nacionales el tercer largometraje del mexicano Fernando Eimbcke, quien justo hace 10 años nos sorprendiera con su ópera prima Temporada de Patos (2014).
Fiel a su estilo (que sigue abrevando de Jarmusch y Ozu), estamos de nuevo ante un relato pausado (que no lento), de planos fijos, encuadres simétricos, movimientos fuera de campo y un estilo contemplativo donde las acciones, en apariencia marginales, encierran en su cotidianidad (una tarde de sol a lado de una alberca) las claves de un suceso mucho más trascendente (el paso de la niñez a la adolescencia). O dicho de otra forma, en el cine de Eimbcke pareciera que “no pasa nada”, cuando es justo en esas acciones cotidianas donde se fragua todo.
La anécdota es simple (que no simplona): Paloma, una madre soltera de treinta y tantos años (extraordinaria María Renée Prudencio), va de vacaciones junto con su hijo de 15, Héctor (debut de Lucio Giménez Cacho) aprovechando alguna oferta por temporada baja en un pequeño balneario del estado de Oaxaca.
Los días pasan en tardes echados al sol, juegos en la alberca, pláticas intrascendentes (“¿Prince es sexy?”) y noches frente al televisor del cuarto de hotel donde poco a poco se exhibe el tipo de relación que sostienen madre e hijo: una simbiosis donde ambos son mutuamente condescendientes (“Tú también eres sexy”, le dice ella; “Tú no estás gorda”, le dice él) en un vedado Edipo que, sin embargo, no tardará en volverse conflictivo cuando Héctor empiece a reprochar los mimos cursis de su siempre amorosa madre (“Me caga que me digas panquecito”) y termine interesándose por una chica que acaba de llegar al mismo balneario.
Así, si bien es claro que Eimbcke no ha abandonado la adolescencia como leitmotiv de su cine, en Club Sándwich el foco del conflicto está en la madre y cómo es que esta asumirá la realidad de ver a su “panquecito” harto de sus mimos, interesado en otra mujer y -lo peor- imaginarlo teniendo relaciones con ella.
La película es en realidad una cinta sumamente femenina donde el estereotipo de la madre abnegada es inexistente y se sustituye por el de una mujer aún joven, posiblemente profesionista, que le habla de tú a su hijo, pero que aún con todo ello no puede evitar ver a su vástago como un pequeño bebé, adoración absoluta, y posiblemente único motor en su vida.
Estamos pues ante la crónica del largo adiós de una madre a su hijo, exhibido en un tono de comedia nunca forzado pero siempre agradable, nunca exento de cierta crueldad y patetismo, donde todo el huracán de sentimientos encontrados estará perfectamente bien interpretado por una María Reneé Prudencio siempre natural, de emociones contenidas pero expresiones delatoras, y en cuya habilidad histriónica recae gran parte de la efectividad de esta cinta.
Una comedia de risas contenidas, sutil y divertida, donde -una vez más- la compleja sencillez (vale el oxímoron) de la puesta en imágenes de Eimbcke hacen de esta una de las mejores películas mexicanas del año.
Club Sándwich (Dir. Fernando Eimbcke)
3.5 de 5 estrellas.
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