Carlos Bonfil
El desastre militar como victoria moral.
Mayo de 1940. En los primeros tiempos de la Segunda Guerra Mundial, en
la costa norte francesa, a pocos kilómetros de la frontera belga, 400
mil soldados de las tropas aliadas quedan atrapados en las playas del
puerto de Dunkerke, atenazados por un ejército alemán dispuesto a
aniquilarlos por cielo, mar y tierra. En Dunkerke (Dunkirk), su largometraje más reciente, el británico Christopher Nolan (Memento, 2000; Origen,
2010) refiere, con pocos diálogos y sin ahondar en el contexto
histórico, el rescate y la evacuación de 300 mil hombres que parecían
destinados a una muerte segura. En la llamada Operación Dinamo
participaron incluso 700 embarcaciones civiles que secundaron el
esfuerzo de la Real Fuerza Naval. La película narra todo el episodio
desde el punto de vista británico, minimizando la evacuación paralela de
120 mil soldados franceses, a quienes reserva una aparición episódica y
un fugaz tributo retórico (
Una mordaz descortesía, una indiferencia desoladora, sentencia Jacques Mandelbaum en su crítica en el diario Le Monde, 19 de julio). Con el estreno de Churchill, hace algunas semanas, y el éxito actual de Dunkerke, el cine nacionalista post Brexit goza, aparentemente, de vigorosa salud y de una gran exposición mediática.
Christopher Nolan lo ha señalado repetidamente. Su cine no obedece, de manera estricta, a las convenciones genéricas. Dunkerke
no sería así una clásica película de guerra, sino una edificante
parábola de la supervivencia. En poco más de hora y media, en efecto, el
relato alterna, de modo vertiginoso, tres episodios de resistencia
heroica frente a la adversidad. No es un azar si el enemigo no tiene voz
ni rostro: el combatiente nazi acecha, desde todos lados (de nuevo,
cielo, mar y tierra), como amenaza ubicua y terriblemente destructora.
El equivalente, en los hechos bélicos, de lo que el fascismo representa,
como conspiración ideológica, para las mentes liberales. A la
brutalidad del enemigo teutón que embiste con la furia ciega de los
elementos, el combatiente británico imperial responde, aquí, con la
mejor de sus armas: la nobleza humanista que moralmente doblega a la
barbarie. En una escena clave, a bordo de una embarcación civil de
rescate, un joven británico perdona la vida y le escatima el
remordimiento al cobarde combatiente responsable de una muerte inocente.
La escena se inserta con toda naturalidad en una película donde una de
las ceremonias infaltables, en medio del fragor de los bombardeos, es
tomar puntualmente el té como bálsamo irremplazable en los desastres. El
punto de vista de la cinta –fuera de los llorosos ojos del comandante
Bolton (Kenneth Brannagh) al término del rescate– es el discurso en off
de Winston Churchill elogiando el coraje de la gran isla británica,
capaz, en la eventualidad de una derrota final, de proseguir el esfuerzo
heroico en los confines de su propio imperio colonial. Noblesse oblige.
Christopher Nolan, realizador también de Batman, el caballero de la noche (2012), refrenda en su patriótica
épica de la supervivencia insular, un manejo espectacular y muy diestro
del suspenso. Aun sin entender del todo la relación real entre las
fuerzas militares en el terreno, los espectadores comparten con los
soldados, de modo casi epidérmico, la embestida devastadora de un
ejército alemán omnipotente. Desde lo alto del cielo o desde cualquier
rincón de la tierra, desde la profundidad de las aguas, o en la propia
superficie marítima oleaginosa transformada en mortífero manto de fuego,
la ráfaga de la metralla o la sucesión de bombas conduce a la
desesperación o al delirio. No hay aquí el virtuosismo de la primera
larga secuencia de Rescatando al soldado Ryan (Spielberg,
1998), con el desembarco de los aliados en Normandía, o la desolación
del puerto de Dunkerke devastado, como la Varsovia que exhibe Polanski
en El pianista (2002); en cambio, sí es portentoso el clima
claustrofóbico que recrea Nolan y, sobre todo, la sensación angustiante
que provoca el continuo acorralamiento de toda una juventud sacrificada
en un combate que comprende a medias. Dunkerke rescata del
olvido un episodio bélico que hasta la fecha sigue dejando a Francia en
la perplejidad o en el embarazo, mientras a los británicos parece
inspirarles todavía una insondable sensación de orgullo.
Twitter: @CarlosBonfil1
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