4/30/2011

Sólo mujeres

Marta Lamas
( Ver todos sus artículos )

mujeres

Héctor Aguilar Camín me hizo la invitación a coordinar un tema de portada de la revista nexos con textos escritos exclusivamente por mujeres. Distintas voces femeninas debían mostrar diversas visiones. Le propuse invitar mujeres que no formaran parte ni del Comité Editorial de la revista, ni tampoco del Consejo. La idea fue que escribieran dos cuartillas (800 palabras) sobre algún aspecto de su experiencia. A modo de dispositivos de reflexión, les formulamos las siguientes preguntas:

¿Qué te gusta o disgusta de las mujeres y de los hombres? ¿Qué odias del machismo o del feminismo? ¿Ser mujer te ha dañado o favorecido en tu vida profesional, política, amistosa, amorosa? ¿Qué “caída de veinte” sobre el hecho de ser mujer recuerdas con agrado o desagrado? ¿Qué es lo que más te pesa o lo que más disfrutas de tu condición de mujer?

Casi nadie atendió el guión sugerido, y qué bueno, porque no buscábamos respuestas a un cuestionario, sino una reflexión plural en primera persona. La variedad de voces y respuestas está a la vista. Hablan aquí varias escritoras, dos historiadoras, dos investigadoras, una filósofa, una política, una líder feminista, una activista ciudadana, una publicista, una actriz, una show-woman, una bióloga, una socióloga, una periodista y una antropóloga.

Traté de mezclar edades, profesiones y perfiles públicos, pero la selección no puede sino ser incompleta y sesgada. Bienvenido el sesgo. Ni la revista ni yo pretendemos que estas voces representen otra cosa que a ellas mismas y que sean leídas así, una por una, en la rica variedad de sensibilidades y registros que expresan.

Agradezco la invitación de nexos y la respuesta de mujeres a las que quiero y admiro.

Respuestas a una amiga
Elena Poniatowska
( Ver todos sus artículos )

respuestas

En México a los veinte años me di cuenta que dos cosas eran muy importantes: la tierra y el petróleo. En Francia nadie hablaba ni de tierra ni de petróleo. Las muchachas que trabajaban en la casa de la calle de Berlín decían que no tenían tierra y por eso venían al D.F., otras que sí tenían pero “era tiempo de secas” y otras más alegaban “no pasa nada en mi tierra”. Sin embargo, la amaban. Repetían: “Ojalá y algún día visiten mi tierra”. En Francia la recamarera se ponía su abrigo, su sombrero, sus guantes y se iba a su casa. Su trabajo era como cualquier otro. En México la condición social de las muchachas era tan ínfima como su paga. Me golpearon las diferencias sociales pero sobre todo la situación de las mujeres, su fortaleza, cómo cantaban con su vientre recargado en el lavadero, “regálame esta noche”, su vientre lleno de cantáridas, su capacidad de entrega y a partir de entonces sentí que sin ellas el país se iría a pique, se caería en mil pedazos. Las madres de familia, las nanas con el niño ajeno en brazos, las lavanderas, las quesadilleras a flor de banqueta, todas fueron mis ángeles de la guarda, mis vírgenes de Guadalupe.

El petróleo (masculino) hizo que de un día al otro desaparecieran las casas que yo amaba en la Juárez, en la Roma. En su lugar cavaban un agujero enorme que los albañiles llamaban con razón la obra negra. “¿Por qué tiraron esta casa?”, preguntaba. “Es que estamos progresando”. En 1959 tuve el privilegio de viajar con el general Cárdenas a festejar la revolución cubana. En el avión de regreso los periodistas pudimos sentarnos por turno un ratito al lado de don Lázaro. Cuando me tocó, él pidió una Coca-Cola y le dije: “¿Usted? ¿Una Coca-Cola?”. No respondió pero en la segunda ocasión en su casa de calle de Andes, con Alberto Beltrán y el líder obrero Alberto Lumbreras, en el momento del saludo me dijo: “Poniatowska, la de la Coca-Cola”. El general recordaba el nombre de los miles a quienes les daba la mano.

Provengo de una familia capaz de sacrificar sus ventajas personales al bien general. ¿Por qué digo eso? Porque los Poniatowski, Papá y Mamá se la jugaron durante la Segunda Guerra Mundial, porque estuvieron siempre dispuestos a recomenzar, porque al día siguiente de la muerte de Jan a los 21 años, su único hijo, mi hermano, bajaron a desayunar y acomodaron su servilleta sobre sus rodillas y a Mamá se le cayó la suya y Papá fue a levantársela. (Por cierto que Papá les decía servilletas a las toallas por lo de “serviette” en francés y Feliza advertía “el señor dice que no tiene servilleta para secarse el culo”.)

¿Si prefiero ser hombre o mujer? Cuando murió Jan, en 1968, sentí que tenía que vivir por él, vivir su esperanza, vivir lo que él no había alcanzado a ver ni a hacer y entonces me volví un poco hombre. Así ha sido mi vida, a veces más hombre que mujer.

Alguna vez, en la calle, una muy buena gente me dijo que yo era una señora con huevos. “Son los tuyos” —pensé en Jan.

Cuando le pregunto a Leonora Carrington por alguien me responde: “Es muy buena gente”. A veces hace cuernos en el aire con su índice y su meñique y me dice: “No te acerques, es mala gente”.

Nunca he sido realista. Decía Eliot que el hombre no aguanta demasiada realidad. En mi casa, literalmente las soluciones caían del cielo. No había ninguna visión del futuro. Alguna vez Leonora Carrington me dijo que ella jamás había tomado una decisión, que todo le había sucedido. A Kitzia y a mí nunca nos dijeron “cásate con un rico”, nunca oí hablar de dinero, hacerlo era de pésimo gusto, por eso, cobrar para mí es una vergüenza. De lo que sí se hablaba en la mesa era de pérdidas, la pérdida de La Llave en el estado de Querétaro, la de San Gabriel en el de Morelos, la de la casa de Isabel la Católica, la de la esquina de Donceles, la de Los Azulejos, la de Balderas. Sin embargo, teníamos un buen nivel de vida y las cuatro, abuela, Mamá, Kitzia y yo éramos bonitas (Mamá la más) Papá y Jan muy guapos y eso era más que suficiente. Los seis vivíamos lejos de nosotros mismos, bueno, la abuela no, la abuela amaba mucho a los perros y además sabía que iba a morir.

¿Los deseos, las insatisfacciones? De niña me obligaron a terminarme todo lo que tengo en el plato al grado de ya no saber realmente lo que me gusta. Para que los adultos me quisieran aprendí a barrer fuera de mí muchos papelitos de colores.

No me gustan los pechos. Las amazonas se cortaban el pecho derecho para tirar al arco sin estorbo. ¡Qué bendición la de las mujeres sin pechos! A Marie-Anne Poniatowska, mi prima bienamada, se lo cortaron muy joven y le dije que la envidiaba. “Estás loca”, se enojó. Hubo una época en que sí amé pechos y brasieres con ventanita porque amamantar a mis hijos fue padrísimo. Era padrísimo ver cómo a medio camino cerraban sus ojos y les ganaba el sueño, sus párpados iban cayéndose un poquito violetas al borde de las pestañas y me hacían sentir que hacía algo que de veras valía la pena.

Mane, Felipe, Paula.

¿Cuáles son los registros de la naturaleza de una mujer que siente ser una nebulosa? A veces, según Guillermo Haro, yo, su mujer, era la nebulosa M-27, a veces la nebulosa de la Tarántula. Decía que nuestras fuerzas internas provienen directamente de los planetas, que somos estructuras, formas, organismos, chiflones, una fábrica de vida, una fábrica de muerte y que no llorara por Jan, mi hermano, o por Papá o por el terremoto porque podía respirarlos, eran hidrógeno, helio, carbono.

Guillermo murió el 27 de abril de 1988.

Mamá murió el 22 de marzo de 2002.

Nunca me ha caído el veinte, y ya no me pregunto qué es ser mujer, lo soy así nomás al tanteo, a como vaya saliendo.

Elena Poniatowska. Escritora y periodista. Su más reciente libro es Leonora.

Miedo y orgullo

Sandra Lorenzano
( Ver todos sus artículos )

miedo

Para Mariana y Leonora,
porque ellas tienen sus propias respuestas



Pregunta el reportero, con la sagacidad
que le da la destreza de su oficio:
—¿Por qué y para qué escribe?

—Pero, señor, es obvio. Porque alguien (cuando yo era pequeña)
dijo que gente como yo no existe.
Porque su cuerpo no proyecta sombra,
porque no arroja peso en la balanza,
porque su nombre es de los que se olvidan.
Y entonces... Pero no, no es tan sencillo.

Escribo porque yo, un día, adolescente,
me incliné ante un espejo y no había nadie.
¿Se da cuenta? El vacío. Y junto a mí los otros
chorreaban importancia [...]1


¿Qué es ser mujer en México hoy?, me preguntan. Y yo ensayo respuestas que son sólo un modo de ir buscando que —como decía Rosario Castellanos— mi cuerpo “proyecte sombra”: es asomarme cada mañana al espejo y saber que he ido construyendo un rostro y un cuerpo, por el filo del tiempo, para esconder el vacío. Que las huellas que allí encuentro son el mapa de mis miedos, mis deseos, mis fantasías. Que el brillo en la mirada nació junto con mi hija. Que el rictus en la comisura apareció aquel agosto en que murió mi madre. Que mi piel tiene tatuado el nombre amado.

miedo

Es mirar mi sangre siempre con la sorpresa de quien recibe un mensaje antiguo: linaje de cuerpos femeninos que me nombra su heredera.

Es que cada día me golpeen las cifras de muertes en este país en el que la violencia deja su marca impunemente sobre los cuerpos femeninos. Cuerpos desechables, cuerpos prescindibles, cuerpos borrables del imaginario social, cuerpos disponibles para los “más hombres”. Ser mujer es saber —como escribía el poeta Néstor Perlongher— que en este México nuestro “hay cadáveres”…

Es compartir el miedo que invade las calles. Es querer proteger a las otras, a las que están en Chihuahua, en el Estado de México, en las fronteras, en las plazas, en las esquinas, en las fábricas, a las que viven temblando dentro de muchos “hogares”. Por nuestras hijas y las hijas de nuestras hijas.

Es tomarme del brazo de las madres de Juárez para sumar una más a las muchas que ya somos.

Es morir con cada muerta y gritar en cada grito.

Es saber que aquí nomás, a pocas cuadras, hay prostitutas de 10 o 12 años. Que las redes de pederastia han cubierto el país. Que cualquier hotel ofrece servicio de “escorts” o edecanes. Que todo esto se ha vuelto “normal”.

Que se produce una violación cada cuatro minutos; es decir, más de 120 mil violaciones al año.2

Que el aborto está entre las primeras cinco causas de muerte femenina. Que todavía hay quienes están presas por haber querido abortar.

Que las niñas deben abandonar la escuela antes que sus hermanos hombres para empezar a trabajar.

Que casi 90% de las familias monoparentales está encabezado por una mujer.

Es querer sentirme dueña de mi cuerpo y de mi tiempo. Es querer que todas podamos caminar a cualquier hora por donde lo deseemos sin pensar que estamos arriesgando la vida. Es tener derecho a andar sola.

Pero también es cantar con María Elena Walsh: “Quien no fue mujer ni trabajador cree que el pasado fue un tiempo mejor”. Porque todo lo anterior es cierto, pero también es cierto que hemos ganado espacios, hemos ganado visibilidad y libertades.

Nunca ha habido tantas estudiantes universitarias como ahora,3 nunca ha habido tantas mujeres formándose como profesionales, como académicas, como artistas. Nunca ha habido tantas mujeres trabajando en tan diversos campos.4

Estamos quebrando el “techo de cristal” todos los días. Ocupamos puestos antes impensables para una mujer, participamos en política, sabemos cuáles son nuestros derechos. Tomamos decisiones que van más allá de nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. Aunque también elegimos cómo y con quién compartir la cama y la vida. Estamos orgullosas de ser quienes somos.

En las decenas de mensajes que recibí por internet como respuesta a la pequeña encuesta que realicé entre mujeres jóvenes haciéndoles la misma pregunta que me hicieron a mí —“¿Qué es ser mujer en México hoy?”— destacan dos palabras.

La primera palabra es orgullo: orgullo por los caminos que estamos abriendo, por haber aprendido a reconocernos en la mirada de las otras, por saber hacia dónde queremos crecer, por ser capaces de ocupar las calles, por haber reconocido que tenemos una voz, por haber aprendido a usarla.

La segunda palabra es miedo.

Tienen razón las chavas: ser mujer hoy en México tiene ineludiblemente esas dos marcas.

Y nos duelen, claro, una vez más las brutales desigualdades del país. Ser mujer es también ser conscientes de ellas. Saber que no tenemos las mismas oportunidades las profesoras universitarias o las periodistas que las migrantes o las campesinas, que la conciencia de género no borra las terribles injusticias sociales, que es necesario seguir luchando por una sociedad mejor. Para las mujeres. Y también para los hombres.

Aunque sigamos buscando que nuestro cuerpo proyecte sombra. Aunque nos siga costando encontrar cada mañana nuestra imagen en el espejo.


Sandra Lorenzano. Escritora y crítica literaria. Vicerrectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Su más reciente libro es Vestigios.

1 Rosario Castellanos, “Entrevista de prensa”, en Poesía no eres tú, FCE, México, 1975.
2 Según estimaciones de la Secretaría de Salud (SSA). http://www.lajornadamichoacan.com.mx/2010/04/18/index.php?section=politica&article=004n1pol
3 Durante las últimas décadas el número de mujeres que se inscribe en la educación superior ha aumentado a pasos acelerados pasando del 19% en 1970 al 30% en 1980, 40% en 1990 para llegar a un 51.5% en 2005. Gina Zabludovsky, “Las mujeres en México: trabajo, educación superior y esferas de poder”, en Política y Cultura, núm. 28, México, 2007.
4 En consonancia con lo que ocurre en otras partes del mundo, a partir de la década de 1970 los mercados de trabajo en México se caracterizan por una creciente participación de las mujeres, la cual se ha incrementado notablemente pasando del 20% en 1970 al 36.5% en el año 2005, y llegando hasta el 40% en las zonas urbanas. Ídem.

No todo es misoginia

Sara Sefchovich
( Ver todos sus artículos )

Que varias mujeres estemos escribiendo en este número de nexos se debe a la polémica desatada por Fernando Escalante Gonzalbo, quien mostró con números que en dos revistas de los intelectuales mexicanos participan y escriben muy pocas, y se lamentó de que por eso se estaba “perdiendo un territorio enorme de la inteligencia nacional”.

todo

Si bien este descubrimiento de Escalante es algo que sin necesidad de sumas, restas y porcentajes muchas hemos sabido y dicho desde hace años (en 2007, en un artículo publicado en Confabulario, revisé libros y revistas de reciente publicación en los que se analizaba a México desde diversas perspectivas y en los que no participó ninguna mujer, así como una encuesta de nexos sobre las mejores novelas mexicanas publicadas en 30 años en la cual, de las 79 obras seleccionadas como las más significativas, no hubo ninguna novela escrita por una mujer), pero esta vez Héctor Aguilar Camín recogió el desafío y como dice la teoría clásica del discurso, el chiste es quién lo dice y caer en el lugar y momento adecuados.

Aguilar Camín respondió a la acusación con golpes de pecho: “La participación de colaboradoras mujeres es sintomática y acusatoriamente baja”, escribió, pero explicó: “Nadie ha decidido estas proporciones intencionalmente. Hay un sesgo masculino inconsciente”.


Dos mujeres que escribieron sobre este asunto en
nexos dieron la explicación feminista tradicional: se trata de misoginia e inequidad, las cuales tienen su origen en la historia, en la educación, en la cultura: “Hay una construcción social de lo que significa ser hombre y ser mujer”, escribe Catalina Pérez Correa, y en ella las mujeres ganan menos por el mismo trabajo y escriben menos en las revistas de intelectuales.

Aunque definitivamente estoy de acuerdo con estas afirmaciones, me parece que en el caso de
nexos la cosa no va por ahí. La razón de que haya pocas colaboradoras no es la misoginia de quienes hacen la revista, ni tampoco los pocos artículos que según Luis González de Alba envían las mujeres, sino la manera como funciona esa publicación. El director (como sus antecesores) encarga los artículos a quien él considera conveniente, y de los que le llegan espontáneamente elige cuáles publicar en función de que sean compatibles con sus propios intereses e ideas.

Sobre eso puedo ejemplificar con mi propia experiencia: cuando le he propuesto algún artículo que a Aguilar Camín le agrada, lo publica. Y hasta me escribe: “Me gusta que estés en las páginas de
nexos”. Y no sólo eso: de repente él mismo me solicita algún texto, aunque claro, siempre sobre temas de mujeres, así no sean los que yo trabajo. Pero cuando le he enviado algún texto cuyo tema no le interesa, me ofrece incluirlo en la versión electrónica o de plano no responde mis correos.

Ahora bien: este modo de proceder no es sólo de
nexos sino de todas las revistas, incluidas las de mujeres. Y de nuevo recurro a mi experiencia: aunque soy miembro del consejo editorial de Debate Feminista, mis libros no han sido reseñados en sus páginas, y eso que tengo en mi haber tres novelas feministas, una antología de narradoras latinoamericanas y un libro sobre las esposas de los gobernantes de México. Cuando le pregunté a Marta Lamas, directora de la publicación, el porqué de ese silencio, me respondió que las colaboradoras eligen lo que quieren reseñar. Es obvio, pues, que mis libros, con todo y que son sobre mujeres, no les interesan a las mujeres que están en esa revista.

De modo que esa misoginia inconsciente de que se acusa a sí mismo Aguilar Camín no me parece que sea tal. Lo inconsciente es elegir aquello que les interesa o gusta a los que publican una revista o libro. Las mujeres que escriben en
nexos son aquellas cuya manera de ver los asuntos son compatibles con la de su director y el grupo que forma el consejo de redacción.

Mi experiencia ha sido que en el mundo de los ilustrados, de la academia, de la publicación de libros y artículos, no he tenido impedimento para hacer lo que he querido por el hecho de ser mujer. Sí, he tenido problemas para que se reconozca y acepte mi trabajo, pero no se deben al género sino a otras razones. Por ejemplo, las diferencias de gusto (hay editoriales y revistas que consideran a los autores que ellos publican como “seminales” y a los demás inexistentes, sean hombres o mujeres); de modo de pensar (cuando en el Sistema Nacional de Investigadores no les parece suficientemente “científico” cierto tipo de estudios); la envidia (cuando las escritoras venden mucho se dice que su éxito se debe a que es “literatura de bajas calorías”) o el simple y llano desinterés en ciertos temas o autores (como se puede ver en las reseñas que hacen en
nexos, Debate Feminista y otras revistas).

Entonces, si bien es innegable que existen la inequidad y la misoginia, también es cierto que existen otras maneras de explicar las cosas y no todo es atribuible a esas causas. Lo cual no quita que hay pocas mujeres en muchos de los lugares donde debían estar y que por eso, efectivamente, se está dejando fuera una buena parte de la inteligencia nacional.


Sara Sefchovich.
Socióloga e historiadora. Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Entre sus libros: La suerte de la consorte, País de mentiras y Demasiado amor.

Mujeres: mejores

Denise Dresser
( Ver todos sus artículos )

mejores

Yo pienso que las mujeres son mejores que los hombres. Quizás es controvertido afirmarlo, pero realmente lo creo. Y no es que me desagraden los hombres. Al contrario, algunos me gustan mucho. Estoy casada con un hombre y sé que algún día cuando crezcan nuestros dos hijos se convertirán en hombres. Mi padre fue hombre. Algunos de mis mejores amigos son hombres. En México hay algunos muy distinguidos. Pero sencillamente creo que las mujeres son superiores a los hombres.

Como escribió alguna vez la periodista Anna Quindlen y con razón: “¿Te has dado cuenta de que lo que es clasificado como un hombre fantástico sería sólo una mujer adecuada?”. Y como dice el dicho: “Me cayó el veinte”. Lo que espero de mis amigos hombres es que sean limpios, tengan buenos modales y sean capaces de articular una oración con sujeto, verbo y predicado. Lo que espero de mis amigas mujeres es el amor incondicional, la habilidad para entender cuándo estoy desconsolada, la total voluntad para acompañarme en cualquier batalla a cualquier hora y la capacidad para decirme qué estilista en México sabe cortar el pelo chino.

La inherente superioridad de las mujeres me viene a la mente al pensar en las mujeres que han contribuido a esta edición de nexos. La historia con frecuencia se escribe en términos de invenciones y eventos e ideas revolucionarias. Pero es esencialmente la historia de personas. De individuos. De mujeres que, como diría Rosario Castellanos, “se separaron del rebaño e invadieron un terreno prohibido”. Pienso en ellas y las que andan ya por el camino que sus predecesoras feministas contribuyeron a ensanchar. Esas mujeres jóvenes que cargan consigo la promesa de ser extraordinarias. Son sencillamente mucho mejores de lo que yo lo era a su edad. Más interesantes, más seguras, mejor educadas, más creativas. Como mi hija, quien dice que sí quiere casarse y tener hijos, pero después de que termine su segundo doctorado.

Nosotras, las que escribimos aquí, podemos decir con una pizca de orgullo que este es el México que hemos contribuido a crear. Un país más abierto, más libre. Donde las mujeres han crecido viendo y entendiendo que las mujeres son tan capaces como los hombres sentados a su lado. Donde saben que sus opciones no son sólo ser secretarias o mamás o monjas. Donde entienden que su vida puede estar definida por su talento y no por su género. Donde se ha vuelto más difícil decir —como lo sugirió mi primer jefe en el Grupo de Economistas y Asociados— que mi éxito está asociado con la altura de mi falda. Y todo esto es bueno no sólo porque satisface demandas milenarias de justicia, sino porque también despierta el reto de la generosidad con aquellas que no han sido beneficiarias del cambio. Exige el compromiso de las hijas de la pluralidad y el feminismo con quienes aún no gozan de sus frutos.

Y, por eso, este texto constituye un llamado a abrir los ojos ante el país en el cual vivimos. A ese país habitado por millones de mujeres mexicanas que se levantan al alba a prender la estufa, a preparar el desayuno, a remojar el arroz, a planchar los pantalones, a terminar la trenza, a correr detrás del camión, a trabajar donde puedan y donde les paguen por hacerlo.

Para acompañarlas les pido que piensen por un momento en las siguientes preguntas. ¿Y si ustedes vivieran y mantuvieran a sus familias con tres mil 500 pesos al mes? ¿Y si les tomara más de dos horas y tres formas diferentes de transporte público llegar a su trabajo? ¿Y si al regresar a casa, después de un largo día, su esposo las golpeara? ¿Y si, aunque ustedes contaran su caso cientos de veces, prevaleciera el silencio? ¿Y si su hija o su madre o su hermana fuera violada en la calle o cerca de un cuartel del ejército? ¿Y si en el Ministerio Público le dijeran que ella se lo buscó o que lo ocurrido no es un crimen? ¿Y si resultara embarazada y la despidieran por ello? ¿Y si tuviera un aborto y la encarcelaran por ello?

Para muchas mujeres en México esas preguntas no son hipotéticas sino reales. No representan lo que podría ocurrir sino lo que ocurre. En México ser mujer entraña tener sólo siete años de escolaridad promedio. En México ser mujer y trabajar en una maquiladora significa estar en peligro de muerte. En México ser mujer implica el 30% de probabilidad de tener un hijo antes de los 20 años. En México todavía entraña luchar por el derecho a serlo.

De ahí la necesidad de empoderarlas, y no hablo aquí de darles el poder que antes pertenecía a sus esposos. Hablo de darles más oportunidades, hablo de darles más recursos, hablo de educarlas más de siete años, hablo de empujar para que lleguen a posiciones de mando en el país. En pocas palabras, se trata de reconocer a las mujeres como ciudadanas completas: con cerebro y útero, con manos y pies, con capacidad para cambiar el destino del país y la responsabilidad de reinventarlo. Porque la causa de cualquier mujer es una causa nuestra.

La evolución de la democracia mexicana tiene que ver con las expectativas que los padres mexicanos tienen de sus hijas. Tiene que ver con la manera en la cual los ciudadanos del país se tratan unos a otros, independientemente de su género. Tiene que ver con una forma de pensar. De denunciar el acoso sexual y exigir su penalización. De fustigar la violencia contra las mujeres y demandar su erradicación. De decir que un golpe a una es un golpe a todas. De educar a una niña para que sepa que puede ser presidente de México, aunque ojalá aspire a algo mejor. De pensar que las mujeres son ciudadanas y deben ser tratadas como tales. De construir una verdadera República donde los hombres tienen sus derechos y nada más. Donde las mujeres tienen sus derechos y nada menos.

Denise Dresser. Profesora de ciencia política en el ITAM. Es columnista de la revista Proceso y editorialista del periódico Reforma.

Amuzga, feminista, ciudadana

Martha Sánchez Néstor
( Ver todos sus artículos )

Soy feminista indígena, otra forma de elegir ser persona.

En este camino de la vida y de mi vida, de esta vida que ya no regresa, me disgusta seguir mirando y sintiendo la violencia, especialmente esa que llamamos violencia de género y que produce la muerte física, espiritual, sexual, emocional e intelectual de seres que tienen derecho a vivir con dignidad y respeto.

amuzga

Al paso del tiempo, que corre como el agua, me parece que no nos reeducamos ni nos reconstruimos. Somos un México de muchos rostros y de pocas voces. Las mujeres tenemos demasiado mérito y poco reconocimiento, grandes historias y pocas uniones, gran potencial en liderazgos políticos y pobre representación en el Estado y la comunidad.

Lo que no soporto del machismo es que los hombres nos quieran controlar, decidir por nosotras y, más aún, hablar por una. No tolero que para los machos sigamos siendo objetos y no sujetos de derecho. Del feminismo me gusta casi todo, pero no que las feministas piensen que sólo se puede mirar de un solo frente, de una sola raíz, de un solo suspiro.

En mi propia historia he gozado el hecho de ser mujer por el aporte de mis antecesoras, y multiplico ese saber con mis otras compañeras y deseo verlo en las jóvenes que nos relevan, a la vez que generan nuevos procesos. Me hiere el hecho de que fui una niña indígena con menos oportunidades, menos derechos, menos respeto, menos justicia que otras, y que actualmente haya mujeres y niñas indígenas también con menos oportunidades y escasa justicia. La brecha de la desigualdad sigue siendo brutalmente amplia.

Me encanta vivir el placer de gozar, dar gozo y vivir libertades imaginarias, reales y aún no conquistadas. Me encanta vivir de manera tan libre donde ni los derechos indígenas, ni el Estado, ni las leyes me pueden poner candados en mi camino, en la política, en lo sexual, en lo familiar, en lo intelectual, en lo comunitario. Y me encanta saber que puedo conquistar más dignidad, armonía, corresponsabilidad, participación comunitaria y política, ciudadanía, derechos.

Lo que me parece mejor de las mujeres es nuestra capacidad de dar y recibir, de compartir y construir, también de debatir y de protestar por no querer ser usadas por nadie ni por nada. De los hombres me gusta que sean realistas entre lo que dicen y hacen, atrás del telón y delante de él. Especialmente me agradan aquellos que no tienen una sola forma de ver a la mujer, ni de sentirse ellos hombres.

Me he sentido señalada como modosita, poco culta, miedosa, pobre e ignorante. Así me señalaron hombres y mujeres, indígenas y no indígenas, en la escuela y en la sociedad. En el Metro, en el camión, en el avión, en las calles, en las regiones, en los países, en los actos políticos, en los hoteles y hasta en las universidades me critican con la mirada de “¿A poco sabe?”. “¡Qué inteligente es! ¿A poco es india?”. “Uuhhh, ¡es feminista!, ¿es intelectual?”. “Uy, pero es de izquierda, ¿o acaso es priista?”. En cada mirada inquisitiva percibo sus mentes y sus imaginarios, sus referentes y sus ausentes.

A mí, mientras tanto, me desagrada mucho tener que sentarme con las piernas cerradas todo el tiempo. Me disgusta tener que ser bien portada, casta y pura para ser vista como mujer. Me presiona tener que hablar bajito cuando mi tono de voz ha sido alto desde siempre. Me enoja que para que me acepten como mujer hay que ser suave todo el tiempo, amorosa siempre y obediente eternamente. Aunque —cuando yo lo deseo— me encanta elegir ser un poco quizás de todo eso.

Pero disfruto mucho sonreír, y eso no lo cambio por nada. A mí me encanta nutrirme el alma en medio de cualquier contexto social, cívico, político, comunitario, feminista. Me encanta disfrutar, y así lo he hecho desde que supe que no cambiaría el ser mujer por nada del mundo pero que lucharía por cambiar la forma en que me tratan por ser mujer. Me veo en ellas, mis compañeras, y trabajo desde lo local hasta lo internacional para transformar nuestra condición subordinada.

Desde niña me hizo en la mente el “din don” de ser mujer. Ahora soy una mujer múltiple: amuzga, feminista, ciudadana, mexicana. Me encanta luchar, defender, gozar y construir las nuevas formas en que una se hace mujer en el tiempo que tiene de vida.

Martha Sánchez Néstor. Coordinadora de la Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y México. Reconocida por Women Deliver dentro de las 100 mujeres líderes del mundo más comprometidas con las mujeres.

Feminidad. Con-fusión: Cisne blanco/Cisne negro

María Teresa Priego
( Ver todos sus artículos )

.“Una mujer en la escena”. “¿Qué hace?”. “Traje raído de bailarina. Medias corridas. Como trapecista en circo pobre. Inmóvil. Errabunda. Quizá loca. No de atar. Loca de fantasmagorías, de ausencia. Escucha su música en la placita Contrescarpe. El público se acerca”. “Tú la mirabas”. “Fui para mirarla. Muchas veces. Una mujer muy mayor para la danza, intenta bailar el Lago de los cisnes. Se cae, cada tarde en el mismo momento. Interpreta el rol de una bailarina, en el exacto segundo en el que sabe, lo que hace tanto ‘sabe’: su cuerpo ya no baila”.

feminidad

“¿Te hipnotizaba?”. “Representándose compulsivamente a sí misma. Quería acompañarla. Su dolor. Me devastaba. Desde niña”. “¿La conocías?”. “No. La bailarina traicionada por su cuerpo es una metáfora”. “¿De qué?”. “Otras fantasmagorías. Feminidades. Ausencias. El límite llegó, y ella deshabitó su cuerpo. Intentaba hacerse un oficio en recuperarlo. Hay mujeres que viven en cuerpo extraviado. Desde niñas. Como si lo descolgaran en las mañanas. Como una casa tomada. Tienen piel fría”.
“¿Tomada por quién?”. “La fantasmagoría. Sucede que una mujer prima donna del puro imaginario, tenga una hija”. “¿Y?”. “Podría intentar recuperar —en el cuerpo/vida de la hija— su cuerpo/vida expropiados. Otro modo de ser. Otra vida”. “¿Y la hija?”. “Se queda o se quita. No son opciones rotundas. Lealtades con-fundidas. ¿Qué tan conscientes? La que se queda, no se queda del todo. Es carísimo. La que se va no termina de irse. Alta traición”.

“¿Cómo en la película Cisne?”. “Nina se queda —lealtad, miedo al exterior amenazante— bajo el ala fusional amor-odio de la madre. Y poseída ahí permite (no sabe no permitirlo) ser poseída en la amistad. La ‘amiga’ miente. Usa. Odia. Nina sabe el deseo de destrucción que le dirige la otra mujer y lo retoma contra sí. ¿Cómo defenderse de la perversión de la otra? ¿Cómo enfrentar a la otra y su rivalidad mortífera, si la madre misma —tan amada— es mortífera? Antes que reconocer su dolor, enfrentarlas y liberarse, hace lo que sabe hacer: rompe un espejo (el espejo roto del desamor de la Otra). Y se entierra un fragmento. De espejo. Acto sacrificial. Nina elige a la otra”.

“Hay opción fuera de fusiones y lucha cuerpo a cuerpo”. “Y por el cuerpo. La hay. No cada una la toma. No cada vez. Sucede ese vínculo oscuro entre la Huna y la Hotra”. “La Huna ¿cómo los Hunos? Hotra no lleva H”. “Cuando Nina permite el despojo de Huna (madre, amiga), ella es la H de Hotra. Ambas son mudas”. “El mutismo es una elección”. “O una imposibilidad. Una claudicación”.

“Qué homenaje a Huna”. “Es su Otra mujer por la que anhela ser amada. Anhelo desamparado. Inmenso, de origen. Si Huna no le concede el derecho a existir. Ella no lo asume. No pudo hacer el tránsito. Desposeer a Huna materna y elegirse”. “La película El ensayo. Hay Huna y Hotra”. “Dolorosa. Fusión. Desamparo. Maldad”. “¿Qué quiere esa Huna?”. “Los modos singulares en los que Hotra vive su feminidad. Arrebata con odio, mentiras. Fantasía de posesión. Odia más a esa que tiene ‘Todo’ lo que ella quiere (‘Todo’ absurdo, que le supone) porque Hotra ni sabe de sus propios modos. No le importan. Los vive nada más. Es ahí en donde Huna supone lo insoportable: es Hotra la que goza. Puesto que se habita a sí misma”.

“Hotra sufre”. “No es problema de Huna perversa. No es empática. Que la otra sufra, es su espacio de poder. Su fuerza”. “Hotra es actriz y Huna repara prótesis. La ‘reparadora’ vive actuando, la actriz vive buscando repararse”. “Se necesitan. Ambas viven mal aquello que falta. La prótesis”. “ ‘Resuelven’ en las antípodas. El reparar de Hotra no es a costa de Huna. Sino junto a ella. No es lo mismo resarcimiento que revancha”.

“Hotra necesita ‘protección y paraguas’. Idílica-imposible-completud. Lograr en el ‘paraíso’ ser cada una la que es. Un amor tal que espante al miedo. Demanda fusional. Más desamparada que perversa. Huna buscaba reencarnarse en Otra. Huir de sí. Quería vida, cuerpo, talento, novio de la Hotra. Venganza. El metafórico objeto que le roba: una polvera. Con espejo”.

“La búsqueda de la ternura de la otra”. “ ‘Seno bueno/seno malo’, M. Klein. La madre de Cisne blanco. Seno malo que se ofrece en crispadas bondades. Envidia, violencia soterrada hacia su hija. No hay tercero que salve. Se queda/lo dejan fuera. La madre se vive traicionada a muerte si la hija escapa. La traidora escapa y construye iconos de naftalina para su HUNA”. “¿Cómo?”. “Repite. Elige a otra que traiga el dolor de la madre. Dolor de/en la feminidad: ¿La despojaron? Huna despoja. No intuye otra posibilidad”.

“Hotra como una hija abnegada salvará a la madre. Sueña. Por amiga interpuesta”. “¡Ingenua magnificencia!”. “Hasta mirarse la piel en tiritas”. “El dolor está. En la una y en la otra. ¿Qué elige cada una hacer con él? Ese el punto G”.

María Teresa Priego. Es integrante del Comité Editorial de Debate Feminista y editorialista de El Universal. Fundadora del Instituto de Liderazgo para Mujeres Simone de Beauvoir. Autora de Tiempos oscuros.

Algo sobre el doble mandato

Nora Rabotnikof
( Ver todos sus artículos )


Para mi madre, feminista avant la lettre (en una combinación muy casera de la igualdad y la diferencia) siempre estuvo fuera de duda que yo debía asistir a una escuela mixta. Allí reforzaría en la práctica la igualdad entre mujeres y hombres y me formaría en la consigna de la amistad entre iguales. Lo de la diferencia tenía un lado positivo: una mujer tenía que estar más preparada y formada que un hombre, porque el entorno era más hostil. Pero la diferencia también tenía que ver con la institucionalización del prejuicio: por naturaleza, las mujeres eran chismosas, envidiosas, inseguras, manipuladoras y, en última instancia… había ciertas cosas para las que no estaban hechas.

mandato

De ahí el doble mensaje, el del discurso explícito de la igualdad y el de la sabiduría femenina transmitida en consejos: las mujeres teníamos que estar más preparadas que los hombres para enfrentar las durezas de la vida y contribuir a la realización del ideal universal de autonomía de todos los seres humanos, pero también debíamos (al menos hasta lograr las condiciones de posibilidad de esa autonomía) ejercitarnos en las destrezas “naturales” de nuestro sexo: la astucia, la discreción, la capacidad de seducción, el talento para resolverle la vida a los demás, la fortaleza para sostener la autoestima (también de los demás), la viveza para utilizar el chantaje emocional, la maestría para la política de los afectos.

En síntesis, esa batería de saberes y poderes femeninos que nos permitiría ser sobre todo buenas compañeras y madres. No era sólo una cuestión de roles, ni tampoco estrictamente de doble jornada, sino algo así como dos formas de estar en el mundo. Por aquel entonces no se me ocurría pensar cómo esta cuestión de la diferencia incidía, predisponía, fomentaba o trababa la amistad, la cooperación o el desempeño entre iguales en el mundo público ni tampoco cómo el mito de la igualdad podía distorsionar el mundo de los afectos.

Para muchas mujeres de mi generación el mandato sonaba contradictorio y el cumplimiento de los dos programas resultaba en situaciones paradójicas. Éramos todos iguales, pero yo me llevaba mejor con los hombres y los admiraba más. Trabajar con mujeres o depender de ellas en el ámbito laboral era una pesadez, y en el plano de la práctica política casi un castigo.

El mandato también llevaba a situaciones absurdas lo privado: tratar de afirmar, jacobinamente, esa igualdad en el ámbito de las relaciones personales, combatir cualquier lazo de dependencia económica (la idea de ser una mantenida repugnaba a cualquier idea de autonomía) o elegir siempre la vía más larga o más ardua, para que no se creyera que había entrado en juego alguna consideración especial (por involucramiento amoroso o personal, o simplemente por ser mujer: esto de la discriminación positiva o las cuotas ni se pensaba entonces), o a ser muy torpes en el uso de los recursos de aquel tradicional poder femenino: frontalidad absurda en ocasiones, las más de las veces una culpabilidad difusa.

Más tarde tuve mi primera experiencia en un espacio exclusivamente femenino: la cárcel. Creo no exagerar que ello fue para mí la base experiencial de una nueva mirada. Estábamos ahí, no por ser mujeres ni por una represión o sanción dirigidas contra el género, la persecución política no hacía diferencias. Pero en una institución total como la prisión funcionábamos como mujeres. Visto retrospectivamente, creo que allí me cayó el veinte sobre esta cuestión del género o de empezar a aterrizar el ideal de la universalidad de lo humano.

La entereza moral para afrontar situaciones extremas como el confinamiento no derivaba de las mismas fuentes (en el caso de los hombres y las mujeres). Las “certezas” subjetivas, las fortalezas del yo que permitían hacer frente a las amenazas a la integridad eran, me parece, más complejas en el caso de las mujeres. Y también la responsabilidad, que no era sólo con una causa abstracta, sino que tocaba más o menos oscuramente temas como la sexualidad y la maternidad, el compromiso con los hijos, la familia, los allegados, los recursos que teníamos y los que no teníamos o no sabíamos que teníamos, lo que nos habían heredado y lo que había que inventar sobre la marcha.

Para el tiempo de mi llegada a México ya el feminismo como movimiento social y como teorización daba forma a estas perplejidades. Me asombró lo desarrollado de la teorización sobre el género y la pobreza de la organización política y social de las mujeres. Hoy ha cambiado en gran parte el horizonte de sentido común con el que las mujeres y los hombres organizan su vida y reflexionan sobre su experiencia. En esto creo que el triunfo cultural del feminismo es innegable. En relación con el feminismo realmente existente hoy, me siento interpelada cuando logra transformar esas experiencias de género en problemas públicos. Me desconcierta, al revés, cuando llega a desarmar núcleos políticos en términos de género.

Pero hoy soy más amiga de las mujeres. Sospecho que aquel doble mandato nos obligó, a la larga, a ser más reflexivas sobre nuestro vivir y nuestro entorno. Las demandas contradictorias nos llevaron a un descentramiento: escuchar y atender demasiadas voces, hacerse cargo (o creer que una tiene que hacerse cargo) de tantos deseos, someterse a tribunales que juzgan con criterios tan disímiles, tener que tomar en cuenta tanta gente, sospecho que nos obligó a tener más visión periférica, a revisar los estereotipos prácticos, a mirarse menos el ombligo y atreverse a imaginar que la cosas podrían ser de otra manera.

Veo a los hombres de mi generación demasiado preocupados por la afirmación de su identidad personal (cuando no pensando todavía en lo que van a ser cuando sean grandes). Demasiado egocentrados. Y no me refiero a egoísmo o altruismo, sino al alcance de lo que se puede cuestionar, a cuántos otros se toman en cuenta en las decisiones, o simplemente al número de veces que la palabra yo aparece en las conversaciones. En cualquier caso, todos vamos aprendiendo. Hoy me toca un nuevo rol: ser abuela. Por suerte, en esto no hay modelos claros (ni Flora Tristán, ni la abuela de Caperucita, por razones obvias). Por ahora y quizá por eso, resulta todo más gozoso y divertido.

Nora Rabotnikof. Filósofa y socióloga. Nació en Argentina y es ciudadana mexicana. Investigadora del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM. Entre sus libros: Max Weber: desencanto, política y democracia y En busca de un lugar común.

Entre féminas te veas

Gabriela Warkentin
( Ver todos sus artículos )

féminas

Es casi un deporte extremo, dicen unas. No sé si coincido, pero me gusta. Porque tiene algo de decisión y otro tanto de circunstancias. Y porque sí, a veces es como lanzarte al vacío de la cañada, en la certeza de que el desenlace sólo depende de qué tan bien te amarraste la pata. O en qué arnés decidiste confiar. Voluntad, decisión y contexto: ecuación explosiva.

En realidad, hace muy poco comencé a hacerme la pregunta sobre qué significa ser mujer en el México de hoy. Y me la hice porque me la hicieron. Yo nací siendo Gabriela, así nada más; la conciencia femenina llegó mucho después. Será que tuve la suerte de vivir en una familia en que la lucha nunca fue de género, sino en tal caso de astucias. Si a alguien le tocaba lavar los platos no era por el fatalismo de la condición, sino porque se tardó en reaccionar. Y sí, mi hermano se tardaba mucho. Así que él solía encargarse de algunos de estos menesteres, y yo le platicaba. Un arreglo nada despreciable, habremos de reconocer.

Mi narrativa personal nunca incluyó obstáculos de género. Estudiar era para todos, y si decidí seguir por la universidad es porque a mí, en lo particular, estudiar me gusta mucho. Luego supe que mi madre previó una salida profesional más en lo técnico y en lo breve, pero tuvo la inteligencia de dejar que fluyeran mis propios vectores. Tampoco en el mundo laboral. Mis jefes más que machos o misóginos, han sido unos exigentes, hijos de sus convicciones y con la máxima a flor de piel: nadie está obligado a lo imposible, pero sí a intentarlo. Y en ese andar nos enredamos.

Hablar de qué es ser mujer en el México de hoy exige matices. ¿Qué mujeres? ¿Y en qué México? ¿Las que pudieron estudiar? ¿Las que pudieron estudiar lo que quisieron? ¿Las que tuvieron opciones para estudiar lo que su alrededor no quería que estudiaran? ¿Las que comieron bien, y diario? ¿Las que no tuvieron que cargar con los propios desde que se levantaron en pie? ¿Las que pudieron gozar de su sexualidad? ¿Las que la padecieron? ¿Las que siguen caminando un paso detrás, de todo? ¿Las que caminan solas porque en su afirmación perdieron la parejera? ¿Las que se matan estudiando y se matan de hambre y se matan en el reventón, porque toca ser mujer y superheroína? ¿A las que matan porque sí, y porque se puede, y porque te lo buscaste? ¿Las que a sus 30 parecen de 60, y las que a sus 60 nunca se atrevieron a tener 30? ¿Las que tardaron años en toparse con su techo de cristal? ¿Las que nunca pudieron darse el lujo de vislumbrarlo?

féminas2

En el México ¿urbano?, ¿conservador?, ¿ultra?, ¿cosmopolita?, ¿educado?, ¿bronco?, ¿buchón?, ¿indígena?, ¿migrante?, ¿despiadado?, ¿mocho?, ¿fiestero?, ¿telenovelero?, ¿culto?, ¿liberal?, ¿de ignorancia autoimpuesta?, ¿de ignorancia condenatoria?, ¿global?, ¿parroquial?, ¿pambolero?, ¿xenófobo?, ¿lúdico?, ¿joven?, ¿sensual?, ¿amable?

Seamos serios, diría el otro, porque ser mujer en el México de hoy obliga a revisar contextos, condiciones, compasiones y contornos.

Adriana, una amiga, lo frasea así: “Ser mujer en México hoy significa algunos espacios conquistados, muchos mediocres asustados seudoliberados o chovinistas disfrazados, complicación con la maternidad, prejuicios de que te quedes a ser madre y te hagas retrasada mental, dificultades de ingresos y que la UNI... CA independencia es la autosuficiencia, extrarresponsabilidades maternales nunca iguales al progenitor del frutito de tu vientre. Culpas de la sociedad por todo lo que no es perfecto en tu hijo. Pero no es tragedia... así y todo un marido que sabe que una mujer capaz necesita espacios y libertad. Un hijo que dice que su mamá: ‘cambia destinos’ y grandes oportunidades en una sociedad donde le falta mucho por hacer”. Ahí está, bien resumido: contradicciones, tensiones, pero en un espacio de oportunidades.

Tal vez ser mujer implique algo de deporte extremo. Pero me parece que a estas alturas, y con la conciencia asumida, implica sobre todo responsabilidad. De ayudar a la afirmación sostenida, de contar mejores historias, de delinear horizontes menos impuestos. En realidad, mi deseo es más el de volver a ser sólo Gabriela, y que la condición sea de gozo, no de alerta. Eso, en los Méxicos que nos toca construir. Así, en plural. Cierro con la frase de Cecilia, una alumna: “Neta, ser mujer en México sí está chido”. Que así sea.

Gabriela Warkentin. Académica, comunicadora y convencida seguidora de los Pumas.

Un cuarto de las solicitantes del servicio, de diferentes entidades

En CU celebran cuarto aniversario
de ley que permite el aborto en el DF


Foto
Cientos de estudiantes se congregaron en CU para conmemorar el derecho a decidir sobre sus cuerpos Foto Carlos Ramos Mamahua
Emir Olivares Alonso
Periódico La Jornada
Sábado 30 de abril de 2011, p. 38

Con el grito: ¡Mi cuerpo es mío, mío, mío, mío!, decenas de universitarias celebraron el cuarto aniversario de la aprobación de la ley que permite la interrupción legal del embarazo en las primeras 12 semanas de gestación en el Distrito Federal.

Ayer, en las islas de Ciudad Universitaria, se realizó el cuarto festival Por el derecho a decidir, donde las actividades se volvieron fiesta, pues en la capital las mujeres son libres de elegir sobre sus cuerpos y su maternidad.

Cientos de universitarios se congregaron en este espacio para escuchar charlas sobre salud sexual y reproductiva, métodos anticonceptivos, sexo protegido, infecciones de transmisión sexual e interrupción legal del embarazo.

Entre música de rock, espectáculos, conferencias y juegos, el festival –organizado por la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos en México (ddeser), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Mexicano de la Radio– dejó un mensaje entre los universitarios: Porque amo la vida, que la mujer decida. Decidir no es un delito, es un derecho.

Durante el acto se informó que esta ley no sólo ha beneficiado a las mujeres del Distrito Federal, pues de las 57 mil 624 interrupciones legales del embarazo que se han realizado a partir de su entrada en vigor y hasta el 18 de abril pasado, 12 mil 793 (20 por ciento) fueron casos de habitantes del estado de México y mil 817 (5 por ciento) de otras entidades.

“Este tipo de actividades nos hacen reflexionar sobre nuestros derechos como mujeres y como seres humanos. Siempre me protejo en mis relaciones sexuales, pero si llegara a quedar embarazada acudiría a los centros de salud para interrumpirlo. Aún tengo muchos sueños por alcanzar antes de ser mamá –que es otro sueño–, pero ahorita no”, aseveró Cristina, estudiante de la Facultad de Arquitectura.

Itzel Guzmán, del Instituto de las Mujeres del Distrito Federal –quien ofrecía información a decenas de jóvenes– señaló en entrevista que a cuatro años de que esta ley está en vigor, muchas jóvenes aún tienen dudas sobre el proceso.

No saben dónde se realiza, qué procedimiento tienen que seguir, cómo solicitar el servicio y desconocen que es gratuito. Otras lo relacionan con lo religioso, e incluso algunas piensan que pueden quedar estériles. Pese a que existe mucha información, vemos que aún no llega a amplios sectores, debemos redoblar esfuerzos.

Activistas y universitarios transmitían diversos mensajes mediante playeras, volantes, carteles o pancartas: Yo decido mi destino, Que la mujer sea respetada por siempre, Ni putas ni sumisas, El alma de la fiesta lleva de todo. Usa condón, eran algunos.

Sofía Ramón, de ddeser, indicó que con la aprobación de esta ley en la capital del país las autoridades impulsaron la ciudadanización de las mujeres, al dotarlas de uno de los derechos más relevantes: la libre elección sobre su cuerpo.

En un pronunciamiento de los organizadores demandaron que se deroguen las leyes que penalizan el aborto en 18 entidades del país y que se aprueben normativas similares a la del Distrito Federal en la materia.

Asimismo, insistieron en la necesidad urgente de incrementar la educación sexual, laica y científica, así como poner al alcance de toda la población diversos métodos anticonceptivos. Nuestra premisa es lograr una mayor educación sexual para decidir, métodos anticonceptivos para no abortar y aborto legal en todo el país para no morir.

Hoy se celebra a los pequeños; más de dos millones de 5 a 17 años no van a la escuela

Hay quienes ven a los niños como propiedad de los adultos: Conapred

Una porción supone que los infantes no tienen derechos por su condición de edad

En las zonas rurales persiste la muerte entre los más pobres por enfermedades como diarrea

Ariane Díaz
Periódico La Jornada
Sábado 30 de abril de 2011, p. 37

En México, dos millones 678 mil 570 de menores de cinco a 17 años no asisten a la escuela; de ellos 122 mil no lo hace por razones de seguridad, discriminación o por la distancia que deben recorrer al centro educativo, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2009 del Inegi difundidos por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, con motivo de la celebración del Día del Niño.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (Enadis) 2010, realizada por el organismo citado, 27 por ciento de menores dice que sus padres los han hecho llorar, 26 por ciento reconoce que le han pegado, 17.9 recibieron de ellos amenazas de golpes y 18 por ciento dice los han insultado de palabra.

Culturalmente, persiste la idea de que los niños y las niñas son objetos propiedad de las y los adultos, y que están sujetos al arbitrio y voluntad de las reglas paternas y maternas indicó el Conapred.

Trabajo en casa y fuera de ella

La Enadis 2010 también reveló que 27.6 por ciento de la población nacional cree que los menores sólo tienen los derechos que sus padres les quieran dar y 3.6 por ciento piensa que no tienen garantías por su condición de edad.

Datos del Inegi indican que de los menores de cinco a 17 años, 15 millones 689 mil 755 estudian y hacen quehaceres domésticos. En el mismo rango de edad, hay un millón 324 mil 457 niñas y niños que, además de las características anteriores, son población ocupada.

En total, en México hay tres millones de niñas, niños y adolescentes que son considerados población ocupada, quienes trabajan tanto en el sector agropecuario y la industria manufacturera, como en la construcción, el comercio y los servicios. De esa cifra, dos terceras partes la cubren varones.

Respecto de los infantes que trabajan, 359 mil 729 lo hacen porque sus familias necesitan la aportación económica o realizan los trabajos del hogar y 706 mil lo hacen para poder mantenerse y/o pagar la escuela.

Por su parte, el Instituto Nacional de las Mujeres indica que padecer violencia en la infancia repercute en la edad adulta, ya que 35 por ciento de las mujeres que sufrió algún tipo de violencia por su pareja también la vivió en sus hogares de origen; mientras, 27 por ciento de los hombres que agredió a sus parejas también padecieron maltrato y violencia durante la niñez.

La Encuesta de Maltrato Infantil, realizada por este instituto, concluyó que aunque el maltrato físico lo padecen menores de ambos géneros, los varones lo sufren en forma severa, mientras el abuso sexual y el emocional se aplican de forma más frecuentes a las niñas.

Sobre la salud de los niños, asegura que la desnutrición y las enfermedades infecto contagiosas siguen siendo un lastre para los que viven en hogares pobres.

Laura Tapia, supervisora médica en Área Normativa del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia de la Secretaría de Salud, reconoció que la desnutrición sigue siendo un problema en las zonas más marginadas del país, no obstante que ya no se encuentra entre las principales causas de mortandad en menores de cinco años.

La especialista confirmó que la enfermedad diarreica aguda y las infecciones respiratorias son causa frecuente de mortandad entre la población de menores ingresos económicos por las condiciones de hacinamiento en que viven; Chiapas, Oaxaca y Guerrero son los estados con las tasas de mortalidad más altas.

Armando Blanco, de la Asociación Mexicana de Pediatría, aseguró que 80 por ciento de los casos de talla baja en niños (crecimiento de estatura menor a la media de la población) se da por malnutrición; ocurre mayormente en poblaciones rurales, donde 44.3 por ciento de los menores presenta este problema, en comparación con 14 por ciento de los que viven en zonas urbanas.

El especialista resaltó que en ese contexto es difícil que el niño alcance una salud biosiquicosocial plena. No se trata sólo de que coma bien sino de que sea feliz. De lo contrario, el niño se expresará a la mínima potencia.


Se les invisibiliza y se los considera sujetos peligrosos, señala Causa ciudadana

La violencia estructural es más dañina para los niños que las agresiones físicas
Fernando Camacho Servín
Alineación al centro
Periódico La Jornada
Sábado 30 de abril de 2011, p. 38

La niñez mexicana padece condiciones de violencia estructural –muchas veces normalizada por prácticas culturales nocivas– que limitan su acceso a la educación, la salud, el esparcimiento y la participación igualitaria.

Esta circunstancia hace invisibles los problemas y necesidades de los menores y puede generar daños mayores que cualquier acto de agresión de tipo físico.

Integrantes de organizaciones sociales especializadas en el tema infancia concluyeron lo anterior; en conferencia de prensa expusieron algunos de los retos más graves que enfrenta la niñez del país, en víspera del día en que se conmemora a los niños.

José Alfredo Cruz, de la asociación Género y Desarrollo, señaló que la falta de acceso a los derechos elementales puede causar más estragos que otros actos de violencia explícita y advirtió que millones de niños están sujetos a un modelo patriarcal hegemónico, el cual da lugar a conductas misóginas y homófobas.

Rocío Morales, del colectivo Educación con el niño callejero (Ednica), subrayó que es urgente que el Estado mexicano diseñe políticas públicas eficientes para mejorar las condiciones de vida de los menores, tomando en cuenta que no conforman un grupo homogéneo, sino que tienen necesidades muy diversas.

De acuerdo con encuestas aplicadas en 2009, afirmó, en el país hay por lo menos tres millones de niños –aunque se calcula que la cifra es mucho mayor– que forman parte del mercado de trabajo informal, quienes padecen condiciones de extrema precariedad laboral, bajo desempeño escolar o deserción, y violencia por parte de la policía y otras autoridades.

Menores que ya son padres

Carlos Cruz, integrante de Causa ciudadana, aseveró que además de que se les invisibiliza, a los adolescentes se les considera sujetos peligrosos y reproductores de una cultura violenta, lo que lleva a que muchos de ellos sean reclutados por grupos criminales.

Prueba de lo anterior, lamentó, son los más de 300 menores de edad que han muerto desde hace tres años en circunstancias violentas; no obstante, se calcula que el número es más alto. Al coartar sus mecanismos de participación social, se aniquila a toda una generación de jóvenes y se anula el desarrollo del país.

Por su parte, Eliud Torres, de la asociación Melel Xojobal, lamentó que entre todos los niños maltratados, quienes enfrentan condiciones aún peores son los indígenas, pues además de pobreza y falta de oportunidades, padecen racismo y discriminación, particularmente en Chiapas, Oaxaca y Guerrero.

Por su parte, Nashieli Ramírez, integrante del colectivo Ririki Intervención Social, detalló algunas cifras que muestran las duras condiciones de vida de la infancia mexicana, como el hecho de que casi nueve mil niños sean hijos de otros menores de edad, o que 34 mil estén casados o sean viudos o divorciados.

En videoconferencia desde Ciudad Juárez los activistas Catalina Castillo, José Luis Flores y Laurencio Barraza llamaron a que el gobierno aplique programas de salud, educación, lectura y deporte en favor de la niñez, y de esa forma acaben con el esquema de violencia y marginalidad que muchos de ellos siguen sufriendo.

La tortura en el DF



Miguel Concha

En fechas recientes se han venido discutiendo en las comisiones de la Asamblea Legislativa algunas iniciativas de reformas al Código Penal para el Distrito Federal, que pretenden modificar los artículos 294, 295, 296, 297 y 298, relativos al delito de tortura.

Esta violación grave a los derechos humanos es todavía una realidad en la ciudad de México, ya que no ha sido posible eliminarla, a pesar de frecuentes esfuerzos por tratar de erradicarla o disminuirla. Lo que implica una falta de diligencia en su investigación, y, como consecuencia, de sanción por parte de las autoridades. Esta afirmación la comparten también organizaciones nacionales e internacionales, organismos intergubernamentales de protección de los derechos humanos y organismos públicos mexicanos como la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. La comparte, sobre todo, el enorme número de víctimas que, a consecuencia de investigaciones deficientes, y de un sistema laxo en cuanto al respeto de los derechos humanos, han sido condenadas, disminuidas y en general afectadas física y sicológicamente.

La tortura se encuentra prohibida en nuestra Constitución, en los códigos penales del país y en diversos tratados internacionales de los que México es parte. Y existe además un consenso internacional en cuanto a su prohibición. En efecto, el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas ha afirmado, en su recomendación general número 24, que la obligación de no someter a las personas a tortura o malos tratos es una norma del derecho internacional consuetudinario. Y que el derecho a no ser sometido a tortura forma parte, sin ninguna duda, de una serie de derechos básicos. El deber de respetar este derecho es también una obligación erga omnes. Es decir, aplicable a todo ser humano, ya que se trata de algo que no se cuestiona y está apoyado en una serie de importantes decisiones judiciales.

Una vez dicho esto, es conveniente señalar que en el Distrito Federal se están discutiendo una serie de propuestas para cambiar el tipo penal existente en materia de tortura. Si bien hay que reconocer las buenas intenciones, que tendrían por objeto contar con un tipo penal actualizado y acorde con los estándares internacionales, debemos advertir del riesgo que se corre, al querer incluir algunos conceptos que amenazarían seriamente la lucha contra la tortura.

La tortura en la ciudad de México se describe como el acto en el que un servidor público del Distrito Federal, en ejercicio de sus atribuciones, o con motivo de ellas, inflija a una persona dolores o sufrimientos físicos o sicológicos, con el fin de I. Obtener de ella información; II. Castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido; y III. Coaccionarla para que realice o deje de realizar una conducta determinada. A esto se debe agregar que quien comete tortura puede ser directamente el servidor público o un particular que obre bajo sus órdenes, o bien el funcionario que por aquiescencia u omisión permita la tortura.

Se ha sabido que en las propuestas existentes en la Asamblea Legislativa habría algunas que se alejan de los estándares internacionales para perseguir este delito. En específico, cuando se pretende agregar el calificativo de graves a los daños que genere quien comete tortura. Esto es preocupante, toda vez que este término había sido suprimido después de una amplia labor de organizaciones de derechos humanos del Código Penal en 2002.

La palabra graves, si bien se encuentra en algunos instrumentos internacionales que definen la tortura, ha sido ampliamente superada por la jurisprudencia internacional, toda vez que no es necesario un cierto nivel de intensidad del daño, dolor o de sus secuelas, para que consideremos que ha existido tortura.

El simple hecho de infligir daños o sufrimientos con una finalidad concreta por parte de un servidor público, o con su aquiescencia u omisión, es suficiente para que se configure este delito. Y esto no es una cuestión menor, pues, como ya se dijo, la tortura es una realidad en México y en esta ciudad capital, que trae consigo una gran cantidad de problemas, que no sólo perjudican a las víctimas, sino a la sociedad en su conjunto.

En primer lugar, tenemos que la tortura por sí misma es una violación grave a los derechos humanos, que no debe permitirse bajo ninguna circunstancia. Pero esto no es lo único. Es también expresión de un deficiente sistema de investigación de los delitos. ¿Qué certeza podemos tener de una confesión que es arrancada a golpes o bajo amenazas? ¿Nos da esto seguridad de que las corporaciones encargadas de investigar los delitos cumplen con su función? Definitivamente no.

Por otra parte, no sancionar la tortura genera la impunidad que vivimos, toda vez que los torturadores no son llevados ante la justicia, generando con ello este círculo vicioso de violaciones a los derechos humanos, que se repiten debido a la falta de castigo. En medio de este clima nacional de autoritarismo y de reformas equívocas, estas reformas propuestas en la Asamblea significarían un retroceso, y pueden resultar muy peligrosas para la ciudadanía.

Es deber de la Asamblea Legislativa actuar con responsabilidad y no dejarse llevar por falsos paradigmas que han resultado un rotundo fracaso. Esperemos que cumplan con su obligación en favor de quienes viven y transitan por la ciudad, y que aprueben siempre reformas ajustadas a los derechos humanos.

Día de las niñas y los niños: nada que celebrar


ESPECIAL INFANCIA

Padecen violencia, abusos y viven en la pobreza


Por Gladis Torres Ruiz

México, DF, 29 abr 11 (CIMAC).- El 29.1 por ciento de la población de México está constituida por niñas y niños de 0 a 14 años, 16.6 millones son niños y 16.1 millones, niñas, quienes enfrentan la falta de acceso a la educación, salud, salud sexual y reproductiva, así como violencia dentro y fuera del hogar.

La Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) informó que si bien el 30 de abril debería ser un motivo de celebración para niñas y niños, existen aún grandes pendientes para garantizar los derechos de la infancia en el país.

Pendientes que implican, entre otros factores, la armonización legislativa y el desarrollo de políticas públicas encaminadas al bienestar de la infancia y sustentadas en los principios rectores de la Convención sobre los Derechos del Niño, afirmó la organización en un comunicado de prensa.

Para 2009 más de la mitad de la población infantil del país se encontraba en situación de pobreza patrimonial (62.2 por ciento) y uno de cada cuatro niños y niñas (28 por ciento) no tenía los ingresos suficientes para cubrir sus requerimientos alimenticios, indica la oficina en México del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef-México).

Mientras que en materia educativa nuestro país aún no logra una cobertura universal; información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señala que el 5.7 por ciento de niños y niñas de 5 a 14 años no asiste a la escuela.

El organismo gubernamental precisa que entre los factores que inciden en esta situación destacan los económicos y de carácter familiar, siendo la población pobre la más vulnerable.

En su reporte la Infancia Cuenta en México 2009, la Redim afirma que la proporción de población sin instrucción es mayor para las mujeres que para los hombres, sin importar si la localidad es urbana o rural, a lo que se suman la pobreza y la crisis económica actual que tienen un impacto negativo en la educación de las niñas.

Las familias sin medios económicos para educar a todos sus hijos e hijas “consideran más importante enviar a los niños que a las niñas a la escuela”, explica la Red.

SIN SALUD Y EDUCACIÓN SEXUAL Y REPRODUCTIVA

A la deserción escolar de las niñas por motivos económicos se suma el abandono de la escuela provocado por el embarazo adolescente. A decir de especialistas, la escasa o nula educación sexual que recibe la infancia mexicana contribuye a ese fenómeno.

Ipas México apunta que cada minuto nacen tres niñas y niños en el país y uno de ellos es de madre adolescente. Existe 60 por ciento de riesgo adicional de mortalidad materna entre adolescentes embarazadas y más posibilidad de que estas mujeres abandonen la escuela por falta de recursos y discriminación.

La directora de la organización civil Afluentes, Gabriela Rodríguez, explica que las adolescentes de niveles socioeconómicos bajo y medio bajo son las más vulnerables a presentar embarazos no planeados e Infecciones de Transmisión Sexual (ITS).

A ello se suma que los servicios públicos de salud para las adolescentes no son accesibles, además de que las jóvenes carecen de información en prevención del embarazo y para postergar el tener hijos.

En México, el 83 por ciento de todas las hospitalizaciones de niñas y mujeres adolescentes de entre 10 y 19 años de edad –atendidas en nosocomios de la Secretaría de Salud (Ss)– se derivó de complicaciones relacionadas con el embarazo, parto, puerperio y aborto.

Un análisis realizado por IPAS-México, de los egresos hospitalarios de las mujeres atendidas por la Ss durante 2009, detalló que las causas ligadas a la maternidad representan el primer factor de hospitalización de niñas y adolescentes.

VIOLENCIA

A diferencia de otros tipos de violencia de los que es víctima la infancia mexicana, el abuso sexual prevalece contra las niñas y les genera daños psicológicos, físicos y emocionales hasta la edad adulta, advierten especialistas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que gran parte de la violencia sufrida por las y los menores de 14 años ocurre en el hogar, a manos de sus padres, cuidadores y familiares, además de que las consecuencias de esta violencia ponen en peligro su salud y desarrollo.

La Redim asegura que México carece de información sistemática que muestre la magnitud del problema, y además no se cuenta con sistemas que faciliten tanto el diagnóstico en niñas y niños víctimas de abuso como la denuncia eficaz.

Mientras que en su “Informe Nacional Sobre Violencia de Género en la Educación Básica”, la Secretaría de Educación Pública, señala que cuatro de cada 10 niñas de escuelas primarias a nivel nacional son víctimas de insultos, golpes o humillaciones por parte de sus compañeros hombres.

En el caso específico de Chihuahua, la organización civil Justicia para Nuestras Hijas reportó que más de la mitad de las mujeres desaparecidas en 2010 fueron niñas, y advirtió que el mayor riesgo de desaparecer lo corren las adolescentes y jóvenes de entre 13 y 17 años de edad, el cual aumenta si viven en Ciudad Juárez.

A pesar de todo lo anterior Unicef-México informó en su estudio “Inversión pública en la Infancia y la Adolescencia Durante el Periodo de 2007 a 2010”, presentado ayer afirma que la inversión pública en la infancia en México representó poco más de 6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

Sin embargo, observó, su distribución es desigual, toda vez que programas destinados a proteger a las niñas y niños contra todo tipo de violencia, abuso o explotación tienen destinados menos del 1 por ciento cada uno.

Niñas migrantes huyen de violencia en sus países de origen


ESPECIAL INFANCIA

Viajan solas y son más vulnerables: experta


Por Gladis Torres Ruiz

México, DF, 29 abr 11 (CIMAC).- Muchas de las niñas y adolescentes migrantes centroamericanas que llegan a México a fin de cruzar a los Estados Unidos, vienen huyendo de la violencia de género que padecen en sus países, o por que van a reunirse con sus familiares, e inician un camino en el que pueden ser víctimas de diversos delitos.

En entrevista telefónica, Lourdes Rosas, coordinadora del área de Capacitación y Difusión del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, del estado de Chiapas, señaló que niñas y adolescentes, en particular de El Salvador, han señalado que vienen huyendo de la violencia que se ejerce contra ellas.

Muchas de éstas adolescentes eran violentadas por sus parejas y exparejas que forman parte de la mara salvatrucha —organización transnacional de pandillas criminales—, por lo que las jóvenes optan por huir.

Datos de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz señalan que en 2010 se registraron 2 mil 492 casos por violencia en el hogar; 3 mil 180 por violación sexual, mientras que el 2009 cerró con 589 mujeres asesinadas. De enero a mayo de 2010 fueron asesinadas 245 mujeres.

Rosas agregó que las niñas y adolescentes de migrantes que viajan sin acompañantes lo hacen por que tienen a sus familiares ya instalados en Estados Unidos, y son éstos los que mandan por ellas a través de “polleros”.

La activista afirmó que las niñas y adolescentes que viajan solas son un grupo muy vulnerable y se exponen a ser víctimas de diversos delitos.

Diversas organizaciones, como Sin Fronteras y Amnistía Internacional, han señalado en reiteradas ocasiones que las niñas migrantes que viajan solas sufren regularmente agresiones de tipo sexual, laboral, psicológica y son el grupo más vulnerable frente a los grupos delictivos.

Lourdes Rosas dijo que niñas y adolescentes se quedan en Chiapas “trabajando” en lo que se conoce como “centros botaderos o bares”. Muchas de ellas son cooptadas en su transito y otras son engañadas desde sus países de origen por tratantes.

En su investigación “Mujeres migrantes en la frontera sur de México”; la doctora en Ciencia Social con especialidad en Sociología por el Colegio de México advierte que Ciudad Hidalgo, Cacahoatán, Puerto Madero y Tapachula, son algunos de los centros urbanos de la región fronteriza del Soconusco, en Chiapas, donde mujeres de todas las edades, en su mayoría centroamericanas provenientes de Guatemala, El Salvador y Honduras, desempeñan actividades relacionadas con el sexo comercial.


La socióloga afirma que la mayoría de las mujeres se ven obligadas a “trabajar” en los centros botaderos, ya que es la mejor vía para obtener dinero para seguir el viaje a Estados Unidos.

De acuerdo con información de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, de abril a septiembre de 2010, 24 por ciento de las personas migrantes que ingresan por la frontera sur de México (Tapachula, Chiapas) son mujeres, cifra que se reduce al llegar a la frontera norte (Tijuana, Baja California) donde apenas alcanzan el 7 por ciento.

El Instituto Nacional de Migración señala que desde México, 4 mil 517 niñas y niños migrantes (principalmente centroamericanos) fueron repatriados a sus países de origen durante 2010. De ellos, el 74 por ciento viajaba sin compañía y el 82 por ciento contaba con menos de 11 años de edad.

Mueren más de 300 adolescentes por guerra de Calderón


ESPECIAL INFANCIA

En la orfandad, 40 mil niñas y niños: OSC


Por Estephanye Reyes

México, DF, 29 abril 11 (CIMAC/AMNDI).- En México no existen mecanismos para garantizar los derechos de 39.2 millones de personas menores de 18 años, lo que producirá la aniquilación de una generación joven inmersa en la violencia, aseguraron Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) en la conmemoración del Día de la niñez.

En la lucha contra el crimen organizado, dijo en conferencia de prensa Nashieli Ramírez, de Ririki Intervención Social, se llevan contabilizados mil 236 muertes de niñas, niños y adolescentes como producto de esta violencia.

Por la guerra de Felipe Calderón, 40 mil niñas y niños han quedado en la orfandad, afirmó José Alfredo Cruz, de Género y Desarrollo. Tan sólo en Ciudad Juárez, 8 mil 500 menores de edad se encuentran en esta situación, según la Red de Derechos de Infancia de la localidad fronteriza.

Catalina Castillo, de la Organización Popular Independiente —en enlace desde Ciudad Juárez— reconoció que hasta hoy suman ya 50 niños muertos en esa localidad por causas evitables.

Datos recopilados por la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) indican que —desde enero de 2010— los homicidios dolosos de niñas, niños y adolescentes dan cuenta de un incremento del 30 por ciento en el número de decesos, que pasó de 60 muertes (enero a abril 2010) a 84 (mismo periodo del 2011).

Carlos Cruz, de Cauce Ciudadano, afirmó que existen más de 300 casos de adolescentes que han muerto en este contexto, donde las autoridades judiciales antes de referir una investigación criminalizan a las víctimas.

Y concluyó: “la política de atención del gobierno es de criminalización contra la infancia, especialmente en su etapa adolescente. Se les han negado mecanismos de desarrollo, participación y defensa de sus propios derechos”.

Esto se traduce en pendientes del Estado mexicano, afirmó Rocío Morales, de Ednica, que van desde la creación de un sistema integral de protección de derechos infantiles, armonización de leyes federales con la Convención de los Derechos de la Niñez, generación de información estadística especializada en infancia, programas de desarrollo y políticas públicas hasta la promoción de la participación infantil.

Nashieli Ramírez recordó que hace más de 10 años la recomendación del Comité de los Derechos de la Niñez de la ONU al Estado mexicano fue crear un sistema especializado en infancia y adolescencia que articule y promueva políticas públicas integrales.

Ante ello, la Redim, en un comunicado de prensa, exigió al Estado mexicano avanzar en la construcción del Sistema Nacional de Protección de Derechos de la Infancia, entendido como la existencia de un órgano articulador de alto nivel para el desarrollo de políticas públicas, programas y acciones que garanticen los derechos de niños, niñas y adolescentes en México.

Por lo que organizaciones que promueven los derechos de la infancia insisten en que “el mejor regalo que les podemos dar a niñas y niños (este 30 de abril) es un sistema integral de protección, subrayó Nashieli Ramírez.