Rosario Ibarra
El criterio, se dice, puede ser bueno o puede ser malo, de allí que el mandato que emane de un criterio bueno, noble y sabio, como una buena y sana semilla, que cae en tierra pródiga, dará buenos frutos, mientras que si el mandato es malo, ni siquiera me atrevo a compararlo con una semilla, porque ningún ser cuyo criterio sea perverso, podrá dar una orden buena y probablemente caerá en tierra "fertilizada" con aquello de la "obediencia debida", creadora de tantos abusos, injusticias y hasta crímenes....
Me revoloteó en la mente esta idea desde hace unos días, porque leí en un diario norteño una nota sobre "Gammon Gold, complejo minero de Ocampo, Chihuahua", "que ha hecho excavaciones allá y que ha encontrado oro." Ya me imagino la ambición desatada con el hallazgo... "¡la fiebre del oro! brotando como enfermedad maligna en las mentes de los dueños y señores de hacer concesiones a los extranjeros y negocios también que llenan sus cuentas bancarias y satisfacen su ambición.... ¡Allí sí, que escarben, que busquen para que sigan encontrando el precioso metal ... debe de haber mucho, que sigan buscando, que no caigan en desánimo..." y mientras todo esto pasaba por mi mente, algo como una ráfaga helada cruzó mi cerebro y un nombre se repetía constantemente en su interior: "Pasta de Conchos... Pasta de Conchos... los cadáveres de los mineros abandonados en el fondo de la mina reclaman justicia", pensé... pero... como una enorme corriente de agua que arrastrara escombros, fue pasando por mi mente el recuerdo de tantas injusticias, de miles de reclamos que se han hecho a todos los malos gobiernos, sin que siquiera uno haya sido atendido propiamente.
Y vi como si fuera una película de terror, los rostros de los funcionarios de todos los niveles y de los diferentes gobiernos que parecían escuchar con atención los reclamos, en aquel, su ejercicio de hipocresía y engaño...Unos y otros: los que adoptaron los colores patrios y los ensuciaron o los mancharon con la sangre de las víctimas de sus crímenes y los otros, los que formaron su bandera con los colores Marianos, hoy ya manchada por engaños y fraudes, por latrocinio y abusos de poder, por el menosprecio al pueblo pobre y por la enorme torpeza de un gobierno fraudulento que ha contribuido a sembrar el miedo con una guerra deshonrosa, estulta, ordenada sin respeto a la Constitución.
Y —preciso es mencionarlo— no acaban allí los males creados por el gobierno, ya que el empecinamiento es uno de los más grandes errores que con enorme claridad se pueden observar. Aparte, por si todo lo anterior fuera poco, sigue la lista interminable de desapariciones forzadas, que el anterior sexenio inició con el secuestro de más de treinta trabajadores petroleros de la refinería de Cadereyta, Jiménez, Nuevo León, sin que las quejas de sus familiares hayan sido atendidas. Lo mismo ha sucedido con trabajadores de Nextel, secuestrados por el Ejército en este sexenio y también con personas secuestradas por elementos policíacos en varios estados de la república. Hoy, el gobierno trata de lavarse las manos culpando al "crimen organizado", acusándolo de llevar a cabo lo que con descaro inaudito llama "levantones", cuando hay testigos que vieron a los soldados en unos casos, y a policías en otros, que cometieron los infames e ilegales secuestros.
Criterios y mandatos que nada tienen que ver con el respeto a las leyes, como sacar al Ejército de sus cuarteles para enfrascarlo en la imperdonable guerra que tantas víctimas inocentes ha cobrado es, además de un acto criminal, un insulto a la inteligencia del pueblo de México. Es preciso luchar porque estos abusos terminen y, para ello, es de primordial importancia la organización y la disciplina, aparte de la instrucción de grandes sectores de un pueblo inteligente pero que ha carecido de oportunidad alguna de instruirse. Es preciso luchar a brazo partido para poder lograr que estos derechos no sean conculcados, y es necesario también que logremos que ninguna autoridad haga uso a su antojo de los criterios y mandatos.
Dirigente del Comité ¡Eureka!
Miguel CarbonellEl criterio, se dice, puede ser bueno o puede ser malo, de allí que el mandato que emane de un criterio bueno, noble y sabio, como una buena y sana semilla, que cae en tierra pródiga, dará buenos frutos, mientras que si el mandato es malo, ni siquiera me atrevo a compararlo con una semilla, porque ningún ser cuyo criterio sea perverso, podrá dar una orden buena y probablemente caerá en tierra "fertilizada" con aquello de la "obediencia debida", creadora de tantos abusos, injusticias y hasta crímenes....
Me revoloteó en la mente esta idea desde hace unos días, porque leí en un diario norteño una nota sobre "Gammon Gold, complejo minero de Ocampo, Chihuahua", "que ha hecho excavaciones allá y que ha encontrado oro." Ya me imagino la ambición desatada con el hallazgo... "¡la fiebre del oro! brotando como enfermedad maligna en las mentes de los dueños y señores de hacer concesiones a los extranjeros y negocios también que llenan sus cuentas bancarias y satisfacen su ambición.... ¡Allí sí, que escarben, que busquen para que sigan encontrando el precioso metal ... debe de haber mucho, que sigan buscando, que no caigan en desánimo..." y mientras todo esto pasaba por mi mente, algo como una ráfaga helada cruzó mi cerebro y un nombre se repetía constantemente en su interior: "Pasta de Conchos... Pasta de Conchos... los cadáveres de los mineros abandonados en el fondo de la mina reclaman justicia", pensé... pero... como una enorme corriente de agua que arrastrara escombros, fue pasando por mi mente el recuerdo de tantas injusticias, de miles de reclamos que se han hecho a todos los malos gobiernos, sin que siquiera uno haya sido atendido propiamente.
Y vi como si fuera una película de terror, los rostros de los funcionarios de todos los niveles y de los diferentes gobiernos que parecían escuchar con atención los reclamos, en aquel, su ejercicio de hipocresía y engaño...Unos y otros: los que adoptaron los colores patrios y los ensuciaron o los mancharon con la sangre de las víctimas de sus crímenes y los otros, los que formaron su bandera con los colores Marianos, hoy ya manchada por engaños y fraudes, por latrocinio y abusos de poder, por el menosprecio al pueblo pobre y por la enorme torpeza de un gobierno fraudulento que ha contribuido a sembrar el miedo con una guerra deshonrosa, estulta, ordenada sin respeto a la Constitución.
Y —preciso es mencionarlo— no acaban allí los males creados por el gobierno, ya que el empecinamiento es uno de los más grandes errores que con enorme claridad se pueden observar. Aparte, por si todo lo anterior fuera poco, sigue la lista interminable de desapariciones forzadas, que el anterior sexenio inició con el secuestro de más de treinta trabajadores petroleros de la refinería de Cadereyta, Jiménez, Nuevo León, sin que las quejas de sus familiares hayan sido atendidas. Lo mismo ha sucedido con trabajadores de Nextel, secuestrados por el Ejército en este sexenio y también con personas secuestradas por elementos policíacos en varios estados de la república. Hoy, el gobierno trata de lavarse las manos culpando al "crimen organizado", acusándolo de llevar a cabo lo que con descaro inaudito llama "levantones", cuando hay testigos que vieron a los soldados en unos casos, y a policías en otros, que cometieron los infames e ilegales secuestros.
Criterios y mandatos que nada tienen que ver con el respeto a las leyes, como sacar al Ejército de sus cuarteles para enfrascarlo en la imperdonable guerra que tantas víctimas inocentes ha cobrado es, además de un acto criminal, un insulto a la inteligencia del pueblo de México. Es preciso luchar porque estos abusos terminen y, para ello, es de primordial importancia la organización y la disciplina, aparte de la instrucción de grandes sectores de un pueblo inteligente pero que ha carecido de oportunidad alguna de instruirse. Es preciso luchar a brazo partido para poder lograr que estos derechos no sean conculcados, y es necesario también que logremos que ninguna autoridad haga uso a su antojo de los criterios y mandatos.
Dirigente del Comité ¡Eureka!
100 años de la UNAM
A Jorge Carpizo
El México moderno sencillamente no puede explicarse sin la UNAM. La gran Universidad del país llega a sus primeros 100 años aportando a México un caudal de conocimiento como ninguna otra institución académica y con una vocación de servicio público que se ratifica día tras día.
Llegamos también al primer centenario llenos de ilusiones y retos, con la preocupación de millones de mexicanos acerca del presente y futuro del país, pero cumpliendo sin demora alguna nuestro compromiso como universitarios.
La UNAM asume cabalmente el mandato de su Ley Orgánica: realiza docencia, lleva a cabo investigación y extiende la cultura a muchos mexicanos. Para percibir la magnitud de la tarea vale la pena repasar algunas cifras que ilustran lo mucho que la UNAM aporta al país.
La Universidad Nacional atiende a 314 mil 557 alumnos, de los cuales 179 mil están en licenciatura y 25 mil 036 cursan un posgrado. Su planta académica está integrada por 35 mil 057 personas, de las cuales 11 mil 536 son profesores o investigadores de tiempo completo.
El año pasado la UNAM realizó más de 8 mil 500 actividades artísticas y culturales, a las cuales asistieron 2 millones 490 mil personas.
En la UNAM se imparten 85 carreras en 159 distintos planes de estudio. El 91% de las carreras y posgrados de la Universidad están acreditados o tienen la distinción de excelencia.
En 2009 recibieron un título profesional de la UNAM 16 mil 970 personas, y 6 mil 599 obtuvieron uno de posgrado. Se otorgaron ese mismo año 92 mil 778 becas para apoyar a los alumnos más necesitados y que demuestran empeño y compromiso con sus estudios. Además de nuestros estudiantes, hay que considerar que en 2009 tuvimos a 303 mil 888 personas utilizando los servicios y cursos impartidos a través de la modalidad de extensión universitaria.
Mucha gente piensa que la UNAM es una universidad para el DF. Tal percepción no es exacta. La Universidad tiene seis campus y 17 escuelas en la zona metropolitana de la Ciudad de México, pero tiene presencia en 24 estados más, seis sedes en el extranjero y cinco polos de desarrollo regional en Michoacán, Querétaro, Morelos, Baja California y Yucatán.
La infraestructura que se ha ido construyendo nos suministra la base física esencial para el desempeño de nuestro trabajo. La UNAM cuenta con 2 mil 098 edificios, 3 mil 627 aulas, 2 mil 764 laboratorios, 139 bibliotecas y 18 museos. A la RedUNAM de cómputo están conectadas más de 56 mil computadoras y su capacidad de procesamiento permite 7 mil 266 millones de operaciones aritméticas por segundo.
El presupuesto de la Universidad durante el año 2010 es de 27 mil 066 millones de pesos.
Los datos anteriores, sin embargo, no alcanzan a describir la profunda emoción y el orgullo que sentimos millones de mexicanos por la UNAM, en la que muchos estudiamos, trabajamos o estamos de alguna manera vinculados a lo largo de nuestras vidas.
En la UNAM trabajan varios de nuestros mejores hombres y mujeres. Personas dispuestas a aportar su energía, su talento y su tiempo a la causa de la educación, que sin duda alguna es prioritaria para construir el país del futuro.
Si queremos un México con menos violencia, con oportunidades para todos, con mayor nivel cultural y más opciones profesionales, debemos invertir en educación de excelencia. No hay otra ruta ni puede haberla. La mejor inversión contra la inseguridad tiene que ver con darles oportunidades de estudio y de empleo a nuestros jóvenes. La UNAM está dedicada a eso por completo, utilizando todos sus recursos para atender una demanda que desde hace años rebasa con mucho su capacidad instalada.
En la UNAM estamos cumpliendo 100 años de aportar a la construcción de México y nos sentimos muy alegres por ello, pero creemos que los próximos 100 serán aún mejores. Para eso trabajamos las nuevas generaciones de universitarios, con la misma ilusión y entrega que tuvieron los grandes maestros que nos preceden, a los que nos debemos por completo. Esa deuda y una admiración académica de muchos años explican la dedicatoria de este artículo.
www.miguelcarbonell.com twitter: @miguelcarbonell
Investigador del IIJ-UNAM
El México moderno sencillamente no puede explicarse sin la UNAM. La gran Universidad del país llega a sus primeros 100 años aportando a México un caudal de conocimiento como ninguna otra institución académica y con una vocación de servicio público que se ratifica día tras día.
Llegamos también al primer centenario llenos de ilusiones y retos, con la preocupación de millones de mexicanos acerca del presente y futuro del país, pero cumpliendo sin demora alguna nuestro compromiso como universitarios.
La UNAM asume cabalmente el mandato de su Ley Orgánica: realiza docencia, lleva a cabo investigación y extiende la cultura a muchos mexicanos. Para percibir la magnitud de la tarea vale la pena repasar algunas cifras que ilustran lo mucho que la UNAM aporta al país.
La Universidad Nacional atiende a 314 mil 557 alumnos, de los cuales 179 mil están en licenciatura y 25 mil 036 cursan un posgrado. Su planta académica está integrada por 35 mil 057 personas, de las cuales 11 mil 536 son profesores o investigadores de tiempo completo.
El año pasado la UNAM realizó más de 8 mil 500 actividades artísticas y culturales, a las cuales asistieron 2 millones 490 mil personas.
En la UNAM se imparten 85 carreras en 159 distintos planes de estudio. El 91% de las carreras y posgrados de la Universidad están acreditados o tienen la distinción de excelencia.
En 2009 recibieron un título profesional de la UNAM 16 mil 970 personas, y 6 mil 599 obtuvieron uno de posgrado. Se otorgaron ese mismo año 92 mil 778 becas para apoyar a los alumnos más necesitados y que demuestran empeño y compromiso con sus estudios. Además de nuestros estudiantes, hay que considerar que en 2009 tuvimos a 303 mil 888 personas utilizando los servicios y cursos impartidos a través de la modalidad de extensión universitaria.
Mucha gente piensa que la UNAM es una universidad para el DF. Tal percepción no es exacta. La Universidad tiene seis campus y 17 escuelas en la zona metropolitana de la Ciudad de México, pero tiene presencia en 24 estados más, seis sedes en el extranjero y cinco polos de desarrollo regional en Michoacán, Querétaro, Morelos, Baja California y Yucatán.
La infraestructura que se ha ido construyendo nos suministra la base física esencial para el desempeño de nuestro trabajo. La UNAM cuenta con 2 mil 098 edificios, 3 mil 627 aulas, 2 mil 764 laboratorios, 139 bibliotecas y 18 museos. A la RedUNAM de cómputo están conectadas más de 56 mil computadoras y su capacidad de procesamiento permite 7 mil 266 millones de operaciones aritméticas por segundo.
El presupuesto de la Universidad durante el año 2010 es de 27 mil 066 millones de pesos.
Los datos anteriores, sin embargo, no alcanzan a describir la profunda emoción y el orgullo que sentimos millones de mexicanos por la UNAM, en la que muchos estudiamos, trabajamos o estamos de alguna manera vinculados a lo largo de nuestras vidas.
En la UNAM trabajan varios de nuestros mejores hombres y mujeres. Personas dispuestas a aportar su energía, su talento y su tiempo a la causa de la educación, que sin duda alguna es prioritaria para construir el país del futuro.
Si queremos un México con menos violencia, con oportunidades para todos, con mayor nivel cultural y más opciones profesionales, debemos invertir en educación de excelencia. No hay otra ruta ni puede haberla. La mejor inversión contra la inseguridad tiene que ver con darles oportunidades de estudio y de empleo a nuestros jóvenes. La UNAM está dedicada a eso por completo, utilizando todos sus recursos para atender una demanda que desde hace años rebasa con mucho su capacidad instalada.
En la UNAM estamos cumpliendo 100 años de aportar a la construcción de México y nos sentimos muy alegres por ello, pero creemos que los próximos 100 serán aún mejores. Para eso trabajamos las nuevas generaciones de universitarios, con la misma ilusión y entrega que tuvieron los grandes maestros que nos preceden, a los que nos debemos por completo. Esa deuda y una admiración académica de muchos años explican la dedicatoria de este artículo.
www.miguelcarbonell.com twitter: @miguelcarbonell
Investigador del IIJ-UNAM
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