12/27/2022

Agroindustria de EU controla el comercio mundial del maíz

Los granjeros estadunidenses asumen costos y riesgos del cultivo

Es el mayor productor con 384 millones de toneladas al año

Concentran las ganancias Cargill, Bayer, ChemChina, Cortiva y Limagrain

De casi 5 mil mdd, la exportación anual a México

Concentran unas cuantas trasnacionales las ganancias del cultivo de maíz en EU

Granjeros asumen costos y riesgos, mientras megaempresas como Cargill, ChemChina o Bayer se llevan los beneficios
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▲ El número de granjas dedicadas a producir el cereal se desplomó de 450 mil 520 en 1997 a 304 mil 801 en 2017, según datos oficiales.Foto Ap
Especial para La Jornada y Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 27 de diciembre de 2022, p. 2

Washington y Nueva York., Estados Unidos es el mayor productor de maíz en el mundo, pero la gran mayoría de los que producen el grano básico no son los principales beneficiarios de los 384 millones de toneladas que se cosechan anualmente, ni de la exportación anual a México de 17 millones de toneladas de este maíz con un valor de casi 5 mil millones de dólares, ya que las ganancias y el control se concentran en unas cuantas megaempresas trasnacionales que, en efecto, son los dueños del maíz en el mercado mundial.

Solemos hablar de cosas como maíz en términos de maíz estadunidense o maíz mexicano. Nada de este maíz pertenece a México o Estados Unidos, pertenece a unas cuantas empresas, comenta a La Jornada Dale Wiehoff, un granjero retirado quien ha estudiado la concentración empresarial agraria desde los 70. Rara vez hablamos de Cargill u otras grandes empresas de granos. Hablamos de que granjeros estadunidenses se benefician (con el comercio), pero en los hechos ese no es el caso.

La Asociación Nacional de Productores de Maíz (NCGA, por sus siglas en inglés), la organización de procesadores y varias de las agrupaciones agrarias más grandes de Estados Unidos, ha solicitado a su gobierno oponerse y disputar bajo el Tratado de Libre Comercio la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador para prohibir importaciones de maíz transgénico para consumo humano en México.

Angus Kelly, director de políticas públicas de la NCGA, explicó que el cultivo de maíz en Estados Unidos es inherentemente algo riesgoso. Indicó que los granjeros estadunidenses están presionados entre políticas de comercio exterior, los precios sobre sus insumos para cultivar maíz, entre otros factores, y aunque el precio de su producto suba, sus costos también.

El maíz es el cultivo comercial más grande en Estados Unidos, y los estados de Iowa, Illinois y Nebraska son las áreas de mayor producción. Pero varios granjeros entrevistados dicen que gran parte del riesgo económico en el cultivo de maíz cae sobre las espaldas de los granjeros, mientras las empresas gozan de la gran mayoría de los beneficios de este sector. En múltiples conversaciones a través de zonas rurales del medio oeste de Estados Unidos, granjeros repitieron que mientras ellos asumen los costos y riesgos del cultivo básico, megaempresas como Cargill, Bayer (ahora dueña de Monsanto), ChemChina, Cortiva y Limagrain son las que concentran las grandes ganancias de este sector.

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) calcula que en 2022 había unos 90 millones de acres (poco más de 36 millones de hectáreas) en que se cultivó maíz en Estados Unidos.

Pero aunque el maíz es el cultivo comercial más grande, participan sólo unos 300 mil granjeros más unos 150 mil empleados a sueldo en ese sector. Así, sólo unas 450 mil personas de los 2.6 millones en total que trabajan en la agricultura en Estados Unidos se dedican al cultivo de maíz.

El número de acres dedicados al maíz se ha incrementado en más de 50 por ciento y el grano producido se ha duplicado entre 1983 y 2012 antes de que se estabilizara en una producción total anual de 350 toneladas métricas a lo largo de la última década, Según el Departamento de Agricultura, esta ampliación en el cultivo de maíz también ha resultado en la expansión de las granjas más grandes con más de 500 acres y una reducción en el número de pequeños productores.

El número de granjas con por lo menos un acre de maíz se ha desplomado de 450 mil 520 en 1997 a 304 mil 801 en 2017, según datos oficiales –una reducción que es parte de una tendencia de largo plazo en Estados Unidos–.

De hecho, el número total de granjas en Estados Unidos se ha reducido durante décadas, de un pico de 6.8 millones en 1935 a sólo poco más de 2 millones hoy día, según datos oficiales. La mayoría de éstas no generan ganancias: 89 por ciento de las granjas en Estados Unidos no producen suficiente dinero para ser autosostenibles. Las ganancias se generan casi exclusivamente en las granjas de gran escala, las cuales producen ingresos mayores a un millón de dólares al año –son sólo 3 por ciento del total de las granjas, pero generan casi 47 por ciento del valor total de la producción agraria en Estados Unidos.

Aunque hoy día el precio del maíz y otros productos agrarios es relativamente alto, gran parte de las ganancias de estos sectores se concentran en unas pocas empresas que controlan desde los insumos hasta la comercialización del producto. Los granjeros casi no tienen ningún control sobre el precio que reciben por lo que producen, explica Wiehoff. Platicando en su granja en el noroeste del estado de Wisconsin, subraya que los granjeros están a merced de una industria muy monopolizada, dominada por unas cuantas empresas.

John Hansen, presidente en Nebraska de la Unión Nacional de Granjeros, indica que cuatro empresas controlan 85 por ciento del mercado de semillas de maíz. Cuatro controlan 84 por ciento del mercado global de herbicidas y pesticidas. Granjeros en los mercado de maíz y soya tienen que vender sus cultivos a las mismas cuatro empresas que controlan 82 por ciento del procesamiento de soya y 84 por ciento de la molienda de maíz, explica Hansen.

Si el precio se incrementa de 4 a 6 dólares el bushel (fanega o en términos de maíz poco más de 25 kilos), entonces las empresas de fertilizantes y semillas también incrementan sus precio de 2 a 4 dólares el bushel, pero frecuentemente las ganancias de los granjeros no se incrementan mucho, explicó otro granjero de Iowa.

Hansen tiene una multitud de estadísticas a la mano: si un consumidor paga 4 dólares por una barra de pan, los granjeros podrían recibir 20 centavos de ese precio. Una caja de cereal de 18 onzas en el supermercado puede costar 3.49 dólares, pero el granjero sólo recibe 10 centavos. Los intermediarios son los que capturan la mayor parte de las ganancias.

Es por ello que Hansen y la Unión Nacional de Granjeros han estado promoviendo reformas de mercado en Estados Unidos, incluyendo desmantelar el poder de monopolio de estas grandes empresas que por ahora son las que controlan la producción y comercio de los granos básicos y otros productos agrarios tanto aquí como en México.

El sistema actual podría estar funcionando perfecto para los grandes comercializadores de granos, dice Hansen, pero no está funcionando bien para la mayoría de la gente en México o Estados Unidos.

Jim Cason, Especial Para La Jornada, y David Brooks, Corresponsal / II

Tierra y agua, a punto del quiebre por el modelo actual: agricultores

La disputa por el maíz/II

Cosechar más grano no interesa a pequeños productores

El modelo agrario de EU debe restructurarse: líderes de granjeros; tierras y agua, por colapsar

Siembra de maíz genéticamente modificado afecta de forma negativa al campo de ese país

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▲ Para los dirigentes, un impacto de la siembra de maíz transgénico es más pobreza entre la gente mayor, aun con grandes tierras cultivables.

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Especial para La Jornada y Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 27 de diciembre de 2022, p. 4

Washington y Nueva York., Al atravesar el cinturón agrario del Medio Oeste de Estados Unidos se escucha un coro de pequeños granjeros, líderes comunitarios de zonas rurales y algunos políticos electos locales que coinciden en que a pesar de los altos precios para los productos de estas tierras y de los avances importantes en tecnología agraria, el país necesita revaluar la estructura de la producción de alimentos, algo que tendría impacto no sólo aquí, sino al otro lado de sus fronteras.

Se necesita repensar de manera sustancial cómo y qué cultivamos y los sistemas de mercadeo que hemos estado usando, afirma John Hansen, presidente de la Unión de Granjeros de Nebraska. En entrevista en las oficinas de su organización en la ciudad de Lincoln, explica que si manejas por las zonas rurales del estado están apagadas las luces, uno ya no ve tiendas, los pueblos que antes estaban ahí han desaparecido. Las llamadas al número de emergencia para los integrantes de su organización se han incrementado en 10 por ciento en este año.

Los agricultores son los primeros en entender que los sistemas de tierras cultivables y agua están por llegar a un punto de quiebre, asegura, pero la estructura del comercio de granos, los precios pagados por los productos agrarios no funcionan para bien de los granjeros, y aunque saben que la forma en que trabajan daña sus tierras y aguas, no les puedes pedir que hagan algo por el interés de su medio ambiente, pero que no ofrece ingreso para que sobrevivan como granjeros.

Dale Wiehoff, granjero jubilado, coincide con eso; en entrevista con La Jornada en su granja en Wisconsin, agrega que el modelo de producción agraria es en gran parte responsable. Los organismos genéticamente modificados hacen relativamente más fácil el cultivo de maíz y soya, el tiempo que uno dedica en estar en los campos es menor y los costos de mano de obra son mucho más reducidos. En general, uno hace tres pases para rociar Roundup (herbicida y pesticida químico) y con eso casi todo está hecho. En algunos lugares lo hacen desde una avioneta.

Pero las consecuencias de tanta eficiencia son comunidades rurales vacías; dice que “una vez que sustituyes mucho capital para mano de obra desaparecen las granjas pequeñas y el número de gente trabajando se reduce. Los jóvenes se van, las comunidades quedan huecas. Hay gente de edad avanzada rica en tierras, pero sin suficiente dinero para vivir. Uno puede ganar más vendiendo su granja que en cultivarla.

Tenemos que revaluar cómo cultivamos nuestro alimento, asevera Wiehoff, quien también ha estudiado asuntos de comercio agrario, que incluyen los de Estados Unidos y México. Señala que sólo producir más maíz no está en el interés de pequeños granjeros y sus comunidades o en México.

Desde este punto de vista, la sobreproducción de maíz como de otros cultivos acaba por dañar a comunidades rurales. El agua potable es contaminada, hay menos agua para peces y otros seres vivientes, y ofrece como ejemplo que en Iowa, con la mejor calidad de tierras del país, el agua está tan contaminada que la gente ahora debe hervirla. De hecho, el rotativo Iowa Capital Dispatch reportó en junio que el agua potable tratada de una ciudad en el noreste del estado tenía 3 mil veces más que el nivel considerado seguro de un químico tóxico... que persiste de manera indefinida en el ambiente. Aunque no toda esta contaminación es por la agricultura, el uso extensivo de fertilizantes es en parte responsable.

Los defensores de la agricultura transgénica argumentan que no hay vuelta atrás en torno al desarrollo de granjas más grandes y productivas. Para cultivar la misma cantidad de maíz que actualmente produce Estados Unidos sin el uso de organismos genéticamente modificados, requeriría alrededor de 40 por ciento más de tierra, explica Angus Kelly, director de políticas públicas de la Asociación Nacional de Productores de Maíz. Con eso, los consumidores también tendrían que pagar 40 por ciento más de lo actual.

Agrega que esto sencillamente no es política o económicamente posible, pero Wiehoff, Hansen y otros argumentan que justo se necesita cambiar esta realidad política y económica. Comentan que el gobierno estadunidense ofrece algunos apoyos -subsidios directos o asistencia para crédito financiero a granjeros a través de varios programas, incluyendo seguros para el cultivo y el requisito de que la gasolina incluya etanol producido del maíz, pero que están diseñados sólo para evitar la quiebra de pequeños productores. Varios granjeros entrevistados comentaron que sabían que el gobierno mexicano también tiene planes de apoyo para pequeños productores, pero indicaron que en Estados Unidos no se cuenta con mucha información sobre qué tan efectivos son.

Como lo dijo un promotor de agricultura transgénica, es poco probable que un granjero pequeño en México o en otros países tenga disponible 500 dólares para comprar semillas genéticamente modificadas, si es que estaban a la venta. Por lo tanto, estos granjeros necesitarán encontrar otra manera de producir y vender maíz y otros productos para subsistir. Se necesita pensar cómo se puede lograr, es justo la conversación que desean desatar Wiehoff y Hansen en ambos lados de la frontera.

A fin de cuentas, el debate sobre el futuro de la agricultura, que incluye el cultivo y comercialización del maíz, gira en torno a la tensión dentro del modelo actual que sobrevive de los pequeños productores y los intereses de una minoría de megagranjas y grandes empresas agrarias que controlan el sistema actual.


 La disputa por el maíz/II

Unos afirman que son carcinógenos y otros lo niegan

Toxicidad y ventajas de glifosato y transgénicos, debate que persiste

Hay agricultores dispuestos a proveer grano no modificado

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▲ Cada año en EU, más de 125 millones de kilos del herbicida se usan en más de 120 millones de hectáreas.
Washington y Nueva York., Para muchos granjeros en Estados Unidos, el glifosato es esencial para su vida económica y la mejor opción para preservar el medio ambiente, pero varias disputas ante tribunales han concluido que ese pesticida puede ser nocivo para los granjeros y sus trabajadores que son expuestos y está generando una preocupación por la salud pública más generalizada, ya que algunos suponen que todo estadunidense ya tiene glifosato en sus cuerpos.

La decisión de México de impulsar una prohibición a la importación de maíz transgénico ha provocado protestas de organizaciones agroindustriales y de cultivadores en Estados Unidos, pero también ha nutrido el debate sobre el uso de cultivos genéticamente modificados.

Los cultivos más comunes en Estados Unidos son los genéticamente modificados para tolerar el glifosato, el ingrediente principal del producto Roundup. Cultivar estos granos –maíz, avena, trigo y soya– genéticamente modificados permite que los granjeros usen Roundup para aniquilar todo menos la planta que están cultivando. Los promotores de este tipo de agricultura argumentan que esta técnica reduce la necesidad del uso repetido de pesticidas y, con ello y otras modificaciones, no sólo se ha elevado la producción, sino que hasta se ha reducido el uso de agua.

Cerca de 90 por ciento del maíz cultivado en Estados Unidos es genéticamente modificado. Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), más de 125 millones de kilos de glifosato se aplican a más de 120 millones de hectáreas cada año.

Yo veo lo que está haciendo México como algo positivo, comentó Ken Roseboro, director de la publicación especializada Non-GMO Report. En entrevista con La Jornada, Roseboro, quien es un feroz promotor de alimentos no modificados genéticamente, señala investigaciones recientes de laboratorio en donde, por ejemplo, ratas alimentadas con maíz transgénico desarrollaron problemas de salud en hígados y riñones o alteraron la química de su sangre (bit.ly/3GevbmA) o puercos alimentados con lo mismo desarrollaron síntomas preocupantes (bit.ly/3hTuOEu), entre otros.

Aún más alarmante, Dale Wiehoff, un granjero jubilado en Wisconsin y experto en políticas agrarias, comentó que el monto de químicos que contaminan las aguas es tan increíble que casi toda persona en este país tiene Roundup en sus cuerpos.

La empresa trasnacional Bayer, que compró Monsanto, productor de Roundup y otros insumos agrarios, rechaza las conclusiones de estas investigaciones. Sin embargo, después de que Monsanto enfrentó múltiples demandas exitosas en su contra ante tribunales por individuos que acusaron que el producto es peligroso y hasta fatal para la salud de granjeros y trabajadores agrarios, Bayer ha anunciado que descontinuará el uso de Roundup para jardinería residencial en 2023 a fin de evadir posibles demandas legales.

Mientras tanto, el glisofato es tan prevaleciente en Estados Unidos que ahora hay malezas resistentes a ese químico, lo cual obliga a cultivadores a usar aún más el glifosato u otros herbicidas incluso más tóxicos. De hecho, la EPA reconoce que dado su amplio uso, cantidades ínfimas de residuos de glifosato se pueden encontrar en varias frutas frescas, verduras, cereales y otros alimentos y bebidas. Sin embargo, la agencia insiste en que el glifosato no es un carcinógeno y que las porciones tan pequeñas no son peligrosas.

Pero Bill Freese, director científico del Center for Food Safety, señala que las conclusiones de las investigaciones de la EPA a lo largo de la última década no son creíbles y su organización junto con otros presentaron una demanda legal acusando que la agencia federal no siguió sus propios protocolos para sus investigaciones y por lo tanto los resultados son erróneos. En junio de 2022, un tribunal federal de apelaciones del 9o Circuito falló a su favor, afirmando que la EPA no consideró de manera adecuada si el glifosato causa cáncer y no cumplió con sus deberes. Aun así, la agencia sigue insistiendo en que no hay relación entre el glifosato y el cáncer

Freese acusó que el EPA ha descontado el impacto del glifosato durante décadas e indicó que en 1983 el nivel aceptable de residuo de ese químico en productos agrarios, como el maíz, era de 0.1 partes por millón, pero que para 2008 la agencia determinó que el nivel aceptable era 50 veces más, o sea, 5 partes por millón.

Ese nivel de residuo de glisofato es lo que llega a consumidores, tanto en Estados Unidos como el maíz y sus productos exportados a México.

A escala internacional, persiste la disputa sobre la toxicidad de productos genéticamente modificados y en particular sobre el glifosato. Por un lado, agencias de la FAO y la Organización Mundial de Salud han determinado que es poco probable que el glifosato sea un carcinógeno, mientras la Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer concluyó lo opuesto (bit.ly/3VhSUGD).

Angus Kelly, director de políticas públicas de la Asociación Nacional de Productores de Maíz, dice que la pregunta real es que si no se usa glifosato, ¿cuál es la alternativa? Señaló que Monsanto desarrolló maíz modificado para usar Roundup en los 80 y 90, y ahora la producción gira en torno de esa técnica. Subraya que es la mejor opción ecológica y económica entre todas, y él, entre otros representantes de productores grandes de maíz, argumenta que esta actividad agraria –ya de por sí precaria– no es viable sin transgénicos.

Pero Rosenboro y otros están en desacuerdo. “He entrevistado a granjeros, compradores de grano y empresas de semillas en Estados Unidos, todos los cuales afirman que si México desea comprar maíz no transgénico, lo podríamos surtir… Es una oportunidad de mercado para granjeros estadunidenses”, y nombró como ejemplos a Ken Dalmier, ejecutivo en jefe de Clarkson Grain, un proveedor de granos orgánicos en Illinois, y Graham Christensen, un granjero de quinta generación en Lyons, Nebraska, quienes están dispuestos a proveer maíz no genéticamente modificado a México.

Aun si eso fuese posible, no sería fácil, ya que 90 por ciento del maíz cultivado en Estados Unidos es genéticamente modificado.

Al mismo tiempo, todo este debate forma parte de una discusión más amplia y que gira en torno a la sustentabilidad del modelo actual y los cambios que podrán ser necesarios en la relación entre el alimento que consumimos y la manera en que es cultivado y procesado.

Kelly insiste en que a menos que uno viva en un país rico y pequeño como Holanda, no se puede alimentar a la población sin la agricultura de transgénicos. Pero otros, como Freese, afirman que el gobierno de México podría estar ofreciendo un favor al mundo al intentar imponer límites sobre el maíz transgénico.

Foto Ap

Especial para La Jornada y Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 27 de diciembre de 2022, p. 3

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