9/18/2009

Determinaciones difíciles



Utopía

Eduardo Ibarra Aguirre


Ningún impuesto es popular, de lo contrario el nombre sería otro. Pero una cosa es la antipatía natural a las políticas fiscales y otra, muy distinta, la impugnación generalizada que concita el impuesto para combatir la pobreza, las nuevas tasas para gravar las telecomunicaciones, cigarros y cerveza, así como el rumbo del paquete económico.

Desde las cúpulas de las organizaciones patronales --incluso varias de las que jugaron un papel activo en la contienda electoral de 2006 y que inclinaron la balanza para que la máxima del “Haiga sido como haiga sido” se mutara en sexenal--, hasta la jerarquía católica, los partidos y sus representaciones parlamentarias aliados al otrora gobierno del empleo, muestran sin ambages que no comparten lo que en forma cándida o cínica, o bien una mezcla de ambas, enunció de la siguiente manera Agustín Carstens Carstens: “El gobierno puede solicitar sin rubor la cooperación nacional en esta hora difícil”.

El martes 15, en San Lázaro, antes de la nada austera fiesta en Palacio Nacional y del derroche en un desfile que satisface egos presidenciales y de la elite castrense, se significó por la indisposición de los legisladores de todos los partidos, excepto el del gobierno, a entregar “la cooperación nacional en esta hora difícil” a un gobierno que se condujo con abulia criminal ante la crisis económica global, después la sustituyó con la soberbia de los que al acceder al poder se obnubilan hasta padecer vértigo al subir al cordón de la banqueta. Un gobierno que “ante la crisis que vino de fuera” –como si la dependencia comercial respecto de Estados Unidos se diera por generación espontánea--, se recarga en la reactivación económica de EUA, mientras gasta ilimitadamente el presupuesto que regatea a la educación superior, ciencia, tecnología, salud pública…

El doctor Catarrito dio cátedra a los diputados no como economista que es, sino como experto en falacias, y acaso por ello requirió tres intentos para lograr el juramento de conducirse con verdad. Con mentiras aseguró que el gobierno de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa no exigirá austeridad que no esté dispuesto a practicar. ¡Seguramente! Como lo evidencian las tres mil direcciones generales creadas en los últimos nueve años y que le cuestan a la nación entre 100 mil y 150 mil pesos mensuales cada una, mientras despedirá a 10 mil empleados de base y las tareas serán asignadas a personal contratado por empresas privadas.

La mitomanía de Carstens no tiene límites. Jura que las encuestas muestran “que una inmensa mayoría de mexicanos está dispuesta a pagar una contribución adicional que se destine a combatir la pobreza”. Evidencia, así, que el grupo gobernante ejerce con las encuestas y sin reparar en gastos, como tampoco lo hace para el transporte aéreo de Calderón, además de que la inédita conclusión es todo un fenómeno que amerita el estudio de especialistas en conductas sociales.

Como si fuera simple ciudadano y no el hombre forjado en las entrañas de la tecnoburocracia hacendaria, Agustín Carstens se sinceró: “Hemos vivido adictos al petróleo y evadiendo decisiones importantes sobre cómo darle recursos al Estado para llegar a cabo sus funciones”.
Ya entrado en confianzas aceptó que las empresas de los dueños de México, vía regímenes fiscales especiales, no pagan 465 mil millones de pesos anuales, equivalentes a 3.87 por ciento del PIB.

Frente a los argumentos de diputados de cuatro partidos para acabar con los paraísos fiscales construidos por la plutocracia de la que forma parte, pretendió lavarle la cara a su jefe: “No tenemos ningún problema pero, obviamente, las decisiones no son fáciles, exigen determinaciones difíciles”. Que nunca toman porque es muchísimo más fácil aterrorizar a los causantes de siempre.

Acuse de recibo

Sirve para caminar (7-IX-09) fue la Utopía del quinto aniversario y sobre ella comenta el meridense Marcos Antonio Heredia Pérez: “Cuando Papini se refirió al dinero como el estiércol del diablo, ya Marx había hablado sobre el fetichismo del dinero como determinante de la enajenación y alienación. Ambas opiniones, lejanas en el tiempo una de otra, pero actuales siempre, indican que la Utopía de Tomás Moro seguirá vigente en el ánimo de quienes tercamente buscamos equidad y justicia como coronación de la racionalidad humana. En contraposición a su significado, la utopía tiene que ser posible pues de lo contrario no tendría sentido la vida humana. En dos mil años no se ha entendido por qué se echó a los mercaderes del templo, ni el significado de la condena social a los ricos cuando se dijo que era más fácil que un camello entrara por el ojo de una aguja que uno de aquellos lo hiciera al reino de los Cielos. Todas las señales apuntan a la necesidad de construir una utopía como la que imaginó Moro. Al margen de las definiciones semánticas, muchas utopías más estimado Eduardo”… Un 17 de septiembre, pero de 2008, falleció Andrés de la Garza Guerra, integrante del Grupo María Cristina y lector de este espacio.


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