guerra mediáticahíbrida. No ven que están desplegadas todas las armas ideológicas, financieras y militares del capitalismo. Algunos no se percatan de que hablamos los lenguajes colonizantes que nos imponen; que compramos compulsivamente sus tecnologías; que relatamos la historia con las premisas lógicas de ellos; que financiamos sus monopolios mediáticos; que regimos nuestras vidas con
valoresy
culturaque nos infiltran. Piensan que es conspiranoia. ¿En qué guerra las víctimas financian a sus victimarios?
A pesar de los logros de cierta izquierda y progresismo, o
precisamente por eso, las ofensivas de las clases dominantes (militares,
financieras, eclesiásticas…) avanzan retrógradas hacia un
neonazifascismo porque atraviesan una crisis de vacío intelectual que se
coagula en un proceso de condensación de odios y miedos. Ven que el espíritu que recorre el mundo
gana adeptos. Supuran lawfare, persecuciones mediáticas, fake news, espionaje, represión y golpizas inflacionarias. Pergeñan reformas laborales
y desorganización inducida contra la clase trabajadora. Mientras,
algunos gobiernos siguen transfiriendo enormes sumas de dinero a los
monopolios mediáticos que los atacan o los chantajean. ¿Qué no
entendimos?
Está bajo amenaza la cordura social. El arsenal mediático monopólico
se organiza y se despliega en todos sus frentes camuflados como
entretenimiento, como iglesias mediáticas, como noticiarios y como
programas de concursos. Las mesas de redacción y las direcciones
editoriales están infestadas por servicios
de inteligencia y
espionaje. Casi todo está barnizado con canalladas y calumnias contra la
voluntad organizativa de los pueblos en lucha y contra sus líderes. De
mil maneras infiltran la antipolítica
y están reclutando jóvenes,
académicamente anestesiados, con ilusiones de dinero o con ideología
chatarra de orientación supremacista o nazi. ¿No lo vemos?
Está en la tele, las redes o los tabloides que despliegan
los ataques diseñados por la manipulación simbólica. Para colmo, la
impotencia nos gana encerrados en un festín de sorderas disfrazadas de diálogo
.
Y empeora en periodos electorales. Hay gobiernos de ricos encumbrados
con los votos de los pobres; hay consumismo desaforado de mercancías
encarecidas. Se generan ganancias siderales con los salarios raquíticos
del pueblo trabajador. Una inmensa minoría hambrea a la inmensa mayoría.
Con unas cuántas armas se reprime a masas de trabajadores. ¿Qué no
entendemos?
La memoria también es un campo de batalla semiótica. Quieren resetearlo todo, el olvido es su gran negocio. Su teoría del Estado
se aferra a una concepción medieval de la comunicación
que se dedica a fabricar predicadores armados con histrionismo mussoliniano. Se multiplican como hongos. Así avanza la guerra mediática
convertida en comunidad de sentido opresor financiado por el real poder
rumbo al dogmatismo férreo de la aniquilación del otro. Nazifascismo
que soñó y vio crecer Hitler. En eso trabajan los centros de operación
responsables de la guerra simbólica, repleta de vaciedades y banalidad.
El objetivo es sembrar odio de clase contra todo lo que se organiza en
clave de rebeldía. Inyectar miedo contra cualquier intento de
modificación del statu quo. A estas horas la catarata de falsa conciencia, vehiculada por los mass media,
descarga emboscadas legaloides comandadas por las jaurías judiciales y
sus aparatos policiales y militares, de represión objetiva y subjetiva. Lawfare le llaman a esa guerra judicial
.
En el corazón de la guerra mediática habita la aberración supremacista, reloaded, empeñada en convencernos de que ellos siempre tienen la razón, que debemos agradecer que nos saqueen y exploten. Agradecidos por este mundo, al borde del desastre ecológico y ahogado en el fracaso civilizatorio del capitalismo. Agradecidos por un planeta intoxicado con hambre, miseria, pobreza, insalubridad, ignorancia y humillaciones. Quieren que agradezcamos esto como la mejor herencia para nuestra prole… que estemos orgullosos de eso. Guerra hibrida por todos los medios. ¿Qué parte no entendemos?
Paradójicamente la guerra mediática
tiene frentes internos.
Guerra entre nosotros mismos donde la tarea de la unidad, que es la más
importante hacia una comunidad de sentido emancipador, se empantana
entre refriegas de celos, sectarismos y burocratismos hacen grandes
favores al poder fáctico hegemónico porque, entre otras cosas, nos somos
capaces de comunicar una salida humanista superadora de nuevo género y
les ahorramos el trabajo de dividirnos porque nos dividimos solos, y
gratis (en el mejor de los casos). Nos urge una comisión internacional
de los pueblos, extensiva de aquella que redactó el Informe MacBride,
para solucionar los problemas mundiales de la comunicación. Enfrentar,
ordenadamente a la guerra mediática en desarrollo. Vienen tiempos
peores.
*Director del Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride de la Universidad Nacional de Lanús
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