12/28/2007

Las mujeres zapatistas y las agresiones paramilitares




Vísperas del Encuentro Comandanta Ramona y Mujeres zapatistas

De la redacción

México DF., 27 dic 07 (CIMAC).- En vísperas del Encuentro la Comandanta Ramona y las Zapatistas, que se realizará a partir de mañana y hasta el 2 de enero de 2008 en La Garrucha, Chiapas, convocado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y al que acudirán mujeres de diversas partes del mundo, prevalece un ambiente de violencia institucional en diversas comunidades indígenas, que no se había dejado sentir con tanta fuerza desde 1997, reportan observadores civiles.

La reunión de mujeres del mundo, dentro del Tercer Encuentro de los Pueblos Zapatistas con los Pueblos del Mundo, servirá para conocer las historias de lucha de la comandanta Ramona, integrante del Comité Clandestino Revolucionario Indígena del EZLN y fallecida el 6 de enero de 2006, y de las mujeres zapatistas que hoy continúan enfrentando la violencia paramilitar.

De acuerdo con un texto de Eugenia Gutiérrez, publicado en el sitio mujeresylasextaorg.wordpress.com, las madres, tías, hermanas y abuelas, así como niñas y niños han preparado el encuentro de La Garrucha en medio de una atmósfera angustiante por el clima amenazante por la presencia de paramilitares. “A veces duele la imaginación sólo de suponer la tensión nerviosa en que todas ellas deben haberse desplazado, reunido y organizado a lo largo de estos meses para relatar sus historias y ponerlas en boca y corazón de sus representantes”, dice Eugenia.

Sin embargo, después de casi catorce años de saber de la existencia del EZLN, no es difícil suponer que las mujeres zapatistas llegarán al encuentro con el ímpetu de siempre, organizadas y sinceras, marcadas por el ejemplo de la comandanta Ramona y de otras mujeres que abrieron camino.

No es que adivinemos. Es que las compañeras del Grupo de Mujeres del Municipio Autónomo de La Paz, del Caracol de Roberto Barrios “Torbellino de Nuestras Palabras”, ya lo dijeron aquel 2 de agosto de 2007 en que informaron que había sido quemada la casa de “María López Peñate, quien vive sola con su hija en la comunidad Francisco Villa”. Ellas lo dijeron: “Nosotras no nos vamos a desanimar, sino que vamos a seguir organizándonos más como mujeres zapatistas junto con nuestros compañeros”.

Sus historias nos esperan a partir del 28 de diciembre en ese Caracol que tiene un nombre que ya anticipa lo que será el evento: “Resistencia hacia un Nuevo Amanecer”, mejor conocido como La Garrucha, Chiapas, México.

NIÑEZ EN RESISTENCIA

En la comunidad San Manuel, antes San Juan del Río y cercana al Caracol de La Garrucha --continúa el texto de Eugenia Gutiérrez-- varias niñas y niños afirmaron en una entrevista a la Otra
Niñ@s que no están dispuestos ni a vivir con miedo ni a rendirse.

Cuentan las niñas y los niños que suelen ser molestados y agredidos física y verbalmente cuando se alejan un poco de la comunidad o cuando salen a dar una vuelta en su bicicleta. Se les arrojan piedras, se les insulta, se les amenaza, pero aseguran rotundos que van a continuar defendiendo sus tierras.

Según el informe de la Caravana de la Otra Campaña que visitó Chiapas del 17 al 20 de noviembre pasados, las niñas y los niños de otra comunidad, Benito Juárez, viven una situación semejante.

En el Caracol de La Garrucha testimoniaron diversas amenazas contra la comunidad. Por ejemplo, el señor Feliciano González Guzmán de la Organización Regional de Cafeticultores de Ocosingo (Orcao) en estado de ebriedad amenazó con violar a las mujeres de Benito Juárez y dar de “chicotazos” a los niños. Además amenazan de muerte constantemente a los pobladores de Benito Juárez cuando salen de compras, por lo cual tienen que ir acompañados, en grupos de dos o tres personas.

En el Ejido Agua Azul también hay reportes de agresión hacia menores de edad. Hace un mes, la Junta de Buen Gobierno (JBG) del Caracol de Morelia reportó el ataque de ochenta miembros de la Organización para la Defensa de los Derechos Indígenas y Campesinos AC (OPDDIC, identificada como grupo paramilitar y fundada en 1998 en Ocosingo), del Ejido Agua Azul que ingresaron a Bolón Ajaw “portando Armas de fuego, machetes y palos, 20 personas portaban con pistolas calibre 22 y 38, seis más con escopeta y el resto con palos y machetes”.

Los ochenta se enfrentaron con un solo hombre, Manuel Hernández, promotor de salud que no había salido a trabajar porque estaba muy enfermo. Los miembros de OPDDIC lo golpearon salvajemente hasta dejarlo inconsciente. No conformes, cuatro de ellos (Florentino Silvano Pérez, Alejandro Gómez Hernández, Marcos López Silvano y Miguel Hernández López), volvieron a las orillas de la comunidad esa misma noche sólo para torturar al niño Miguel Pérez Álvaro, quien había salido por agua. Los cuatro hombres le torcieron las muñecas hasta que Miguel, de ocho años, gritó de dolor.

Y así sucesivamente, las agresiones paramilitares se repiten y lastiman incrustándose en la carne de las actividades diarias: el huerto que rodea la casa, el cañaveral, el pozo de agua, el paseo en bici, el camino, señala el texto.

COMUNIDAD 24 DE DICIEMBRE En el poblado 24 de diciembre, para contrarrestar de manera pacífica las agresiones, el dolor, el hostigamiento y el desprecio en una guerra territorial/económica/política apoyada por varias instituciones y recrudecida desde que comenzó a gobernar sin victoria Felipe Calderón, relata Eugenia Gutiérrez, la Junta de Buen Gobierno “Hacia la Esperanza”, con sede en La Realidad, supervisa el flujo constante de Bases de Apoyo Zapatistas para que vigilen todos los puntos amenazados en los alrededores de esta comunidad que ya vivió una década de exilio.

Se forman grupos de cien. Se cambian cada cinco días. Se llaman “plantón permanente”, con el objetivo de proteger al poblado de las agresiones prometidas por el principal abastecedor de las cafeterías La Selva. Los hombres jóvenes, adultos y ancianos Bases de Apoyo dejan sus casas, familias y responsabilidades y recorren todo tipo de caminos para convertirse temporalmente en lo que los habitantes de 24 de Diciembre llaman orgullosos “nuestras vigilancias”.

La tarea no es fácil. Según palabras de los habitantes del poblado, “hay agua, hay zancudo, hay frío, hay calor” y ahí están las vigilancias. Coordinados desde la JBG, cumplen su deber todo el día y la noche, uniformados con nylon que rompe vientos y alimentados con mucho café.

Desde los puntos amenazados hay que cuidarse del Ejército Federal, la Policía Estatal Preventiva de Chiapas y paramilitares priistas bien armados, integrantes de la Unión de Ejidos de la Selva y protegidos por la Policía y el Ejército.

En casa de Amparo y José hay cinco niñas, sin contar a la madre. La mayor tiene 12 años. La menor, poco más de un año. Se llama Hilda Guadalupe y tenía apenas tres meses cuando la suya y otras 30 familias llegaron a habitar otra vez este sitio de donde el Ejército Federal los expulsó en 1995. El regreso se lo propusieron a la JBG, la Junta los apoyó y volvieron hace casi un año.

Primero, todo el mundo estuvo un mes completo en campamento con cocina común. Lo podrían haber desocupado unos días antes, pero cuenta José que decidieron que era mejor “dejar que el mes fuera cabal para que así pasara a la historia”. Fue por eso que exactamente un mes después de haber llegado, 31 familias se trasladaron por fin a sus solares y, pioneras, empezaron a construir.

Apenas habían tumbado cinco árboles para dejar de dormir a la intemperie cuando los de la Unión de Ejidos de la Selva los denunciaron por talamontes y les echaron a la Forestal. Con la denuncia llegaron a cercarlos varios camiones con gente armada.

Para contener la agresión de “los malos gobiernos”, José y otras 30 familias acudieron a un buen gobierno. Otra vez la Junta “Hacia la Esperanza” que interpuso entonces una demanda e impidió el desalojo. Lo que no se pudo impedir fue que la policía estatal de Juan Sabines siguiera, como sigue hasta ahora, cargando sus camiones con mil veces más que cinco árboles tumbados, producto de la tala clandestina, denuncia el texto.

Desde abril pasado, la JBG denunció que en el terreno recuperado pasan cortando el camino de la entrada del poblado como evitándoles a los y las compañeras que pasen en el terreno. Además que están destrozando y destruyendo arbolitos que el pueblo cuida. En esos días estuvieron trabajando entre 40 soldados y armados. También van en el manantial donde toman los compañeros su agua para cocinar y beber, dejando su excremento a unos metros de la orilla del agua.

Con sólo dos de las trece demandas en la mano, tierra y libertad, los habitantes de 24 de Diciembre llevan casi un año luchando por once demandas más, aunque ya tienen muchos años de experiencia en sufrimientos. Cuentan Amparo y José que en 1995, cuando escaparon del Ejército Federal que les aventó Zedillo y se refugiaron en las montañas, aprendieron a comerse estos árboles con los que otros lucran.

Durante una semana y por no haber podido prever la movilización, se alimentaron de bejucos y raíces acompañados de un poco de agua de lluvia. Hoy Amparo y sus cinco hijas revientan en risas cuando se les pregunta si echarán su discurso en el encuentro de mujeres en La Garrucha.

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