12/10/2022

Cleptomanía y rebelión

 pikaramagazine.com

Julia Amigo

Entre 1880 y 1930, se dio un auge importante en el número de hurtos en grandes almacenes, perpetrados en su mayoría por mujeres de clases medias y altas. Esta situación trajo consigo la invención de una nueva patología: la cleptomanía. Un siglo después, historiadoras feministas han resignificado la práctica como una protesta frente a las estructuras sociales y las opresiones del capitalismo y el patriarcado.

Ilustración Señora Milton.

La cleptomanía se define como la propensión morbosa al hurto. El lenguaje jurídico puntualiza que se roban objetos que no se necesitan. Médicamente, se añade la incapacidad para controlar el impulso. Lo que parece claro es que la cleptomanía es una condición altamente enigmática y uno de los pocos desórdenes mentales resultado de la patologización de un delito, lo que posibilita que se use como motivo de defensa legal. Se diferencia del robo esporádico de artículos como ropa, complementos o maquillaje (shoplifting, en inglés) porque el impulso es irresistible. Estudios han demostrado que la padece menos del uno por ciento de la población (aunque determinar números exactos es muy complicado), siendo mucho más común en mujeres.

El manual de desórdenes psiquiátricos DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) recoge la cleptomanía desde 1962. Anteriormente, ya había recibido atención de, entre otros, Sigmund Freud. Como en el caso de la ninfomanía o la histeria, la cleptomanía se convirtió en un diagnóstico eminentemente femenino vinculado a la biología de los cuerpos femeninos y a una imposibilidad de resistir un deseo incontrolable. Otro psiquiatra, el austriaco Wilhelm Stekel, determinó en 1911 que la cleptomanía era la expresión de un deseo sexual reprimido en las mujeres: la lucha contra él las llevaba a robar, a sucumbir a lo prohibido al tocar algo que no les pertenecía, decía. ¿Cuándo y por qué se acuñó este término y qué relación tiene su historia con las diferencias de género y clase que afloran en la aplicación del diagnóstico?

Las primeras cleptómanas

Los primeros grandes almacenes comenzaron a abrir sus puertas en ciudades como Londres o París a lo largo del siglo XIX. Entre 1880 y 1930, se observó un auge importante en el número de hurtos en estos comercios, perpetrados en su mayoría por mujeres de clases medias y altas, lo que supuso la invención de una nueva patología: la cleptomanía. Legalmente, se creó para proteger a las mujeres burguesas que robaban, ya que la definición de la enfermedad explicitaba que no debía existir una necesidad económica vinculada al robo. En su artículo sobre el libro Ladronas victorianas, María Unanue utiliza las palabras del autor, Nacho Moreno, para denunciar que “el ‘privilegio de delinquir con calma’, sólo est[tuviera] reservado para unas pocas”. Voces críticas con la medida señalaron en su momento lo sospechoso que resultaba que la enfermedad solo afectase a mujeres de clase no trabajadora.

«La desafortunada combinación de ideales femeninos asfixiantes y una creciente cultura de consumo desembocó en hurtos habituales más o menos deliberados» Clic para tuitear

La industrialización y el capitalismo promovieron una cultura altamente consumista que convirtió a los grandes almacenes en parques de atracciones para personas adultas; su arquitectura misma parecía incitar a coger cosas sin tener que pagar por ellas. Las grandes superficies encerraban entre sus paredes una trampa, ya que poner al alcance de cualquiera objetos variados generaba una golosa tensión entre el poder de comprarlos y la tentación de robarlos. Como señala Ina Semimic en su investigación sobre el tema, al coger artículos vistosamente expuestos, las mujeres estaban actuando del modo en que la cultura de consumo les había enseñado. La desafortunada combinación de ideales femeninos asfixiantes y una creciente cultura de consumo desembocó en hurtos habituales más o menos deliberados.

Relatos de la época desproveían a las mujeres que robaban (tanto ricas como pobres) de agencia, pero el caso de la famosa banda de ladronas inglesas Forty Thieves (Cuarenta ladronas) es una interesante demostración de que las mujeres que robaban eran conscientes de estar infringiendo la ley. La banda estaba compuesta por mujeres de clase trabajadora de los suburbios londinenses que, haciéndose pasar por mujeres ricas, se infiltraban en los grandes almacenes. La banda utilizó las convenciones sociales, enmascarándose como ricachonas, para burlar a la policía y cometer sus robos, destapando un sistema voraz que se volvía cada vez más desfavorecedor para las mujeres de clases trabajadoras.

El hurto por parte de mujeres se vuelve más complejo en cuanto se escarba un poco en su historia. En los grandes almacenes convivieron la señora abrigada con pieles, la ladrona haciéndose pasar por prima lejana de la señora bien y la trabajadora pobre que se paseaba entre los vistosos maniquíes mientras decidía en qué iba a gastar una importante suma de su pequeñísimo sueldo. Todas tenían los objetos al alcance de la mano pero su adquisición estaba reservada a unas pocas y, aunque sus motivaciones y el modo en que se las juzgaba en caso de ser pilladas robando eran distintas, todas estaban condicionadas por un sistema patriarcal y capitalista que definía sus expectativas y sus anhelos.

La tristeza de Winona Ryder

En la actualidad, la ciencia sigue preguntándose por las causas de la cleptomanía. Aunque se publican estudios que aseguran que la imposibilidad de controlar el impulso de robar puede estar causada por desórdenes químicos cerebrales, no deja de resultar curioso que el único tratamiento con resultados satisfactorios sea la psicoterapia, lo que podría explicarse ya que la patología no suele presentarse aislada, sino junto con procesos depresivos o ansiedad. Todo esto parece indicar que una mirada medicalizada al robo compulsivo se queda corta a la hora de ofrecer soluciones.

«La cleptomanía surgió como una forma de patologizar (y de este modo, paradójicamente, salvar) a las mujeres de clases medias y altas» Clic para tuitear

El DSM dice que las cleptómanas pueden permitirse comprar los artículos que roban pero que no pueden resistir el impulso de sustraerlos, y es curioso plantearse por qué el manual no es capaz de contemplar la posibilidad de que la persona tenga la capacidad económica de comprarlos pero decida, deliberadamente, no gastar su dinero en ellos. Si hay necesidad eres una criminal, si lo haces porque no puedes controlarte, estás enferma. Esta consideración dicotómica que diferencia cleptomanía y hurto o robo no deja de remitirnos al origen de todo: que la cleptomanía surgió como una forma de patologizar (y de este modo, paradójicamente, salvar) a las mujeres de clases medias y altas a la vez que se criminalizaba a las que tomaban algo “prestado” por real necesidad.

A principios de los 2000, la actriz Winona Ryder, que se encontraba en la cima de su carrera artística, ocupó muchas portadas tras descubrirse su cleptomanía. Algunos periodistas llegaron a escribir que la tristeza que tan bien conseguía imprimir en sus personajes era genuina y no actuada. Otros la infantilizaron asegurando que, si lo que quería era aparecer en los medios porque se hacía vieja, podría escribir una película protagonizada por una cleptómana en lugar de dedicarse a robar maquillaje. Ryder fue blanco de mofas, pero también se convirtió en objeto de fascinación para la cultura de pop. Una marca a la que había burlado bolsos y vestidos llegó a contratarla como imagen comercial para sus campañas publicitarias. Es también sonado el caso de otra persona pública, la política Cristina Cifuentes, que fue pillada, siendo presidenta de la Comunidad de Madrid, robando dos cremas de 20 euros en un supermercado. Ella declaró que aquello fue un error involuntario, aunque acabó dimitiendo de su cargo por el escándalo.

Las ladronas victorianas solían robar seda, lazos, guantes o peines, todos objetos muy vinculados al cuidado de la imagen de las mujeres. Las celebridades contemporáneas roban bolsos, cremas caras y vestidos de marcas de lujo. Parece que entre ambas situaciones las diferencias no son exageradas. Y los análisis reduccionistas siguen estando a la orden del día cuando consideramos que la presión, el cansancio o las adicciones son la única explicación posible para los robos de las mujeres con recursos. Pero, ¿qué pasa con los robos de las mujeres trabajadoras o de las mujeres sin recursos? Pues que no se miden bajo los mismos parámetros. A ellas no se les perdona simbólicamente el robo por la presión a que las somete la fama. A ellas no se las disculpa porque se hacen viejas y, pobrecillas, ya nadie las llama para actuar en Hollywood. A ellas se les aplica la ley sin miramientos de clase, reduciendo sus acciones a su carácter delictivo e inexcusable.

Las mujeres de clase trabajadora, al robar objetos útiles, son simplemente ladronas. Las señoras bien roban cosas inútiles y sus actos son tachados de patológicos. Pero, si esos bienes “inútiles” están a la venta es porque muchas otras los compran. ¿Los bienes son inútiles cuando se roban, pero muy útiles y necesarios cuando se paga por ellos? ¿No será que poco de lo que se nos incita a consumir nos es realmente “necesario”? Si se destapa la trampa, el sistema se tambalea. El hurto abre una brecha en la sólida maquinaria capitalista: un tornillo sale despedido, le salta un ojo a un pez gordo y hay que poner mucho esfuerzo en recolocar esa minúscula pieza.

Robar libros en El Corte Inglés

¿Se puede hacer una lectura crítica feminista de la cleptomanía? Por un lado, la patología es una ficción inventada para salvar a las privilegiadas. Por otro, un siglo después del boom de las cleptómanas de los grandes almacenes, historiadoras feministas han resignificado la práctica como una protesta frente a las estructuras sociales y las opresiones del capitalismo y el patriarcado. Sin una lectura crítica en cuanto a género y clase de las motivaciones que llevan a alguien al hurto o el robo, seguiremos reproduciendo los mismos discursos esencialistas de los científicos del siglo pasado.

“El robo en tiendas es posiblemente la forma más accesible de desobediencia civil”, razona Beatrice Harvey en su reportaje sobre la posibilidad de considerar los hurtos como activismo. Y, conforme las grandes superficies van ganando terreno a los comercios pequeños y locales, “resulta cada vez más fácil birlar artículos a los grandes negocios”, recoge el mismo artículo. Aunque para la autora no queda claro si esto tiene consecuencias reales a escala social, sí que abre un campo de acción de gran potencial subversivo. Lo que en su momento supuso una resistencia activa de las ladronas victorianas a la modernidad capitalista –que las incitaba al consumo a la vez que les exigía un autocontrol brutal en todas las escenas de su vida– es hoy un gesto que bien podría ser leído como desestabilizante para el orden capitalista y patriarcal. Metafóricamente, la que roba pone de relieve el absurdo de un sistema que promueve que trabajemos para generar dinero que gastaremos en cosas que no necesitamos.

La escritora Cristina Morales fue invitada a dar una charla en un El Corte Inglés y, para sorpresa –y deleite– de algunas, la tía se plantó allí para explicar lo fácil que es robar libros en estos grandes almacenes. Morales se explicó en una entrevista imprescindible: “El 8 de marzo de 2019 fui invitada a El Corte Inglés para hablar con Rosa Montero sobre Lectura fácil: si me invitan a El Corte Inglés, es mi espacio, esa hora es mía. Estoy entrando legalmente a este lugar, no me estoy colando, y nadie me ha hecho firmar un documento sobre qué debo y qué no debo decir. Esto es muy importante. En ese caso fue divertido porque, siendo que ese lugar era mío, era un lugar muy incómodo. Entonces, ahí sí que fui preparada con una serie de reflexiones sobre robar libros en El Corte Inglés. Y fue no sé si una victoria, pero sí un consuelo a nivel interno que me hacía al menos no tener pesadillas por estar allí. Esto lo he ido descubriendo: que si alguien me da una libertad, me la tomo, y que se puede morder la mano que te da de comer”.


No te vayas, amiga, te queremos robar más tiempo:

Victorias de las ladronas victorianas

Cristina Morales: “Nos venden que la revolución es salir a la plaza, pero se nos olvidan las revoluciones en lo íntimo”

Satanismo y feminismo, una alianza plausible

La CEPAL y el mercado te cuidan, pero sin madre

 tribunafeminista.org

Maria José Binetti

Maria José Binetti

Doctora en Filosofía y Magíster en Estudios de las Mujeres y de Género - Investigadora del CONICET (Argentina) Filosofía Contemporánea y Filosofía Feminista - Activista por los derechos de las mujeres en base al sexo - Integrante de la Campaña Argentina por el Reconocmiento de los Derechos de las Mujeres en Base al Sexo

Entre el 7 y 11 de noviembre tuvo lugar en Buenos Aires la XV Conferencia Regional sobre la Mujer organizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) con el apoyo de ONU Mujeres y otros organismos de la ONU. El evento fue convocado bajo el título “La sociedad del cuidado como horizonte de recuperación sostenible con igualdad de género” y sellado con una declaración de Compromiso de Buenos Aires (https://conferenciamujer.cepal.org/15/es/documentos/compromiso-buenos-aires). En colaboración con la CEPAL, tuvo también lugar el Foro Feminista de asociaciones civiles, cuyas recomendaciones fueron elevadas a la XV Conferencia en nombre de la sociedad civil (https://conferenciamujer.cepal.org/15/es/documentos/declaracion-foro-feminista).

Cabe destacar el enorme esfuerzo tanto de la CEPAL como del Foro Feminista de ONGs para incluir en sus documentos conclusivos sobre cuidado a toda autoidentificación subjetiva necesitada del mismo. Para dar un ejemplo de inclusividad, el Foro se preocupa por cuidar los derechos laborales de las “trabajadoras sexuales” y los derechos de géneros de las “mujeres trans”, las más vulneradas de toda la historia. El documento de la Conferencia hace lo propio atendiendo el cuidado de las mujeres y “personas LGBTI+”, de lo cual se sigue que las mujeres son “algo” que excluye a las lesbianas y bisexuales, pero incluye a los varones autopecibidos “algo”. Con tales neo-taxonomías, la Conferencia cumple con el objetivo de cuidarnos a todes en nuestros subjetivos modos de habitar cuerpo y mundo.

Sin embargo, el nombre que no aparece por ningún lado, ni en el Compromiso de la CEPAL ni en el documento de Foro Feminista ni en otros documentos corporativos relativos cuidado, es el de las “madres” y la función socio-política de la “maternidad”. Las madres en tanto que tales –a saber, mujeres que cumplen la función de maternar en sus múltiples acepciones y modos posibles– no son para la Conferencia sobre la Mujer sujetos socio-políticos cuya fundamental tarea de reproducir y sostener la vida merezca una consideración específica. A juzgar por tales documentos, y habida cuenta del alto grado de des-biologización y auto-afectación de los nuevos paradigmas políticos, parecería que niñas y niños son ahora gestados, nacidos, amamantados y criados por autopercepción identitaria.

La desaparición de las “madres” y “la importancia social de la maternidad” choca abiertamente con los reclamos de la CEDAW y la Conferencia de Beijing respecto de su reconocimiento y protección política y jurídica. Pero nada es casualidad. Tal desaparición forzada –que la legislación regional tiende además a reemplazar por el neutro funcionalista y biologicista “gestante” o “amamantante”– responde al proyecto global de eliminar la diferencia sexual de todo discurso público, político y jurídico, y reemplazarla por las auto-identificaciones de géneros. La parasitaria neutralización que las identidades de género operan respecto del sexo, el “cuidado” lo opera respecto de la función –igualmente sexuada– de la maternidad. “Cuidado” es el nuevo neutro transgenerizado detrás del cual desaparece la función social de las madres, parasitada por el sistema de control bajo el ambiguo, neutro e indefinible “cuidar”. Revisemos la estrategia de dicha desaparición contrafáctica, que se hace pasar por un nuevo paradigma de “cuidado integral”.

El objetivo de la CEPAL junto con ONU-Mujeres, otras agencias de la ONU y ONG satelitales –todas más o menos financiadas por el mismo establishment corporativo– es convertir al cuidado en el derecho humano fundamental “a cuidar, ser cuidado y ejercer autocuidado”. Convertir al cuidado en un derecho humano hace que el Estado deba garantizar su prestación y el mercado producir y proveer al Estado de lo que debe garantizar. El cuidado se convierte así en una macroeconomía con un potencial de expansión enorme, un vector fundamental para un desarrollo económico sustentable. En breve, el objetivo es abrir mercados y expandir la economía. El Compromiso de Buenos Aires consiste entonces en impulsar la economía del cuidado, incluir la participación de las mujeres, expandir el mercado y derramar la riqueza de las naciones. Tal sería el camino hacia la erradicación de las brechas de género en el mercado laboral, los salarios, el empleo de calidad, el acceso a la protección y seguridad social. Todo se logra sin las madres.

Expliquémoslo mejor. No se trata de remunerar el trabajo reproductivo que mujeres y madres realizan gratuitamente en el hogar. Se trata de que mujeres y madres salgan al mercado laboral mientras que el mercado entra en sus hogares. Mercado y Estado, por supuesto, diseñado, gestionado y tutelado por varones. No hace falta ser economista para que los números salten a la vista: en lugar de una mujer en casa a la cual se remunera su trabajo doméstico, el mercado obtiene dos trabajadoras productivas, una afuera y otra adentro. Esto convierte al cuidado en un mercado laboral profesionalizado, creador de empleo formal, ingresos impositivos, circulación de conocimientos, desarrollo de infraestructura, etc. En palabras de la CEPAL, en un “elemento económico dinamizador de la inversión” que incrementaría el PBI de la región en 6,9 puntos porcentuales hacia el 2030. Muchísimo dinero, aunque no tanto como el entre 15,7% y 24,2% del PBI que las mujeres producen gratis en sus hogares.

Más allá del metarrelato CEPAL-ONU, lo cierto es que la invisibilización de las madres como sujetas sociales y económicas lo que hace es profundizar la división sexual entre el trabajo productivo y mercantilizado por el cual se accede al reconocimiento social y político, y el no-trabajo reproductivo que las madres realizan gratis y que no merece siquiera ser nombrado. Solo cuando el mercado lo terceriza, solo entonces el no-trabajo materno es elevado a la dignidad social del trabajo, fuente de legitimación y empoderamiento de las mujeres… que ingresan al mercado. Patricia Merino ha explicado con gran claridad el modo en que la devaluación e invisibilización de la función socio-económica de la maternidad constituye el engranaje clave para el funcionamiento del sistema patriarcal (https://youtu.be/KJksDUWeCh8).

La función social de la maternidad es así externalizada y tercerizada por la economía del cuidado y sus personal cuidador. Mercado y Estado nos cuidan, además, en igualdad con todos los géneros. Mujeres, varones, no-binarios, pangenéricos, géneros fluidos, andróginos y andrógines, tres espíritus, agéneros, asexuagos, LGTBIQ ++, etc., todos cuidamos y somos cuidados en corresponsabilidad de género. A tal fin apuntan “los permisos de paternidad irrenunciables e intransferibles” proclamados por el Compromiso de Buenos Aires como elemento central la igualdad. En sintonía con esta iniciativa, el Proyecto de Ley argentino “Cuidar en igualdad” propone permisos para trabajadores “no gestantes” –a saber, mujeres, varones, madres, padres, no-binarios, pangenéricos, géneros fluidos, andróginos y andrógines, tres espíritus, agéneros, asexuagos, LGTBIQ ++– de 90 días, poco menos que los 126 propuestos para los trabajadores “gestantes”, que por cierto no alcanza a cubrir los 6 meses de lactancia recomendados por la OMS. Lo importante es la igualdad de todos los géneros sin considerar la diferencia sexual. Por lo demás, valga la discriminación de los gestantes monoparentales, cuyos hijos serán cuidados por la mitad.

El Compromiso de la XV Conferencia celebra así este nuevo paradigma que pone la vida en el centro, y no el mercado. Las ONG Feministas de América Latina y el Caribe aplauden que nos encontremos en vísperas de superar el imperialismo capitalista y el neoliberalismo financiero, poniendo en el centro la vida libre e igualitaria de todos los géneros.  Para dar fe de anticolonialismo, algún que otro documento sobre cuidados nombra a la Pacha Mama, única madre aparecida en todo el evento.

Pasemos en limpio la operación. Lo que la CEDAW y Beijing reclaman en términos de reconocimiento y protección de la función social y económica de las madres –en la amplia acepción de la palabra y las múltiples formas que tienen las mujeres de maternar–, las políticas públicas lo neutraliza en los términos del “valor social y económico de los cuidados” que deben ser reconocidos “como un trabajo, ya sea que se desarrollen al interior de los hogares, en el ámbito comunitario, público o privado”. Tautología patriarcal mediante: aquello reconocido como un trabajo y remunerado en cuanto que tal es todo y solo lo que la economía de mercado produce, gestiona y multiplica. El mensaje de la CEPAL es contundente: el mercado te cuida.

La desaparición de las madres responde a este nuevo paradigma que no supera nada, sino que profundiza la invisibilización de las mujeres y perpetúa los viejos estereotipos sexistas. La Conferencia de la CEPAL y el Cori-Foro que la acompaña muestran cómo el borrado de la diferencia sexual es instalado top-down con la financiación corporativa de la ONU y sus agentes satelitales. La CEPAL no nombra a las madres porque, desde el punto de vista de su nuevo paradigma, no significa nada. La madre puede ser, por ejemplo, la persona esperma-eyaculante que aporta el semen con el cual es diseñado, producido y comprado el niño que perpetuará su herencia genética y no-genética. Madre es también el no-binario escroto-portante que se siente profundamente tal y padre, quién ha dado a luz y amamanta. Este tipo de afecciones psico-identitarias es el nuevo criterio para las encuestas del uso del tiempo, el empleo formal y la corresponsabilidad de todos los géneros en el cuidado.

Lo que no resulta nada nuevo es la vieja empresa patriarcal que se apropia de la capacidad reproductiva de las mujeres, rompe el vínculo materno-filial, y borra la condición naciente y la necesidad vital de apego de la cría humana. Individuos desapegados es lo que el sistema siempre ha requerido para su expansión. La invisibilización de las madres como sujetos políticos y agentes económicos, la desaparición de derechos específicos que las protejan, potencien y empoderen en tanto que tales, perpetúa la patriarcal devaluación de la maternidad. Solo el ingreso al mercado laboral diseñado y tutelado por varones legitima a las mujeres como trabajadoras del aparato. Mientras tanto, el improductivo no-trabajo reproductivo sigue siendo gratuito para las madres, que el sistema ni siquiera nombra.

Lo que no se nombra, no existe. O al menos eso se intenta. A una CEPAL-ONU demasiado distraída para nombrarnos, debemos recordarle que ser madre es una realidad biopsicosocial y espiritual que atañe a las mujeres en virtud de su diferencia sexual, que su función es relacional y por lo tanto social: la primera sociedad humana y humanizante. Por eso las madres en tanto que tales son el sujeto de derechos, protecciones y cuidados reconocidos por la CEDAW, para que ellas no sigan siendo la moneda devaluada que el sistema de poder ni siquiera nombra, y para que el ejercicio de la maternidad no sea ocasión de discriminación y menoscabo de su desarrollo humano integral. Nombrar es reconocer, legitimar y promover existencia: una existencia empoderante, libre y amorosa, que no quita lo laboral y remunerable.

“Las mujeres del área rural están al frente”

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Mª Ángeles Fernández

María Caal Xol, maya q’eqchi’ de Guatemala, es la lideresa de la oposición pacífica contra la hidroeléctrica Oxec. “Las mujeres han sido la base fundamental en las resistencias”, dice.

Zoila Pop (izda.) y Olivia Reyes (de rojo, en el centro), en casa de la primera y con parte de sus familias. / Foto: J. Marcos

No para de sonreír. La sirve para estar cerca y pendiente de sus compañeras y compañeros de lucha y resistencia, pero también para abrirse paso en terrenos desconocidos, allí donde no sabe si enfrente tiene una persona aliada o, todo lo contrario, alguien vinculado al megaproyecto que la pueda ocasionar problemas. Para cualquier situación, María Caal Xol saca a relucir su sonrisa, la acompaña con un par de chistes, que perfectamente pueden ser vaciles posados al aire con sutileza, y se calman los ánimos de quienes miran con desconfianza.

Aunque anda por su pueblo, Santa María Cahabón, en Guatemala, a veces es complicado conocer los entresijos de los caminos que unen al alrededor de 200 comunidades que conforman este municipio. Tampoco resulta sencillo poner cara a todas las personas que viven en esta zona maya q’eqchi’. La presencia de las hidroeléctricas Oxec I y Oxec II ha dividido a la población, por lo que los recelos están presentes hasta en las conversaciones más banales. María Caal siempre saluda sonriente.

“Hay que conocer bien el territorio del combate”.

Ir hasta las comunidades de Zepoc, Saqtá o Salac es enrevesado. Caminos imposibles, desfiladeros que obligan a mirar para otro lado, barro, lluvia inmisericorde, cuestas de susto, y una cantidad de baches que se miden en dolores musculares. Aquí hace falta una guía que no solo reconozca los cruces sin indicación alguna, sino que hable q’eqchi’, la lengua local. La postal es idílica, el contexto, complicado. María Caal conoce “el territorio del combate”.

“Ellos se han apoderado de todas estas tierras”.

“Ellos” son las empresas, tanto extranjeras como guatemaltecas, que están detrás de los complejos hidroeléctricos Oxec y Renace (compuesto por cinco represas), situado aguas arriba del río Cahabón. “Todas estas tierras” son un frondoso fotograma de montes verdes, verdísimos, en la que los pueblos indígenas viven de sus cultivos y que en parte han sido recuperadas tras estar décadas en manos forasteras.

“Nos vienen a despojar de la nada”.

Las conversaciones con María Caal van y vienen a ratos, entre baches, tomando un café, en la casa del guía espiritual Mario Chococ, o tumbada en una hamaca en casa del compañero de lucha José Bo. Con traje de corte, como se llama la indumentaria que a diario visten prácticamente todas las mujeres de la zona, su rol es el de lideresa, de sostén de la lucha, de costurera de retazos para fortalecer un tejido vital, algo debilitado con la pandemia y tras el encarcelamiento de Bernardo Caal Xol, su hermano mayor.

“Por lo que él hizo, investigar el saqueo, el robo de nuestro río, lo encarcelan”.

Bernardo Caal Xol, el líder de la resistencia pacífica, la cara visible, fue quien firmó los amparos contra los proyectos energéticos, los mismos que se saltaron la consulta previa, libre e informada que exige el artículo 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). Poner la cara, y la firma, tuvo un precio: “Le marcan a uno y entonces se inventan cualquier delito”. Cuatro años estuvo en prisión y ahora enfrenta nuevos juicios.

“Las comunidades sí lo respetan y valoran su lucha, lo que él hace, porque no cualquier persona se atreve a hacer estas denuncias porque sabemos las tácticas que ellos utilizan: criminalizar a la persona”.

Zoila Pop y Olivia Reyes son de la comunidad Saqtá y cuentan que la resistencia pacífica sigue vive gracias a María Caal. A ella, con la humildad que acompaña su sonrisa, y con la seguridad y prudencia de quien sabe mucho más de lo que cuenta, le sorprende el comentario de sus compañeras.

“¡Ay, qué bueno escuchar eso!”, dice sonriendo. No podía ser de otra forma.

“A pesar de toda la represión, de toda la criminalización que hemos estado enfrentando, a pesar de que es mi hermano el que estuvo en la prisión, sabemos que el Estado de Guatemala es el responsable de toda la situación que tenemos que enfrentar como pueblos originarios; es por eso de que nos vemos en esa obligación de seguir en pie de la lucha y demostrar que como pueblos q’eqchi’, como pueblos mayas, sí podemos alzar nuestra voz frente a las grandes injusticias y los grandes delitos que han cometido en nuestro territorio”.

Y la cárcel ha sido apenas una parte del precio de la lucha, que también ha costado hostigamiento e incluso el intento de asesinato de algunas personas de la resistencia. Ahora la división comunitaria es el impacto más palpable. Se nota. Sin olvidar que las comunidades ya no pueden acceder al río, como habían hecho siempre, que han talado grandes áreas y que han destrozado sus cerros sagrados, como denuncian varias personas como traduce María, allá donde no llega la comunicación.

Entre las distancias imposibles y la conversación responde WhatsApp del cole de sus criaturas. “Es muy importante inculcar a la niñez en la lucha, para que vayan adaptándose a ese mensaje de que no vamos a permitir que nos sigan invadiendo y nos sigan saqueando, despojándonos de nuestro territorio”.

¿En qué momento está la lucha? Porque sí que hubo un momento más álgido, cuando la consulta y cuando estaban las obras, pero ahora el momento es otro.

El pueblo q’eqchi’ respondió “no” a al despojo o al saqueo de nuestro río, un rotundo de 26.536 [personas] dijo “no” a las empresas hidroeléctricas en nuestro territorio, pero el Estado de Guatemala aún sigue permitiendo que ellos sigan trabajando en nuestro territorio. Eso significa que no se ha respetado esa decisión que tomó el pueblo q’eqchi’, que hizo la consulta a pesar de que nos costó. Porque la Corte [de Constitucionalidad] dio la razón de que sí hubo violación de derecho, le da la razón a Bernardo como amparista, porque él es el que denunció a las empresas hidroeléctricas.

María Caal Xol, con la hidroeléctrica Oxec al fondo. / Foto: J. Marcos

¿Cómo viviste primero el encarcelamiento y luego la libertad de tu hermano?

Como hermanos sabemos que es difícil, pero nada sacamos de que nos pongamos a llorar, que nos pongamos tristes; entonces, lo único que hicimos fue hacer las denuncias, alzar la voz, dar a conocer al pueblo, a los países lo que está ocurriendo en nuestro en nuestro territorio.

Dices que no todo el mundo hace lo que ha hecho tu hermano, pero tú también estás dando un paso adelante, poniendo el cuerpo, la cara, la vida. ¿Es un aprendizaje o un compromiso familiar?

[risas] Incomoda que te vengan a despojar desde tu territorio. Es como si alguien llega a robar a tu casa, tampoco vas a permitir eso. Nos vienen a despojar de la nada. Yo soy madre de familia y, como mujer, digo que sí hay que entrarle a la lucha. También he aprendido mucho de las compañeras mujeres del área rural, yo también soy del área rural, he visto las compañeras que están al tanto a pesar de que ellas a veces no se expresan en el idioma español, pero ellas sí tienen esa fuerza, esa valentía de estar en las calles, en diferentes actividades, en las manifestaciones pacíficas que se han realizado. Ha costado, la verdad es que ha acostado, pero creo que ya el caso ya se conoce internacionalmente y eso es lo que nos fortalece, que siga llegando información, que sigamos pronunciándonos y diciendo quiénes son en realidad los que nos despojan del territorio.

«Hay que estar sonriente porque si los enemigos ven nuestra debilidad, ahí es donde nos atacan» Clic para tuitear

A pesar de la dureza de la lucha, siempre mantienes esa sonrisa y la esperanza en que las cosas puedan cambiar realmente. ¿No tienes miedo de que todo se quede igual?

[risas] No hay que demostrarle al enemigo la debilidad de uno. Hay que conocer bien el territorio del combate. Eso lo he aprendido: hay que estar sonriente porque si los enemigos ven nuestra debilidad, ahí es donde nos atacan.

Has sido criminalizada, amenazada. ¿Ahora mismo estás más tranquila y te mueves con más de libertad?

No, siempre hay represalias, porque las empresas o los que son sus aliados hacen que tengas enemigos entre vecinos, entre familia, o sea, buscan la manera de cómo te meten problemas. Pero una sabe que no son ciertas las situaciones y más o menos trata de vivir más tranquilamente. También nos han servido las visitas de las Brigadas [Internacionales de Paz] y de otras personas compañeras de lucha; nos alivia cada vez que tenemos comunicación.

Hablas de las mujeres, de la importancia que tenéis en la lucha.

El Estado a veces nos discrimina mucho, sufrimos mucho de discriminación, nos roban, nos saquean de nuestro territorio, entonces, la lucha de las mujeres en las resistencias de las comunidades es muy importante porque somos nosotras las que vemos la necesidad cuando no tenemos el acceso al agua en la familia, también a los hijos, que tenemos que velarnos por ellos. Las mujeres del área rural sí saben organizar sus agendas porque ellas se tienen que dedicar a sus hijos, a la familia, también dedican sus tiempos para ir a las manifestaciones, para ir a las reuniones, para ir a ciertas actividades; y no cualquier mujer lo hace, pero ellas sí lo hacen, están al frente y no solo en el área de Cahabón, en el área q’eqchi’, sino en los pueblos mayas. Las admiro también, yo he visto varias mujeres en las diferentes calles alzando la voz, respondiendo a esas represalias, a esa criminalización, a ese saqueo que tenemos que enfrentar; yo he visto mujeres y eso me fortalece. Las mujeres han sido la base fundamental en las resistencias.

¿Siempre ha sido así o ha ido la participación de las mujeres cada vez ha ido a más?

Antes solo las del área rural se involucraban en la lucha, pero en la actualidad ya se han involucrado algunas del área urbana porque ellas mismas se han concientizado de que el agua no viene del grifo, sino que viene de la Madre Tierra, viene de la naturaleza, viene de la montaña; y qué bueno que sean conscientes de dónde viene el agua. Las mujeres del área rural no permiten que se sigan saqueando o desviando nuestros ríos, que están aquí, en nuestra área del territorio q’eqchi’.

¿Cómo sueñas el futuro?

[risas] Va a ser un proceso largo. Es lo que al menos yo he platicado con compañeras mujeres, que son de amistades de mucha confidencia, les he dicho que ojalá que las niñas y los niños sean conscientes. Como mujeres mayas q’eqchi’ lo ideal o nuestro sueño sería visitar los diferentes escuelas y establecimientos para inculcar a los niños. El sistema educativo les implementa otros idiomas, que aprendan el inglés… ¿y nuestro idioma materno qué? Y no le interesa tampoco enseñar cuántos ríos tenemos en el territorio, cómo debemos respetarlos y cuidarlos, les interesa qué pasó con Sócrates, con ciertos filósofos y también el sistema de la religión; que les enseñen que debemos cuidar y respetar el medio ambiente, porque de la Iglesia te hablan de cuándo nació Jesucristo, de cuándo murió, de qué le sucedió… ni siquiera sé en qué país fue… tampoco va a venir otra vez Dios o Jesús a decir “mirá, voy a revivir el agua nuevamente”. Nosotros, como seres humanos, debemos actuar para cuidar nuestro medio ambiente.

Inventario

  

Si hiciéramos inventario, ¿cuántas posesiones tendríamos? Si contáramos todo aquello al que le anteponemos el pronombre posesivo “mi”, ¿cuánto creeríamos que es nuestro?

Cada que puedo desayuno en mi terraza que mira al jardín. Y suelo quedarme absorta mirando lo que me ofrezca el día. Veo mis flores, en especial las de las musaendas que plantamos hace mucho y que, contra sol y viento ahí siguen, floreciendo para mi alegría.

Veo a un cuarteto de lagartijas que salen de mis plantitas moradas a tomar el sol.

Veo las pequeñas flores que dan esas plantitas moradas, y veo como llegan abejas a chupar el polen. No sé si se dice “chupar”, pero juro que así parece. Y en mi pedazo de mundo eso hacen así sea invierno.

También suelo ver a un pajarito de pecho amarillo que me visita siempre o casi. Igual que mariposas amarillas y una que otra libélula. El pajarito (un bienteveo) grita para avisar que está por aquí. Las otras son más discretas. En cualquier caso, siempre me conmueven, porque dicen que son mensajeros del más allá para hacernos saber que nuestros seres amados mandan saludos.

Así pues, de vez en vez, desayuno en mi terraza y veo pequeños milagros a los que absurdamente llamo “míos”.

No lo había notado, hasta hace unos días que, como si hiciera inventario, me escuché decir: mis flores, mis lagartijas, mis abejas, mi arbolito, mis mariposas, mis libélulas, mi pajarito. Y caí en cuenta que así vamos por la vida haciendo nuestro lo que no nos pertenece en absoluto: mi esposo, mis amigas, mi hija, mi hijo…

Acaso la ilusión del posesivo “mío” es útil para crear una sensación de certezas y de eternidad.

Pero nada lo es. Ni lo material, en realidad. Cuando viajo no dejan de sorprenderme las haciendas, los fuertes, los castillos o cualquier construcción que sin duda debe haber hecho sentir muy poderoso a su propietario y, acaso, pensó que duraría para siempre. Y “siempre” significó lo que duró su riqueza, su poder o su vida. 

Ni la vida es toda nuestra. En general no podemos decidir cuándo ni cómo terminará. Así que para ser una “posesión” es bastante frágil.

Sí, en efecto, puede haber un deseo de certezas y eternidad cuando usamos el posesivo.  

No obstante, acaso hay otro ángulo. No es el objeto o el ser lo que poseemos, sino lo que sentimos por ello. 

Así, evidentemente no poseo a “mis” cuatro lagartijas, pero el gozo que me produce verlas me pertenece. Y por eso las llamo mías.

La alegría o nostalgia o tristeza que evocan en distintos momentos el bienteveo, las mariposas, las libélulas, las flores, el arbolito es tan mía que puedo trasladarla y sentir que son mías.

Y sin duda el amor que siento por cada persona que amo, me permite nombrarla con el posesivo por delante.

La clave, quizás, es saber que nada y todo es mío. Y así el inventario cobra sentido. 

Hoy mi sol salió puntualmente y cobijó un buen rato a mis lagartijas. Ayer vino mi pajarito a disfrutar un rato de la sombra que dan mis musaendas. Hace unos días disfruté mucho una comida con mi esposo, mi hija y mi yerno. El fin de semana fui muy feliz con mis amigas y amigos. Cada quince días comparto mis alegrías, reflexiones y tristezas con mis lectoras y mis lectores.

En momentos de tanta incertidumbre, realmente me siento afortunada. Tengo un gran inventario.

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El cuerpo de las mujeres

 tribunafeminista.org

Teresa Mollá

Teresa Mollá

https://teresamolla.wordpress.com/

Mujer trabajadora, profundamente de izquierdas, feminista, republicana y atea. Comunicadora de opinión en diferentes medios del Estado Español y México. Autora de “Pensamientos, reflexiones, rabias y protestas” (2014).

No es la primera vez que escribo sobre este tema. El cuerpo de mujeres como arma de guerra, como campo de batalla, como materia prima para negocios ilícitos o incluso para sufragar la guerra de Ucrania.
Hoy, una vez más quiero referirme a nuestros cuerpos de mujeres como espacio que, ahora, incluso quieren borrar y/o copiar de forma un tanto grosera, por decirlo de forma un tanto delicada.
El cuerpo femenino nunca ha tenido gran importancia aparte de su capacidad de gestar para la sociedad. Ha servido, básicamente como un vehículo a través del cual someternos.
Someternos con violaciones dentro y fuera del matrimonio o la pareja, con abusos, con intimidaciones y un largo etc. sobre el cual utilizar el poder patriarcal para dominarnos y, así, mantener el control a cualquier precio.
Esas son formas brutales, pero hay otras más sibilinas con las que ejercer ese mismo poder sobre nuestros cuerpos. Me refiero a las modas de cuerpos normativos delgados, casi esqueléticos, insanos pero que los grandes diseñadores de moda, casi todos hombres y misóginos, imponen para que se pueden lucir sus piezas exclusivas. I si no los cumples vienen las críticas, cuando no las burlas que emanan de esa misoginia generalizada.
Además, se suman factores como la gordofobia, cada día más extendida pero que, curiosamente se ceba en las mujeres y no en los hombres, otra forma de presión añadida sobre cómo hemos de ser para “teóricamente” gustarles, sin que importe nuestro estado de salud ni vuestro bienestar físico y emocional.
Y lo peor de esta nueva tendencia es que las mujeres, en general se han subido al carro y son muy pocas las que se aceptan y se quieren tal y como son. Y, como se puede imaginar, sé de lo que hablo. Y, de nuevo el patriarcado impone a las mujeres que juzguen los aspectos físicos de otras mujeres y las cuestionen para, así ganar alianzas y reforzarse.
Otra nueva tendencia que cuestiona nuestros cuerpos es la de disfrazarse de mujer y exigir ser tratadas como mujeres, sin más, como un simple deseo individual que se impone de forma individual y obviándolos siglos de luchas feministas que han impulsado que cada mujer se apropie de su propio cuerpo y decida sobre él por encima de instituciones políticas y religiosas.
Y eso por no hablar del paso de los años y del envejecimiento y sus consecuencias. Las mujeres más mayores sufren situaciones de desdén y desprecio por no ser útiles. Y con útiles me refiero a fértiles o deseables a los ojos de los varones. Y entonces comienza la tiranía de las arrugas y/o las canas como cuestionamiento. Y, para muchas profesiones, la falta de trabajo como el ejemplo de las actrices que ya llevan años denunciando la falta de papeles y, por tanto, de oportunidades laborales para mujeres maduras y/o más mayores.
O las mujeres con discapacidad que son blanco de muchas más violencias machistas de todo tipo, incluso institucionales que las mujeres que no las sufrimos.
Y, con la trampa de la diversidad y la inclusividad, a las mujeres nos las han jugado de nuevo. Desde las definiciones como por ejemplo “diversidades funcionales” hasta la usurpación de identidades cuando no la negación de la existencia del sexo biológico como realidad material incuestionable y origen de todas las opresiones que sufrimos.
Los que venían a cambiar el sistema político tradicional, van camino de conseguir imponer un sistema que nos borre con un neolenguaje y que incluso desfigure nuestros cuerpos y los someta a tratamientos crónicos y a cirugías innecesarias con tal de satisfacer deseos individuales e insolidarias con el resto de las mujeres.
Esa pseudo izquierda posmoderna chupiguay y brilli brilli que ha olvidado la lucha de clases, los problemas de las personas con menos recursos, que se ha olvidado por completo de las tesis del socialismo tradicional y del materialismo racional, quiere imponer un nuevo tipo de opresión a los cuerpos de las mujeres basado en las mutilaciones y medicalizaciones de por vida, para satisfacer deseos que pueden ser puntuales a lo largo de la adolescencia.
Y, por supuesto convertirse en súper modernas avalando los beneficios de grandes corporaciones farmacéuticas internacionales, de clínicas privadas como ya se están beneficiando las de medicina estética, pero para realizar las llamadas “transiciones” que condenaran a pacientes de por vida a tratamientos que, además pretenden que sufrague la sanidad pública.
Una sanidad pública que, de forma generalizada, sigue sin sufragar las interrupciones voluntarias de los embarazos de las mujeres, ni aún siendo consecuencias de violaciones, pese a estar previsto en la ley.
El surrealismo sobre los cuerpos de las mujeres, en esta ocasión viene de la mano del hipercapitalismo disfrazado de pseudo izquierdista posmoderno chupiguay y con mucho brilli brilli. Se le ve venir, pero puede hacer mucho daño.
El feminismo, de nuevo está avisando y denunciando. No se nos quiere escuchar, pero insistiremos. Porque si por algo se caracteriza el feminismo radical, el que va a la raíz de las cosas, es por su resiliencia. Porque fueron, somos. Y porque somos, serán.
Ontinyent, 4 de diciembre de 2022.
Teresa Mollá Castells
tmolla@telefonica.net

Catar y la estrategia de lo “de repente”

 Miguel Lorente Acosta

El mundial de fútbol de Catar se decidió hace 12 años, el 2-12-2010, pero parece que ha sido en estos últimos días cuando la gente y muchos medios se han enterado de la noticia, y del terrible error que supone blanquear a un régimen que no respeta los Derechos Humanos con un acontecimiento mundial y popular de este tipo. 

Durante estos doce años se han podido hacer muchas cosas para evitar que el mundial se llegara a celebrar en Catar y buscar alguna alternativa, pero no se ha hecho nada, y ahora mientras se piden acciones contra su celebración y se admiran los gestos de quienes se niegan a formar parte de este circo, se deja que todo siga igual. Un escenario que revela que estas acciones sirven más para tranquilizar nuestras malas conciencias que para crear conciencia de la buena sobre todo lo que hay detrás, no sólo de Catar, sino de la mercantilización del deporte y la cultura.

Nada nuevo, por otra parte, en este tipo de decisiones, y ese es el problema. Todo sigue bajo los mismos mandatos, como se dijo de forma muy gráfica tras los gritos de los estudiantes del colegio Elías Ahuja, “es la tradición”, o sea, la repetición bajo la normalidad.

Es lo que ha ocurrido con el Mundial de Fútbol y con otros acontecimientos deportivos, que se han celebrado en la Italia fascista (1934), en la Argentina de la dictadura (1978), en la Rusia prebélica (2018), en China (Juegos Olímpicos de 2008)… y siempre con la excusa ética de hacerlo para que a través de este tipo de celebraciones se ayude a cambiar la situación de esos países y respeten los Derechos Humanos, lo cual agrava  aún más la decisión, puesto que demuestra que no se trata de un error, y que al ser consciente de la injusticia que supone se busca un argumento moral para justificarlo. Es lo mismo que se dice para justificar la celebración de la Copa de España en Arabia Saudí; lo de los millones que cobra en cada caso la Federación Española de Fútbol, la FIFA, el Comité Olímpico Internacional y todos los intermediarios parece que es anecdótico y secundario.

Todo forma parte de la construcción androcéntrica de poder cuyo objetivo es acumular más poder. Y para lograrlo utiliza los diferentes instrumentos que el propio sistema desarrolla para conseguirlo, y ahora el más práctico es la economía capitalista con todas sus variantes (financiera, mercado, empresarial, monetaria, energética…) Al final es ese marco y son esas referencias las que se utilizan para alimentar y mantener el orden, porque “si es bueno para el sistema, es bueno para todos los que forman parte de la estructura de poder del sistema”, con independencia de que en un momento determinado alguno de ellos no se beneficie de la iniciativa puesta en marcha.

Curiosamente, nunca se ha planteado ayudar a celebrar un Mundial en países pobres donde se respetan los Derechos Humanos, que necesitan la atención de todo el planeta para salir de su situación.

Todo ello forma parte de las estrategias de la cultura androcéntrica que oculta la injusticia social de la desigualdad y sus abusos bajo la normalidad, para que cuando se presentan sus consecuencias parezca algo inevitable, y así darle entrada a las justificaciones que contextualizan el problema en lo inmediato, en lugar de entenderlo como una derivada más del sistema y sus estrategias.

Con la violencia de género ocurre lo mismo, se oculta bajo la normalidad y sus justificaciones para hacer creer que lo invisible es inexistente, y cuando se produce la agresión grave o el homicidio todo se presenta como un “accidente” fruto de un hecho puntual, como se aprecia al decir que el asesinato se ha producido “tras una fuerte discusión”, ignorando toda la historia previa de violencia. La situación es tan terrible y enraizada en la normalidad, que muchas familias manifiestan tras el homicidio de la mujer, “sabíamos que la maltrataba, pero no pensábamos que la iba a matar”. Y la idea de “inevitabilidad” tras el resultado está tan presente que con frecuencia, cuando se da la noticia del homicidio de una mujer por violencia de género, desde la propia administración se manifiesta que “no había interpuesto ninguna denuncia”, sin que se pregunten por la responsabilidad propia para que el 70-80% de las mujeres asesinadas nunca haya denunciado, ni ninguna de ellas haya sido detectada como víctima de la violencia de género en los diferentes contactos que tiene con la administración.

No es casualidad, se trata de una ceguera interesada construida por el machismo para aprovecharse de ella con cada “de repente”.

Un ejemplo muy cercano y reciente lo tenemos con el cambio climático, como hemos visto en la cumbre de Egipto. Se niega desde el punto de vista práctico, da igual que se reconozca si no se hace nada para actuar contra él, y a pesar de estar bajos sus efectos no se actuará hasta que sea inevitable. Pero no será un error, será parte de la estrategia de poder androcéntrica para permitir que en ese mientras tanto se beneficien y acumulen poder muchos de los que ya lo tienen. Al igual que Catar acumulará más poder con el Mundial de fútbol, los hombres lo hacen con la violencia de género invisibilizada, y el sistema androcéntrico con todo ello.

No tomar decisiones y actuar cuando es posible evitar las consecuencias que luego criticamos, y quedarnos con los gestos y los minutos de silencio cuando ya se ha producido el resultado y su daño, nos hace cómplices, además de demostrar la hipocresía de una sociedad que vive más en la expiación de la culpa que en la responsabilidad de evitarla. 

Por violencia, 680 mil 941 mujeres piden ayuda al 911

 eluniversal.com.mx

María Cabadas

En México, las principales causas por las que las mujeres realizan llamadas de emergencia al 911 son violencia familiar, agresiones cometidas por la pareja, acoso y abuso sexual y violación.

De enero a septiembre de 2022, el 911 atendió 680 mil 941 peticiones de auxilio por esos motivos; es decir, 2 mil 522 diarias, de acuerdo con la Información sobre violencia contra las mujeres, del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

Sandra Quiñones, coordinadora del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem) comenta a EL UNIVERSAL que sólo cuatro de cada 10 llamadas al 911 de mujeres que son agredidas reciben atención.

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“La eficacia del 911 es muy menor, porque sólo 40% de esas llamadas efectivamente llega la policía a atender el caso; es decir, muchas llamadas que tienen un reporte, que se solicitó la atención, se quedaron sin atención… mujeres que se dejaron en la más completa indefensión”, asegura.

“En término promedio, son 45 minutos los que tarda un policía en llegar al lugar de los hechos a partir de la llamada. Y eso es un promedio, porque existen casos en los que la policía tarda dos o tres horas en llegar”, comenta.

Explica que existe una cifra negra en las llamadas al 911, pues por cada llamada que es captada, dos mujeres optan por no pedir ayuda a ese número, pese a ser víctimas de una agresión.

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El reporte del SESNSP revela que de enero a septiembre, por violencia familiar, el 911 atendió 464 mil 450 llamadas realizadas, principalmente, en la Ciudad de México, con 54 mil 605, seguida por Guanajuato, con 47 mil 183; Sonora, 40 mil 609; Nuevo León, 28 mil 298 y Jalisco, 27 mil 64.

Estas agresiones se han mantenido, desde 2016, entre 700 y 680 mil casos anuales. En 2020 y 2021, años en los que se mantuvo aislamiento por la pandemia, la cifra llegó a 689 mil 388 y 690 mil 295 casos, respectivamente.

Las solicitudes de emergencia por ataques cometidos por la pareja ocupan el segundo sitio en llamadas al 911, con 199 mil 975. Febrero, abril y mayo son los meses en que se recibieron más llamadas, con 22 mil 132, 23 mil 959 y 25 mil 139, respectivamente.

Baja California encabeza la lista con el mayor número de peticiones de emergencia por ese motivo, con 34 mil 265. Le siguen Jalisco, con 25 mil 586; Quintana Roo, 17 mil 738; Sonora, 14 mil 325 y Guanajuato, 13 mil 792.

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El 911 recibió, de enero a septiembre de este año, 8 mil 521 llamadas por acoso u hostigamiento sexual, un promedio de 32 diarias. Los estados con mayor incidencia son la Ciudad de México, con mil 195; Chihuahua, mil 27; Guanajuato, 739; Estado de México, 702 y Baja California, 594.

Por abuso sexual, el SESNSP destaca que el 911 recibió 5 mil 267 llamadas, principalmente de Ciudad de México, Chihuahua, Baja California, Sonora y Nuevo León. En tanto, por violación se captaron 2 mil 728 llamadas; esto es un promedio de 10 solicitudes de auxilio diariamente.

La coordinadora de Cladem expone que el reporte pretende enviar el mensaje de que sí funciona el 911 porque existe coordinación entre las distintas corporaciones policiacas y se brinda atención inmediata, pero desde su óptica, esto no es así.

“Lo que hay detrás de estas llamadas, en el día a día, es que la reacción, la respuesta y la atención por parte de las autoridades responsables es casi nula y se va agravando en algunos lugares y en zonas del país por múltiples factores, como la falta de personal o porque, por ejemplo, se sigue viendo la violencia familiar como un problema de pareja, algo privado, en donde nadie se debe de meter”, comenta.

Para una de las fundadoras del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), Guadalupe Ramos, es “impresionante” el número de llamadas que recibe el 911 por las violencias que enfrentan las mujeres.

Al igual que Quiñones, la activista comenta que existe un número importante de mujeres que deciden no llamar al 911 cuando sufren violencia por desconfianza en las autoridades, porque no se le da seguimiento a sus llamadas o porque no han recibido la atención necesaria.

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Histórica sentencia en Oaxaca contra ex funcionarios por la desaparición forzada de Claudia Uruchurtu

 

Foto: César Martínez López
Oaxaca.- “No es un día de celebración, es un día en que se abre un nuevo capítulo de esperanza para las más de 106 mil familias que siguen luchando por el acceso a la justicia, la verdad y por encontrar a sus desaparecidos”, señaló la familia Uruchurtu Cruz tras el fallo que declaró culpable del delito de desaparición forzada a la expresidenta municipal de Nochixtlán, Lizbeth Victoria Huerta y tres funcionarios más.

Ésta es la primera vez que en Oaxaca se logra una sentencia acusatoria contra exservidores públicos por desaparición forzada. “Hoy 7 de diciembre de 2022 marca el final de la impunidad absoluta en materia de desaparición forzada en México”, indicaron familiares de la activista.

En rueda de prensa realizada al término de la audiencia informaron que, por más de un mes, durante el desarrollo de la audiencia de debate escucharon un cúmulo de pruebas en contra de los perpetradores que como familia los colocó en el doloroso proceso de revictimización.

Foto: Fiscalía General del Estado de Oaxaca

“Tuvimos que pasar por el doloroso y revictimizante proceso de escuchar a los testigos, ver los videos de los asesinos cazando a mi hermana. Mirar como sin ningún remordimiento los acusados mostraban muecas burlonas de superioridad. Llevamos 18 meses sin encontrar a Claudia, 18 meses trabajando de forma incansable, siempre con dignidad y respeto apegadas a los principios fundamentales de justicia; 18 meses donde dentro de nuestra tragedia conocimos a gente honorable y recta trabajando siempre del lado de la verdad y en defensa de los derechos fundamentales de la sociedad oaxaqueña”, expuso.

Exhortaron nuevamente a la población de Nochixtlán a aportar datos que ayuden a dar con el paradero de la activista quien lleva 18 meses desaparecida. “Alguien debe de saber algo, no importa que tan insignificante sea o les parezca, quizá esa es la pieza clave para encontrarla”, expusieron.

La audiencia se había suspendido en dos ocasiones bajo argumento de no tener manera de trasladar del penal a los juzgados a las personas señaladas por el delito de desaparición forzada.

Claudia Uruchurtu fue desaparecida el 26 de marzo de 2021 tras participar en una manifestación frente al edificio del ayuntamiento de Nochixtlán.
A principios de mayo de 2021 fue detenida Victoria Huerta, como probable autora intelectual de la desaparición. Lo mismo dos colaboradores más del Municipio, el director jurídico y director de servicios, uno de ellos dado de alta como policía municipal. El 13 de mayo se vinculó a proceso a las personas detenidas.

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Uno de cada cinco trabajadores sufre violencia o acoso


Un elevado porcentaje de mujeres en el trabajo sufren o están expuestas al acoso e incluso la violencia sexual, en tanto los hombres en mayor medida se exponen a la violencia física en algún momento de su vida laboral, constató una encuesta a 75 000 personas en 121 países y territorios. Foto: OIT

GINEBRA – En el mundo 743 millones de personas empleadas, 22,8 por ciento, han sufrido algún tipo de violencia en su trabajo, y los grupos más vulnerables son los jóvenes, los migrantes y las mujeres y hombres bajo empleo asalariado, de acuerdo con una encuesta divulgada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Manuela Tomei, subdirectora general de Gobernanza, Derechos y Diálogo de la OIT, indicó al presentar el estudio en esta ciudad suiza que “la violencia y el acoso psicológicos son los más frecuentes en todos los países, y las mujeres están especialmente expuestas a la violencia y el acoso sexuales”.

Esta primera encuesta mundial sobre las experiencias de violencia y acoso en el trabajo fue realizada por la Fundación Lloyd’s Register (LRF en inglés) y la empresa de sondeos Gallup, para “una mejor comprensión sobre un tema arraigado en complejos factores económicos, sociales y culturales”, indicó la OIT.

El estudio se basó en entrevistas realizadas en 2021 a casi 75 000 personas empleadas mayores de 15 años, en 121 países y territorios, como parte de la Encuesta Mundial de Riesgos de la LRF.

La violencia y el acoso en el trabajo son difíciles de medir y, según el informe, solo la mitad de las víctimas de todo el mundo habían revelado sus experiencias a otra persona, y a menudo solo después de haber sufrido repetidos incidentes.

Las razones más comunes que se aducen para no revelar sus experiencias son que se considera una “pérdida de tiempo” y que las personas que han sufrido abusos temen por su reputación.

Las mujeres eran más propensas a compartir sus experiencias que los hombres (60,7 % frente a 50,1 %).

“La violencia y el acoso psicológicos son los más frecuentes en todos los países, y las mujeres están especialmente expuestas a la violencia y el acoso sexuales”: Manuela Tomei.

A escala mundial, 17,9 % de los hombres y mujeres con empleo, cifra que equivale a 583 millones de personas, dijeron haber sufrido violencia y acoso psicológicos en algún momento de su vida laboral, y 8,5 % (277 millones) violencia y acoso físicos, en estos casos los hombres en mayor número.

De los encuestados, 6,3 % declaró haber sufrido violencia y acoso sexuales, “estando las mujeres especialmente expuestas”, según el reporte.

Las mujeres jóvenes tenían el doble de probabilidades que los hombres jóvenes de haber enfrentado violencia y acoso sexuales, y las mujeres migrantes casi el doble de probabilidades que las no migrantes de declarar que habían sido víctimas de violencia y acoso sexuales.

Más de tres de cada cinco víctimas afirmaron haber sufrido violencia y acoso en múltiples ocasiones y, para la mayoría, el incidente más reciente tuvo lugar en los últimos cinco años.

Tomei dijo que “es doloroso saber que las personas se enfrentan a la violencia y el acoso no sólo una vez, sino múltiples veces en su vida laboral”.

“El informe nos habla de la enormidad de la tarea que tenemos por delante para acabar con la violencia y el acoso en el mundo del trabajo. Espero que acelere la acción sobre el terreno y hacia la ratificación y aplicación del Convenio 190 de la OIT”, expuso la responsable.

Ese Convenio y la Recomendación 206 de la OIT son “las primeras normas internacionales que proporcionan un marco común para prevenir, remediar y eliminar la violencia y el acoso en el mundo del trabajo, incluyendo la violencia y el acoso por razón de género”, indicó esa agencia de las Naciones Unidas.

El Convenio incluye el reconocimiento específico, por primera vez en el derecho internacional, del derecho de toda persona a un mundo laboral libre de violencia y acoso, y establece las obligaciones de los signatarios en este sentido.

Andrew Rzepa, socio de la firma Gallup, dijo que “durante demasiado tiempo, las empresas y las organizaciones no han sido conscientes o no han querido abordar la violencia y el acoso en el lugar de trabajo”.

Consideró por eso que “recopilar datos sólidos sobre este tema tan delicado es difícil, pero esencial, y este conjunto proporciona una línea de base que podemos utilizar para el seguimiento del tan necesario progreso en este tema de seguridad vital”.

También Sarah Cumbers, de LRF, sostuvo que “para abordar retos mundiales de seguridad tan difíciles y arraigados como la violencia y el acoso en el trabajo, es fundamental disponer de buenos datos para comprender el alcance del problema e identificar a las personas que corren más riesgo”.

El informe recomienda en primer lugar recopilar periódicamente datos sobre la violencia y el acoso en el trabajo, a escala nacional, regional y mundial, para fundamentar las leyes, políticas y programas de prevención y reparación.

Asimismo, ampliar y actualizar los mecanismos para prevenir y gestionar eficazmente la violencia y el acoso, entre otras cosas mediante sistemas de inspección laboral y políticas y programas de seguridad y salud en el trabajo.

Se requiere aumentar la concienciación sobre la violencia y el acoso en el trabajo, y aumentar la capacidad de las instituciones a todos los niveles para ofrecer una prevención, reparación y apoyo eficaces, fomentar la confianza de las personas en la justicia y garantizar el apoyo a las víctimas

Depresión, hipertensión, migrañas y colitis: afectaciones en familias de víctimas de feminicidio

 

Ciudad de México.- Depresión, culpa, desesperanza y enfermedades como migrañas, hipertensión, colitis y afectaciones en la piel son solo algunos de los impactos emocionales y físicos que enfrentan las víctimas directas (sobrevivientes) e indirectas (familiares) después de un feminicidio o tentativa de feminicidio. A ellas, el Estado las ha abandonado e incluso la propia violencia institucional ha provocado que dichos padecimientos se agraven, señaló el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF).

En el informe Impactos del feminicidio en México y las respuestas del Estado, el OCNF recopiló información a través de entrevistas directas con el objetivo de conocer las diversas afectaciones que padecen las sobrevivientes familias tras un hecho de violencia feminicida.

En esta primera parte se hablará de los impactos emocionales y físicos, además de las deficiencias institucionales en la atención a las víctimas y  la revictimización que estas padecen por parte de todas las autoridades a lo largo de todo el proceso de búsqueda de justicia y reparación del daño. 

Impactos emocionales

El OCNF explica que, con base en los relatos de las familias víctimas de tentativa, tras vivir un hecho violento se genera una situación traumática que produce afectaciones que se manifiestan a través de distintas emociones como tristeza, enojo, ira, y miedo; además de sentimientos como negación, soledad, depresión, odio, rencor, desesperanza y culpa

“Los impactos emocionales que sufren las y los integrantes del núcleo ante la pérdida sufrida no son lineales, enfrentan duelos complejos, con múltiples sentimientos que no necesariamente mejoran con el transcurso del tiempo. En el feminicidio, la tristeza es la principal emoción generada por la pérdida de una hija”.

Se hace especial énfasis en la culpa ya que, las normas patriarcales le han otorgado a las madres la obligación de cuidado y bienestar de los y las hijas. Por ello, tras un feminicidio una de las principales sensaciones es la culpa y es que algunas madres se responsabilizan así mismas por lo ocurrido, por no haber protegido a sus hijas, “por no haber estado más pendiente de sus relaciones personales, cuestionan incluso qué podrían haber hecho diferente para haber evitado la muerte de sus hijas”. 

“Porque cuando te pasa esto, lo primero que piensas, el primer sentimiento es la culpa, la culpa es lo que le puedo decir que aflora más, te culpas de ¿Por qué la dejaste sola? ¿Por qué no se quedó más tiempo? Quizás, hubiera preferido que se quedara aquí en la casa, no sé, eso es terrible, eso de sentir esa culpa, sobre todo yo, porque yo siempre traté de darle la confianza, la libertad de expandirse, de hacer lo que ella quería, y yo la empujaba, la animaba a: sí quieres, tú puedes, ¡hazlo!” 

Testimonio anónimo
CIMACFoto

Al hablar de tentativa de feminicidio, el Observatorio señala que las víctimas viven una doble afectación, ya que “hay impactos en su rol de mujer y en su rol madre”. Además, cuando el agresor es la pareja sentimental, las mujeres señalaron sentirse responsables de la violencia y, si son madres, la culpa se presenta cuando los hijos e hijas de las víctimas presencian el continuum de violencia feminicida.

“Veía la angustia de mis hijos y consideraba que era mi culpa porque no supe zafarme a tiempo, a pesar de que yo estaba separada, pero aún así seguíamos teniendo una relación, pues prácticamente como si nada más viviéramos separados porque él venía todo el tiempo”.

Testimonio anónimo

En el informe se pudo detectar que la depresión fue un hallazgo reiterativo en las entrevistas realizadas. Al ser considerada una enfermedad, se requiere un acompañamiento adecuado pues incluso puede poner en riesgo la vida. Las víctimas también señalaron ansiedad como otro padecimiento que está presente en sus vidas.

“Es terrible sufrir depresión, ansiedad, miedo, ganas de no vivir, ganas de no querer levantarse a pesar de estar conviviendo con mis hijos, con mi esposo, se pierde todo. La verdad, no tiene uno ánimos de nada, no sé, no he llegado a ser extremista al grado de decidir suicidarme, pero las ganas de ya no querer vivir es lo que deja como secuela todo eso, es muy terrible”.

En las entrevistas las sobrevivientes y familias refirieron sufrir alteraciones en el sueño como insomnio y pesadillas, entre otros síntomas: 

“Yo nunca había sentido ansiedad, esa fue como una difícil de identificar porque a mí me entraban unos periodos de querer correr o salir corriendo, tenía taquicardia y sentía mucha desesperación. Eso fue a partir de lo que me ocurrió, porque lo difícil era que yo tenía muchas pesadillas, siempre, antes de dormir, pues tardaba mucho. Me dormía entre dos o tres de la mañana y, aparte, dormía poco porque me despertaban estas pesadillas, que eran muy fuertes. Me provocan sudoración y desesperación”. 

Testimonio anónimo

Cabe destacar que se identificó una relación directa entre el estado emocional de las víctimas directas e indirectas y la impunidad. Incluso la revictimización por parte de las autoridades genera graves impactos emocionales. 

Y es que la falta de sensibilidad y preparación de las autoridades durante los procedimientos de búsqueda de justicia representa para las sobrevivientes y familias un camino de desgaste creciente.

“Todos teníamos ansiedad, todos teníamos depresión, todos teníamos ataques de pánico, ese no es el punto, el punto es la revictimización del Estado mexicano a lo largo de todos estos años, por supuesto que te tiene que deteriorar la salud emocional, la salud psicológica”.

Testimonio anónimo
CIMACFoto: César Martínez López

En su artículo 2, la Ley General de Víctimas establece que: “Todas las autoridades en el ámbito de sus competencias tienen la obligación de garantizar el trato digno y preferente a las víctimas”. Sin embargo, la realidad es otra.

En el artículo 9 de la misma Ley se establece que, entre las medidas de asistencia se encuentran las de salud que consisten, entre otros puntos, en la asistencia psicológica. Pero las entrevistadas aseguraron que no han tenido un seguimiento diligente y puntual para su atención psicológica. También, la falta de seguimiento se presenta cuando las víctimas son canalizadas a instituciones dependientes de las fiscalías.

En los estados parte del proyecto, el número de víctimas que han recibido atención psicológica por feminicidio son: la CDMX no brinda esta atención; en Puebla, tres víctimas indirectas; en Colima, hasta febrero de 2022, no se había brindado atención a víctimas de feminicidio; en Guerrero, a 35 víctimas. En el caso de Nuevo León en promedio seis casos semanalmente, aunque es variable; en el Estado de México, cada psicólogo tiene 329 solicitudes de atención (sin distinguir delito). De Jalisco, no se obtuvo respuesta vía transparencia. 

Respecto al número de víctimas a las que se les ha brindado atención psicológica en otras entidades, se encontró que hay comisiones estatales de atención a víctimas que remiten las solicitudes al área correspondiente (Morelos). En Durango, de 2018 a 2021, se atendieron a 14 víctimas de feminicidio; en Tabasco durante 2021, las cifras de atención ascendieron a menos de 3 víctimas; y entre 17 a 30 víctimas en Nayarit, Michoacán, Veracruz  y Yucatán.

Impactos en la salud física de las sobrevivientes y familias 

Luego del hecho violento, varias sobrevivientes y familias desarrollaron enfermedades a partir del impacto traumático, entre estas afectaciones las más mencionadas fueron: aumento o pérdida de peso o del apetito; dolores de cabeza intensos o migrañas; contracturas musculares; presión baja; hipotensión e hipertensión; taquicardias; enfermedades o afectaciones en el área estomacal, tales como colitis por estrés, inflamación, acidez y diarrea; problemas para caminar debido a la hinchazón de los pies y las piernas; afectaciones en la piel, como irritación o sarpullido, y problemas dentales. 

El OCNF destaca que un hallazgo frecuente entre las entrevistadas fue la idea de que “no se pueden enfermar” por las responsabilidades que tienen sobre sus hombros y todo lo que demandan sus procesos en búsqueda de verdad, justicia y reparación integral.

“Yo no tengo permiso de enfermarme, según yo me decía ¿no? Porque mi responsabilidad era enorme”. 

Testimonio anónimo
CIMACFoto

Algunas de las personas entrevistadas manifestaron que identifican varias enfermedades o afectaciones a la salud que se agudizaron después de los hechos victimizantes: aumentaron sus malestares o modificaron la dosis de medicamentos para el tratamiento de estos padecimientos, tales como diabetes; hipertensión; artritis, carnosidad en los ojos.

“Por supuesto que después de tantos años, la revictimización que vivimos, mi esposo empezó a deteriorarse hasta llegar a tener diabetes, tiene casi dos años que le diagnosticaron diabetes, si no le dio después del feminicidio (de mi hija) sí le dio después de toda esta revictimización, después de todas estas presiones, después de cuatro o cinco años de estar viviendo desplazamiento, la presión de no poder sacar adelante a su familia”.

Testimonio anónimo

Y es que como se mencionó anteriormente, los impactos emocionales provocados por la revictimización del Estado, la falta de garantía de acceso a derechos, los propios desgastes derivados de los procesos de verdadjusticia y reparación integral influyen de manera profunda en los desgastes de las víctimas. 

Cuando se trata específicamente de víctimas de delitos o de violaciones a derechos humanos, el Estado tiene otra serie de obligaciones. Al respecto, el artículo 34 de la Ley General de Víctimas establece que en materia de atención médica, como de otras disciplinas, las víctimas además de todos los derechos que se reconocen en la Ley General de Salud para los usuarios de los servicios de salud, tienen derechos adicionales entre los cuales se encuentran: 

I. A que se proporcione atención médica gratuita, de calidad y permanente en cualquiera de los hospitales públicos federales, de las entidades federativas y municipales competentes, cuando se trate de afectaciones en la salud derivadas de los hechos victimizantes; 

II. A que se cuente con la infraestructura y la capacidad necesaria para la prestación de servicios, así como al otorgamiento de citas médicas en un periodo no mayor a ocho días cuando una víctima lo solicite, a excepción de los casos de emergencia los cuales se atenderán de forma inmediata; 

III. A que se realice una valoración médica general o especializada, la debida entrega de los medicamentos necesarios, y a la canalización de los especialistas pertinentes para el tratamiento integral de ser el caso;

IV. A que se proporcione el material quirúrgico, instrumentos o aparatos que requiera para su movilidad, de acuerdo con el dictamen médico, así como los servicios de análisis médicos, de laboratorio o imágenes diagnósticas y servicios odontológicos reconstructivos necesarios, derivados de los daños causados por los hechos victimizantes. 

V. A que se le proporcione atención en salud mental permanente cuando ésta quede afectada por impactos de los hechos victimizantes.

CIMACFoto: César Martínez López

Sin embargo, las víctimas señalan que las autoridades -principalmente las adscritas a las Fiscalías y a las Comisiones Ejecutivas de Atención a Víctimas- no toman medidas de atención o rehabilitación ante los impactos en su salud física, aunque éstos les sean notificados de manera puntual y constante. Las víctimas acusan que las autoridades les realizan “promesas” de que se les atenderá o se tomarán las medidas necesarias para atender su salud, pero esto no se materializa la atención. Esto deriva en que las víctimas desconfíen de las instituciones y que sean ellas las que buscan por sus propios medios la atención médica.

Además, destaca el OCNF, en los pocos casos donde las víctimas accedieron a atención médica, “hay un exceso burocrático en trámites administrativos dificultando o condicionando la atención e incrementando las afectaciones en su salud”. 

Por ello, desde el Observatorio y de la mano con las sobrevivientes familias se lanzaron propuestas para aminorar los efectos emocionales y físicos. Algunas de estas incluyen:

  • Personal en materia de atención psicológica sensibles, de respeto ante la situación en que se encuentran las víctimas, capacitadas en perspectiva de género, enfoque diferencial, interculturalidad y de infancias, con espacios adecuados de atención, y una activa presencia desde el inicio de los procedimientos con las autoridades, desde la noticia del feminicidio, el reconocimiento del cuerpo, la declaración con los Ministerios Públicos, y un seguimiento adecuado para enfrentar los daños psicológicos del feminicidio. También deben de ser personal constantemente evaluado.  
  • Reducir la burocratización y fiscalización.