Para que la Trata (así con mayúscula) se dé, tiene que haber una persona que compre, una que pague, una que engañe y otra que sea engañada. La de la cola es, por supuesto, la víctima de todas las demás. El problema de trata de personas existe actualmente, y es la forma de esclavitud contemporánea más deprimente, depravada y extendida por todo el planeta, pero sobre todo en los países menos desarrollados, los cuales tienen, por lo general, también Estados más débiles.
Este delito se ha agravado en la última década y parece que tiene “mercado”, lo cual nos habla de una serie de redes y complicidades inimaginables en todos los niveles de las sociedades que padecen esta pandemia.
Frecuentemente confundimos trata con tráfico de personas, y si bien pueden llegar a darse simultáneamente, no son lo mismo. La trata es un delito que viola los derechos individuales de una persona, mayor o menor de edad, que es engañada o forzada por otra para ser explotada sexual y laboralmente. La víctima es prácticamente secuestrada en su mismo territorio o fuera de él. La OIM lo dice mucho mejor, cuando señala que la trata de personas implica “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras fuerzas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o a una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación”.
El tráfico, en cambio, es la violación contra un Estado, cuando una persona pasa a otra por alguna frontera, de manera ilegal. Claro que muchas veces se mezclan estos dos delitos, pero un tratante no es siempre un traficante, por ejemplo.
Este problema de la trata es hoy tremendamente complejo porque está mezclado, la mayoría de las veces, con el crimen organizado y el narcotráfico, pero además es sostenido por sistemas de justicia prácticamente inexistentes y redes de personas que soportan la trata y el humanotráfico en todos los niveles e instituciones sociales. La sombrilla que cubre todo esto es, por un lado, un Estado débil que no otorga a sus habitantes la condición de ciudadanía ni los protege desde su nacimiento. Esos vacíos son copados inmediatamente por las mafias que tienen más dinero para gastar en un mes, que lo que nuestros presupuestos nacionales alcanzan a cubrir en un año.
Por el otro lado, está un sistema patriarcal que históricamente ha acuerpado la esclavitud, y particularmente la de grupos en situación de mayor vulnerabilidad, como las mujeres y la niñez. Esta subjetividad hace que se proteja antes al que compra, al que vende, al que viola, al que trafica, y al que trata, que a las víctimas de tales abusos.
Frente a monstruos de tal tamaño se requieren megarespuestas. Pero hay que comenzar por prevenir, perseguir y proteger a nuestra niñez y juventud, porque al ritmo de la tecnología crece la demanda de cuerpos más jóvenes donde inscribir una cultura de muerte. Que ellas y ellos no se dejen engañar o vender, y si ya les sucedió, que denuncien, que traten por todos los medios de decirle a alguien dónde están. Por ello, es esperanzador que hace tres días se haya condenado a dos personas a 15 años de prisión y Q400.000.00 que deberán dar a la víctima, no como compensación —este tipo de traumas jamás serán “compensables”—, sino para resarcir algo del daño psicológico, físico o económico sufrido. El Tribunal Séptimo de Sentencia Penal de Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente falló en contra de Franci Danilo Monge García y María Mercedes Cordón Alecio, por el delito de Trata, y es la primera sentencia en ser dictada luego de la aprobación de la Ley Contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas. Por ello, sienta un precedente en el sistema de justicia de Guatemala.
Una sentencia no parece ser nada en comparación con las cifras millonarias de seres humanos que cada año son víctimas de trata y de billetes que se mueven en consecuencia, pero por algún lugar se empieza a restituir la esperanza de trascender tanta muerte.