3/14/2020

La violencia simbólica



María Teresa Priego

Hablemos de machismos, esas agresiones o violencias cotidianas tan naturalizadas, tan socialmente aceptadas. Las que nos limitan. Nos descalifican. Están hechas para mantenernos en ese reducido lugar que nos "corresponde". Comienza desde la infancia el aprendisaje de los mandatos. Cómo ser niña y niño. Cómo ser hombre o mujer. Qué está bien, qué está mal, según el sexo. Salirse de la norma provoca respuestas que van desde el enojo, hasta la violencia. El célebre "calladita te ves más bonita", es el repetido botón que tomamos como muestra. El lenguaje discriminatorio ha sido un arma contra la libertad de las mujeres, una manera de llamar a la subordinación a través de una amenaza disimulada o explícita: si no obedeces, si no te pliegas, si no entiendes que naciste con un destino casi escrito, acuñado en la docilidad y la repetición, "te vas a quedar sola".
La creación de ese "cercado invisible" del que habla Pierre Bourdieu en "La dominación masculina", es meticulosa. La amenaza es muy ruda para una niña, para una adolescente: si te rebelas ante lo que se espera de ti, "no eres femenina", "no eres digna", "serás excluida". Conocemos la escalada en las amenazas, con detalles.  Hasta llegar a esa palabra que en mi adolescencia nos dejaba inmóviles y mudas y que sigue funcionando como una cimitarra: "van a pensar que eres una puta", o de plano lo eres. Esa palabra tan misteriosa, significa que has perdido todo valor como persona, dado que el "valor" social de las mujeres ha estado concentrado, sobre todo, en lo que hacen o se supone que hacen, o deberían de hacer con su sexualidad.  Y a las "putas", nadie las quiere, nos decían, nos dicen. ¿Quién quiere que no la quieran? ¿Quién quiere quedarse sola?
Los mensajes los transmiten hombres y mujeres. Con insistencia. Con ese autoritarismo propio a las sociedades patriarcales. Repetitivas y dogmáticas. La feminidad asociada a la auto-negación y a la renuncia. ¿En aras de qué? De ser aceptada. Qué contrasentido, ¿no es cierto? "Adquieres valor, donde te niegas". "Adquieres valor, cuando te sometes". Afirmarse sería una característica "masculina". Cantidades de mujeres repiten las palabras y los actos de los micromachismos, están allí en el más cotidiano de los usos, saltan a la menor provocación, o porque no se dan cuenta de lo que significan, o porque a pesar de darse cuenta, oponerse a esos mandatos les parecería demasiado desafiante. Aventurado. Riesgoso.
Sienten que se pondrían en peligro. También los repiten -en los peores casos- como si no fuera justo vivir cargando cadenas, y no legarlas. La antítesis de ese hermosísimo cartel que llevan muchas mujeres mayores en las marchas feministas: "lo que no fue para mí, que sea para ustedes". ¿Por qué una actuaría contra sus propios deseos, anhelos, intereses, contra su propia seguridad? Bourdieu escribe en "La dominación masculina": "Siempre he visto en la dominación masculina, y en la manera como se ha impuesto y soportado, el mejor ejemplo de aquella sumisión paradójica, consecuencia de lo que llamo la violencia simbólica, violencia amortiguada, insensible, e invisible para sus propias vi´ctimas, que se ejerce esencialmente a trave´s de los caminos puramente simbo´licos... ejercida en nombre de un principio simbo´lico conocido y admitido tanto por el dominador como por el dominado...".
¿Cómo se desarticula esa violencia "soterrada"? Hay ejemplos que son bastante comunes: el chiste misógino irrumpe en la fiesta y casi todas y todos se ríen. Si una mujer señala que le parece agresivo, descalificador, humillante, inmediatamente es tachada de carecer de sentido del humor, hacer problema de lo que sea, no saber divertirse. Queda excluida de la fiesta. El mal rato no fue el chiste misógino y la violencia que contiene, sino que ella nombrara esa violencia. Tenemos que nombrarla. Señalarla cada vez. Salirnos de ella. No ser sus cómplices. La misoginia disfrazada, trae consigo las cadenas. Quizá pocas veces he vivido la violencia simbólica con tanta claridad, como en una noche en el zócalo lleno, cuando un cantante irrumpió con una canción que se llama "Mátala", ni más ni menos. No lo callaron, no lo abuchearon. En el zócalo retumbaba ese: "consigue una pistola si es que quieres, o cómprate una daga si prefieres, y vuélvete asesino de mujeres". Hombres y mujeres cantaban. Sí, ellas también. Se sabían la letra de memoria.
Por qué, ¿qué creen? junto al insistente: "¡Mátalas!" Se hablaba de amor, de ternura, de hartos besos. "¡Asfíxiala!" Con tanta frecuencia el feminicida recurre al estrangulamiento. Aquello era horrible de escuchar. Como si las palabras no significaran nada. Como si en este país no sucediera nada. Es durísimo observar que en un país con los niveles de violencia contra las mujeres, como el nuestro, se permita cantar una letra semejante. Coreada y aplaudida. Y es durísimo pensar que justo en los países, en las culturas en las que los niveles de feminicidio son muy bajos, a nadie jamás se le ocurriría cantar algo así. Y si lo intentara, no duraría dos minutos en el escenario. ¿Cómo podríamos negar el vínculo entre la escandalosa permisividad ante la violencia simbólica y la violencia más descarnada? Recordé aquel violentísimo "Matarile al maricón",  "matarile al maricón", que cantaban en las discotecas y en las fiestas dando de brincos y agitando los puños en alto. Tampoco significaba nada. ¿Por qué soportamos lo insoportable? ¿Por qué toleramos lo intolerable?


El coronavirus evidencia la carga sobre la mujer de los cuidados familiares

Fuentes: www.publico.es

Esta crisis vuelve a poner sobre la mesa la desigualdad en los cuidados. Las expertas alertan de la necesidad de repensar las relaciones laborales y atajar la crisis de los cuidados que se apoya sobre el trabajo gratuito de las mujeres.
A Katha el anuncio del Ministerio de Sanidad y de la Comunidad de Madrid sobre el cierre de los centros educativos la sorprendió en medio de la presentación de un informe. Un evento multitudinario en donde «todo el mundo se tocaba, besaba y se abrazaba». Se presentaba precisamente un documento sobre mujer, ciencia e innovación. El encuentro acabó una media hora después de que Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, desgranara las principales medidas: se suspenden las clases de 0 hasta la universidad por dos semanas. 
​»Una de las cosas que más me llamó la atención fue que a pesar que en el evento participábamos hombres y mujeres, las que hablábamos y pensábamos qué íbamos a hacer con los niños éramos sólo mujeres. La mayoría afirmaban que iban a necesitar la ayuda de las abuelas», explica Katha.
En su caso el salvavidas serán sus suegros, «como siempre», aunque reconoce que esto lo hace a costa de su suegra, que es que realmente tira del carro. «Yo soy consultora autónoma y viajo mucho», cosa que sería impensable poder realizar sin ninguna ayuda familiar con sus hijos de 9, 7 y 4 años. «Mi marido intenta poner mucho de su parte, pero también tenemos estereotipos, ¿sabes?«, reconoce.
Para esta empresaria independiente de origen alemán y ligada al mundo de la judicatura, las medidas anunciadas este lunes llegan tarde. «Trabajo a nivel internacional y ya desde hace varios días me habían cancelado varios viajes y conferencias, mientras que en Madrid se seguían haciendo hasta este fin de semana grandes eventos de altísimo nivel y de pronto el lunes se cierra todo», afirma.
En el caso de Silvia, será ella quien se encargue de los niños mientras dure en cierre de los colegios. El hecho de estar sin trabajo en la actualidad no ha dejado duda sobre quién se encargará de los cuidados. Relata que hasta el año pasado trabajaba en una ONG, pero su padre enfermó y tuvo que pasar varias operaciones. «Pasé un tiempo complicado intentando conciliar trabajo, niños y cuidados, hasta que al final me echaron del trabajo«. Bajada del rendimiento laboral, le dijeron. 
Tras todo este proceso acabó con una hernia de la que se operó y está a punto de recibir el alta médica. «Estaba empezando a buscar trabajo, pero ahora con los niños en casa es imposible». 

«Yo estoy de baja médica aún, pero la Comunidad de Madrid no les facilita el trabajo a distancia. ¿Cómo hacemos? Alguien tiene que cuidar a los niños«.
«Siempre ocurre igual. Las que teletrabajamos o nos cogemos bajas laborales para cuidar somos las madres. Tengo una amiga en ADIF que se acaba de incorporar al trabajo después de haber sido madre por segunda vez. Les han comunicado que tienen que teletrabajar ¿Pero cómo lo va a hacer con un niño de cuatro años y un bebé de 10 meses? El teletrabajo está bien cuando los niños están en el colegio. Pero si los tienes en casa el rendimiento no puede ser igual», afirma Silvia.

Ángeles tiene dos. El mayor de nueve y el menor de siete. Su empresa acaba de decidir que, como medida de prevención, se trabaje desde casa. «Voy a dejar a los niños con mis suegros. Una medida que no me parece ni medio normal, porque ya sabemos que las personas mayores son las más vulnerables al virus y que los niños son los mayores transmisores».
«Así que para mí es una gran responsabilidad dejar a los niños con mis suegros y pensar que uno de ellos pueda contagiarse. Yo cuento con la ventaja que puedo teletrabajar, algo que muchísimos profesionales no pueden hacer. Pero imagínate la carga de trabajar en casa teniendo dos niños pequeños encerrados todo el día y que se irán subiendo por las paredes… «, explica.

Falta de previsión y efectos de los recorte

Para Camen Castro, economista feminista, lo que esta crisis pone sobre la mesa es la falta de previsión y los efectos que han tenido los recortes. «Si no se hubieran recortado los servicios públicos y de atención sanitaria, probablemente el problema tendría otra dimensión», afirma.
Las economistas feministas llevan tiempo advirtiendo de que el sistema de organización es un sin sentido. Que es necesario humanizar las relaciones laborales, que hay que repensar el presentismo en las empresas con un cambio de cultura empresarial que prime la conciliación y los cuidados. «Es un sinsentido en clave ecológica y de conciliación de vida el tener que desplazarse para ir a reuniones en lugar de usar sistemas de videoconferencia».
Si nos encontramos con este lío ahora, explica Castro, «es porque estamos funcionando totalmente a espaldas de tomar conciencia de cómo atendemos las necesidades de cuidados».
«Lo  preocupante es que el cierre de los centros de día de los mayores y de los colegios supone una reprivatización de los cuidados. Vuelve a colocarse la carga de cómo se atiende esto en lo privado, en lo doméstico, en las mujeres. Supone seguir insistiendo en los cuidados gratuitos».
Para esta economista lo que estamos viendo es que, ante el riesgo, se retira todo lo público cerrando los centros. Lo que se propone es un aislamiento en los entornos domésticos y la búsqueda de soluciones individuales por parte de los entornos familiares. Es decir, la sinergia del sistema patriarcal, que recae fundamentalmente sobre las mujeres. No sólo por la carga mental, a la que aluden muchas mujeres por la responsabilidad de pensar cómo lo van a hacer con los cuidados, sino también por la dedicación física y la energía que les requiere, explica Castro.
Para la antropóloga y educadora social, Yayo Herrero, lo que el coronavirus está poniendo de manifiesto es la crisis de cuidados que existe. «Que el sistema es tan vulnerable y frágil que cualquier problema de este tipo muestra cómo se desmorona todo».
Resalta que teletrabajar y tener a los niños en casa es una auténtica locura, pero que el teletrabajo tampoco está al alcance de muchas personas, porque muchos empleos no lo permiten. «Inevitablemente, gente precaria va a terminar tirando de los abuelos, que son población de riesgo«.
«Lo que necesitamos son sociedades que cuando decimos que pongan la vida en el centro, las pongan de realmente. Es decir, que la jornadas laborales sean mucho más cortas, que el trabajo esté repartido de otra forma diferente y todo el tema de la corresponsabilidad, porque ahora hay un montón de mujeres haciendo todo topo de cábalas para ver como se organizan los últimos 15 días. También hay algunos hombres, peor son mayoritariamente mujeres», explica Herrero.
«El trabajo mental de ver que se hace recae en ellas. Es muy corriente que la organización recaiga sobre ellas y eso agota tremendamente. En algunas declaraciones que he visto se hablaba directamente a ver cómo se iban a organizar las mujeres. Como que es su tarea y su obligación».
Para Herrero va a ser necesario hacer una reflexión tras el coronavirus para analizar cómo es posible que un riesgo así «mejore todos los indicadores ecológicos, lo que es un disparate. Pero también evidencia el tremendo riesgo que corre la sociedad y muchas personas ante una crisis de cuidados evidente; quién cuida y quién se queda sin cuidar y también la fragilidad del modelo económico».
«Hay un montón de gente que trabaja en PYMES que 15 días sin facturar o facturando lo mínimo, los coloca en una tremenda fragilidad. Los equilibrios son tan precarios que al final la vida está en riesgo permanente. Y esto que estamos viviendo lo pone de manifiesto», concluye Herrero.

La violencia simbólica



María Teresa Preigo

Hablemos de machismos, esas agresiones o violencias cotidianas tan naturalizadas, tan socialmente aceptadas. Las que nos limitan. Nos descalifican. Están hechas para mantenernos en ese reducido lugar que nos "corresponde". Comienza desde la infancia el aprendisaje de los mandatos. Cómo ser niña y niño. Cómo ser hombre o mujer. Qué está bien, qué está mal, según el sexo. Salirse de la norma provoca respuestas que van desde el enojo, hasta la violencia. El célebre "calladita te ves más bonita", es el repetido botón que tomamos como muestra. El lenguaje discriminatorio ha sido un arma contra la libertad de las mujeres, una manera de llamar a la subordinación a través de una amenaza disimulada o explícita: si no obedeces, si no te pliegas, si no entiendes que naciste con un destino casi escrito, acuñado en la docilidad y la repetición, "te vas a quedar sola".
La creación de ese "cercado invisible" del que habla Pierre Bourdieu en "La dominación masculina", es meticulosa. La amenaza es muy ruda para una niña, para una adolescente: si te rebelas ante lo que se espera de ti, "no eres femenina", "no eres digna", "serás excluida". Conocemos la escalada en las amenazas, con detalles.  Hasta llegar a esa palabra que en mi adolescencia nos dejaba inmóviles y mudas y que sigue funcionando como una cimitarra: "van a pensar que eres una puta", o de plano lo eres. Esa palabra tan misteriosa, significa que has perdido todo valor como persona, dado que el "valor" social de las mujeres ha estado concentrado, sobre todo, en lo que hacen o se supone que hacen, o deberían de hacer con su sexualidad.  Y a las "putas", nadie las quiere, nos decían, nos dicen. ¿Quién quiere que no la quieran? ¿Quién quiere quedarse sola?
Los mensajes los transmiten hombres y mujeres. Con insistencia. Con ese autoritarismo propio a las sociedades patriarcales. Repetitivas y dogmáticas. La feminidad asociada a la auto-negación y a la renuncia. ¿En aras de qué? De ser aceptada. Qué contrasentido, ¿no es cierto? "Adquieres valor, donde te niegas". "Adquieres valor, cuando te sometes". Afirmarse sería una característica "masculina". Cantidades de mujeres repiten las palabras y los actos de los micromachismos, están allí en el más cotidiano de los usos, saltan a la menor provocación, o porque no se dan cuenta de lo que significan, o porque a pesar de darse cuenta, oponerse a esos mandatos les parecería demasiado desafiante. Aventurado. Riesgoso.
Sienten que se pondrían en peligro. También los repiten -en los peores casos- como si no fuera justo vivir cargando cadenas, y no legarlas. La antítesis de ese hermosísimo cartel que llevan muchas mujeres mayores en las marchas feministas: "lo que no fue para mí, que sea para ustedes". ¿Por qué una actuaría contra sus propios deseos, anhelos, intereses, contra su propia seguridad? Bourdieu escribe en "La dominación masculina": "Siempre he visto en la dominación masculina, y en la manera como se ha impuesto y soportado, el mejor ejemplo de aquella sumisión paradójica, consecuencia de lo que llamo la violencia simbólica, violencia amortiguada, insensible, e invisible para sus propias vi´ctimas, que se ejerce esencialmente a trave´s de los caminos puramente simbo´licos... ejercida en nombre de un principio simbo´lico conocido y admitido tanto por el dominador como por el dominado...".
¿Cómo se desarticula esa violencia "soterrada"? Hay ejemplos que son bastante comunes: el chiste misógino irrumpe en la fiesta y casi todas y todos se ríen. Si una mujer señala que le parece agresivo, descalificador, humillante, inmediatamente es tachada de carecer de sentido del humor, hacer problema de lo que sea, no saber divertirse. Queda excluida de la fiesta. El mal rato no fue el chiste misógino y la violencia que contiene, sino que ella nombrara esa violencia. Tenemos que nombrarla. Señalarla cada vez. Salirnos de ella. No ser sus cómplices. La misoginia disfrazada, trae consigo las cadenas. Quizá pocas veces he vivido la violencia simbólica con tanta claridad, como en una noche en el zócalo lleno, cuando un cantante irrumpió con una canción que se llama "Mátala", ni más ni menos. No lo callaron, no lo abuchearon. En el zócalo retumbaba ese: "consigue una pistola si es que quieres, o cómprate una daga si prefieres, y vuélvete asesino de mujeres". Hombres y mujeres cantaban. Sí, ellas también. Se sabían la letra de memoria.
Por qué, ¿qué creen? junto al insistente: "¡Mátalas!" Se hablaba de amor, de ternura, de hartos besos. "¡Asfíxiala!" Con tanta frecuencia el feminicida recurre al estrangulamiento. Aquello era horrible de escuchar. Como si las palabras no significaran nada. Como si en este país no sucediera nada. Es durísimo observar que en un país con los niveles de violencia contra las mujeres, como el nuestro, se permita cantar una letra semejante. Coreada y aplaudida. Y es durísimo pensar que justo en los países, en las culturas en las que los niveles de feminicidio son muy bajos, a nadie jamás se le ocurriría cantar algo así. Y si lo intentara, no duraría dos minutos en el escenario. ¿Cómo podríamos negar el vínculo entre la escandalosa permisividad ante la violencia simbólica y la violencia más descarnada? Recordé aquel violentísimo "Matarile al maricón",  "matarile al maricón", que cantaban en las discotecas y en las fiestas dando de brincos y agitando los puños en alto. Tampoco significaba nada. ¿Por qué soportamos lo insoportable? ¿Por qué toleramos lo intolerable?


Hoy, los derechos económicos de las mujeres: igualdad laboral


Pintura en la marcha feminista del 8M. Foto: Sonia Gerth/Cimac
Así como están teñidas de rojo las fuentes, todo el país se tiñe de rojo por el feminicidio, eun violador en tu camino ya se corea en todo el mundo. Según ONU 14 por ciento de los países con mayor número de feminicidio está en América Latina.
“En México estoy condenada a ser mi súper heroína para poder sobrevivir”, así reza una pancarta de la marcha realizada el 8 de marzo, resume o invita a reflexionar acerca de tooodaas las barreras o violencias que se ejercen contra las Mujeres, y que han provocado una reacción muy importante, se expresa en una marcha histórica. También en la convocatoria a un paro nacional, es un “día sin nosotras”, como le han llamado, estas dos acciones y su previo contexto están en la mirada del mundo.
Después, ¿qué sigue, cuál agenda consigna la lucha de las mujeres, cuál será la respuesta del gobierno?
Un logro a considerar es que se han difundido en todo el mundo las violencias en contra de las mujeres mexicanas, el feminicidio y las enormes desigualdades en que “sobreviven”.
La respuesta o respuestas del Estado y del gobierno -en sus tres niveles- y la impunidad están en tela de juicio, se exigen acciones inmediatas con la responsabilidad que tiene o ha tenido el Estado, Estado feminicida es la etiqueta. Además de la difusión mediática
internacional, el grupo de “Mexicanas en el extranjero” han expresado públicamente su apoyo a este movimiento tan poderoso, con largo aliento.
Con estos elementos, por fin hoy con fuerza, se ha vuelto la mirada hacia las desigualdades de género económicas y laborales. La violencia económica y las condiciones tan precarias en que sobreviven las trabajadoras del país, o sus dificultades para acceder a los puestos de dirección en cualquier actividad, sin olvidar los terribles efectos que esto tiene en la vida social o laboral, pero también en la posibilidad de padecer violencia física.
Si bien violencia económica -versus- violencia física regularmente se presentan y analizan en forma separada o disociada, lo cierto es que están estrechamente vinculadas; pese, a que en repetidas ocasiones y por décadas se ha insistido en ampliar el horizonte o incluir la arista económica para el análisis, pero también para la dimensión de políticas públicas, esto no es otra cosa que la dimensión social, rebasando la mirada estrecha de la relación hombre/mujer.
Es indispensable repetir y volver a repetir, enumerar y denunciar estas desigualdades, barreras o brechas que viven las trabajadoras.
Algunas son producto del patriarcado y machismo nacional, pero otras muchas de la omisión y complicidad del Estado, incluso de políticas equivocadas. ¡El Patriarcado NO se va a caer, lo vamos a tirar!.
¿Cuáles son las expresiones de estas desigualdades económicas?
Hay violencia salarial con altos índices de discriminación por ser mujer; brecha salarial porque a trabajo igual no corresponde salario igual; a mayor salario menor presencia femenina; reducida presencia en puestos directivos; una muy baja participación de las
mujeres en el mercado laboral; despidos por embarazo y pruebas de embarazo que son ilegales; la carga del trabajo doméstico y de cuidados recae básicamente en las mujeres, hay una enorme desigualdad; violencia laboral que incluye: acoso, hostigamiento y violaciones sexuales, donde lo que impera son las cifras del silencio, ante la posibilidad muy real de perder el empleo.
Conforme a datos de Inegi hoy cinco de cada diez trabajadoras están en la total indefensión porque carecen de derechos laborales. Sin acceso a servicios de salud, pensiones, accidentes de trabajo, créditos de vivienda o guarderías, entre otros aspectos sustantivos.
En síntesis: desigualdad y precarización como sinónimo de pobreza, no hay un empleo digno con un salario constitucional. Estos son los distintivos de la mujer trabajadora mexicana, innegables. Todo lo mencionado anteriormente han formado y forman parte de la columna Monedero de CIMAC.
Al respecto y precisamente el 8 de marzo, el periódico el Universal publicó un artículo de Herrera, Secretario de Hacienda, dedicado al tema económico y las Mujeres, es importante porque es inédito, nunca antes un Secretario del área económica había formulado algo así; este simple hecho puede interpretarse como que el Estado se encuentra ante una emergencia nacional, frente a la compleja condición que viven las mujeres, así como la insurgencia feminista.
En el artículo se hace mención al problema que representa la escasa participación femenina en el mercado laboral, lo más interesante es que para él una causa es que precisamente el Estado (y el forma parte de), no ha generado un andamiaje –vía políticas públicas- para sustentar las actividades económicas o laborales de las mujeres.
Según Herrera si las mujeres participaran igual que los hombres en el empleo remunerado el PIB percápita aumentaría al 22 por ciento, su efecto sería una considerable disminución de la pobreza nacional, cuando que ese indicador es negativo -1.1 y muy bajo. (Datos para el periodo 2013-2019, Inegi).
Aquí tácitamente se dice que el gobierno y el Estado no han hecho su tarea y de nuevo que se está ante una emergencia nacional, como lo afirman las feministas y otras organizaciones de mujeres, incluida la denominada derecha opositora capitalizando a su favor los errores/omisiones de hoy, combinada con la herencia de un pasado terrorífico.
Bueno, ahora y en el qué sigue cabe otra interrogante ¿cuál es la propuesta del gobierno para solucionar dicha problemática y poder llegar al anhelado 22 por ciento del PIB percápita?, parece que el gobierno en este 8 de marzo se sumó a las protestas, en lugar de plantear soluciones, como se espera.
Por otra parte y por desgracia los reclamos de las mujeres no sólo están en lo que no se ha hecho, también en lo que se ha hecho mal como la cancelación o reducción del gasto destinado a los refugios para las Mujeres o las Guarderías, porque son un importante
andamiaje que soporta a las trabajadoras (y son el tan anhelado 22 por ciento del PIB), ya que facilitan su acceso o permanencia en el mundo laboral.
¿Por qué es tan grave la cancelación de las estancias infantiles?. En aras de una política con austeridad muy justificable, a partir de febrero de 2019 se cancelaron las estancias infantiles de la actual Secretaría de Bienestar, se sustituyeron por apoyos o transferencias directas de recursos, muy limitados por cierto.
Y en efecto, este programa tenía serias deficiencias operativas y según los reportes oficiales corrupción, el punto es que no fueron sustituidas por nuevas guarderías en un entorno donde el déficit es muy amplio, porque atendían o atienden (las que sobrevivieron) a población abierta, trabajadoras sin seguridad social que son la mitad de las mujeres trabajadoras, nada más y nada menos.
Como era de esperarse esta medida ha provocado efectos muy nocivos para las madres trabajadoras y en especial para la niñez menor de 4 años, estos efectos están muy bien documentados en un artículo de Nexos titulado: “Sin estancias sin dinero: el abandono a las Madres Trabajadoras”, Natalia Torres.
“En los municipios que siguieron en el programa de estancias infantiles su cobertura disminuyó en más de la mitad y más de 150 mil menores de cuatro años ya no están cuidados o no se sabe cómo. En promedio la disminución de cobertura municipal es del 25 por ciento.
Las Entidades más afectadas son: Estado de México, con un 65 por ciento de disminución en las beneficiarias y CDMX muestra una reducción de 47 mujeres beneficiadas por las estancias, por Alcaldía”.
Un balance desastroso, muestra la falta de respeto a los derechos de las mujeres y de la niñez, es el Estado el primer obligado a la protección de la niñez. Son la carencia de derechos económicos, políticos. Causa y motivo del paro nacional, de las marchas y del muy justificado enojo y miedo con que hoy viven más de la mitad de la población del país.
En el caso de los refugios para mujeres que son víctima de violencia ya se han mal parchado las primeras reducciones, pero lo que tendría o tiene que hacerse y pronto, es aumentar considerablemente el número y calidad de estos refugios. Es en esa violencia doméstica donde se “fabrican” los feminicidios. ¡Nos están asesinado!, gritan las mujeres.
PD:
Pandemia económica. Los efectos del COVID 19 en la economía de México y en la del mundo (todo está globalizado), son algo que ocupa y preocupa a mas de dos.
 Caídas tan drásticas en las bolsas obedecen a que se prevé que en diversos lugares del mundo tengan que tomarse medidas restrictivas para evitar la propagación del virus
 Relevancia de China como la primera potencia manufacturera del mundo no se puede subestimar, implica desabasto en el suministro de insumos y en las cadenas de producción.
 Se reducen las estimaciones del crecimiento económico para el país, tanto por Banxico como por Organismos Internacionales. La encuesta de Banxico reporta una reducción para este año de 1.0 a 0.9 del PIB, en Banxico es de 1.3 pasa 1 1.0; mientras que para el FMI es 1.0 como crecimiento del PIB.
Las mujeres no aparecen muertas, son asesinadas

El catálogo de las injusticias

Por Carolina Vásquez Araya

Así como las niñas del hogar seguro, hay miles más esperando una justicia que no llega.

Escribo esto el 8 de marzo, una fecha simbólica para conmemorar la crueldad del patriarcado. Entre mensajitos floridos y frases cliché, se cuela la verdadera dimensión de la discriminación y la impotencia en la cual viven millones de mujeres en todo el mundo, víctimas de un sistema capaz de transformar su vida en una esclavitud legalizada. Claro que hemos avanzado… Hoy podemos celebrar nuestro derecho al voto, aunque aún –en pleno siglo veintiuno- nos toca luchar por una paridad a la cual tenemos pleno derecho. Hemos avanzado porque existen leyes contra el feminicidio, pero no hemos logrado una acción consistente de los sistemas de administración de justicia para prevenirlo y sobre todo para castigarlo.
Hemos avanzado en tecnología y conocimiento, claro que sí, pero nuestras niñas son privadas de su derecho a la educación y a la atención sanitaria, condenándolas a un futuro de servidumbre sancionado por una sociedad ciega a la dimensión de esa injusticia. Hemos avanzado en conciencia sobre las inequidades y al mismo tiempo avalamos un sistema patriarcal capaz de anular las capacidades y el potencial de una mayoría silenciada por prejuicios y costumbre. Hoy, mientras escribo con la sorda indignación de saber cuánto falta para alcanzar un estatus digno para niñas y mujeres cuyos derechos son violados con total impunidad, me regresan las imágenes de las 56 niñas heridas y calcinadas por orden presidencial en Guatemala, un día como este.
Hemos avanzado, pero no importa cuánto camino hayamos recorrido mientras persista la impunidad sobre las violaciones sexuales, el incesto, la esclavitud, la tortura, el asesinato, el tráfico de personas o la discriminación en el acceso a la educación. Es imposible presumir de desarrollo cuando hemos transformado en auténticas rehenes a la mayoría de habitantes en nuestros países, privadas de derechos elementales por decisión de quienes han convertido el poder político en un gueto impenetrable, cuya apertura depende de la voluntad de quienes temen compartirlo.
Hemos avanzado porque hoy, por lo menos, se puede debatir, denunciar, protestar. Pero los muros continúan sólidos gracias a la fuerza de las tradiciones, prejuicios y costumbres instaurados desde hace siglos para monopolizar los mecanismos de control sobre nuestras sociedades. Derribarlos, por lo tanto, no es más un atentado contra lo establecido, sino un deber ciudadano y un acto de justicia. Hoy podemos decir cuánto hemos avanzado porque ya somos capaces de proclamar ante el mundo la importancia de la soberanía sobre nuestro cuerpo. Sin embargo, falta ese tramo indispensable de la batalla para alcanzar un estatus legal desprovisto de estereotipos moralistas, impuestos por doctrinas religiosas cuyo propósito es someternos y anular nuestro derecho a la libertad.
El catálogo de las injusticias es un gordo tratado de restricciones y abusos que han ido desde lo más elemental, como un estatus jurídico que ha privado a las mujeres de sus derechos cívicos, hasta las aberraciones extremas como la tolerancia al incesto, los matrimonios forzados de niñas y adolescentes, los obstáculos para su normal desarrollo y la constante desvalorización de su naturaleza, como si nacer con sexo femenino fuera un defecto biológico. 
Este día 8 de marzo de 2020 dedico mi pensamiento a las 56 niñas del hogar seguro Virgen de la Asunción y a las miles de niñas y adolescentes recluidas en esos antros de miseria administrados por un Estado incapaz de velar por su integridad. Es mi homenaje y mi protesta.

Hemos avanzado, pero aún falta mucho por conquistar.

Niñas madres



En el actual Consejo Nacional de Población, los derechos de las niñas, niños y adolescentes cobran la mayor prioridad, y como reconoció recientemente la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, estamos frente a uno de los más duros momentos de la realidad que viven las niñas, niños y adolescentes del país. Además de feminicidios, se violentan sus derechos sexuales y reproductivos, muchas de ellas son víctimas de abuso sexual, de violación y de embarazo infantil.
El embarazo infantil es un acto de crueldad, no hay razón alguna para que existan niñas madres. Además de ser sujetas de protección, ellas son sujetas de derechos: a una vida libre de violencia y al ejercicio de todos sus derechos, incluyendo el respeto a su cuerpo, a su sexualidad y a postergar su vida reproductiva.
Mientras que en México, el embarazo en las adolescentes de 15 a 19 años presenta un descenso lento (pasó de 74 nacimientos por cada mil adolescentes a 69, en tres años, con 370 mil nacimientos en 2018, mil diarios), el embarazo infantil está creciendo y es un problema de mayor gravedad.
La tasa de embarazo infantil, la de niñas menores de 14 años, se dobló en 30 años: era de 1.15 nacimientos por cada mil niñas en 1991 y es de 2.8 nacimientos por cada mil niñas en 2018. En la actualidad se registran 12 mil 523 nacimientos anuales de niñas madres, 34 en promedio cada día. Las entidades con más alta maternidad infantil son Guerrero, Baja California Sur, Coahuila, Chiapas y Tamaulipas (estimaciones de Conapo con base en estadísticas vitales de 2016 y proyecciones).
Aunque hace falta comprender mejor el fenómeno de la maternidad infantil, sabemos que en muchas ocasiones se trata de niñas víctimas de violencia sexual y de matrimonios arreglados que no se denuncian. Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH, 2016) 2.5 por ciento de las mujeres declaran haber sufrido violación sexual en su infancia, en muchas ocasiones los agresores son familiares o personas cercanas: 27.5 por ciento señalan a los tíos como agresores, 15 por ciento señala a otro familiar, 13 a un conocido, 9.7 identifica a un desconocido, 9.3 a un hermano, 6.2 por ciento de las niñas señalan al padre como su agresor y 21 por ciento a otro.
En nuestro país, aunque la gran mayoría de las uniones o matrimonios son por voluntad, los motivos por los cuales las mujeres están unidas o casadas pueden también estar vinculados a embarazos, a violencias y hasta a transacciones económicas. Según la misma encuesta arriba señalada, 84 por ciento de las mujeres afirman que decidieron unirse o casarse porque la pareja se quería, 8.7 por ciento señala que se casó porque se embarazó y decidió unirse o casarse, 3.9 se unió porque quería irse o salirse de su casa, 1.2 por ciento se embarazó y la obligaron a casarse, 1 por ciento de las mujeres se las robaron en contra de su voluntad y tuvieron que casarse o unirse, y 0.5 por ciento de las encuestadas afirman que sus padres arreglaron el matrimonio o unión a cambio de dinero, regalos o propiedades.
Otro dato revelador de abuso de poder sobre las niñas, es la diferencia de edad de los compañeros. La mayoría de las uniones, matrimonios y maternidades de las madres menores de 14 años ocurren con hombres mayores, 40 por ciento de los progenitores de ellas tiene entre 15 y 19 años, 23 por ciento tiene de 20 a 24 años, 5 por ciento tiene entre 25 y 29 años y hay 3.6 por ciento que tiene hasta 30 años más que las niñas madres. Las desigualdades sociales siempre están correlacionadas con el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos. Es más común que exista mayor fecundidad temprana y discriminación hacia las mujeres en zonas donde predomina la pobreza y hay mayor población hablante de lengua indígena, áreas donde ocurre el mayor número de matrimonios infantiles forzados así como embarazos a edades tempranas. La escolaridad también se correlaciona, la mitad de las niñas madres tienen estudios de primaria incompleta y otro 30 por ciento apenas terminó la secundaria (Conapo, ibídem).
Acabar con las desigualdades y con la opresión hacia las mujeres es prioridad del gobierno actual. Desde el Conapo y con un conjunto de instituciones estamos relanzando la Estrategia para la prevención y atención del embarazo de adolescentes y niñas. Se incluyen políticas para prevenir, atender y sancionar la violencia contra las mujeres y niñas, difundir el ejercicio de derechos sexuales y reproductivos en los medios, educación sexual integral en las escuelas y centros comunitarios y fortalecer los servicios de salud sexual y reproductiva en centros de salud, incluyendo el acceso a la interrupción legal del embarazo de niñas, adolescentes y mujeres, el cual está despenalizado en caso de violación, en todas las entidades del país.

Fondo y crisis



La multitudinaria marcha del domingo pasado y la notoria ausencia de mujeres en sus trabajos cotidianos y las calles de varias ciudades fue un audible golpe civilizatorio. La andanada de protestas ha sido ruda muestra de la intransigencia que bulle en cada una de las manifestantes y huelguistas. ¡No más atropellos, basta de discriminación, vejaciones y miedo, no más muertas! La energía que derrama la protesta bien puede situarse a la altura de la épica de otros tiempos y por otras causas de opresión: derecho a votar y ser votada que, durante décadas, movilizó a millones de ellas. Tal y como fueron, también y en siglos idos, la lucha por su acceso a la educación, bien puede decirse con justa apreciación que estas rebeldías surgen desde lo más profundo de la historia humana. Basta revisar la actual situación de las mujeres desde la perspectiva de las distintas religiones para aquilatar el fondo del problema existente. En cada una de ellas, las condiciones reservadas al género femenino dista mucho de ser equitativo y justo.
La enseñanza que se recibe en todo el mundo deja que desear y ellas lo están aireando con toda la fuerza de un cambio de fondo indetenible. La numeralia que se ha desatado no deja dudas de la injusta distribución por géneros. Son ellas las que más trabajan, las menos pagadas por igual desempeño, las menos aceptadas en los círculos decisorios, las que tienen que superar más barreras para allegarse lo necesario para una vida digna. Esta problemática ha sido suficientemente explorada. Las armas argumentativas para sostener posiciones y llegar a la base de una cuestión que es la de este tiempo. Por lo visto (8M) y oído (9M), ya se tiene la capacidad de orientar acciones para dar salidas asequibles a los muchos reclamos. Las discusiones no pueden ni deben alargarse y, menos, caer bajo tutelas partidarias. Las diversas sociedades tienen el deber y la urgencia de responder al llamado y canalizar tan beligerantes actitudes. El feminismo actual exige, por derecho propio, ser escuchado y respetado. Basta de etiquetas de conservadores y anarquistas, basta de chistes degradantes y conductas perversas para espiarlas, para humillarlas, para insultarlas. Y, mucho menos, para matarlas.
Las mujeres no son propiedad de nadie sino de ellas mismas. La esclavitud, muy a pesar de haber sido abolida hace siglos, mantiene remanentes que todavía les causan daños irreparables. Habrá que luchar, junto a ellas, para aligerar esa carga tan inhumana que llevan. Quien persista en prácticas de señorío medieval y actúe como capataz por derecho heredado o divino, tiene que ser detenido, estigmatizado, llevado ante la justicia y castigado. La autoridad constituida no puede quedar al margen de la insoportable injusticia que muchas, casi todas las mujeres, aún padecen dentro de las sociedades. Llegó el momento del quiebre de la normalidad. Llegó el punto de inflexión con su carga transformadora.
En México se han acumulado grandes pasivos al respecto. Es un país, a escala mundial, con las mayores deudas al respecto. Son miles las que mueren a manos de los que se sienten sus dueños. Pequeños hombres insensatos, incapaces de respetar a sus parejas. Cobardes que no puede despojarse de su inferioridad frente a la que disiente y rechaza cualquier afán posesivo. Penetrar, sin sujeciones prácticas, económicas, partidistas o políticas en lo que han puesto en evidencia pública las mujeres, es indispensable. Máxime para aquellos que han hecho de la lucha transformadora su motivación básica. No sólo se está a salvo de tal cuestión por el hecho, reconocible, de buscar la paridad en sus diferentes modalidades: de cargos públicos, candidaturas, oportunidades de desarrollo, titularidad de programas sociales y conducción de los mismos, tal y como sucede hoy en día en este gobierno mayoritario y legítimo. Hace falta ir a las entrañas del reclamo y enfrentarlo sin titubeos y con imaginación. Lo que se tiene delante viene cimentado, arraigado en las honduras de la historia, en lo que se llama cultura secular: el feroz patriarcado. Un fenómeno con miles de formas subyugantes y sutilezas despreciativas para las mujeres. Hay que diseñar una forma institucional que lo tenga en la mira, lo estudie, analice, persiga y descubra en cada uno de los hombres que lo han usado en su beneficio o en sus muchos vicios e incapacidades hasta llevarlo a lo imposible.

Cuarta ola del movimiento feminista: el hartazgo ante siglos de extrema violencia


Autor: Karen Ballesteros

La cuarta ola del feminismo está aquí y tiene mucha fuerza. En México y América Latina, las manifestaciones masivas no tienen precedente: convocan a mujeres de distintas generaciones, clases sociales y grados académicos, pero con el mismo nivel de hartazgo y enojo por la violencia machista, en especial la feminicida

“Que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que sea la libertad nuestra propia sustancia”. Simone de Beauvoir
La ira y el hartazgo de millones de mujeres en México –y en el mundo– ante la violencia extrema, opresión y discriminación que sufren a diario han generado una nueva etapa de movilizaciones, a la que se le ha llamado la cuarta ola del feminismo. Y es que, tras cuatro siglos de lucha por el reconocimiento de los derechos humanos de este género, aún “no hay un cambio real”, consideran activistas y especialistas en teoría feminista.
Durante la última década, mujeres de todas las edades han tomado las calles, han parado escuelas y se han manifestado en edificios gubernamentales. Han gritado, pintado, quemado y roto; han cantado, bailado. Se han hecho presentes en diferentes espacios. Sin embargo, “sus demandas no se han resuelto”. Tan sólo en México, cada día asesinan a 10 mujeres por razones de odio, refieren datos de la Organización de las Naciones Unidas.
Estas movilizaciones, indican las especialistas, son la clara muestra de que la cuarta ola del feminismo “está más presente que nunca” y el principal objetivo es que se “reconozca nuestra autonomía y nuestro derecho a vivir una vida libre de violencia […]. La lucha más importante que estamos llevando a cabo es la emancipación de nuestros cuerpos del sistema de producción y de la vida de los hombres”, explica a Contralínea Karen Dianne Limón Padilla, activista feminista.
Existen muchas teóricas feministas que estudian cómo estos momentos de crisis cultural, política y civilizatoria se manifiestan en los cuerpos de las mujeres, lo que “siempre es con muchísima violencia”. Esto se debe a que el patriarcado –sistema básico de dominación del hombre sobre la mujer– está imbricado en el sistema económico y político, “provocando que estemos sometidas a diferentes opresiones y padezcamos la violencia brutal y cruel que estamos viviendo ahora”, indica Limón Padilla.
La violencia contra la mujer es cualquier acción o conducta, basada en el género, “que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”, establece la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer, denominada, Convención de Belém Do Pará.
“Desafortunadamente esto no es nuevo: desde el propio movimiento ilustrado se naturalizó la violencia contra las mujeres como el instrumento fundamental del dominio masculino”, asegura Leonardo Olivos Santoyo, integrante del programa de Estudios Feministas el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades.
“El dominio de los hombres sobre las mujeres descansa en la capacidad del patriarcado de generar una serie de discursos que consensuan la supremacía de los hombres y lo masculino, y el papel secundario de las mujeres y lo femenino. Cuando se agotan estos aparatos de consenso, la violencia siempre aparece como un recurso extremo que el patriarcado tendrá: el mecanismo disciplinador por excelencia.”
El especialista en el tema de género explica que el patriarcado ha hecho creer a los hombres que su masculinidad se expresa por medio de la violencia, no sólo en términos cuantitativos sino cualitativos: “esto ha provocado que se llegue a la brutalidad; [sin embargo] esto ya dejó de producir terror y ahora lo que produce es ira inconmensurable, extendida y muy presente en la conciencia y prácticas de las mujeres”.
Por consiguiente, añade, la cuarta ola del feminismo está aquí y tiene mucha fuerza. La masividad que tienen los movimientos de mujeres, en México y América Latina, es algo que no se había visto antes y su gran eje de articulación se da, justamente, contra la violencia.
En 2017 se registraron 742 feminicidios en el país, para 2018 la cifra aumentó a 884 y de enero a septiembre de 2019 se registraron 726 feminicidios; un total de 2 mil 352 feminicidios, de acuerdo con las cifras oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Sin embargo, en su informe Impunidad feminicida. Radiografía de datos oficiales sobre violencias contra las mujeres (2017-2019), la Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos Todos los Derechos para Todas y Todos señala que la estadística oficial sólo refleja “un porcentaje mínimo del total de muertes violentas de mujeres que ocurren a diario en el país, que a menudo son investigadas bajo otros tipos penales”.

Olas feministas

De acuerdo con Karen Limón Padilla, las luchas organizadas de las mujeres que generaron esta sublevación política –a través de la historia y en diferentes épocas– se han “coordinado y enuncian un sistema que ha sido injusto, desde [el hecho de] no reconocernos como seres humanos, mujeres inteligentes capaces de generar cultura y procesos organizativos”.
El feminismo también busca una concepción del mundo que ponga en el centro a las mujeres, a ellas que han sido sujetas relegadas del acontecer histórico: “una invitada de piedra, según feministas clásicas”, señala Olivos Santoyo.
Es así que a las etapas de mayor efervescencia teórica, intelectual, cultural, política y artística de las movilizaciones de mujeres se les conoce –desde la academia– como las “olas del feminismo”, y cada una de ellas enmarca denuncias y progresos específicos.
La maestra en estudios sociales Hedalid Tolentino Arellano, especialista en género, aclara que con la metáfora de la “ola” se pretende explicar cómo se ha ido transformando el movimiento feminista, sin que exista una ruptura total, pues “siempre habrá algo del momento anterior. Hay una continuidad y, en esa idea, se van recuperando trabajos y demandas anteriores”.
Tal como sucede en esta cuarta ola, donde lo que se vive es una intensidad del activismo feminista en las calles y dentro de las instituciones, frente a la resistencia que han encontrado las solicitudes de la primera, segunda y tercera ola.
“No se ha logrado mucho. Quizá habrá una igualdad formal y una paridad de género en el papel, pero demandas como el rechazo a considerar que la violencia es parte de la naturaleza masculina sigue siendo un tema incumplido”, dice la maestra en historia del género Gabriela Cano.
La primera ola surgió en el siglo XVIII como crítica directa al proyecto ilustrado moderno, que sólo reconocía los derechos del ciudadano hombre, pero a las mujeres se les consideraba “un complemento para que él llegara a serlo”, expone Hedalid Tolentino.
En estas primeras rebeliones se puso de relieve que las mujeres son seres humanos con derechos y con conciencia política. Fue entonces cuando las mujeres exigieron tener participación política, ser reconocidas como seres racionales, tener acceso a la educación y a un trabajo, expresa la también profesora adscrita al Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), campus Iztapalapa.
Sin embargo, fue hasta la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX cuando las mujeres tuvieron derecho al voto, así como a acceder a la educación. A esta etapa de manifestaciones masivas y de múltiples formas de expresión política, como las huelgas de hambre o el encadenamiento a edificios públicos, se le conoce como el “sufragismo”.
Posteriormente, en la tercera ola se cuestionó por qué las mujeres vivían subordinadas en el ámbito público y, sobre todo, en el privado. Fue en esa etapa de las décadas de 1960 a 1980 cuando se generó la “revolución sexual”, en la que se demandó el control y la autonomía del cuerpo. Fue el inicio de la “racionalización al discurso de la liberación sexual, cuyo precepto es que el núcleo de la opresión de las mujeres reside en la sexualidad”, apunta Leonardo Olivos.

Cuarta oleada: del terror a la ira

Así pues, el feminismo contemporáneo llegó con más fuerza “porque notamos que muchas de las cosas que dábamos por sentadas y que pensamos que habíamos ganado en otras épocas nunca fueron realmente alcanzadas, sino que fueron concesiones que nos dio el sistema y cuando éste decidió, nos las quitó”, asevera Karen Dianne Limón.
Como en cada etapa histórica, ahora se han registrado logros y avances, pero también retrocesos. Al respecto, la experta añade: “las mujeres habíamos estado gozando de derechos que el sistema nos quiso dar (tras una lucha organizada de varios años atrás), pero nos dimos cuenta que realmente no nos pertenecían, y que si no luchamos, si no salimos a las calles, esos derechos siempre van a estar en peligro”.
Desde 2011 se desataron múltiples movilizaciones estudiantiles en países de América Latina, donde las exigencias de mujeres contra la violencia se hicieron presentes, aunque en ese momento todavía su fuerza de convocatoria no era amplio. Fue a partir de 2017 cuando la oleada de manifestaciones de mujeres se avivó.
Ejemplo de ello es la Women’s March, que fue apoyada por 700 marchas hermanas en todo el mundo después de que Donald Trump tomó posesión como presidente de Estados Unidos en enero de 2017, pues su campaña electoral estuvo “plagada de insultos y vejaciones contra mujeres”, documentó la teórica feminista Nuria Varela Menéndez, en su libro Feminismo 4.0. La cuarta ola.
El calor de estas movilizaciones se extendió a diferentes países de Latinoamérica: Chile, Uruguay, Perú, Brasil y México. Con el grito de “Ni una menos” y “Vivas nos queremos”, las mujeres exigían un alto a la “violencia machista” y a la complicidad estatal.
Todo esto provocó que para el Día Internacional de la Mujer de 2018 las protestas recorrieran el mundo, lo cual –evidenció la investigación de Nuria Varela– fue un “momento de inflexión para la cuarta ola del feminismo”, pues para ese entonces el movimiento ya había acumulado “suficiente bagaje teórico y político, y la suficiente capacidad organizativa, para lanzar y resolver con éxito las acciones globales que reivindicaban sus peticiones, así como la fortaleza y determinación para seguirlas”.
A la par, en México, el desarrollo de la tecnología permitió la conexión entre mujeres de diferentes estados, lo que generó que las exigencias se consolidaran. “La acción social fue producto del uso de la tecnología”, indica Hedalid Tolentino, “y por acción social no me refiero solamente a las marchas, porque claro que son masivas, sino también a acciones importantes que visibilizan la violencia y dominación, como las campañas de denuncia”.
Sin embargo, la doctora y maestra en teoría política Amneris Chaparro Martínez considera que, si bien se está ante una situación “sin precedentes”, es muy pronto para decir si se trata de una cuarta ola del feminismo.
Para la investigadora, “hay que distinguir los movimientos de mujeres de los que son feministas: dentro de las manifestaciones vemos que no todas se asumen así y eso me parece importante. Si hay una cuarta ola apenas se está conformando, aunque no es necesario tener esta metáfora para notar el enorme arranque que tienen estos movimientos”.
Esto tiene que ver con la autodefinición, con cómo se sitúan las mujeres dentro de su planteamiento político y “me parecería un poco arbitrario señalar a una colectiva o a un grupo de mujeres organizadas como feministas, cuando ellas no se han asumido así. Quizás ellas tengan otra idea de lo que es el feminismo, que también es muy plural, pero sí hay que escuchar lo que dicen ellas”, explica la también investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género.

“Tranquila, hermana. Ésta es tu manada”

Mujeres, feministas, madres y familiares de víctimas de feminicidio, indígenas, estudiantes, trabajadoras, amas de casa, sindicalistas, académicas, desempleadas, lesbianas y activistas, en diferentes contextos, han generado que esta lucha sea masiva. Las expertas consultadas por Contralínea coinciden en que la intergeneracionalidad, interseccionalidad y la conectividad –mediante las redes sociales– son los rasgos distintivos de esta etapa de organización.
La activista Karen Limón Padilla comenta que en el movimiento actual hay feministas de tres generaciones, entre las que destacan las más jóvenes y niñas, quienes ya empiezan a empujar algunos debates desde la infancia. Sin embargo, “al ser tan jóvenes no conocen la historia del feminismo”, indica Hedalid Tolentino. Agrega: “aunque muchas mujeres se dejan llevar por la acción no son tan conscientes de la teoría, la cual sirve para conocer de qué manera actuar”.
Por su parte, Leonardo Olivos afirma que la edad es muy destacable, pues en la Universidad Nacional Autónoma de México son las más jóvenes las que han tomado la batuta en la organización de los paros y las tomas.
Amneris Chaparro agrega que, aunque sí se trata de una generación muy joven, no se limita a ella, pues hay mujeres que desde hace años han estado inmersas en la lucha. “Es algo que además vemos en sus pancartas por la forma en que hacen ciertas demandas, en las que nos dicen: ‘ya nos han quitado todo’, lo que indica que también hay generaciones que vienen de la precariedad económica”.
Al respecto, la historiadora Gabriela Cano opina que este feminismo tiene “un sello decididamente latinoamericano”, donde la participación de mujeres de distintas generaciones es la muestra del hartazgo y enojo, frente a muchos años de que las cosas no cambien, de inercias y resistencias de instituciones, de la política, de la cultura y del autoritarismo; “de personas y gobiernos que no quieren generar una verdadera transformación”.
“Nos encontramos en un país en el que la violencia contra las mujeres se encuentra latente. Eso tan desolador y tan abrumador interpela a mujeres de distintos lugares, historias y características, por lo que es muy interesante ver que este movimiento feminista llega a personas de todas las edades y de todas las clases sociales. A eso se le conoce como interseccionalidad”, explica Amneris Chaparro.
Las mujeres que ya tenían acceso a algunos derechos empezaron a estudiar, durante la tercera ola, de qué manera la violencia afectaba a diferentes mujeres, lo que permitió identificar que las distintas corrientes del feminismo tomaban en cuenta toda la variedad de situaciones contextuales, culturales e históricas de cada tipo de mujer.
“Es ahí donde notamos que no sólo era la clase social o la etnia las características que intervienen en las diferentes formas de opresión, también eran la preferencia sexual o el dialecto, pues no es lo mismo ser una mujer blanca, clasemediera, heterosexual, con acceso a la universidad, que ser una mujer negra, una mujer indígena o una mujer de clase baja; por ello es importante tomar en cuenta la variedad y la heterogeneidad de las mujeres”, señala la profesora de la UAM.
Hasta 2015, en México vivían más de 6 millones de mujeres indígenas y, de acuerdo con la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, son quienes sufren tres veces más discriminación: por razón de género, etnia y situación de pobreza. Sin embargo, por la falta de fiscalías especializadas para atender este tipo de delitos, no existen datos sobre los feminicidios en este sector.

“Juntas somos resistencia”

Los movimientos de mujeres se han expandido, difundido y diversificado gracias a la tecnología que las llevó a la masificación, a la organización, a la identificación como colectividad, a la distinción del enemigo y la identificación de las acciones para combatirlo.
Las redes sociales y los medios digitales permitieron que la democratización de las ideas feministas llegara “mucho más allá”, gracias al poder de convocatoria que tienen. Esto dio una característica única a la cuarta ola, pues ahora el feminismo está presente en los debates y en la agenda pública, “algo que otras manifestaciones no tuvieron”, explica la académica Amneris Chaparro.
En octubre de 2017 apareció una de las campañas de denuncia en redes digitales que más eco tuvo en todo el mundo: #MeToo. Un hashtag que impulsó a actrices, periodistas, estudiantes, académicas y trabajadoras a exponer los abusos sexuales sufridos en sus entornos laborales y educativos.
No fue la única, paulatinamente se presentaron más campañas con diferentes demandas: #HeForShe, un movimiento creado por Naciones Unidas que promovió la equidad de género; #MiPrimerAcoso, que expuso la primera agresión sexual de la que habían sido víctimas las mujeres; #FreeTheNipple, un movimiento que cuestionó la idea de que la exposición de los pezones de la mujer era algo “indecente”, a diferencia del torso de los hombres.
Le siguieron: #YoSíTeCreo, que legitimó las denuncias de hostigamiento, acoso y violación sexual; #NiUnaMenos, que exigía un alto a los feminicidios y, el más reciente, #ComoHombres, en el que se exponen los comentarios machistas que las mujeres reciben a diario.
La actividad femenina en las redes digitales ha aumentado, al contar con mayor capacidad y espacio para generar comunidades y, aunque la red feminista en México es amplísima, “nos conocemos a través de redes. Allí es donde cuestionamos, convocamos y nos movilizamos”, expresa la activista Karen Dianne.

“Nos quieren sumisas; nos tienen combativas”

El feminismo “es prácticamente inabarcable en toda su extensión y en toda su complejidad. Paradójicamente, la última reacción patriarcal es más violenta y reactiva que en épocas anteriores y trae consigo una corriente negacionista que no sólo pretende ningunear la teoría feminista, también [busca] cuestionar nuestro propio relato vital, castigar a quienes denuncian, insultar a quienes piensan colectivamente, criminalizar a quienes luchan por erradicar la violencia de género; en definitiva, volver a acallar nuestras voces”, explicó Nuria Varela en su libro Feminismo 4.0. La cuarta ola.
Gabriela Cano, investigadora del Colegio de México, afirma que la lucha de las mujeres no ha sido fácil, pues la resistencia y el rechazo de la sociedad a cambiar la organización que históricamente se ha tenido “surge del temor de los actores sociales y políticos a perder sus privilegios”.
La demonización de las mujeres que protestan, su ridiculización y la urgencia por silenciarlas son aspectos que han provocado que una parte de la sociedad legitime las diferentes formas de violencia que se ejercen contra las mujeres.
Tal es el caso del estereotipo generalizado sobre las feministas, el cual hasta hace 5 años las tachaba de “mujeres desagradables, enojadas y poco atractivas sexualmente”. Éste fue un contragolpe del patriarcado ante la inseguridad que provocan los reclamos y la fuerza del movimiento, una respuesta ante la pérdida de poder. “Hay una reacción de decir: ‘no me quiten mi comodidad, no me quiten las cosas que son ventajosas para mí’; una reacción frente a la pérdida de estatus o privilegios”, considera la investigadora Gabriela Cano.
La especialista en feminismos y estudios de género Amneris Chaparro observa que en contextos como el de México “tienes dentro del imaginario social una fuerza misógina que busca censurar, castigar y decir a las mujeres que hay cosas que no podemos hacer y que si queremos exigir nuestros derechos lo tenemos que hacer de cierta manera, porque hay maneras de ser ‘buena mujer’. Este discurso fija la atención en la parte más visible de la protesta: las intervenciones en monumentos o edificios, pero no en las demandas de justicia a favor de nosotras”.
Además, esto refuerza que las relaciones personales se encuentren enmarcadas en los estereotipos y roles de género, por lo que también “es necesario cambiar esas estructuras, que hacen creer a los hombres que nosotras somos cosas que pueden poseer porque ‘tienen el poder’. El obstáculo fuerte ahí es la historia que nos cosifica”, añade.
El maestro en estudios políticos y sociales Leonardo Olivos señala que el Estado mexicano no ha cumplido con los reclamos de las mujeres: “es omiso y cómplice; y, en concreto, las instituciones son torpes, lentas, burocráticas y simuladoras, pues han hecho pocos esfuerzos para procurar justicia”. Agrega que eso ocurre en una “cultura tan misógina, permisiva y tolerante, que dice que las mujeres son cosas que se pueden matar y poseer”.
Aunque, opina, dentro de la esfera gubernamental se desarrollan procesos complejos: en las propias instituciones “sí hay gente con un compromiso ético y político a favor de la vida y libertad de las mujeres”.
Al respecto, Hedalid Tolentino asevera que los obstáculos más grandes a los que se enfrentan las mujeres son a las instituciones, como la familia, la religión y la política, que refuerzan las tradiciones, los roles y la cultura estructural machista, así como las personas que establecen leyes y están socializadas bajo todas esas tradiciones.
La experta considera que en el ámbito federal el asunto comienza con el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, quien “no concibe el movimiento. Su manera de ser, cristiana y machista, está en el seno patriarcal, lo que no le ha permitido hacer conciencia y analizar la situación. Entonces las instituciones y, quienes las dirigen, son de los impedimentos más fuertes. No nos odian ahí, no es misoginia, sino que el patriarcado evita poder visibilizar lo que realmente está pasando”.
Entrevistado por separado, Leonardo Olivos coincide en el que el presidente no entiende qué es el feminicidio. “Lo que sí creo es que en otro contexto político ya habrían echado a la policía a andar.
Por su parte, Karen Dianne Limón Padilla señala que el gobierno no ha tomado en cuenta las demandas: “lo digo con mucho pesar, porque yo sí pensaba que era necesario un cambio en los mapas de poder de nuestro país, pero parece que este gobierno lo único que hizo fue retomar lo mismo. En las últimas semanas, nos han dado la lección de que somos nosotras quienes tenemos que impulsar los cambios: del poder no va a venir. En tanto no nos vean organizadas, el gobierno nunca va a atender lo que necesitamos”.

“El patriarcado no se va a caer, lo vamos a tirar”

El feminismo es odiado, como dijo Andrea Dworkin, porque las mujeres son odiadas; porque todo lo que hacen es con independencia del hombre y del sistema; porque lo que hace es restarles autoridad. “El feminismo es un reclamo de justicia en un país lleno de amos, donde no gustan los esclavos insatisfechos”, advierte la activista Karen Dianne Limón Padilla.
“Decirse feminista es ya un pronunciamiento político que significa: sé de dónde vengo, sé por qué estoy aquí, sé a dónde quiero llegar. Decirse feminista es tener conciencia histórica y política, lo cual es muy importante en un país donde todos los días más de 10 mujeres pierden la vida por el sólo hecho de serlo.”
La activista explica que la potencia del feminismo tiene que ver con la subversión de sus actos y discursos, lo que permite generar un empoderamiento colectivo para las mujeres. “Cada vez que hay una mujer que se suma, cada vez que una mujer pierde el miedo a hablar y que denuncia, abona a que las niñas, las mujeres y las más jóvenes vayan perdiendo el miedo a manifestarse”.
Respecto a cómo los partidos políticos se han “sumado” a la lucha feminista, Limón Padilla aclara que sólo “se están montando en la ola” porque ven que ya no la para nada; además, lo único que quieren es aprovechar la base social que ha generado este movimiento, cuando nunca antes se habían preocupado por generar condiciones favorables para los liderazgos feministas y de mujeres”.
La activista indica que ahora es el momento de que las mujeres que se dicen feministas realmente lo sientan, que se den cuenta que es una forma diferente de sentir la vida. “Algunas mujeres lo hacen sólo por lucirse o por mero oportunismo político; quisiera que esas mujeres abracen desde el corazón ese llamado. Si eso pasa, creo que este mundo y nuestro país cambiarían muchísimo”.
Este cambio, considera, sería posible si las autoridades entendieran de qué se tratan las movilizaciones de las mujeres, por qué es importante que tengan una voz y que sean escuchadas en las políticas públicas y en los presupuestos, pero si hay un jefe de Estado o un presidente que no considera que las demandas son urgentes, legítimas e importantes no habrá diferencias importantes en el país. El actual movimiento no tiene precedentes: las movilizaciones y los llamados masivos e inmediatos de las mujeres son el punto de quiebre para alcanzar una igualdad real.
“Hay una frase que me gusta mucho de Patricia de Souza [escritora peruana] que decía que ‘ninguna ley va a cambiar lo que las mujeres no seamos capaces de imaginar de otra manera’. Lo importante es tener la posibilidad de buscar lo imposible. Antes, las mujeres pensaron en estudiar y les dijeron que no se podría, pero ahora lo hacemos”, recuerda Limón Padilla.
“Creo que es momento de ser muy valientes y rescatar esa consigna del movimiento estudiantil de 1968 que decía: ‘seamos realistas, pidamos lo imposible’. Si creemos que vivir en un país donde las mujeres puedan ser libres y sus vidas sean respetadas, si creemos que eso es imposible, es el momento justo de ir por eso, por todos esos imposibles”, finaliza.
Karen Ballesteros
[INVESTIGACIÓN] [SOCEDAD ] [SEMANA]

Aprueban creación de registro público de agresores sexuales en CDMX


Ciudad de México. El Congreso de la Ciudad de México aprobó la creación del Registro Público de Agresores Sexuales, propuesto por la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, doctora Claudia Sheinbaum Pardo, en diciembre del año pasado, como parte de una estrategia de prevención de la violencia contra las mujeres.
Con este registro, las personas sentenciadas por feminicidio, trata de personas, violación o turismo sexual estarán inscriticas en esta base de datos, que será pública y abierta, por un periodo de 10 años a 30 años, dependiendo de la gravedad del delito. Allí estará su fotografía, nombre, edad, alias y nacionalidad

Este martes 10 de marzo, diputadas y diputados aprobaron las reformas al Código Penal, la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, para crear este registro.
La diputada del Partido del Trabajo, Jannete Guerrero Maya, aseguró que con esta propuesta las niñas, los niños, adolescentes podrán “ubicar a quienes han sido sentenciados por violación, por turismo sexual, trata de personas” y abonará a inhibir conductas delictivas.
Enseguida, la legisladora Paula Soto Maldonado (MORENA) resaltó que el Registro era necesario y urgente. “Crearlo representa una herramienta de protección pública, las víctimas podrán identificar a los delincuentes. Con el Registro será posible ver los datos de violencia contra las mujeres. Hemos dado un paso, pero no hemos llegado a la meta”.

En tanto, la diputada Martha Ávila Ventura, coordinadora del grupo parlamentario de MORENA, aseguró que con las reformas y adiciones al Código Penal, la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes se permitirá facilitar los mecanismos de investigación en delitos de carácter sexual.
“Con las reformas, la Ciudad de México contará con un Registro de Agresores Sexuales como mecanismo de prevención y protección de las mujeres. Se contempla incorporar los nombres de quienes tienen sentencias firmes de carácter sexual, al mismo tiempo se garantiza la presunción de inocencia “, dijo.
El diputado Emmanuel Vargas Bernal, presidente de la Comisión de Atención Especial a Víctimas, consideró que las reformas y adiciones a diversos ordenamientos de la ciudad representan un gran avance en favor de las víctimas, en casos de abusos sexuales. “Se ha avanzado en un tema que no fue atendido por las administraciones pasadas”.

“Ahora se tienen reformas importantes. Continuamos con el trabajo legislativo en pro de las víctimas. Avanzamos en una mejor sociedad, protegiendo a las niñas, niños, adolescentes y mujeres”, añadió.
Por el grupo parlamentario del PRD, el diputado Jorge Gaviño Ambriz aseguró que el dictamen en discusión tenía errores. Incluso, dijo, “esto es un intento de propagada política para dar el mensaje a los medios –de comunicación- en el sentido de que el gobierno atiende los delitos de feminicidio”. Ofreció algunas cifras: Las violaciones en el año 2017 alcanzaron una cifra de 305; en el año 2018 se reportaron mil 397; en el año 2019 fueron mil 453; en feminicidios el comportamiento fue de 37 (año 2017), 43 (año 2018) y 71 (año 2019).

“No estamos aprobando un sistema para atender el problema. Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, España, Irlanda,  Argentina, Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda tienen un sistema y aquí estamos haciendo parches al Código penal particularmente, por eso digo que hay un desaseo en la reforma”, indicó.
Después, el diputado Miguel Ángel Salazar, del PRI, enfatizó que el Registro es un gran paso, “aunque deseo que se mejore y rectifique realizando un sistema”.
Observó algunos riesgos con las reformas a ordenamientos locales: “El Registro público será de uso irracional, es inconstitucional; también la penalidad es una gran aberración. Los principios de legalidad establecen que no podemos ser sancionados dos veces por el mismo hecho, incurrimos en violación al principio general del derecho”.

DIPUTADAS Y DIPUTADOS PRESENTAN RESERVAS AL DICTAMEN

En el desarrollo de la discusión del dictamen, diputadas y diputados presentaron sus reservas al proyecto de decreto. La diputada Leonor Gómez Otegui, del PT, presentó sus reservas, a través de las cuales pidió que el documento se redactara con un lenguaje incluyente. Su propuesta fue aprobada.
Después, la legisladora Donají Olivera, de MORENA, presentó sus reservas, una de ellas es para establecer la obligatoriedad para la Secretaría de Gobierno a publicar en su portal electrónico el Registro; otra fue para que la misma Secretaría tenga como máximo 90 días naturales para crear el Registro, mismas que fueron aprobadas por el pleno.
También el legislador Eduardo Santillán Pérez, presidente de la Comisión de Administración y Procuración de Justicia, presentó su reserva para cambiar el encabezado del dictamen, propuesta que fue aprobada.
La congresista Valentina Batres Guadarrama, de MORENA, también presentó reserva; a través de ella pidió modificar –en el Código Penal- el término de condenado por el de medida de seguridad. Propuesta que también fue aprobada.
Después de desahogar las reservas, el dictamen se aprobó en lo particular: 47 votos en favor, cero en contra y tres abstenciones.

Violencia contra mujeres va en aumento


Ciudad de México.- A pesar de los compromisos internacionales de México por adoptar las medidas apropiadas para garantizar los Derechos Humanos y las libertades de las mujeres, ellas siguen experimentando violencia, que de acuerdo con cifras oficiales ha ido en aumento.
Un análisis del Instituto Belisario Domínguez, con base en información de datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, indica que la tasa de homicidios de mujeres en México va en aumento: En 1995 se registraban 3.2 asesinatos de mujeres por cada 100 mil habitantes, pero para 2018 la cifra ascendió a 5.7.
La revisión histórica de los asesinatos muestra que, después de una ligera disminución de estos crímenes en el periodo de 1995 a 2007, en 2008 la tasa de homicidios ha experimentado un constante aumento, pasando de 2 mujeres víctimas de homicidio por cada 100 mil habitantes en 2007 a 5.7 en 2018.
Las cifras revisadas del lnegi, dan cuenta de que las mujeres víctimas de homicidio son principalmente jóvenes entre los 18 y 35 años y con bajos niveles de escolaridad, máximo secundaria. Además, el Instituto Belisario Domínguez resalta que, después de 2009, el principal sitio donde ocurre la violencia, que ocasionó el homicidio de una mujer, deja de ser la vivienda y pasa a ser la vía pública.
Por otra parte, el análisis también incluye cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que indican que las presuntas víctimas de feminicidio aumentaron en más de un 100 por ciento, entre 2015 y 2019, pasando de 426 a mil 10 víctimas de este delito.
A la par, las presuntas víctimas mujeres de trata de personas han disminuido en el periodo de 2015 a 2019. Sin embargo, organismos internacionales como el Comité de expertas de la CEDAW (Convención para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, CEDAW, por sus siglas en inglés) y nacionales la Comisión Nacional de los Derechos Humanos han señalado los problemas de información en México en esta materia.
Según cifras del Secretariado Ejecutivo, las entidades federativas con mayor número de presuntas víctimas de feminicidio en 2019 fueron Veracruz con 165 víctimas de este delito, Estado de México con 125, Ciudad de México con 71, Nuevo León con 67, Puebla con 60 y Jalisco con 57.
Las entidades con las tasas más altas de presuntas víctimas de feminicidio fueron Morelos y Veracruz ambas con 3.8 por cada 100 mil habitantes, seguidas de Colima con 2.8, Sonora con 2.7 y Sinaloa con 2.5.
Con estas cifras, el análisis resalta las obligaciones del Estado mexicano en esta materia de violencia contra las mujeres, por ejemplo, el deber de cumplir con las recientes recomendaciones del Comité de expertas de la CEDAW que se realizaron en 2018 y las sentencias que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) ha emitido al Estado mexicano por casos de violencia contra las mujeres.
Estas observaciones, indica el documento, permiten identificar tres causas recurrentes que agravan esta problemática: La falta de mecanismos eficientes y adecuados para acceder a la justicia; las deficiencias en los procesos de investigación para dar con los responsables y sancionarlos; y, la falta de recursos humanos, técnicos y financieros a programas y políticas dirigidas a las mujeres.
20/AGM/LGL