9/19/2009


Por unas fuerzas armadas a salvo del escarnio
Jorge Carrillo Olea


Pide Gómez Mont buena fe al evaluar el trabajo de las fuerzas armadas. Lo primero que surge del apremio es que los legisladores en sus trabajos pueden actuar de mala fe, prejuiciados y hasta malintencionados. Grave error de procedimiento. Por algo la Constitución señala los diputados y senadores son inviolables por las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos y jamás podrán ser reconvenidos por ello (artículo 61).

Y no puede el secretario cargar la responsabilidad de cualquier hecho noticioso al cuerpo legislativo, cuando es en el seno del Poder Ejecutivo donde se originan los hechos.

Efectivamente, las fuerzas armadas hoy están en tela de juicio por la sociedad, pero no por causa de ellas mismas, sino por la responsabilidad de quienes las mandan, o mejor dicho, del que las manda políticamente: el presidente de la República.
Quizá sea posible que el secretario de la Defensa Nacional tenga razón al defender el fuero de guerra, pero para qué defender algo cuya eficacia y legitimidad ha sido puesta en duda por múltiples organismos internacionales y por voces de juristas nacionales de indiscutible probidad y sabiduría. Para qué defender algo que con el tiempo ha perdido legitimidad, si hay mecanismos más abiertos, eficaces y transparentes. La claridad en los juicios no daña, sino fortalece la respetabilidad de la vida militar.

Si las reales o supuestas violaciones se dan en los operativos en que participan militares y el secretario cree calmar las aguas asegurando que dichos operativos realizados por las fuerzas armadas cesarán en la medida en que se fortalezcan y depuren las policías locales, ¿que no saben el Presidente y el secretario que dichas policías están cada día peor y que la continuada degradación se da en el enfrentamiento de las más altas jerarquías? ¿Qué nadie les dice la verdad? ¿O por qué mienten?

Siguiendo la lógica de su discurso, lo que nos está pidiendo es resignación. Porque no es concebible que haya ningún grupo social o individuo, ni siquiera él, que piense que por dónde vamos, vamos para bien y pronto. Tampoco ha calculado el secretario Gómez Mont cuál es el estado anímico del Ejército, el nivel de su moral y cómo su sicología se viene transformando día a día. Esto puede estimarse por el impresionante número de deserciones y de éste, cuál sin temor alguno, se pasa al enemigo, como se ha comprobado. Tampoco puede menospreciarse la posibilidad de que el narco en un movimiento al revés, esté infiltrando las filas de las fuerzas armadas.

Así, la buena fe que salvaguarde el prestigio de las fuerzas armadas del escarnio no es tarea del Legislativo ni de los medios ni de la sociedad. Es del Poder Ejecutivo.
hienca@prodigy.net.mx

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