12/23/2010

Las mujeres y el género en una comunidad indígena

Entrevista a Dina y Estela de la Comunidad de Amaicha del Valle, en Tucuman

“Hay todo tipo de violencia: sexual, familiar, laboral, verbal, en las oficinas públicas”

Sandra Chaher

Buenos Aires, 23 dic. 10. AmecoPress/Artemisa.- Amaicha del Valle es una comunidad diaguita de Tucumán que a fines de los años ’90 recuperó sus tierras. Hace un año, las mujeres de este y otros pueblos decidieron organizarse para asistirse mutuamente frente a los problemas, que en el 2010 abundaron: dos suicidios adolescentes y el brutal feminicidio de una anciana chamana.

Amaicha del Valle es un pueblo en medio de los valles calchaquíes donde la luz ciega. O el sol es muy fuerte por estar a dos mil metros de altura, o se potencia el reflejo sobre las rocas y montañas poco verdosas. Se llega después de atravesar la humedad de Tafí del Valle, con plantas sudorosas por todas partes. En Amaicha, en cambio, abunda el cardón, ese cactus gigante y elegante que cuando se seca parece un gruyere.

Todo el pueblo y los alrededores son propiedad de la comunidad diaguita, que recuperó sus tierras a fines de los ’90. Como algunos terrenos ya habían sido vendidos antes a personas que no integran la comunidad, el mapa de viviendas de Amaicha es como un un bastidor de bordado: la tela es comunitaria y las puntadas de propietarios no indígenas.

A esto se sumó que después de la entrega de tierras comunales, algunas personas vendieron las parcelas que habían recibido del cacique como legado comunitario, en un gesto incorrecto pero no exactamente ilegal porque las operaciones de compra-venta se concretaron. Esta situación plantea uno de los conflictos que atraviesa hoy la comunidad: quienes viven allí y se consideran propietarios de las tierras y la comunidad indígena que los considera extranjeros.

Otros conflictos son las disputas entre diferentes líneas políticas y situaciones recientes de feminicidios y suicidios que preocupan por lo que puedan estar expresando del malestar social. Todo en medio de la permanente situación de discriminación y vulneración de derechos de la que son víctimas desde hace más de 500 años.

El aspecto quizá más evidente de esta discriminación es la lucha por la recuperación de las tierras y las injustas tristezas que de ello se derivan, como el asesinato por parte de hombres armados dependientes del terrateniente de la zona, del comunero diaguita Javier Chocobar, en la localidad de Chuschagasta en junio del 2009.

Después de ese asesinato, las mujeres diaguitas decidieron unirse y así surgió la organización Esperanza, que incluye a más de doscientas mujeres de la nación diaguita de Salta, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán y La Rioja. El nombre lo pusieron en honor a Esperanza Nieva, chamana y coplera víctima de un feminicidio en Amaicha en junio de este año (ver Justicia para Esperanza Nieva). Desde entonces, ya hicieron cinco encuentros en distintos pueblos de la región, siguiendo la misma lógica de los Encuentros Nacionales de Mujeres –aunque ellas no lo sepan-: van donde los pueblos, y especialmente las mujeres, necesitan apoyo.

’Es estar entre nosotras y apoyarnos ante un conflicto que se suscite. El último encuentro lo hicimos de nuevo en Chuschagasta, porque no hay salida al conflicto de Chocobar, nadie se hace cargo’ explica Dina Contreras, una mujer bajita y muy inquieta que trabaja en la administración y contaduría del Centro de Salud del pueblo.

¿Qué temas las preocupan además de la recuperación de las tierras?

’La violencia social, entre nosotros mismos. Hay personas de nuestra misma comunidad que nos descalifican si tomamos un curso, o cuando se hicieron las marchas por doña Esperanza nos descalificaron tirando panfletos en nuestra contra’ cuenta Estela Reyes, una enfermera de Ampimpa, un poblado vecino a Amaicha.

Dina: Hay todo tipo de violencia: sexual, familiar, laboral, verbal, en las oficinas públicas. No sólo es a quienes trabajan en estas oficinas sino a quienes van a atenderse. Por ejemplo en la policía, donde siempre se burlan de quien va a denunciar. El jefe de la comisaría, que no es de Amaicha, no toma en serio las denuncias. Pero tenemos otros casos, como el juez de paz, que sí es de acá, y menciona leyes como argumento para atemorizarnos. Yo soy de anotar todo e ir a buscar a Internet y resulta que las normas que dice no existen. Estela: El siente que es dueño de acá.

¿Qué pasa si una mujer que tiene que hacer una denuncia de violencia o abuso sexual? ¿A dónde va?

Estela: Hay un número gratuito para comunicarse, vienen asistentes sociales de Tucumán y nos sugieren que hagamos la denuncia e investiguemos. Yo nunca tuve problemas. A mi me llegaron varios casos de chicos maltratados por los padres, por la sala de salud donde trabajo, y llamé se resolvieron bien los casos.

Dina: Ahora presentamos un proyecto para conseguir un dinero para hacer La Casa de la Mujer de Amaicha, porque ahora no hay dónde ir.

¿A qué se refieren cuando hablan de violencia laboral?

Dina: Tenemos profesores y maestros de la zona con buenos puntajes y sin embargo en nuestras escuelas son nombradas personas que vienen de afuera, por ejemplo de Santa María de Catamarca. No se le da trabajo a nuestra gente.

El acceso a la anticoncepción

¿Cómo está la cuestión de los derechos sexuales y reproductivos?

Estela: Yo, como enfermera, creo que nos haría falta un lugar específico para este tema dentro del Centro de Salud y un médico que de información y anticonceptivos.

Dina: En general los chicos vienen a la noche a pedir los preservativos, y en el caso de inyectables y pastillas vienen en cualquier momento. Nosotras tendríamos que ahí poder engancharlos para la visita ginecológica, pero la médica asiste sólo una vez por semana. Ella detectó muchos casos de gente joven con cáncer, quistes , incluso vih, pero necesitamos que esté más tiempo. Viene apenas unas horas por la tarde una vez a la semana. Capaz que cuando las mujeres bajan del cerro, ella ya se tuvo que ir.

¿Y las mujeres adultas, que están en pareja, se cuidan?

Dina: Van a pedir anticonceptivos, sobre todo inyectables. Vienen una vez al mes a ponérselo. Y hasta aprendieron lo del día después, que nosotras también la damos.

¿Qué pasa con la planificación familiar en el marco de la cosmovisión indígena?

Dina: Se nota que las mujeres no quieren una planificación, la mayoría, porque esgrimen que se extermina la raza. Esto incluso lo dicen mujeres jóvenes, estudiantes. Pero algunas sí lo piden. Todo depende de cómo se hable el tema.

¿Tienen muchos hijos?

Dina: Si, hay muchas que tienen cerca de diez. Yo tengo una ahijada que no llega a los 20 años y ya tiene tres. En los casos de chicas tan jovencitas, ¿los padres también son jóvenes? Dina: La mayoría de las veces si.

Estela: A mi me tocó atravesar junto a mis dos hijos los casos de dos suicidios de adolescentes que hubo acá y es muy difícil tratar el tema con ellos. Hay tres o cuatro chicas adolescentes ya madres. Ellos dicen que están preparados para ser padres, pero son niños. Y se generan conflictos también con los padres.

Suicidios adolescentes

Al igual que en Rosario de la Frontera, en Salta, este año hubo dos suicidios de chicas adolescentes y otro de un hombre adulto en Amaicha. A diferencia de los de Rosario de la Frontera, los de Amaicha no tuvieron ninguna trascendencia mediática.

¿Con qué creen que tienen que ver estos casos?

Dina: Yo veo que el pueblo está tomando otro rumbo. Se habla de la interculturalidad y se acusa a los hippies de que drogaron a estas chicas, pero eso no es cierto. Yo fui a ver a estas familias hippies, que viven en las afueras del pueblo, incluso estuve con el que luego se mató, que era un hombre alcóholico, pero ellos no tenían ningún vínculo con las adolescentes ni las llamaban para compartir drogas. La sociedad echa la culpa a los que vienen de afuera para no hacerse cargo. Yo veo que somos nosotros, nuestra sociedad, somos demasiado conservadores.

Estela: Yo veo que somos cerrados, por un lado. Y por otro, que el gobierno no se hace cargo de estos conflictos. Si ya hay casos de chicos adolescentes que salen a los boliches a tomar y no se los puede contener, entonces hay que hacer algo, quizá recreación para los chicos, hacer actividades públicas. Yo tengo dos hijos adolescentes, uno loco por los deportes y otro no, pero que le encantaría ver películas, por ejemplo. Yo creo que habría que hacer concursos, talleres para los chicos.

Dina: Pero además, desde antes que llegaran los hippies, hay una cultura ancestral de alcoholismo en la comunidad. Hay muchísimo consumo de alcohol entre los jóvenes, sobre todo varones pero también muchas chicas.

Estela: Acá hay dos boliches, uno clandestino y otro no, y no controlan que no entren con bebidas alcohólicas.

Mujeres y varones

¿Cómo están trabajando ustedes, desde el grupo de mujeres, con el cacique? ¿Cuentan con su apoyo?

Dina: El cacique actual a mi me escucha muy poco. No participa en nuestros temas, pero nos deja accionar. Creo que son medio machistas. Nosotras sufrimos por ejemplo el maltrato del secretario de él, un chico muy jovencito que podría aprovechar nuestro conocimiento.

Estela: Nosotras nos expresamos sin ningún jefe, sin nadie que nos rete o nos diga que hacemos las cosas mal.

¿Se sienten intimidadas por el cacique o los varones de la comunidad?

Estela: A veces si. Y sobre todo en Amaicha, donde ocurrió el brutal asesinato de doña Esperanza.

Dina: En San pedro de Colalao y Chuchagasta los caciques no escuchan a las mujeres, en Quilmas en cambio las mujeres tienen el total acompañamiento del cacique, depende de cada lugar.

Foto: Artemisa Noticias. Estela Reyes y Dina Contreras.

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