Gustavo Gordillo/ III
El badhombre en
jefe. En los primeros 50 días de la presidencia de Donald Trump quizás
el acto más significativo ha sido el discurso de Bannon ante la élite
conservadora que siempre había sido renuente a aceptar extremistas como
éste confeso leninista. Bannon dijo que los tres ámbitos de trabajo de
Trump son la seguridad nacional y la soberanía, el nacionalismo
económico y la deconstrucción del Estado administrativo –de ahí que él
mismo se sienta emparentado con Lenin.
El toma y daca conservadora. ¿Por qué los conservadores
institucionales han tolerado en campaña tantos dislates de Trump y ahora
más en sus 50 días? Esencialmente, como señala David Smith en un
excelente reportaje sobre los primeros 50 días de Trump en The Guardian,
porque les ofrece a cambio dos sueños de los legisladores conservadores
desde hace al menos ocho años: privatizar el sistema de salud
rechazando y sustituyendo el Obamacare, y reformar la legislación impositiva para reducir drásticamente los impuestos a los ricos.
Aquí asoma el verdadero estilo de negociar de Trump. Por una parte
busca escandalizar, rompe retóricamente los puentes de entendimiento
dentro de su país –acusando por ejemplo a Obama de espiarlo– o
externamente –amenazando con salirse de la OTAN o con incumplir alianzas
militares con Corea del Sur o con Japón–, para luego rota las
resistencias negociar sus verdaderos propósitos. Es un mentiroso
patológico pero tiene una estrategia autoritaria.
Esa es la técnica usada en su guerra contra México. Declara que
construirá un muro que pagará México. Afirma que expulsará a todos los
indocumentados sean o no mexicanos, y que en caso necesario –se filtra
desde la Casa Blanca– utilizará a la fuerzas armadas para afrontar a los
badhombres frente a los cuales las fuerzas armadas mexicanas
están acobardadas. Declara que el TLC es el peor tratado comercial y que
afecta gravemente a Estados Unidos –habla hasta de una carnicería
comercial.
Detrás de toda esta pirotecnia, ¿qué quiere de México? Primero,
aterrorizar y paralizar. Segundo, dividir aún más a las élites. Tercero,
deslegitimar a las instituciones democráticas. Cuarto, lograr sus
propósitos centrales.
La expulsión de emigrantes latinos y la disuasión y bloqueo a
futuras migraciones tiene dos propósitos. Por una parte reducir el peso
real y potencial que representa el voto latino para erosionar desde este
lado la coalición progresista –negros, latinos, gays, mujeres. Por otra
parte, convertir al gobierno mexicano en rehén de su política de
seguridad nacional con el propósito de contener la migración
centroamericana y continuar la guerra contra los cárteles de la droga.
La denuncia al TLC busca un trato más ventajoso, pero sospecho que es
para el grupo de forajidos y negociantes que pueblan el gabinete
presidencial de Trump. Es también el punto de partida para negociar con
China una mejor distribución del pastel nuevamente para sus socios
domésticos. Parece pedestre que la retórica antilibre comercio se
reduzca al capitalismo de compadres. En efecto lo es.
El gobierno mexicano ha comenzado a reaccionar. Ha avanzado en el
apoyo consular. Ha rechazado la idea de aceptar expulsados de otros
países. Ha señalado que la defensa de los migrantes es un asunto de
derechos humanos. Afirma estar listo a partir de mayo para iniciar las
renegociaciones del TLC, aunque recientemente las declaraciones del
secretario de Comercio de Estados Unidos presentaba un calendario
diferente finalizando en el año peligroso de 2018.
Sin embargo, en su conjunto, los temas de mayor controversia con
Estados Unidos –TLC, migrantes, drogas– constituyen el centro de un
problema de seguridad nacional, seguridad interna y seguridad pública
para nuestro país.
Alrededor de estos temas debería girar la conversación nacional. Más
que cualquiera otra cosa de esto depende el futuro del país. Que no
comienza en 2018 sino hoy mismo.
Twitter: gusto47
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