5/07/2022

Los sueños cine son

 pikaramagazine.com

Irantzu Varela

Selecciono para Filmin una lista de películas que me construyeron (o que me descubrieron lo que quería construir). Una selección de 16 obras que podrás descubrir si aprovechas la oportunidad y te suscribes conjuntamente a Filmin y a Pikara Magazine.

¡Lo quiero!


Yo soy una entregada a la propaganda. Dedico casi todo el tiempo y la labia que tengo a tratar de convencer de la necesidad de un mundo abolicionista de la normalidad. Y creo en el cine como constructor de los imaginarios colectivos imposibles, para hacerlos reales. Las películas que he elegido son (o fueron) claves en una imaginación que era el primer paso para ser una ilusa e imaginarme parte de las revoluciones pendientes.

Están ordenadas por fecha, porque siempre me ha asombrado la capacidad de ver mundos que todavía no existen y me parece que son una forma de crearlos.

1. Metrópolis (Fritz Lang, 1927)

Es una obra de arte estética y un relato que siempre será vanguardia.
La crítica a la alienación que implica el capitalismo, la explotación y el aborregamiento de la clase obrera, convertida en “recursos humanos”; la hipersexualización de los cuerpos de las mujeres, la estupidez implícita a la masculinidad, incluso el límite entre lo humano y lo ciborg, hacen de esta película una herramienta para entender la actualidad desde una perspectiva crítica fundada. Fundada en el hecho de que las luchas y las violencias siguen siendo las mismas, casi cien años después.
Se te olvida que es muda. Y la estética es abrumadoramente actual, desde la grafía a los edificios, los muebles, las ropas y los planos. La belleza debe ser eso.

2. La parada de los monstruos (Tod Browning, 1932)

La primera vez que la vi no sabía qué era lo queer, pero resulta que era esto. La violencia de quienes imponen su perspectiva de lo “normal”, la mezquindad de quienes se creen mejores porque se parecen a la mayoría, la solidaridad entre quienes han crecido siendo el motivo de las risas, que nunca son inocentes. El poder de quienes tienen poco que perder, cuando lo saben.
Esta sí es una película que no se podría hacer ahora, precisamente porque inmola algunas vidas -simbólicamente- para denunciar de la forma más descarnada la opresión y la violencia que ejercen quienes se creen “normales”, que siempre se creen superiores.
La belleza es un invento perverso, y eso lo saben quienes no la cumplen.
Es muy inquietante, pero aprendes que todes somos “monstruitos”.

3. La sal de la tierra (Herbert J. Biberman, 1954)

Género, raza y clase en una película inspirada en hechos reales. Es una prueba de que el cine puede mejorar el mundo y de que hay gente dispuesta a comprometer lo que sea necesario para conseguirlo.
Se basa en una huelga minera en Nuevo México en 1951, en la que los mineros de origen latino exigían condiciones de trabajo y de vida similares a las de los obreros anglosajones. El papel de las mujeres aparece como fundamental en el cuidado de las vidas, pero también en la lucha obrera. Es una película feminista, roja y antirracista.
Por supuesto, fue perseguida por el Comité de Actividades Antiamericanas de MacCarthy y sufrió la censura en Estados Unidos y en el resto del mundo capitalista. En España no pudo verse hasta la muerte de Franco.
Protagonizada por un sindicalista, Juan Chacón, y por una actriz mexicana, Rosaura Revueltas, que fue detenida, encarcelada y deportada por participar en la película.
Demasiado peligrosa y valiente como para perdérsela.

4. La calumnia (William Wyler, 1961)

El lesbianismo como un drama, pero no porque lo sea, sino porque la gente “decente” -reprimida e hipócrita, en realidad- lo convierte en ello.
La salida del armario más impresionante que he visto en el cine, y unas Shirley MacLean y Audrey Hepburn maravillosas en su complicidad. La tragedia y el dolor cristalizan por la intolerancia y el pánico a lo que se aleja de lo normativo, como siempre ha sucedido con las personas LGTBIQ+.
No se hacían muchas pelis “de lesbianas”, entonces, pero no recuerdo ninguna en la que sean mujeres con capacidad para ser felices, a las que solo se lo impide la venenosa moral ajena.

5. Una canta, la otra no (Agnès Varda, 1977)

Yo no crecí con Agnès Varda. La descubrí ya mayor (yo) y con una conciencia feminista convencida de que tenemos que alimentarnos de los relatos de las que se atrevieron a crearlos cuando pocas podían hacerlo.
A Varda hay que verla y reivindicarla. Tiene peliculones en todas las décadas, pero esta es una preciosidad por el contexto, por la relación entre ellas y por la candidez de hippie francesa que te hace disfrutar de algo que podría parecerte moñas.
En mi versión, se comerían el coño.

6. El lado oscuro del corazón (Eliseo Subiela, 1992)

Si no la viste en los 90, alerta moñas.
Ahora la veo con otros ojos, que le sacan muchas pegas. Pero tenía que ponerla. Por los diálogos con poemas de Benedetti, por el cameo de Benedetti, por Montevideo, por Buenos Aires, por la puta riéndose del poeta que es publicista: “¿Vos también sos puta?”.
Porque yo quise ser la mujer que vuela, porque quise encontrar al que pensara que yo volaba. Por la muerte como Nacha Guevara, por la mujer que prefiere pisar el suelo en vez de volar para otro.
Porque mi amiga Sandra y yo nos aprendimos los diálogos de memoria.

7. Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (Stephan Elliott, 1994)

Esta peli es fundamental por su contexto.
En 1994, las personas LGTBIQ+ de 20 años derrapábamos entre el armario, la autonegación, el miedo o la vergüenza. Solo habíamos visto en el cine maricones y bolleras suicidándose, travestis patéticas y personas trans asesinas en serie en El Silencio de los Corderos.
Y llega esta peli y te presenta maricas humanas, trans entrañables y Drag Queens divinas. Estilismos que los quieres todos, y la banda sonora que os ponéis entre mamarrachas cuando estáis solas o en casa. El bus al que te quieres subir.
Ha envejecido mal que solo salga una lesbiana y que sale muy mal parada, y que la misoginia no se condena con la misma energía que otras violencias. Y que ahora no entenderíamos que un hombre hiciera de mujer trans.
Pero en 1994, a las personas LGTBIQ+ de 20 años, esta película nos dio un marco posible, donde podíamos bailar y cuidarnos y dar palizas a los que nos atacaban. Y eso era mucho más de lo que teníamos.
Y creo que Terence Stamp, entonces, estuvo muy digna.

8. Persépolis (Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud, 2007)

Porque es una película de animación en blanco y negro y se te olvida.
Porque es una dibujante de cómic que hizo esta delicia en su primera película.
Porque a muchas nos abrió los ojos sobre las niñas, las mujeres y los prejuicios sobre Irán.
Porque es hermosa y divertida y crítica y no te permite ser condescendiente.

9. 4 meses, 3 semanas, 2 días (Cristian Mungiu, 2007)

Cuando la vi, el Gobierno del PP estaba tratando de quitarnos el derecho al aborto.
Fantaseé con colarme en los estudios de RTVE con una copia y emitirla clandestinamente en horario de máxima audiencia. Porque no te quedan dudas sobre la importancia del derecho al aborto libre y gratuito después de verla.
Es dura y terrible. Y podría estar ambientada en cualquier país en el que los cuerpos de las mujeres estén presos de las creencias religiosas y su complicidad con el capitalismo.
Duele verla. Pero más duele un aborto clandestino.

10. Canino (Yorgos Lanthimos, 2009)

De lo mejor del cine contemporáneo, creo.
No es necesariamente su mejor película, pero sí la que nos lo presentó como director mainstream. La de antes de rodar en inglés con superestrellas.
La crítica kamikaze a la familia, la ruptura de todos los límites de lo moral, la ridiculización perversa de lo convencional y la hostia en toda la cara del “hogar”, te dejan temblando. Un poco de placer cinéfilo, un poco de traumas compartidos y un poco de miedo.

11. El Cairo 678 (Mohamed Diab, 2010)

Siempre recomiendo esta película a quienes quieren hacer cinefórum por el 25N.
Porque es una historia sobre cómo las que reconocemos que hemos vivido violencia empezamos con la toma de conciencia y acabamos entendiendo que la única manera es organizarnos con las otras. Y sobre que el sistema no tiene respuestas para nosotras, porque nos necesita asustadas. Y sobre la incapacidad de los hombres para acompañarnos en la lucha.
Y porque es una historia de mujeres que responden y no de víctimas. Y porque es una historia de lucha feminista en el contexto árabe.

12. Take this waltz (Sarah Polley, 2011)

La vi en el Zinemaldi con amigas que también intentaban quitarse el pus de las heridas románticas, con Mari Luz Esteban sentada justo detrás. Lloramos como niñas cuando terminó. Cada una por las razones que nos habían hecho mujeres heridas.
Parece una peli sobre que el amor romántico triunfa, pero no lo es. Es a ratos cursi, porque no podría no serlo, una película que parece que te quiere convencer de que hay amores que calientan como un horno casero y otros que te queman de pasión, pero que -en realidad- te cuentan que acabamos saliendo escaldadas.
El mejor travelling que recuerdo, con Leonard Cohen de fondo.
Una de esas pelis que los señoros acomplejados y snob llaman “cine de chicas”

13. Pelo Malo (Mariana Rondón, 2013)

Es de ese cine en el que lo que pasa es que no pasa nada. Solo pasa la vida. En esa Caracas a la que es imposible amar y no amar.
Otra vez la historia de un niño, que lo es también de una niña y de varias madres y de ningún padre. La historia de la pobreza, el racismo, la homofobia, la soledad y la crudeza. La historia de todos los pueblos si has nacido en el género equivocado, en la clase equivocada, con el pelo equivocado.
Una película tierna y terrible y triste y trascendente de una manera nada épica. Como miramos las mujeres. Como nuestras historias.

14. Asier ETA Biok (Aitor Merino/Amaia Merino, 2013)

La película que muchas hubiéramos necesitado ver. La voz que hubiéramos necesitado escuchar. Las frases que hubiéramos necesitado pronunciar. El relato más honesto que he visto sobre lo que pasó y pasa en nuestro pueblo.
La historia del conflicto vasco es la de miles de relatos de miles de vidas que estuvieron -y están- atravesadas por dolores que se prohibían o se escondían. Nunca me he sentido tan identificada con una vivencia sobre lo que ha sufrido mi pueblo. Convivir con el terrorismo de Estado, ver sufrir a gente querida, sentir la opresión, pasar miedo, entender que hay que articular respuestas, pero no compartir algunas estrategias, el debate eterno y doloroso sobre la violencia, la vergüenza, la rabia, la ignorancia, la incomprensión. Es valiente y lo pagaron.
Gracias por contarlo.

15. Girlhood (Céline Sciamma, 2014)

Tenía que estar mi nueva ídola de cinéfila lesbofeminista consciente.
Cualquier película de Sciamma hay que verla, porque habla de lo que importa y porque genera universos habitables y porque hace crítica sin moralejas. Y por los planos de una belleza que da ganas de suspirar.
En esta película la feminidad, el racismo, la presión social, la masculinidad violenta y la desesperanza te acompañan, pero también momentos de felicidad fatua y brillante, como la bande de filles bailando “Diamonds” de Rihanna. Nadie como ella interpelando a la conciencia de las personas adultas a través de las emociones y sufrimientos de las criaturas y adolescentes.

16. Comandante Arian (Alba Satorra, 2018)

Sería un documental precioso y valioso y valiente y punzante, aunque no fuera sobre las mujeres que luchan en el frente de Kobane. Pero es que es un documental sobre los batallones de mujeres que luchan por su libertad y sus derechos y por las de todas. Poner el cuerpo cuando hay balas y bombas y heridas y bajas de por medio es otra forma de hacerlo. Es asombroso (y diría que hasta inconsciente) cómo la cámara acompaña a las guerreras en las primeras líneas. Es precioso y aterrador escuchar a las mujeres explicar por qué luchan a muerte. Es una peli “de mujeres”. De guerreras que luchan por todas y de reporteras que no ven el peligro, porque quieren contárnoslo.
No te recuperas de haber conocido a Arian.

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