4/02/2010

La intervención

Luis Javier Garrido

El gobierno panista de Felipe Calderón ha llegado a una plena abdicación y demanda lo mismo al Pentágono que intervenga en México para garantizar la seguridad pública que a las empresas multinacionales exploten el petróleo mexicano para recuperar la producción.

1. La noticia de que el presidente de facto Felipe Calderón pidió al gobierno de Barack Obama la intervención en territorio de México del ejército estadunidense para supuestamente ayudarle a “luchar contra el narco”, en abierta violación a la Constitución y en un acto de franca traición a la patria, y que fue divulgada en una pretendida indiscreción por Janet Napolitano (secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos) en el curso de una entrevista radial en el programa All Things Considered de la National Public Radio, el 24 de marzo (Proceso, número 743, 28/3/10) es de una gravedad sin precedentes en el México contemporáneo.

2. El Congreso de la Unión, que formalmente sigue siendo la representación de la nación, quedó una vez más en entredicho por la petición hecha a Washington por el Ejecutivo espurio, que constituye una afrenta para todos los mexicanos, y si los legisladores ahora aprovecharon las vacaciones de la Semana Santa (a las que se fueron con bonos vacacionales y de transportes que en los últimos seis meses equivalen ya a 100 millones de pesos) para simular que desconocen la gravedad de la situación, a su regreso no podrán no darse por enterados, pues ello equivaldría a una burla a la Constitución y a la nación, por lo que tendrán que actuar, y en serio, dejándose de pronunciamientos baladíes, pues de lo contrario incidirán en la gravísima crisis que se ha abierto por las acciones militares de Calderón tendientes a fortalecer un escenario de desastre que propicie mayor intervención de Washington.

3. La demanda expresada por Calderón al presidente estadunidense constituye desde el plano político no nada más una imbecilidad que lo relega al papel de comparsa de los halcones del Pentágono, comprometiendo a la clase política en su conjunto, sino que es, desde el plano constitucional, una felonía que configura el delito de traición a la patria tipificado en el Código Penal Federal, cuya comisión, de acuerdo con el segundo párrafo del 108 constitucional, constituye una de las dos gravísimas causales por las que el titular del Ejecutivo puede durante el tiempo de su encargo ser acusado, destituido y procesado conforme a las leyes penales mexicanas, todavía en vigor.

4. La derecha mexicana ha tenido siempre la mirada puesta en el extranjero, pero desde el caso de José María Gutiérrez de Estrada y de los autodenominados notables conservadores, que en 1860 gestionaron ante Napoleón III y otras casas reinantes europeas el establecimiento de una monarquía en México ofreciendo la corona de nuestro país a Fernando Maximiliano de Habsburgo, no se había visto un caso de abdicación nacional como el de Calderón y los panistas, que en tres años no han hecho otra cosa en materia de seguridad pública que comprometer la seguridad nacional hundiendo al país en un escenario de violencia para hacerle el juego como malos actores de reparto a la derecha intervencionista estadunidense.

5. La escalada de las exigencias intervencionistas se ha hecho más abierta en Estados Unidos luego de la reunión en México del gabinete de seguridad de Obama, encabezado por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, el 23 de marzo, y de que se divulgara al día siguiente la petición al presidente Obama del fracasado Calderón, pues ello está aconteciendo sin que medie protesta alguna de parte de México, como hubiera sido el caso en otros momentos de nuestra historia, y sin que la clase política mexicana se dé por enterada.

6. Los acontecimientos parecen todos concatenarse como si fuesen parte de una farsa en la que las autoridades mexicanas actúan como partiquinos. El ex candidato republicano a la Casa Blanca en 2008, John McCain, exigió se mandaran tropas de Estados Unidos a la frontera el lunes 29, y un día después el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, ordenó el envío de soldados de la Guardia Nacional para patrullar la zona limítrofe con México, mientras urgía a la administración de Obama incrementar la presencia de agentes federales en la zona, en tanto que Jan Brewer, gobernadora de Arizona, declaró a la cadena Fox que no descarta ordenar un despliegue similar en el marco de la Operation Jump Star, que recordó fue creada en 2006 por George W. Bush (El Universal, 1/4/10). Frank Mora, subsecretario de Defensa para Asuntos Hemisféricos, no tuvo entonces empacho en declarar con desparpajo lo que ya se sabía: que asesores estadunidenses actúan libremente en México en el contexto de un proceso de franca colombianización de la realidad mexicana (El Noticiero de Televisa, 31/3/10).

7. El escenario que se ha fabricado en México de generar un amedrentamiento en el pueblo a fin de facilitar la imposición de las políticas de la derecha, y en particular para imponer los programas neoliberales que exigen a los panistas el capital financiero y el gobierno de Washington con el objetivo de alcanzar la cesión de recursos estratégicos va a seguir.

8. A nadie sorprendió que tanto Obama en Washington como la secretaria de Energía de Calderón, Georgina Kessel, anunciaran de manera simultánea el mismo día 31 que Estados Unidos explorará (y explotará) en el Golfo de México, es decir, en territorio mexicano, yacimientos petroleros transfronterizos, y que Kessel aproveche la ocasión para evidenciar la impotencia y la incapacidad panista como su entreguismo y lanzar una demanda desesperada de ayuda a las trasnacionales para que el gobierno de Calderón pueda recuperar la producción petrolera (La Jornada, 1/4/10).

9. El supuesto recule de Felipe Calderón al anunciar el retiro gradual del Ejército de Ciudad Juárez y su remplazo en la responsabilidad de los futuros operativos por la Policía Federal (PF), no es sino un mero repliegue táctico ante el desprestigio absoluto de las fuerzas armadas y la creciente ira popular, evidente en la marcha de Monterrey del día 28, que en vano intentó boicotear el gobierno federal. El escenario de violencia generado por el gobierno panista va a proseguir, pues además de servir a la estrategia de las multinacionales, tiene propósitos domésticos de índole facciosa. Para la derecha mexicana 2012 se ha vuelto una obsesión ante el temor de perder Los Pinos, por lo que no conciben unas elecciones presidenciales si no es en un escenario de violencia.

10. La crisis nacional se agudiza por las acciones de un gobierno que no defiende los derechos del pueblo mexicano, sino los intereses trasnacionales, y que sigue contando con la complicidad del Congreso en su afán entreguista.

Guerra civil
Jorge Camil


Quítese la venda de los ojos. ¿Guerra contra el narco? ¿Contra el crimen organizado y contra la delincuencia? ¿Guerra de los malosos (Zedillo dixit) contra los niños buenos de la sociedad civil? Al quitarse la venda de los ojos cierre los oídos a la publicidad oficial. Considere que hasta hace poco los malos no participaban en la guerra mediática. ¿Para qué? Dormían en los laureles del proverbio evangélico: por sus obras los conoceréis. Y como Satanás y el pecado, se dieron a conocer. ¡Y cómo!

Hoy recapacitan. Conscientes del valor de la publicidad retan al gobierno con armas tan poderosas como los cuernos de chivo. Florecen narcomantas y cadáveres colgando sobre la vía pública. ¡Terrorismo! El gobierno quita las mantas y remueve los cadáveres, pero el mensaje permanece y se difunde en los medios, y el Presidente contesta en algún acto público que no viene al caso iniciando, como dicen los españoles, un diálogo de besugos (¿qué horas son? Es jueves). Todos se comunican mediante discursos republicanos y narcomantas. Una auténtica sociedad de locos.

El problema son los muertos, que continúan abarrotando los servicios médicos forenses. Más de 15 mil en lo que va del sexenio. Cinco mil por año. Así llegaremos a 30 mil (los sociólogos consideran que un conflicto interno se convierte en guerra civil cuando arroja mil muertos al año). Soldados, marinos, policías, sicarios: ¡todos mexicanos! Y a últimas fechas civiles. (Según Sedena mil 326 niños y mil 80 mujeres.) Niños de prepa, tildados de pandilleros en Juárez y masacrados en Durango; estudiantes de posgrado (futuro de la patria) confundidos con sicarios. Amas de casa (la sal de la tierra). ¿A quién le importan el PIB y la tasa de cambio? ¿Quién teme a la inflación? ¿Dónde quedó el hoyo de mister Carstens? Ya lo dijo Hillary: sin seguridad no hay inversión. Así que no se preocupe por lo económico. Está igual o peor. Antes decían la bolsa o la vida. Hoy tenemos más opciones: morir de A/H1N1, perder el empleo o dejar el pellejo en un fuego cruzado.

Quítese de cosas, esto es una guerra civil. Más confusa y agresiva que en Irak, donde sólo luchaban sunitas y chiítas entre sí, y contra los chicos de George W. Bush (murieron 5 mil marines en los cinco años de la guerra: ¡una bicoca para las cifras de la guerra mexicana!). Lo único que nos faltan son bombas a la orilla del camino y en los mercados públicos. Pero vendrán, téngalo por seguro. Hay estados vencidos por la delincuencia: Chihuahua, Sinaloa, Baja California, Tamaulipas, Durango, Guerrero, y ahora Nuevo León; ciudades convertidas en campos de batalla a plena luz del día, y aterrorizadas de noche por caravanas de camionetas blindadas: Juárez, Tijuana, Acapulco, Cuernavaca, Mazatlán, Torreón, Monterrey.

Esta minoría ridícula, como la llamó Calderón, obligó a los más poderosos secretarios de Obama a trasladarse a México para corregirnos la plana. La visita fue en cierto modo innecesaria, porque ya la boquifloja de Janet Napolitano nos había anticipado que la participación del Ejército Mexicano no está funcionando. Y 59 por ciento de los mexicanos estuvieron de acuerdo en la última encuesta. Todos quieren el regreso de los militares a los cuarteles; todos desean escuchar el toque de retirada. Gracias generales, oficiales y tropa. Con la pena, los regresamos a sus cuarteles sin protección legal, con los laureles marchitos y la excelente reputación de antaño en tela de juicio.

Estamos dispuestos a abandonar la plaza a un enemigo que formó pequeños gobiernos. Cobran impuestos, imponen leyes y cuentan con fuerza pública, reconoció Calderón. Pequeños gobiernos que retan a un gobierno central cada vez más débil. Ya lo había reconocido Calderón en Madrid el año pasado, pero hoy añadió un dato más importante: dijo que las funciones asumidas por la delincuencia son las que definen un gobierno. ¿Está todo perdido?

Para Calderón somos un Estado en riesgo de ser inviable si se trata de justificar la guerra contra el crimen, pero estamos lejos de caer en el calificativo de Estado fallido cuando no es necesario esgrimir justificación alguna. Jorge Castañeda y Rubén Aguilar consideran que en esta guerra, perdida de antemano, Calderón olvidó las tres recomendaciones de Colin Powell cuando Estados Unidos se lanzó a la primera guerra del golfo Pérsico: fuerzas suficientes para avasallar al enemigo, una clara estrategia de salida y una más clara definición de lo que constituye la victoria. Nadie sabe, porque las cifras oficiales se guardan celosamente, si los 94 mil elementos involucrados son suficientes para avasallar al enemigo, pero los pobres resultados indican que no. En cuanto a la estrategia de salida recomendada por Powell, y a la clara definición de lo que constituye la victoria, resulta obvio que nuestro gobierno no tiene ni idea.

Las recomendaciones de Powell fueron seguidas exitosamente por Bush padre para liberar Kuwait. No obstante, en la invasión de Irak, las mismas recomendaciones fueron ignoradas por Bush hijo con los tristes resultados que conocemos. Éste es el caso de México.

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