5/04/2022

“Según el tabulador neoliberal, ¿cuánto vale tu vida?, ¿cuánto la de ellas?”

 sprinforma.mx

Juan Becerra Acosta

En un mundo en el que la competencia es característica principal de las relaciones entre las personas, nos convertimos –todas ellas- en consumidores cuyas opciones se centran, principalmente, en comprar o vender. Lo anterior nos lleva como sociedad, irremediablemente, a premiar el consumo y a castigar a la pobreza bajo la falacia de que los ricos tienen dinero por méritos propios, y que los pobres son culpables de su pobreza, condición a la que esa misma sociedad, cegada ante su voracidad consumista, califica como un fracaso sin ni siquiera detenerse a considerar las circunstancias que determinan el contexto de las personas: si no tienes dinero, “trabaja”, si no tienes trabajo entonces es porque “no te has esforzado lo suficiente”, o “ no estudiaste en una buena universidad”, si tu cuenta en el banco está en ceros es debido a que “no tomaste previsiones”. Así funciona el modelo neoliberal en un mundo gobernado por la competencia en el que quienes quedan fuera del poder adquisitivo se convierten en perdedores para la sociedad y para si mismos.

En un mundo así, la libertad es considerada algo que se ejerce a través del gasto y, como unos pueden gastar más que otros, las clases pobres pierden libertades y derechos, lo que causa no sólo crisis económicas, sino también sociales al crear brechas más grandes entre ricos y pobres, además de un reparto de la riqueza en el que cada vez más tienen menos, al mismo tiempo en el que cada vez menos tienen más. Bajo ese modelo de competencia como característica esencial de las relaciones sociales todo intento por limitarlo es opuesto a lo que se entiende por libertad, por ello se ve a las organizaciones obreras como desviaciones que complican una aparente jerarquía de triunfadores y perdedores.

En esta religión llamada neoliberalismo el dinero es un dios y la pobreza el infierno, y al igual que en todo credo, la culpa está presente como herramienta de manipulación y sometimiento con la que los “condenados” asumen su culpabilidad por no tener lo que los mandamientos del consumismo dictan como elementos esenciales de la trascendencia: una serie de deseados objetos que realmente no necesitamos por lo que sirven, sino por lo que el tenerlos implica ante una sociedad de consumo.

Se convirtió a la desigualdad en una virtud, y para ello se demolieron sindicatos, el costo de las viviendas se incrementó como nunca antes, además con las privatizaciones de los recursos nacionales se dieron reducciones de impuestos, siendo el estado el primer empobrecido causando con ello que los programas sociales quedarán, cuando mucho, en la simulación. Se regresó a una época oscurantista en la que hasta la vida de las personas tenía un precio de acuerdo a lo que, según el mercado, valía. Un tipo de esclavitud.

Hoy cuerpos de niñas y mujeres sin vida son encontrados mientras las autoridades encargadas de procurar justicia afirman que les cuesta más trabajo consignar y judicializar un delito de feminicidio que un delito de homicidio. En la población la preocupación, el coraje y la impotencia se acumulan ante un añejo machismo y la impunidad ante la falta de humanismo de las autoridades que, de acuerdo a ese modelo que tasa en dinero la vida de las personas, parecen ajenas a la justicia y al derecho. ¿Porqué se investigan solo los feminicidios que llegan a las primeras planas?

Hay que recordar a las muertas de Juárez, mujeres trabajadoras de las maquiladoras, obreras asesinadas cuyos cuerpos fueron arrojados uno tras otro ante el miedo y el dolor de la población, y la inmovilidad por parte de la policía y de la entonces procuraduría; las autoridades no investigaron, ¿por qué?, debido a que les costaba muy caro. En México el modelo neoliberal acentuó la percepción del valor económico de las personas: eres por lo que vales en dinero, por lo que puedes comprar de aquí a que te mueras, y esto se ve desde como una compañía de seguros le pone precio a una vida hasta lo que cobra un sicario por arrebatarla; el tabulador es el mismo, y depende del cálculo sobre la ganancia económica que genere la existencia de alguien. No vale lo mismo un pobre que un rico.

¿Cuánto valía para ese tabulador la vida de las mujeres asesinadas en Juárez?, ¿cuánto cuesta una investigación de feminicidio?, ¿80, 90 mil pesos?, para las autoridades investigarlos no no era negocio, y parece que tampoco lo es ahora a menos de que el delito llegue a las primeras planas y, entonces, el no investigarlo cueste más caro que esos 80 o 90 mil pesos.

Es necesario reconocer que, a diferencia de otros delitos que de acuerdo al reporte de incidencia delictiva en México están a la baja, los feminicidios no, y que esto se debe atender más allá de lo estrictamente judicial -sin dejar, por supuesto, de hacerlo ahí-, así como también que se debe atender en lo más profundo de las heridas causadas a los mexicanos a través de la impunidad, de la mercantilización de las vidas, del machismo normalizado hasta en la cultura popular con el que hay hombres que acuden a la violencia para afirmar lo que entienden por masculinidad, y de un sistema de impartición de justicia que debe ser eficiente en su labor de penalizar y también de prevenir y erradicar violencias.

Estamos aún en pañales ante los crímenes contra las mujeres; autoridad, gobierno y sociedad en general tenemos que reconocerlo yendo mucho más allá de la indignación que surge cuando nos enteramos de casos como el de Debanhi Escobar, para luego mandar esa indignación al olvido como si de un hecho aislado se hubiese tratado, porque, para nada es así, no es aislado. En México diario aparecen cuerpos de niñas y mujeres sin vida, menos de las que sus familiares buscan.

@juanbaaq

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