12/10/2022

La CEPAL y el mercado te cuidan, pero sin madre

 tribunafeminista.org

Maria José Binetti

Maria José Binetti

Doctora en Filosofía y Magíster en Estudios de las Mujeres y de Género - Investigadora del CONICET (Argentina) Filosofía Contemporánea y Filosofía Feminista - Activista por los derechos de las mujeres en base al sexo - Integrante de la Campaña Argentina por el Reconocmiento de los Derechos de las Mujeres en Base al Sexo

Entre el 7 y 11 de noviembre tuvo lugar en Buenos Aires la XV Conferencia Regional sobre la Mujer organizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) con el apoyo de ONU Mujeres y otros organismos de la ONU. El evento fue convocado bajo el título “La sociedad del cuidado como horizonte de recuperación sostenible con igualdad de género” y sellado con una declaración de Compromiso de Buenos Aires (https://conferenciamujer.cepal.org/15/es/documentos/compromiso-buenos-aires). En colaboración con la CEPAL, tuvo también lugar el Foro Feminista de asociaciones civiles, cuyas recomendaciones fueron elevadas a la XV Conferencia en nombre de la sociedad civil (https://conferenciamujer.cepal.org/15/es/documentos/declaracion-foro-feminista).

Cabe destacar el enorme esfuerzo tanto de la CEPAL como del Foro Feminista de ONGs para incluir en sus documentos conclusivos sobre cuidado a toda autoidentificación subjetiva necesitada del mismo. Para dar un ejemplo de inclusividad, el Foro se preocupa por cuidar los derechos laborales de las “trabajadoras sexuales” y los derechos de géneros de las “mujeres trans”, las más vulneradas de toda la historia. El documento de la Conferencia hace lo propio atendiendo el cuidado de las mujeres y “personas LGBTI+”, de lo cual se sigue que las mujeres son “algo” que excluye a las lesbianas y bisexuales, pero incluye a los varones autopecibidos “algo”. Con tales neo-taxonomías, la Conferencia cumple con el objetivo de cuidarnos a todes en nuestros subjetivos modos de habitar cuerpo y mundo.

Sin embargo, el nombre que no aparece por ningún lado, ni en el Compromiso de la CEPAL ni en el documento de Foro Feminista ni en otros documentos corporativos relativos cuidado, es el de las “madres” y la función socio-política de la “maternidad”. Las madres en tanto que tales –a saber, mujeres que cumplen la función de maternar en sus múltiples acepciones y modos posibles– no son para la Conferencia sobre la Mujer sujetos socio-políticos cuya fundamental tarea de reproducir y sostener la vida merezca una consideración específica. A juzgar por tales documentos, y habida cuenta del alto grado de des-biologización y auto-afectación de los nuevos paradigmas políticos, parecería que niñas y niños son ahora gestados, nacidos, amamantados y criados por autopercepción identitaria.

La desaparición de las “madres” y “la importancia social de la maternidad” choca abiertamente con los reclamos de la CEDAW y la Conferencia de Beijing respecto de su reconocimiento y protección política y jurídica. Pero nada es casualidad. Tal desaparición forzada –que la legislación regional tiende además a reemplazar por el neutro funcionalista y biologicista “gestante” o “amamantante”– responde al proyecto global de eliminar la diferencia sexual de todo discurso público, político y jurídico, y reemplazarla por las auto-identificaciones de géneros. La parasitaria neutralización que las identidades de género operan respecto del sexo, el “cuidado” lo opera respecto de la función –igualmente sexuada– de la maternidad. “Cuidado” es el nuevo neutro transgenerizado detrás del cual desaparece la función social de las madres, parasitada por el sistema de control bajo el ambiguo, neutro e indefinible “cuidar”. Revisemos la estrategia de dicha desaparición contrafáctica, que se hace pasar por un nuevo paradigma de “cuidado integral”.

El objetivo de la CEPAL junto con ONU-Mujeres, otras agencias de la ONU y ONG satelitales –todas más o menos financiadas por el mismo establishment corporativo– es convertir al cuidado en el derecho humano fundamental “a cuidar, ser cuidado y ejercer autocuidado”. Convertir al cuidado en un derecho humano hace que el Estado deba garantizar su prestación y el mercado producir y proveer al Estado de lo que debe garantizar. El cuidado se convierte así en una macroeconomía con un potencial de expansión enorme, un vector fundamental para un desarrollo económico sustentable. En breve, el objetivo es abrir mercados y expandir la economía. El Compromiso de Buenos Aires consiste entonces en impulsar la economía del cuidado, incluir la participación de las mujeres, expandir el mercado y derramar la riqueza de las naciones. Tal sería el camino hacia la erradicación de las brechas de género en el mercado laboral, los salarios, el empleo de calidad, el acceso a la protección y seguridad social. Todo se logra sin las madres.

Expliquémoslo mejor. No se trata de remunerar el trabajo reproductivo que mujeres y madres realizan gratuitamente en el hogar. Se trata de que mujeres y madres salgan al mercado laboral mientras que el mercado entra en sus hogares. Mercado y Estado, por supuesto, diseñado, gestionado y tutelado por varones. No hace falta ser economista para que los números salten a la vista: en lugar de una mujer en casa a la cual se remunera su trabajo doméstico, el mercado obtiene dos trabajadoras productivas, una afuera y otra adentro. Esto convierte al cuidado en un mercado laboral profesionalizado, creador de empleo formal, ingresos impositivos, circulación de conocimientos, desarrollo de infraestructura, etc. En palabras de la CEPAL, en un “elemento económico dinamizador de la inversión” que incrementaría el PBI de la región en 6,9 puntos porcentuales hacia el 2030. Muchísimo dinero, aunque no tanto como el entre 15,7% y 24,2% del PBI que las mujeres producen gratis en sus hogares.

Más allá del metarrelato CEPAL-ONU, lo cierto es que la invisibilización de las madres como sujetas sociales y económicas lo que hace es profundizar la división sexual entre el trabajo productivo y mercantilizado por el cual se accede al reconocimiento social y político, y el no-trabajo reproductivo que las madres realizan gratis y que no merece siquiera ser nombrado. Solo cuando el mercado lo terceriza, solo entonces el no-trabajo materno es elevado a la dignidad social del trabajo, fuente de legitimación y empoderamiento de las mujeres… que ingresan al mercado. Patricia Merino ha explicado con gran claridad el modo en que la devaluación e invisibilización de la función socio-económica de la maternidad constituye el engranaje clave para el funcionamiento del sistema patriarcal (https://youtu.be/KJksDUWeCh8).

La función social de la maternidad es así externalizada y tercerizada por la economía del cuidado y sus personal cuidador. Mercado y Estado nos cuidan, además, en igualdad con todos los géneros. Mujeres, varones, no-binarios, pangenéricos, géneros fluidos, andróginos y andrógines, tres espíritus, agéneros, asexuagos, LGTBIQ ++, etc., todos cuidamos y somos cuidados en corresponsabilidad de género. A tal fin apuntan “los permisos de paternidad irrenunciables e intransferibles” proclamados por el Compromiso de Buenos Aires como elemento central la igualdad. En sintonía con esta iniciativa, el Proyecto de Ley argentino “Cuidar en igualdad” propone permisos para trabajadores “no gestantes” –a saber, mujeres, varones, madres, padres, no-binarios, pangenéricos, géneros fluidos, andróginos y andrógines, tres espíritus, agéneros, asexuagos, LGTBIQ ++– de 90 días, poco menos que los 126 propuestos para los trabajadores “gestantes”, que por cierto no alcanza a cubrir los 6 meses de lactancia recomendados por la OMS. Lo importante es la igualdad de todos los géneros sin considerar la diferencia sexual. Por lo demás, valga la discriminación de los gestantes monoparentales, cuyos hijos serán cuidados por la mitad.

El Compromiso de la XV Conferencia celebra así este nuevo paradigma que pone la vida en el centro, y no el mercado. Las ONG Feministas de América Latina y el Caribe aplauden que nos encontremos en vísperas de superar el imperialismo capitalista y el neoliberalismo financiero, poniendo en el centro la vida libre e igualitaria de todos los géneros.  Para dar fe de anticolonialismo, algún que otro documento sobre cuidados nombra a la Pacha Mama, única madre aparecida en todo el evento.

Pasemos en limpio la operación. Lo que la CEDAW y Beijing reclaman en términos de reconocimiento y protección de la función social y económica de las madres –en la amplia acepción de la palabra y las múltiples formas que tienen las mujeres de maternar–, las políticas públicas lo neutraliza en los términos del “valor social y económico de los cuidados” que deben ser reconocidos “como un trabajo, ya sea que se desarrollen al interior de los hogares, en el ámbito comunitario, público o privado”. Tautología patriarcal mediante: aquello reconocido como un trabajo y remunerado en cuanto que tal es todo y solo lo que la economía de mercado produce, gestiona y multiplica. El mensaje de la CEPAL es contundente: el mercado te cuida.

La desaparición de las madres responde a este nuevo paradigma que no supera nada, sino que profundiza la invisibilización de las mujeres y perpetúa los viejos estereotipos sexistas. La Conferencia de la CEPAL y el Cori-Foro que la acompaña muestran cómo el borrado de la diferencia sexual es instalado top-down con la financiación corporativa de la ONU y sus agentes satelitales. La CEPAL no nombra a las madres porque, desde el punto de vista de su nuevo paradigma, no significa nada. La madre puede ser, por ejemplo, la persona esperma-eyaculante que aporta el semen con el cual es diseñado, producido y comprado el niño que perpetuará su herencia genética y no-genética. Madre es también el no-binario escroto-portante que se siente profundamente tal y padre, quién ha dado a luz y amamanta. Este tipo de afecciones psico-identitarias es el nuevo criterio para las encuestas del uso del tiempo, el empleo formal y la corresponsabilidad de todos los géneros en el cuidado.

Lo que no resulta nada nuevo es la vieja empresa patriarcal que se apropia de la capacidad reproductiva de las mujeres, rompe el vínculo materno-filial, y borra la condición naciente y la necesidad vital de apego de la cría humana. Individuos desapegados es lo que el sistema siempre ha requerido para su expansión. La invisibilización de las madres como sujetos políticos y agentes económicos, la desaparición de derechos específicos que las protejan, potencien y empoderen en tanto que tales, perpetúa la patriarcal devaluación de la maternidad. Solo el ingreso al mercado laboral diseñado y tutelado por varones legitima a las mujeres como trabajadoras del aparato. Mientras tanto, el improductivo no-trabajo reproductivo sigue siendo gratuito para las madres, que el sistema ni siquiera nombra.

Lo que no se nombra, no existe. O al menos eso se intenta. A una CEPAL-ONU demasiado distraída para nombrarnos, debemos recordarle que ser madre es una realidad biopsicosocial y espiritual que atañe a las mujeres en virtud de su diferencia sexual, que su función es relacional y por lo tanto social: la primera sociedad humana y humanizante. Por eso las madres en tanto que tales son el sujeto de derechos, protecciones y cuidados reconocidos por la CEDAW, para que ellas no sigan siendo la moneda devaluada que el sistema de poder ni siquiera nombra, y para que el ejercicio de la maternidad no sea ocasión de discriminación y menoscabo de su desarrollo humano integral. Nombrar es reconocer, legitimar y promover existencia: una existencia empoderante, libre y amorosa, que no quita lo laboral y remunerable.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario