¿Por qué? porque nunca habían desaparecido y matado a una mujer de Cherán, por la forma en que ocurrió, porque fue de las personas más activas en el resguardo del bosque y porque al menos desde 2013 ya no ocurrían agresiones de este tipo hacia la gente de la comunidad.    
Sobre las líneas de investigación aún hay muchas incógnitas. Lo que funcionarios de la Fiscalía de Michoacán (delegación Zamora) informaron a la familia y a integrantes de la comunidad de Lupe o Lupita, como le decían, es que la localizaron el martes 16 en el kilómetro 15 de la carretera Carapan/Playa Azul, en el predio denominado Irapio, y la trasladaron al servicio forense de Zamora.

Calculan que la estrangularon el domingo por la noche o el lunes por la mañana en el mismo lugar donde estaba su cuerpo desnudo, boca arriba, sin piel en el rostro, con moretones en el cuello y en los brazos. En los matorrales localizaron cabello que le arrancaron y junto a ella su ropa “intacta” y acomodada: unas licras y un suéter negros, una blusa color salmón, su ropa interior y su bolsita tipo monedero donde traía identificaciones, tarjetas bancarias y dinero. No estaba ni su celular ni sus zapatos.

Los peritos determinaron que fue violada y asesinada por al menos dos personas, ya que Lupe tenía un cuerpo fuerte y estaba entrenada para defenderse. Los moretes en los brazos y el cabello muestran que hubo forcejeos. La versión oficial sobre el rostro es que se lo comieron los animales, sin embargo de lo anterior no han mostrado el peritaje.
           
Guadalupe Campanur Tapia era la hermana menor. Cumplió 32 años en octubre pasado y vivía con sus padres. Su madre, Margarita Tapia Cruz, la vio por última vez el miércoles 3 de enero por la tarde. El martes 16 la Procuraduría General de Justicia del Estado de Michoacán se comunicó a Cherán para decirles que habían encontrado un cadáver y que entre las pertenencias estaba la credencial de Guadalupe Campanur Tapia.


Al día siguiente acudieron tres de sus hermanos al servicio médico forense de Zamora para la identificación. La reconocieron por un tatuaje chiquito que tenía entre los dedos de la mano izquierda, un diente chiquito “como de leche” que le sobresalía en la mandíbula superior y un callo en el pie.
Velorio de Lupita. Foto: EspecialPor la noche trasladaron el cuerpo a su comunidad (se encuentra a poco más de una hora en carro de Zamora), la velaron en su casa. En la calle prendieron una fogata, pusieron sillas y una lona azul, los conocidos llevaron alimentos como atapakua y corundas para ofrecer a la gente. Al frente de su casa estaba el ataúd, con una foto de ella sonriente y vestida con un pantalón negro y blusa rosa, veladoras y flores. En Cherán se viste a los muertos como santos, pero a Lupe no pudieron arreglarla como querían por el estado de descomposición del cuerpo.
Velorio de Lupita. Foto: Especial
           
La misa fue al día siguiente, a la 1:00 pm en la iglesia de la comunidad. De ahí se llevan cargando el ataúd hasta el panteón, haciendo líneas de hombres y mujeres que la acompañan por las calles; es un momento muy importante para llorar y dolerse en colectivo.

A su sepelio llegaron cientos de amigos de la comunidad e incluso de otros estados, periodistas y estudiante que realizaron alguna investigación sobre la lucha de Cherán y que hicieron amistad con ella. Sus hermanos que viven en Estados Unidos, no alcanzaron a llegar. También asistieron autoridades del gobierno comunal y de la ronda comunitaria.

Muchos esperaban que se hiciera un acto simbólico de parte del gobierno comunal, para recibir el cuerpo, para recordar a la compañera que dedicó su vida a la comunidad (como se hizo con el que era coordinador de la ronda comunitaria en 2013 y que murió en un accidente), para exigir justicia y condenar el feminicidio, pero aún se siente un ambiente de parálisis. De cualquier manera, la comunidad ha comenzado sus propias investigaciones.
           
Lupita se cuidaba de no salir de Cherán con desconocidos o personas que no le dieran confianza. Ella participó en los años más difíciles de enfrentamientos contra talamontes y por lo tanto mantenía medidas de seguridad permanentes.
 
Alegre y siempre contra la corriente
  
“Yo allá en el cerro me siento ¡uh! ¡plena! ¡feliz! Porque es hacer algo importante por mi comunidad”, contaba Guadalupe Campanur en 2014 con su típica cara de pinga, ojos bien abiertos y una sonrisota.
           
Era dicharachera, terca, alegre, lista, movida, comprometida con su comunidad, buena para hacer amigos y bordados, muy positiva, una mujer valiente y libre que no hizo caso a los prejuicios morales, aunque sí le dolían los señalamientos por su soltería y su forma no tradicional de noviazgo.  
           
La noche después del sepelio, en una cenaduría, la comunera Martha compartía “no entiendo por qué a ella, Lupe sólo supo darse a la comunidad, participaba en los grupos de la iglesia, en la ronda, en el barrio tercero, andaba en puras actividades en bien de la comunidad, era amiguera y querida, no entiendo cómo alguien pudo quitarle la vida. Es algo muy alarmante para nosotros, porque además se trata de una mujer”.
           
Lupita vivía en el Barrio Tercero. Ahí conoció a su amiga Genoveva Pedroza. Después del levantamiento contra talamontes en abril de 2011, Guadalupe se incorporó a las actividades de seguridad. Geno recuerda que desde que la vio en la barricada pensó “qué mujer tan valiente”. En aquel entonces ella tenía unos 26 años y era la segunda mujer que entraba a la ronda comunitaria cuando estaba integrada por voluntarios y sin paga.

Cuando se vio la necesidad de conformar un grupo de guardabosques, Guadalupe Campanur de inmediato se interesó porque consideraba que era la mayor manifestación de compromiso con la comunidad.

En una entrevista realizada en 2014 para el libro “Guardianes del territorio” (Editorial Grietas, 2016), contaba que no todos servían para andar en campo, que se requería condición física, valor, lealtad y no haber sido talamonte: “No todos aguantaban, a la hora de usar el arma, se ve si tienes miedo o no, si por algo se traba o algo pasa, es que no estás listo. El grupo tenía que ser de pura gente de confianza, éramos como una hermandad (…) La primera vez que disparé un arma fue una nueve. Luego aprendí a usar otras, sólo una me tumbó, y sí, todos se rieron de mí. Pero cuando tuvimos que usarla, nunca se me trabó”.
           
En enero de 2016, el abogado y comunero de Cherán, David Romero, la entrevistó. Lupe contó lo siguiente:
 
“Soy originaria de Cherán y del Barrio Tercero, a mí me interesó integrarme a la Ronda Comunitaria para cuidar a mi comunidad, he sido muy activa en muchas cosas, no me gusta estar encerrada o de brazos cruzados, cuando puedo ayudar en algo me meto, a lo mejor voy contra la corriente, me gusta  hacer las cosas que los hombres hacen, no como las demás mujeres, estar encerrada en la casa, y de esa forma entre ahí.

“Fue un reto, por ser mujer. En febrero del 2012, se conforma la ronda oficialmente por los cuatro barrios, solo éramos dos mujeres una del barrio primero y yo del barrio tercero; empezamos y a los quince días, nos dicen que iba a subir un grupo al cerro denominado guardabosques y para eso tenías que tener buena condición y segundo saber lo que era caminar en campo y no tener miedo, todo eso y empezaron a hacer entrenamientos muy especiales a los de abajo. Yo quería ir a campo y les dije que quería ir, no me querían por ser mujer; segundo, por no saber nada de armamento y porque no conocía el campo.
“Comencé a entrenar de día y de noche, y ya que nos dicen que teníamos que ir a campo, y como yo quería, me presenté. Nos entran en un cuarto, los que supuestamente íbamos a ir y comienzan a dar las armas a todos, y a mí me pasan, y me dicen que no alcancé. Les digo que quiero ir y para ese entonces el Chino se desfunda su arma y me la da.
“Recuerdo las palabras de un compañero que dijo ‘en lugar de andar cuidando arriba, vamos a andar cuidando a la 14 (término para referirse a una mujer), que se quede abajo’. Y dije ‘¿qué se creen estos cabrones, que yo no voy a poder?’, yo sí voy a ir. Me dicen vamos a caminar de seis a ocho horas y les dije ‘no importa, yo voy a caminar’, y fue de la forma que me integré al grupo de los guardabosques que estuve año y tres meses.
“Siempre manejamos que el grupo de nosotros era un grupo como de familia, de hermanos donde todos nos protegíamos las espaldas, los costados, de frente, de todo y era muy independiente del grupo de abajo, claro que cuando  había detalles en la comunidad nos agregábamos de apoyo.
“Lo que hacíamos en el campo nadie lo sabia;las estrategias las sabíamos sólo nosotros, siempre decíamos ‘vamos a bajar en este punto’, y nunca lo hacíamos, porque sabíamos que había alguien infiltrado (…).
“En 2013, que ya estaba más tranquila la comunidad, nos empezamos a debilitar, empezamos a ver que ya no había respaldo, habían pasado situaciones fuertes como la pérdida de los dos compañeros de bienes comunales, esa vez nosotros subimos a campo a las 3 de la mañana y fue un cuatro bien hechecito y nos venadearon a los compañeros de comunales y fue algo que fracturó esa parte donde decíamos nosotros: ‘¿cuántos más van a caer?’, y nosotros nada mas somos un grupo, y se abrió otro grupo que abrió Bienes Comunales, ese sí roto.
“Un compañero ya no podía dormir, empezó a sentirse mal y dijo que se retiraba. Al irse él, luego se fue otro y dos más, y yo me retiré con otro compañero, se quedaron dos y se hace otro nuevo grupo, pero ellos decidieron retirarse en el mismo 2013.
“Nosotros platicando internamente dijimos que nos íbamos a retirar porque nos empezaron a decir que había demandas contra nosotros y que nos iban a encerrar y así, nos empezaron a seguir y por seguridad dejamos las cosas un rato pero no del todo y nos volvimos a incorporar de manera voluntaria, de esa manera seguimos en pie, si fuera algo fuerte en la comunidad nos volveríamos a levantar.

“Siempre hubo detalles, eso es normal, pero ahora los hay más, se ha perdido un poco la seguridad  y se ha vuelto la ronda un asunto de trabajo y no respetan el uniforme que traen, no respetan las reglas internas. Si le faltabas a tu familia y lo reportaban a la ronda, te suspendían el pago y se lo daban a tu familia de manera directa, si le faltabas a tu superior se te sancionaba económicamente y ese dinero se repartía entre todos. Este segundo Concejo Mayor no ha funcionado como esperábamos”.
 
Cuando salió de la ronda, Guadalupe se acercó al Concejo de Bienes Comunales y apoyaba en las caminatas, en reforestaciones y hasta en lo administrativo; durante el movimiento apoyaba hasta en ir a repartir despensas a las fogatas; cooperaba en programas sociales y ayudaba personas de la tercera edad a hacer trámite; cuando podía recorría el vivero o el aserradero y llevaba fruta a los empleados de las empresas o a quienes trabajaban en campo; asistía y participaba activamente en las asambleas de su barrio, iba a clases de bordado (sabía hacer relindo, punto de cruz, huesito, resacado, bata, etcétera), a grupos de autoayuda y últimamente se había incorporado a un grupo llamado Reencuentro.  

Con los estudiantes y visitantes, siempre fungía como guía y de inmediato brindaba su amistad. Todo lo hacía voluntario. 

“Me dejaste solita”, dice Geno al recordar a su amiga de la que aprendió a tener valor, a hacer amistades y a ser una voz crítica dentro de la comunidad. Guadalupe era muy clara políticamente: sabía que el cambia en Cherán tenía que seguirse construyendo, día a día, en la vida cotidiana, combatiendo el machismo y señalando los peligrosos acercamientos con los partidos políticos o el gobierno estatal o federal.
           
“Cuando iba con nosotros a caminatas del Concejo de Bienes Comunales nos hacía ameno el trabajo. Ella estaba entrenada para escuchar cosas raras, si había riesgos, sabía determinar qué tan frescas eran las huellas de un vehículo, para nosotros ella fue un apoyo muy importante. Era temeraria, no cualquiera se iba a cuidar el bosque (…) Últimamente se iba al bosque a fotografiar pajaritos, era algo a lo que le agarró gusto últimamente”, cuenta Genoveva quien fue parte del Concejo de Bienes Comunales durante el primer gobierno comunal después del levantamiento de 2011.
           
“Juan”, un amigo con el que recorrió el bosque, recuerda que ella nunca se puso los moños para hacer las tareas de resguardo del territorio. Como todos, Lupe conocía los linderos, las veredas, los caminos y atajos, sabía responder en emboscadas y tenía buena condición física. “En el tiempo que llevo en esto, confirmé que todas las mujeres son de respeto y admiración. A veces el machismo gana en la comunidad, de que las mujeres tienen que estar en casa, pero ellas nos demostraron son capaces de todo, nuestras mujeres son muy valientes”.
           
En un lugar y en otro se escucha la plática sobre qué pasó con Lupe. Ella llegaba a decir “ay, hija, no sabes qué suerte tengo para enterarme de cosas fuertes o que me cuenten cosas que no quiero saber”.


También conocía demasiado de la seguridad, del territorio y los riesgos del crimen organizado en la región. Tal vez, dicen un par de ex compañeros de la ronda, “ella sabía demasiado o se enteró de algo delicado, no hay que descartar ninguna línea de investigación”.
 
Concejo de Jóvenes exige justicia para Lupita


Hasta el momento sólo el Concejo de Jóvenes se ha pronunciado para condenar el feminicidio de Lupita y exigir justicia. Piden no minimizar ni normalizar su asesinato.
           
“Ese coraje nos tiene que seguir haciendo vibrar y manteniéndonos sensibles a la violencia para poder continuar las luchas desde el corazón, desde el coraje, convirtiendo el miedo en fuerza social valiosa para reconocer que aún falta mucho por hacer para resistir frente a la guerra que nos imponen.
           
Este dolor que sentimos nos hace recordar momentos difíciles que hemos pasado como comunidad y es complicado darse cuenta que una comunera como Lupe que aportó tanto al proceso de lucha y defensa de nuestros bosques, siendo parte de una fogata, de la asamblea de un barrio de esta comunidad ya no esté con nosotros y que le hayan quitado los sueños de esa manera tan dolorosa”.
 
El Concejo de Jóvenes puntualiza que Guadalupe no fue reportada como desaparecida por sus familiares ya que había salido de la comunidad días antes y esperaban que pronto volviera a casa.

“Pero esto no implica que ella tenga alguna responsabilidad por los hechos nunca será ella la culpable por lo que pasó. Estamos en un momento crítico donde se busca cualquier argumento para criminalizar a las mujeres, pero este no será el caso pues estamos conscientes de que ella no merecía que le arrebataran la vida y en ese contexto nadie niega que el hecho atroz de su asesinato tiene que ser castigado, los culpables tienen que ser encontrados y juzgados por el delito de feminicidio. Su vida al igual que la de los demás comuneros y comuneras de Cherán merece todo el respeto y no vamos a permitir que sea criminalizada ni estigmatizada”.