7/16/2023

El plan de seguridad de Marcelo Ebrard

 sinembargo.mx

Carlos A. Pérez Ricart

Recibí la noticia con gran gusto: Marcelo Ebrard presentaría, el pasado lunes 10 de julio, su plan de seguridad para el siguiente sexenio. Al fin algo original, pensé. En medio de esta extraña precampaña sin debates ni propuestas, había algo que observar, un lugar hacia donde mirar. La promesa del excanciller no era menor: un plan de seguridad dirigido a que podamos disfrutar “el México más seguro de la historia”. Escuché, atento, sin prejuicios.

La decepción fue grande. Ebrard presentó, en el mejor de los casos, un proyecto de equipamiento tecnológico; en el peor, una expresión de autoritarismo acicalada de modernidad y conceptos efectistas. Al excanciller se le olvidó que compite por la presidencia de la República y no por una vacante como vendedor de productos de seguridad.

La presentación duró 15 minutos, lo mismo que una plática estilo Ted Talk; el corazón del plan apenas ocupó seis minutos. Seis. Lo primero que hizo Ebrard fue presentar el acrónimo A.N.G.E.L, acrónimo forzado (forzadísimo) de Avanzadas Normas de Geolocalización y Seguridad. Luego, el excanciller, leyendo un papelito, aludió a una retahíla de herramientas tecnológicas potencialmente utilizables en México: reconocimiento facial, servicios de identificación de uso de armas, reconocimiento morfológico de delincuentes para “evitar feminicidios”, así como el uso de rastreadores de vehículos conectados, de drones para localizar vehículos, de cámaras inteligentes para elementos de la Guardia Nacional y de una “macro aplicación” de inteligencia artificial” que “conecte todas las bases de datos de México”.

Los términos no tienen mucho que ver entre sí, pero suenan modernos, adelantados, sofisticados, conceptos con los que Ebrard busca identificarse. Es un espacio donde se siente cómodo, más allá de que entre la superposición de conceptos complejos y la realidad social del país apenas haya relación.

Insisto: el plan de Marcelo es, en el mejor de los casos, una propuesta de equipamiento tecnológico del sector seguridad. Una tan básica que no deja ver, siquiera, una mirada crítica sobre los potenciales riegos que este tipo de tecnologías traen consigo, un tema que, de tan amplio, no me da tiempo de tocar en esta columna.[1]

En toda la presentación de A.N.G.E.L. no existió mención alguna de las policías que realmente existen en el país, las locales y las estatales. La Guardia Nacional monopolizó el discurso. Tampoco hubo palabra alguna sobre el sistema de justicia y el papel que juegan comunidades, fiscalías, jueces y magistrados en ese andamiaje. Nada.

¿Qué rescato de A.NG.E.L? La preocupación por consolidar y centralizar la información ya existente. En México hay bases de datos distribuidas por todo el país sin comunicación entre sí. Sin embargo, la causa de la fragmentación está menos en la ausencia de soluciones tecnológicas y más en el torpe y anquilosado federalismo sobre el que funcionan las instituciones estatales. Bastaría una cédula de identidad nacional con datos biométricos elementales —algo tan simple como eso— para, por poner un ejemplo, identificar no solamente criminales, sino víctimas y cuerpos en los Servicios Médico Forenses del país. Reitero: una cédula de identidad, como en cualquier país del mundo. Una herramienta básica del Estado moderno que no existe en México.[2] Tan simple. Tan lejano. Tan antiguo. No se necesita Inteligencia Artificial para entenderlo; se necesita inteligencia, a secas.

Comparto también con Ebrard la necesidad de subrayar el uso de la tecnología en la búsqueda por reducir el crimen. La premisa es correcta: la tecnología es útil. Muy útil. En este espacio he alabado el sistema de videocámaras de la CDMX, uno de los mayores del mundo y pieza clave para reducir la inseguridad en la ciudad.[3] Utilizar, con responsabilidad, cuanta herramienta esté disponible para prevenir el crimen y perseguir delitos no es un punto de partida equivocado. El problema es que en este tema —como en otros— la tecnología acompaña, no lidera; es un artefacto ulterior, no la base del proyecto; es accesorio, no toral.

La tecnología es útil ahí en donde los andamiajes políticos ya funcionan, pero no los pone a trabajar. Ebrard no inventa nada. Llevamos siglos pensando que los problemas sociales asociados al crimen son de orden tecnológico y no estructural. Al hacerlo nos equivocamos doble: oscurecemos las estructuras y dinámicas sociales que dan pie a la preexistencia del crimen y no terminamos de resolver el problema. Es una quimera.

Esto no es banal. El reto de seguridad en el país no reside en identificar delincuentes o generadores de violencia, sino en permitir los espacios de colusión entre instituciones públicas y actores ilegales. El reto de las instituciones mexicanas no es —hace mucho que dejó de serlo— ubicar la localización geográfica de un presunto criminal, sino evitar que éste se coluda con autoridades estatales. El principal problema del plan de Ebrard es que propone soluciones para una situación que ni siquiera logra diagnosticar de forma correcta. Tal como me lo decía un viejo maestro: no hay forma de responder a una pregunta mal planteada.

Termino. Tengo para mí que Marcelo Ebrard fue un buen canciller y un mejor jefe de gobierno. Es uno de los perfiles del partido en el gobierno que más me gustan. Creo que puede ser un buen presidente. Quiero pensar que lo del lunes fue un tropiezo, una mala idea. Sus asesores me aseguran que se trata, apenas, de uno de los varios pilares de una estrategia integral, la antesala a la presentación de una verdadera hoja de ruta que explique cómo solucionar el problema de la seguridad en México. Ojalá.

Si a lo que aspiraba Ebrard era a ganar el ciclo noticioso aun a costa de una imagen negativa, entonces A.N.G.E.L tiene sentido. Ahí tiene el “golpe de efecto” que buscaba. Si, en cambio, pretendía mostrarse como un jefe de Estado con una idea clara de los retos de seguridad pública que enfrenta el país, la presentación fue un rotundo fracaso. Con funciones de teatro como las del lunes, Ebrard se aleja del perfil del estadista responsable y se acerca a las del tecnócrata timador. Es una lástima, por él y por el país.

[1] Recomiendo, para una introducción: Julia Angwin, Jeff Larson, Surya Mattu and Lauren Kirchner, Machine Bias, ProPublica, mayo 23 de 2016. Véase: https://www.propublica.org/article/machine-bias-risk-assessments-in-criminal-sentencing

[2] Recomiendo: Vanessa Romero, El INE y el monopolio de nuestra identidad, Sentido Común, 23 de noviembre de 2022. Disponible en: https://sentidocomunmx.com/el-ine-y-el-monopolio-de-nuestra-identidad/

[3] Carlos A. Pérez Ricart, 5 en CdMx y su papel para reducir la violencia, Sin Embargo, 29 de marzo de 2002. Disponible en: https://www.sinembargo.mx/29-03-2022/415213

Carlos A. Pérez Ricart

Carlos A. Pérez Ricart es Profesor Investigador del CIDE. Es uno de los integrantes de la Comisión para el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico (COVeH), 1965-1990. Tiene un doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad Libre de Berlín y una licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México. Entre 2017 y 2020 fue docente e investigador posdoctoral en la Universidad de Oxford, Reino Unido.

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